Por: Silvia Rivera Cusicanqui. 22/09/2022
Una larga práctica de investigación social ha ido dando forma, poco a poco, al trabajo que se presenta en este libro. Muy tempranamente, mi inquietud por el mundo andino se había orientado hacia mí misma en una suerte de angustia identitaria o, como la llamara Denise Arnold, “nostalgia de ancestros” (2008)– y por ello me dirigí a los archivos y al altiplano, en busca de mis orígenes por línea materna, en la marka Qalakutu de la provincia Pacajes. En los años 1970 había caído en mis manos un enigmático documento de la temprana colonia que me permitió situarme en el inicio de un camino intelectual cada vez más proclive a buscar nexos entre la historia del pasado y los dilemas que vivía en el presente. Las tesis y documentos académicos
que resultaron de aquella primera tentativa de hacer ciencia social son por ello escasos, y el más importante fue destruido en 1980 en el contexto del golpe de García Meza.
Esta destrucción la interpreté como un mensaje del ajayu de Santos Marka T’ula (ver THOA 1984), un extraordinario pensador y cabecilla en el ciclo de insurgencia aymara de la primera mitad del siglo XX, cuya historia descubrí casi sin querer, pero sobre todo sin saber que su destino no era apuntalar una carrera universitaria sino alimentar un nuevo ciclo de insurgen-
cia aymara. Ya en el marco del trabajo conjunto con lxs hermanxs del Taller de Historia Oral Andina, se nos hizo cada vez más evidente la dimensión política y subversiva de la investigación en el ámbito multifacético y plural de la memoria colectiva.
Mientras un equipo continuaba desarrollando las implicaciones qhipnayra de este método en el mundo rural quechumara, haciendo un trabajo más politizado, con otras compañeras seguíamos fascinadas por esa década insurgente que sólo pudo ser sofocada con la carnicería de la Guerra del Chaco (1932-1935). Sin abandonar la enseñanza universitaria, y cada vez más descreyente de la retórica multicultural, la sociología de la imagen se convirtió para mí en una especie de invernadero de
experimentación pedagógica que me ayudó a desarrollar algunas de las ricas experiencias formativas del THOA, pero orientando su uso hacia inquietudes más diversas y marginales, no siempre constreñidas a la politización de las identidades o al reclamo por las penurias del pasado. En lo que sigue daré algunos detalles de estos procesos.
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