Por: Andrés Bernal Sánchez. 01/04/2023
Con el régimen de excepción instaurado por Nayib Bukele, las pandillas salvadoreñas han sido erradicadas de las calles de El Salvador. La polémica medida es tan popular como la popularidad del presidente. Entrevista a Amparo Marroquín.
as políticas de seguridad altamente represivas de Bukele han propiciado una sistemática violación a los derechos humanos, no solo de los pandilleros sino también de muchas ciudadanas y ciudadanos inocentes que han sido detenidos sin justificación. A pesar de que la medida ha sido bien recibida por los salvadoreños, es claro que la ausencia de procesos judiciales transparentes y justos puede ser semilla de nuevas violencias.
Hablamos con la Profesora Amparo Marroquín, del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana de El Salvador, para entender mejor lo que sucede en el país.
Andrés Bernal: ¿Cómo leer el momento político y social por el que atraviesa El Salvador?
Amparo Marroquín: Creo que lo tenemos que leer en el marco de los gobiernos autoritarios que hemos tenido en el globo terráqueo. Es ir a ver la discusión sobre cómo nosotros frenamos las realidades de inseguridad y de violencia. Tenemos dos posibilidades: una es el trabajo intencionado y cuidadoso que permite respetar los derechos humanos, pero al mismo tiempo que va a buscar una serie de leyes de controles que impidan la acumulación patrimonial, por ejemplo, del crimen organizado que lideran los grupos violentos de nuestra sociedades.
Lo que se llama las cuatro ruedas de este proceso: el trabajo desde la investigación de inteligencia y el poder judicial, el trabajo más de impedir la acumulación patrimonial, el trabajo político para asegurar que las campañas políticas no sean premiadas por grupos violentos, y el trabajo en las comunidades más empobrecidas para asegurar la mejorara de sus condiciones de vida.
Hay mucha gente inocente detenida y esto se puede convertir en un caldo de cultivo para futuras violencias
La otra opción es mano dura hacia todos lados. Bukele ha optado por esta opción que fue también, por ejemplo, la de Vladimir Putin en su momento contra las mafias en distintos territorios de la Rusia que él recién dirigía. Lo que tenemos, entonces, son estas medidas, que son muy celebradas porque nos permiten vivir al menos un primer momento de paz social.
Y digo un primer momento porque, en la medida en que la pobreza siga, y los accesos a la salud, a la vivienda y a la educación no mejoren, pues es posible que vengan nuevos brotes de violencia. En la medida en que no hay investigación criminal, entre estos 70.000 nuevos capturados de que presume el gobierno de Bukele hay mucha gente inocente detenida, y esto se puede convertir en un caldo de cultivo para futuras violencias.
Claro, si no hacemos todos estos análisis, lo que vamos a ver en nuestra vida cotidiana es que en efecto, no me están extorsionando cada mes o usted tiene que ponernos 20 dólares. Si ustedes, empresarios, van a estacionar acá un camión de Coca-Cola, usted me tiene que pagar 100 dólares al mes. Esto ha terminado porque Bukele, en una operación de tierra arrasada, lo que hizo fue capturar a las comunidades. Pero no se ha capturado a partir de una investigación policial, porque esos son procesos muy lentos y quirúrgicos. Lo ha hecho a partir de llamadas de denuncia.

En esas llamadas de denuncia, las hay que son reales, pero también hay llamadas falsas. Si yo le caigo mal a mi vecina ella puede llamar y decir que me lleven porque yo la estoy extorsionando, y como no hay un proceso de investigación criminal detrás que permita probar esto, si no solamente llamadas anónimas de denuncia a través de las cuales hemos hecho capturas en un régimen de excepción, tenemos la mayor cantidad de solicitudes de habeas corpus desde la época de la guerra. Los sistemas judiciales de defensa están colapsados porque hay muchas familias buscando justicia porque consideran que su caso no ha sido lo suficientemente investigado, porque es un caso injusto.
Tenemos denuncias de jóvenes que los están deteniendo por ir tatuados, por tener el pelo largo, por vestirse de una manera que a la policía no le gusta. Siempre el empoderamiento de la policía es algo que te va a generar nuevas posibilidades de violencia y eso es para mí el mayor problema. Pero al mismo tiempo la habilidad de Bukele es que, realmente, en la vida cotidiana de las personas hay una diferencia.
AB: ¿Cómo ha reaccionado la población salvadoreña?
AM: La percepción de la gente, en efecto, es que estamos por fin arribando a un tiempo de mucha paz social. El control territorial que tuvieron las maras y las pandillas en su momento fue muy fuerte.
Y ahí viene un debate que yo creo que desde la academia, desde los distintos sectores de pensamiento crítico, deberíamos abordar. Bukele nos muestra que, sin respetar los derechos humanos, consiguió parar una violencia social que atentaba y que victimizaba a una gran mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Seguir cuidando los derechos humanos e ir muy lento mientras las tasas de homicidio alcabzan 112 personas por cada 100.000 habitantes? Eso quiere decir, a veces, 35 asesinatos diarios. Entonces, ¿qué se hace?
Esto no quiere decir que no haya otras violencias sociales que están ahí. Hay propaganda gubernamental que nos dice: llevamos equis días sin homicidios, pero los feminicidios siguen al alza, los desaparecidos siguen al alza. Sin embargo, la población siente un alivio inmediato en sus situaciones cotidianas.
Antes no podías cruzar de un barrio al otro porque estaban delimitados por las pandillas. Tú vivías en este lado y era de la pandilla Barrio 18 o la MS 13. Y entonces no podías cruzar, y ahora la gente puede salir. Si se está reconstruyendo un tejido social que se había perdido. Eso es positivo al final para la vida de la población. Y por eso cuando hablas con la gente de a pie, la gente te va a decir estamos mejor en cuanto a la seguridad, que es lo que más nos ahogaba en ese momento.
Ahora la gente empieza a sentir otro tipo de ahogos. El económico, por ejemplo, que tiene que ver con una recesión global y que podría llevar a otro tipo de estallido social si el gobierno no sigue tomando algún tipo de medidas en relación con esto.
AB: La popularidad de Bukele es una de las más altas de cualquier presidente en el mundo. ¿Existen voces dentro de El Salvador denunciando o alertando sobre las consecuencias nefastas que las políticas del Régimen de Excepción pueden traer?
AM: Yo creo que sí, hay movimientos incipientes, pero también hay mucho temor. Hay un temor digital y un temor real. El temor digital es que la capacidad de los troll centers de atacar tu reputación es muy grande, y eso hace que muchos líderes sociales se la piensen dos veces. No es una cuestión sencilla. Vivir episodios de acoso cibernético puede ser muy duro. Además ya algunos líderes sociales que están alzando su voz están siendo detenidos.
Entonces, hay mucho temor por parte de la gente, de que te van a meter a la cárcel en un estado de excepción en donde lo que el presidente está permitiendo es que va a pasar un año en la cárcel y que se va a encargar de que nunca salgas a ver la luz. Sí hay movimientos, hay preocupación, hay voces críticas, pero están muy desarticuladas. No hay una oposición política, un partido político representativo que sea capaz de canalizar estas preocupaciones que mucha gente percibe.

AB: ¿Cuál es el futuro político de Bukele?
AM: A partir de los números que hay y de la ausencia de oposición política partidaria establecida, Bukele va a ser reelecto.
Bukele está violando flagrantemente la Constitución salvadoreña que impedía la posibilidad de reelección. Había ahí unas cláusulas que los constitucionalistas llamaban artículos pétreos que no pueden ser modificados, y uno de esos artículos tenía que ver con la reelección.
Este país ha tenido una larguísima historia en donde los personajes que deciden enquistarse en el poder terminan perdiéndose en la locura de ese poder. Justamente por el gran apoyo popular que tiene Bukele, se va a reelegir violentando estos principios, estos acuerdos sociales que habíamos tenido donde no es positivo enquistarse en el poder, lo ideal es alternar. Si respetara la Constitución, Bukele no podría reelegirse en este momento, tendría que dejar un periodo y después reelegirse. O podrían buscar a otro candidato dentro de su mismo partido, y estoy segura que podría ser elegido.
Violentar los acuerdos básicos para prolongar la estancia en el poder me parece que es algo que puede ser muy peligroso.
Violentar los acuerdos básicos para prolongar la estancia en el poder me parece que es algo que puede ser muy peligroso.
AB: ¿Cuál es la lectura que tiene de la decisión del gobierno de Ortega de expulsar a 222 opositores que tenía encarcelados?
AM: Si Bukele salió del clóset democrático cuando decidió reelegirse violentando los procesos constitucionales de la sociedad salvadoreña, Ortega salió del clóset dictatorial cuando encarceló a todos estos candidatos a la presidencia. A partir de ahí, nosotros ya sabemos que es un dictador.
De acuerdo a las declaraciones del hermano de Ortega, Humberto Ortega, el presidente y la vicepresidenta están buscando ya una salida negociada del poder y por eso están haciendo este tipo de concesiones, como es la liberación de los de los presos políticos que tenían.
Al mismo tiempo me parece que empezamos a ver situaciones muy tristes y muy aberrantes como el quitarles la nacionalidad, no solo a todos los presos que han sido liberados, sino también a gente que se ha quedado en Nicaragua y a otra gente que ya había salido antes, como Sergio Ramírez o Gioconda Belli.
Y creo que eso nos coloca en esta reflexión: las élites criminales, pero también las élites políticas, han entendido que el mundo es globalizado, y nosotros todavía seguimos pensando en términos muy locales. De pronto debería haber un movimiento global para que Centroamérica se volviera Centroamérica y le quitáramos el poder a estos pequeños caudillos que territorialmente están queriendo hacer este tipo de situaciones.
Si Bukele salió del clóset democrático cuando decidió reelegirse violentando los procesos constitucionales de la sociedad salvadoreña, Ortega salió del clóset dictatorial cuando encarceló a todos estos candidatos a la presidencia.
AB: La salida de los Ortega, en cualquier caso, dejaría a Nicaragua en un escenario social y político muy caótico.
AM: El escenario no es para nada alentador. Los regímenes de excepción debilitan las ya de por sí frágiles democracias de Centroamérica. Entonces, independientemente de que estos personajes caudillistas salgan del poder, dejan un Estado tan débil que va a ser una gran tentación para casi cualquier persona que llegue ahí. A menos que llegue una persona con una integridad y honestidad a prueba de todo, vas a encontrarte con un Estado con todos los elementos para poder beneficiarte y beneficiar a tu grupo.
Yo creo que la pregunta que tenemos que empezar a contestar en Centroamérica es ¿cómo se sale de esto? Es decir, con sociedades muy acostumbradas a este tipo de militarismo, de autoritarismos, de discrecionalidad.
AB: ¿Cuál podría ser la respuesta?
AM: En este momento tenemos que tener acciones territoriales a muy corto plazo. Tenemos que buscar hacer diálogos en los territorios y me parece que a largo plazo, los que creemos en el progresismo, en los procesos democráticos, en los derechos humanos, tenemos que dar la larga batalla de la educación y del debate sobre por qué eso es valioso. No se vale dar por sentado que la democracia es lo mejor. Tenemos que empezar a debatir por qué la democracia funciona, por qué la democracia respeta los derechos humanos de una manera que nosotros consideramos que es la mejor.
Siempre hay que volver a debatir por qué son importantes los derechos humanos, por qué es importante la democracia, por qué es importante la libertad, por qué son importantes los procesos judiciales, la investigación policial y no solamente la denuncia anónima. ¿Qué es lo que pierde y qué es lo que gana una sociedad cuando se respetan los derechos humanos, y qué pierde cuando no se respetan? Para mí lo pierde todo, pero tenemos que entender estos contextos en donde esta gente nos está mostrando, que hay mucha gente de bien, entre comillas, que gana cuando no se respetan los derechos humanos, cuando no se respetan los procesos democráticos, cuando no se respeta el estado de derecho general.
AB: ¿Los gobiernos progresistas de la región han sido tímidos al condenar los abusos de regímenes autoritarios de izquierda como el de Maduro en Venezuela o el de Ortega en Nicaragua, qué piensa al respecto?
AM: A mí me parece es un escenario muy preocupante. Yo creo que el pensamiento progresista de la región debería decantarse por defender los procesos democráticos de la región. Si seguimos creyendo que Daniel Ortega es un personaje de izquierda, no estamos entendiendo nada. Las corrientes progresistas de América Latina tendrían que verse en el espejo centroamericano y entender que si no condenan, si no tienen una actitud de fortalecer la democracia, las sociedades y los pueblos no son personas tontas, y detrás de cada fracaso de la izquierda hay un Bukele a la vuelta de la esquina, esperando la oportunidad para decir: ¿vieron cómo todos estos políticos en el fondo no son honestos, en el fondo están beneficiando también a otras élites?.
En la medida en que las sociedades no sientan beneficios sociales, y las corrientes progresistas, las corrientes de izquierda en América Latina, no utilicen los distintos medios de comunicación para construir narrativas de inclusión y narrativas populares que sitúen esos logros, los Nayib Bukele nos van a comer el camino.
AB: Pareciera que en el mundo se plantea una nueva batalla entre democracia y autoritarismo, ¿está de acuerdo con esta visión?
AM: El bukelismo nos está diciendo que la gran batalla es entre el pasado y el futuro. El pasado es la violencia, la corrupción de los partidos políticos de izquierda y de derecha. Y el futuro es el bukelismo, que supera la corrupción, que supera la discusión izquierda – derecha, que consigue una sociedad en donde vamos a tener unas súper ganancias por el Bitcoin, y no necesitamos pedir cuentas al presidente porque él es lo máximo. Es un futuro donde El Salvador sale por fin a ser un país del primer mundo.
Yo creo que esa es una falsa dicotomía y que la dicotomía en la que nos estamos jugando, al menos en Centroamérica, tiene que ver con institucionalidad democrática versus autoritarismos, y que esa es una dicotomía que se está jugando en la Guatemala de Giammattei, en la Honduras de Xiomara Castro, en El Salvador de Bukele.
El hecho de tener presidentes que irrespetan las constituciones, que en sus países hay gente que tiene que salir perseguida políticamente, que tienen exiliados políticos. Esas son las preocupaciones que en Centroamérica tenemos que discutir más, y que de pronto tienen algo que ver con lo que está pasando en Ucrania y Rusia, es decir que también hay una sensación global, pero yo no me atrevería a decir ahí cuál es el estado democrático global.
También tenemos que entender que las democracias en muchos lugares son frágiles y que además hay muchas élites tratando de debilitar y desacreditar los procesos democráticos, insistiendo que éstos son los que dan paso a la corrupción.
Y yo creo que esa es la gran discusión que nosotros deberíamos tener en América Latina o en Centroamérica.
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Fotografía: Open democracy