Por: Laura de Grado Alonso y Cristina Bazán Salcedo. 09/02/2021
El cierre de escuelas, la interrupción de programas de prevención de la mutilación genital femenina y de protección de la infancia, así como el empobrecimiento de los hogares y comunidades como consecuencia de las restricciones provocadas por la COVID-19 pueden llegar a reducir un tercio los logros alcanzados para acabar con la Mutilación Genital Femenina.
Se prevé que dos millones de niñas más podrían sufrir mutilación genital femenina en todo el mundo hasta 2030 como daño colateral de la pandemia, según Naciones Unidas.
“La COVID-19 y todas las medidas para contener la pandemia que se han llevado a cabo limitan la atención a otras causas como es la salud sexual y reproductiva“, explica a Efeminista la directora de la ONG Amref España, Silvia Frías.
Según un reciente estudio llevado a cabo por Amref Kenia, en las regiones de Samburu, Marsabit y Kajiado el 54,8 % de las personas encuestadas respondió que los casos de mutilación genital femenina habían aumentado desde el confinamiento.
Cierre de escuelas por la COVID-19
En este sentido, y de acuerdo con el estudio, el 50 % piensa que la principal razón por la que aumenta la MGF es el cierre de las escuelas.
Para la organización este es uno de los principales puntos donde llevan a cabo la sensibilización sobre mutilación genital, explica Frías.
“El hecho de que las niñas no vayan al cole y no puedan hablar con las profesoras sobre temas de salud sexual y reproductiva, no se pueda hacer supervisión de sus casos o que los niños no puedan ver que es dañino hace que incremente la mutilación”, alerta.
En la misma línea se expresan desde otras organizaciones, como Save a Girl Save a Generation. Su directora, Asha Ismail, explica que “como este tipo de trabajo de prevención no se ha podido hacer o no ha alcanzado lo suficiente a la población, el 2020 ha sido bufet libre de forzar a las niñas”.
“Además, como no tenían que volver al colegio y tenían que estar todo el año en casa, también han incrementado los abusos, las violaciones, los embarazos infantiles y los matrimonios forzados. La otra cara de la COVID-19 han sido las niñas y las mujeres”, añade.
Por ello, para poder continuar con los programas de sensibilización y prevención de MGF, desde Plan Internacional solicitan a los gobiernos “que tomen medidas urgentes para asegurar que todos los países, especialmente los de ingresos bajos y medios, puedan ofrecer programas de vacunación equitativos, eficaces y seguros para toda la población”.
La mutilación genital femenina en el mundo
Más de 200 millones de mujeres y niñas han sido objeto de la MGF en todo el mundo, según la UNFPA. Se concentra en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional y persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norte América, Australia y Nueva Zelanda.
Aunque también existe en Europa, donde se estima que cada año 180.000 niñas están en riesgo de padecerla, y 600.000 chicas y mujeres viven con sus secuelas, según Equality Now. En España, hay 15.907 supervivientes.
Además, más de 3.650 niñas de entre 0 y 14 años están en riesgo de sufrir mutilación en España, y Barcelona es la ciudad donde hay más niñas en esta situación, según revela el informe “La mutilación genital femenina en España”, de la Fundación Wassu-UAB y coordinado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género (DGVG).
Una práctica de la que se habla poco en América Latina
Colombia es el único país de América Latina que ha reconocido que la mutilación o ablación genital femenina aún se practica en algunas comunidades indígenas, según datos de UNFPA. Sin embargo, “no existe un registro preciso del número de niñas afectadas en el país”, señala la organización.
Lo que sí se sabe es que han fallecido niñas como consecuencia de la mutilación genital. De hecho, fue así que se descubrió que esto aún se practicaba en la región, pues se habla poco sobre el tema a lo largo del continente.
En 2007, en el municipio de Pueblo Rico, se registró la muerte de dos niñas Emberá Chamí por infecciones en su zona genital, después de ser sometidas a una práctica ancestral conocida entre los Emberas, uno de los pueblos indígenas con mayor presencia en Colombia, como el “corte de callo”.
Tras estos casos, el Gobierno y UNFPA empezaron a trabajar juntos para erradicar la práctica y las mujeres de la comunidad Emberá Chamí también se comprometieron a abandonarla.
En su informe Estado de la Población Mundial 2020, el organismo de la ONU también señala que, pese a no haber muchos datos al respecto, en países como Brasil, Perú y México también se practica, según encuestas locales y los estudios a pequeña escala. Tampoco hay información sobre si estos casos pueden haber incrementado como consecuencia de las restricciones por la COVID-19.
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Fotografia: Efeminista