Por: Laura de Grado y Macarena Baena. 06/02/2023
Hay mujeres africanas que tardan siete u ocho años en conseguir llegar a España y, cuando lo logran, su proceso de integración es muy lento porque cargan con una mochila muy pesada de experiencias muy duras, heridas que nunca van a cerrarse del todo, cicatrices que no van a curarse, asevera Nicole Ndongala, congoleña defensora de los derechos humanos, directora general de la Asociación Karibu y miembro del Consejo Asesor de Casa África.
«No todas las migrantes que llegan a España consiguen salir adelante, también hay fracaso», lamenta Ndongala en una entrevista con Efeminista en la que critica la falta de coherencia de la política de acogida española y reclama medidas para erradicar la discriminación racial, regularizar la situación y facilitar el aprendizaje del idioma.
«No hay una política bien definida para acompañar a las mujeres, no solamente africanas, sino inmigrantes en general», asegura la directora general de la Asociación Karibu, (que significa bienvenido en Swahili) que lleva más de treinta años atendiendo a la población africana que llega a España a la que ofrecen protección humanitaria y acompañamiento en el proceso de integración y de empoderamiento.
Nicole Ndongala, llegó a España en 1998 huyendo de la guerra que estalló en la República Democrática del Congo tras ser derrocado el presidente Mobutu Sese Seko. Tenía 19 años y sus inicios fueron muy duros y solitarios. Hoy su historia inspira a muchas jóvenes a romper las barreras.
Ndondala fue una las portavoces que, del 5 al 8 de diciembre, participó en la primera sesión del Foro Permanente de Afrodescendientes de la ONU para hablar de las violencias invisibles que sufren las mujeres africanas y reiterar la necesidad de erradicar el racismo sistemático que afecta a esta población.
Del Congo a España
Pregunta (P).- Cuéntenos su historia, ¿por qué decide salir de su país natal?
Respuesta (R).- Salí del Congo en el 98, durante la guerra por la entrada de un presidente nuevo y la salida del que teníamos. Con la llegada del presidente nuevo Laurent-Désiré Kabila, el pueblo pensaba que sería una salvación, pero fue todo lo contrario. Hubo violaciones masivas, disturbios, detenciones arbitrarias, empezaron a violar a mujeres y niñas. En mi caso, después de varias detenciones mis padres decidieron que tenía que salir de Congo.
P.- ¿Por qué eligió España como destino, cómo fue su viaje y quién la acogió al llegar aquí?
R.- Fue por casualidad. Como Congo es una colonia belga, cuando eres joven el sueño es viajar por Europa, sobre todo a Bélgica, y a Estados Unidos. Mi hermano, que estudiaba en Bélgica, me consiguió un pasaporte y un visado falso para poder viajar. Justo cuando llegué a Bruselas presencié una desgracia a una mujer de República Centroáfrica que no tenía documentación. La policía estaba expulsando a las personas y a ella, al intentar expulsarla, como se negó, se formó una pelea en la que murió asfixiada.
Entonces, una señora que era vecina de donde me estaba quedando me dijo «en España esas cosas no pasan». En ese momento ni lo pensé, cogí un autobús hasta España. Era muy joven, había cumplido 19 años. Creo que fue la época en la que más lloré en mi vida porque estaba sola, sin que nadie me acompañara ni apoyara. No sabía dónde ir ni qué hacer. Era llorar, llorar y llorar. Al final me fui a una iglesia para ver si podían ayudarme. Una señora que limpiaba allí me dijo que conocía un sitio donde ayudaban a los negros, la esperé y me acompañó a Karibu. Así fue mi encuentro con Karibu, empecé a vivir en el albergue como usuaria y estuve dos años así.
Karibu, con las mujeres africanas en España
P.- De ser usuaria pasó a ser directora general de la Asociación Karibu, ¿cómo fue ese recorrido?
R.- Fue a base de mucho esfuerzo y resiliencia. Después de todo lo que viví en el Congo, todas las desgracias, pensé que tenía que cambiar ciertas cosas para las personas que no tiene voz. Ahí empezó mi lucha y mi esfuerzo. Pasé de ser usuaria a acompañar a las personas que llegaban, luego fui intérprete, mediadora intercultural, coordinadora del Centro de Formación y Promoción de la Mujer, técnica de acogida… Pasé por muchas cosas dentro de Karibu antes de llegar a ser directora.
P.- Lleva años trabajando con mujeres africanas, ¿cuál es su labor? ¿Qué tipo de servicios les prestan desde la Asociación Karibu cuando llegan a España?
R.- En el año 2000 impulsé el Centro de Formación y Promoción de la Mujer porque veía que éramos muchas mujeres pero no teníamos un espacio seguro para poder compartir y hablar. Dentro del grupo de las mujeres que vivíamos en el albergue de Karibu cada una tenía su mochila de problemas, algunas venían por violaciones, huyendo de la guerra, de la mutilación genital femenina, de la trata, de la violencia de género…
Ahí tenemos ese espacio seguro y, luego, tratamos otros temas que preocupan a las mujeres, como el emprendimiento o el idioma.
«No hay una política bien definida para acompañar a las mujeres inmigrantes»
P.- Cuenta que cada mujer que llega a la Asociación Karibu llega con su propia mochila, pero ¿hay un perfil común? ¿Qué hay en esas mochilas de las que habla y que se puede hacer para vaciar esas mochilas y empezar de cero?
R.- Es verdad que no todas las mujeres que nos llegan a Karibu tienen esa mochila pesada, pero más del 90 por ciento sí. En ese sentido, tengo muy claro que definir bien la primera acogida de una persona puede ayudarla a que se integre bien en la sociedad, fue mi caso.
Hay cicatrices que no se curan en un mes o tres meses, por eso no ponemos un tiempo límite. En Karibu hay mujeres que llevan dos o tres años viviendo allí porque la mochila o las cicatrices que llevan no tienen nada que ver con una persona que ha llegado en avión. Hay mujeres que pasan siete u ocho años en el camino, su integración es muy lenta.
P.- ¿A cuántas mujeres están haciendo acompañamiento en Karibu? ¿Cuántas mujeres y niñas han pasado por Karibu?
R.- Tenemos tres pisos para mujeres, hay uno que tiene capacidad de 25, otro de 12 y otro de 6. Han pasado miles, porque al año, por ejemplo, atendemos en los pisos de 100 o 150 mujeres y familias. No todas salen adelante porque no toda la inmigración es un éxito, también hay fracaso. Trabajamos también con esas personas que quieren volver a su país y las acompañamos para que ese regreso sea digno.
P.- ¿Qué falla en las instituciones españolas para que la acogida no sea efectiva?
R.- No hay una política con coherencia que realmente ayude a que la inmigración sea una parte de la sociedad. No hay una política bien definida para acompañar a las mujeres, no solamente africanas, sino inmigrantes en general. Pero para las africanas es todavía peor porque la barrera idiomática está ahí. No hay herramientas suficientes para que esas personas aprendan rápidamente la lengua. Lo estamos haciendo las asociaciones. Cuando llegaron los ucranianos se hicieron herramientas materiales para que ellos aprendieran rápidamente español, ¿por qué esas mismas herramientas no se hicieron hasta ahora?
Eliminar la discriminación racial y regularizar
P.- ¿Qué herramientas tendrían que activarse para que las personas africanas que llegan a España se integren en la sociedad?
R.- Primero, eliminar la discriminación racial es imprescindible; segundo, la regularización, porque a una persona sin documentación la sociedad que la acoge la anula completamente; y tercero el tema de las oportunidades, ahí tenemos una barrera que la sociedad de acogida nos pone.
P.- El anteproyecto de la ley de trata contempla reformar la Ley de Extranjería para que las víctimas de trata en situación irregular, sin necesidad de que denuncien, puedan solicitar autorización temporal de residencia y trabajo. ¿Qué opinión le merece?
R.- Es una ley que aplaudimos. Pero las leyes muchas veces tienen requisitos que dejan a la población africana fuera porque piden muchas pruebas para poder justificar que realmente eres una mujer en situación de trata o que sufre violencia de género.
Si es una ley que nos va a tener a todas en cuenta, a todas las mujeres que han sufrido o sufren la trata, tengan o no documentación, ojalá llegue, es una ley que estamos esperando todas.
P.- ¿Qué le diría a la Nicole de hace 24 años, cuando llegó a España, o qué le diría a todas las mujeres y niñas que estén en la situación de la Nicole de entonces?
R.- Si pienso en la Nicole que llegó en España hace más de 20 años, sí han cambiado ciertas cosas en mí porque ahora sé que soy un referente. A través de mi hay muchas mujeres que se inspiran. Para mi es una responsabilidad porque tienes que inspirar a la juventud para que vea que sí se puede, aunque nos cierren las puertas, romper esas barreras.
«El racismo está presente en todos los niveles»
P.- ¿España es un país acogedor?
R.- Yo siempre digo que si tengo que hablar de España como Nicole, diría que me acogieron porque quien me ayudó a pagar mis estudios y a ser quién soy hoy, evidentemente con mi esfuerzo, es gente española. Pero si tengo que hablar de Nicole como directora de la Asociación Karibu, que trabajamos con el colectivo africano, diría que el racismo está presente en todos los niveles.
Ahora con los discursos racistas que estamos viendo y que quedan impunes, la población se anima a pensar que puede tratar mal a un inmigrante. Por eso hay que seguir diciendo que el racismo existe, España debe corregirlo y si no lo decimos no habrá corrección.
P.- ¿Están notando ese incremento del racismo desde que llegó la extrema derecha al parlamento?
R.- Muchísimo. El racismo siempre ha existido, antes a lo mejor en la sombra, pero ahora está saliendo. Hay gente que tenía miedo de atacar públicamente a los inmigrantes, de atacar a algunos sistemas que apoyaba la inmigración, pero hoy en día es todo lo contrario. Lo que está pasando con la extrema derecha no se esconde, se dice públicamente en la televisión y la gente que lo ve, que lo sigue, piensa que es normal.
P.- ¿Cómo pueden los medios de comunicación romper con esos discursos y con las narrativas estereotipadas sobre las personas que migran?
R.- El cambio de narrativa es importante porque, como he dicho, los medios de comunicación pueden ayudar o dañar. Muchas veces los medios, cuando se trata de migración, no nos consideran personas, hablan de los migrantes como números.
P.- ¿Cuál es su próximo proyecto?
R.- Ahora mismo estamos recopilando todas las historias de vida de las mujeres que están en Karibu porque nos hemos dado cuenta de que hay muchas violencias que no se visibilizan. Hemos pensado que de las diez o quince violencias que existen, cada mujer dentro de Karibu ha sufrido o está sufriendo esta violencia, y son historias que remueven. Sacar estas historias de vida es una forma de decir que esas violencias existen y que hay que hablar de ellas.
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Fotografía: Efeminista