Por: Jordi Martí. 13/11/2023
Una de las claves para el desarrollo social, económico y cultural de un país es la educación. Sin embargo, por desgracia, también es uno de los campos de batalla en los que priman los debates ideológicos frente a las noticias. Y en ello tienen mucho que ver los medios de comunicación porque, en muchas ocasiones, la información que recibimos sobre educación a través de esos medios no siempre es objetiva, veraz y completa. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué intereses se esconden detrás de las noticias educativas? ¿Cómo podemos detectar y evitar la manipulación informativa? Son tres preguntas a las que voy a intentar responder en este artículo. Así pues, si os interesa, podéis seguir leyendo.
¿Por qué no es objetiva la información sobre temas educativos que nos llega por los medios? Pues, y no hace falta caerse de un guindo, para saber que los medios tienen un sesgo informativo propio, que afecta a la calidad, la credibilidad y la diversidad de la información que nos llega al público. Y que hace que nos reafirmemos, si solo leemos a los “nuestros”, en nuestras creencias o ideologías. Algo que tiene consecuencias negativas para nosotros y para las personas con las que interactuemos porque, al final, estaremos trasladando nuestros sesgos reforzados y amplificando, en muchas ocasiones, propaganda o desinformación.
En el ámbito de la educación, el sesgo informativo que realizan los medios, puede manifestarse de diversas formas, como:
- La omisión o el silenciamiento de temas relevantes para la educación, como la inversión, la equidad, la calidad, la innovación, la participación, la diversidad, etc.
- La sobreexposición o el sensacionalismo de temas polémicos o conflictivos. No sabéis lo que gusta a los medios vender periódicos o conseguir oyentes (o share).
- La simplificación o la distorsión de la realidad educativa, presentando datos incompletos, descontextualizados, sesgados o falsos, o utilizando fuentes poco fiables, anónimas o interesadas.
- La falta de rigor o de contraste de la información, omitiendo el análisis crítico, la verificación de los hechos, la comparación de diferentes perspectivas o la consulta a expertos o actores educativos. Poner a un docente crítico con la LOMLOE en una entrevista, rodeado de cincuenta opiniones de afines a esa ley, es algo habitual.
- La utilización de un lenguaje dramático, emotivo, subjetivo o valorativo, que apela a las emociones, los prejuicios o las ideologías de los receptores, en lugar de a la razón, la evidencia o el conocimiento.
¿Y por qué hacen lo anterior los medios? ¿Por qué no les interesa hablar de temas técnicos? ¿Por qué prefieren promocionar a un determinado modelo de docentes que a otros? ¿Por qué están más interesados en difundir cuatro cosas publicadas en las redes sociales, publicados desde el sofá por alguien, que ponerse a investigar o analizar datos?
Pues muy fácil. Porque hay intereses que condicionan el funcionamiento de los medios y su producción informativa. Entre esos intereses, los más habituales son los siguientes:
- Intereses económicos: los medios de comunicación dependen de la financiación que proviene de la publicidad, las suscripciones, las ventas o las subvenciones. Esto puede influir en la línea editorial, la agenda informativa, el tratamiento de las noticias o la relación con los anunciantes o los poderes públicos. Más subvención por parte de un determinado gobierno hace que las noticias sean más favorables a las decisiones que tome el mismo. No hay, en la actualidad, casi ningún medio de comunicación que no esté subvencionado, directa o indirectamente, con dinero público. Y eso pervierte cualquier independencia.
- Intereses políticos: los medios de comunicación pueden estar vinculados o alineados con determinados partidos, grupos, movimientos o ideologías políticas. Esto puede afectar a la pluralidad, la imparcialidad, la objetividad o la transparencia de la información, así como a la representación o la participación de las distintas voces o actores sociales. Solo hace falta ver quién está tras determinados medios para entender por qué se publican unas determinadas noticias educativas, se entrevista a una determinada tipología de docentes o, simplemente, se manipula lo que se dice cuando te llaman para preguntarte tu opinión.
- Intereses profesionales: los periodistas pueden tener sus propios intereses, motivaciones, valores, creencias o preferencias personales o profesionales. Esto puede repercutir en la selección, la jerarquización, la interpretación o la presentación de las noticias, así como en el uso de las fuentes, los datos o el lenguaje.
Entonces, ¿qué hacemos? Si todos los medios nos sesgan la información que recibimos y ya tenemos unas creencias previas, ¿cómo nos vacunamos frente a esa desinformación o manipulación mediática? Lamento deciros que no hay receta mágica. Eso sí, frente a las noticias educativas que consumimos o compartimos alegremente, sin demasiada reflexión, podemos intentar ser un poco honestos con nosotros y con los demás. Para ello, podemos seguir algunos consejos, como:
- Leer la información completa y no solo el titular o la imagen, que pueden ser engañosos o llamativos.
- Verificar la fuente de la información, su autoría, su reputación, su trayectoria y su orientación. Buscar otras fuentes que confirmen o desmientan la información.
- Comprobar la fecha de la información, su actualidad, su coherencia y su cronología. Evitar difundir noticias antiguas, desactualizadas o fuera de contexto.
- Contrastar los datos que se ofrecen, su procedencia, su veracidad, su relevancia y su significado. Buscar evidencias, estudios, informes o documentos oficiales que los respalden.
- Cuestionar el lenguaje que se emplea, su claridad, su precisión, su neutralidad y su adecuación. Detectar el uso de adjetivos, calificativos, opiniones o juicios de valor.
Es muy complicado en un contexto en el que prima la inmediatez y, en el que el bombardeo de noticias es incesante, ponernos a reflexionar acerca de todas las que nos van llegando. Es mucho más cómodo, como ha pasado ahora con la mediatización de una entrevista a un profesor que ha abandonado la profesión (enlace), criticar exclusivamente basándonos en esa entrevista, según nuestras creencias, antes de analizar todo el contexto y la situación que ha llevado a conceder dicha entrevista. Además, ¿por qué nos hemos de ceñir solo a esa entrevista? ¿No se puede estar nervioso y decir cosas que no debieran? Sin olvidar, claro está, que el medio de comunicación va a coger lo más jugoso y controvertido para vender más.
Debemos ser consumidores y productores responsables y críticos de la información educativa. Especialmente sabiendo que los periodistas reconocen (enlace) que ellos solo van a publicar lo que esté acorde con su manera de entender la educación y que tienen un bando: el bueno. Bueno, en este caso, los que defienden esto no son periodistas. Son otra cosa. Y lo que hacen no es periodismo. Es propaganda.
Finalmente, antes de que a alguno se le empiece a subir la bilirrubina, tan solo comentaros que yo no soy periodista ni tengo ningún interés en venderos nada y que, aunque no os lo creáis, intento ser lo más ecuánime posible cuando escribo. Y por ello voy dando bandazos en mi manera de entender la educación porque, al final, intento aplicar el sentido común.
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Fotografía: xarxatic