Por: Cuaderno Sandinista. 03/12/2020
A continuación reproducimos el texto integro del discurso pronunciado por el Comandante de la Revolución, Tomas Borge Martínez, en León, Nicaragua, el 29 de septiembre de 1982 con motivo de la ceremonia del V Aniversario de la Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza, titulado «La Mujer y la Revolución Social».
¿Cómo se sienten? ¿Tienen calor? Exclamaciones de: «¡No!»
¿No están preocupadas por el encierro y por el calor, no? [Exclamaciones de: ¡No! y «Dirección Nacional ¡Ordene!]
Quien debe estar preocupado es el imperialismo, con todo el calor y entusiasmo revolucionario de las mujeres nicaragüenses; [Aplausos y consignas] porque en el corazón de las mujeres nicaragüenses no simplemente hay calor: ¡hay fuego! [Aplausos y consignas] Creo que lo primero que tenemos que hacer es saludar a nuestras compañeras invitadas;
A la compañera representante de Venezuela, ministro para los asuntos de la mujer, Mercedes Pulido.
A la compañera representante de Cuba, la secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, Dora Carcaño, y a un grupo de mujeres que representan a Chile, a Guatemala a República Dominicana y al compañero embajador de nuestra hermana república de Bulgaria. [Aplausos y consignas].
Queridas compañeras:
En el mundo de hoy se están produciendo cambios profundos, nuevos partos históricos se dan en medio de dolores, angustias y resplandores heroicos. La Revolución Social está a la orden del día en África, Asia y América Latina. Centroamérica está convulsionada por terremotos sociales y los pobres de todas las latitudes exigen, con cada vez más vigor, transformaciones profundas dentro de viejas y podridas estructuras de la explotación de clases y del dominio imperial. Ya en Nicaragua, tierra de volcanes y de cachorros sueltos, estamos conquistando con la Revolución Sandinista la liberación nacional. Es por lo tanto normal, absolutamente lógico que ahora se hable de una nueva revolución, de la revolución de la mujer, es decir, [Aplausos] de una revolución que va a completar el proceso de liberación nacional. Muchas de esas mujeres que participan en esta Revolución se quedaron allá afuera, miles de compañeras no pudieron entrar aquí y no queremos hacerle ninguna crítica a nadie, pero nos parece que hubo una subestimación de la capacidad de lucha y del entusiasmo revolucionario de las masas. Las masas revolucionarias tienen fresco su entusiasmo y no podemos programar aquí que vengan dos mil mujeres, porque eso no se puede decretar; vinieron miles de mujeres que desafortunadamente no pudieron entrar a este local. ¡Que nos sirva de experiencia para tener más confianza en las masas! [Aplausos]. Y sobre todo para comprender que nuestras mujeres están llenas de espíritu revolucionario y entusiasmo patriótico [Aplausos].
Queríamos agregar aquí un saludo especial a la compañera representante del pueblo hermano de El Salvador: la compañera Ana María. [Exclamaciones de: «¡Revolución o muerte, El Salvador vencerá!»]
A la cabeza de esta nueva Revolución creo que sería justo que dijéramos que están las madres de nuestros mártires, esas viejecitas queridas que tenemos ahí frente a nuestros ojos [Aplausos]. Y dentro de esta Revolución tenemos que entender cuál debe ser la posición de la mujer dentro del organismo social que forjó con su sangre el pueblo nicaragüense; se trata ahora de encontrar los mecanismos que desaten la energía y capacidad de la mujer para que se convierta en un miembro pleno, con todos los derechos dentro de la nueva sociedad.
La cuestión de la mujer no es más que un aspecto del fenómeno social en su conjunto. La respuesta definitiva a la liberación de la mujer sólo puede ser entendida con la solución total de las contradicciones de clase, de las enfermedades sociales que se originan en una sociedad, como la nuestra, liberada políticamente, pero que aún tiene atada al cuello la soga de la dependencia económica.
Sin embargo, debemos tener paciencia para tratar el problema de la mujer de una forma independiente y concreta. Tenemos que hablar de cómo era la posición de la mujer antes y después de la victoria revolucionaria y cuál será la posición de la mujer en el hermoso futuro que vamos a construir. Incluso, aunque sea brevemente, tenemos que hablar de la mujer en el contexto del desarrollo histórico de la humanidad.
Si leemos los libros antiguos, podemos conocer cuán grande ha sido la dolorosa discriminación de la mujer. En la sociedad esclavista, igual que en la sociedad feudal y capitalista, las clases trabajadoras han sido explotadas y oprimidas. Las mujeres, en general todas las mujeres, han sido oprimidas: pero las mujeres trabajadoras han sido oprimidas y explotadas como trabajadoras y como mujeres. Los trabajadores han adquirido plena conciencia de que son víctima de la explotación; las mujeres, inclusive, han adquirido conciencia de su explotación en tanto que trabajadoras, pero ha sido mucho más lenta y compleja la toma de conciencia de su grado de opresión como mujeres.
La mujer fue el primer ser humano esclavizado sobre la tierra; incluso la mujer fue esclava antes de que existiera el estado de la esclavitud. Como se sabe, la dependencia y opresión social radica en la dependencia económica del oprimido con respecto del opresor y la mujer fue dependiente económicamente del hombre aún antes de que surgiera la explotación del hombre, aún antes que surgiera la explotación de una clase con respecto a otra clase. Esta realidad ha hecho que algunos farsantes ideológicos que sostienen la filistea filosofía sexual de que la mujer es un ser dependiente por naturaleza se parezcan como dos gotas de agua a quienes sostiene la tesis de que la diferencia entre ricos y pobres siempre ha existido y siempre existirá porque responde al orden natural de las cosas. La experiencia, sin embargo, ha demostrado que las relaciones entre los sexos se transforman igual que las relaciones entre las clases en la medida que se transforma el modo de distribución y de lo producido.
Naturalmente – y esto viene a confirmar la relación entre sexo y economía dentro de un contexto de desarrollo social que no viene al caso profundizar ahora – hubo épocas en que la mujer desempeñó un papel primario en la familia dentro de lo que se llamó el matriarcado, pero lo importante es lo que queremos puntualizar, es que a lo largo de la historia, lo que ha predominado es el dominio y la opresión del hombre sobre la mujer.
En la antigüedad, la mujer carecía por completo de derechos, y en el presente en muchos lugares carece totalmente de derechos y en Nicaragua todavía la mujer no ha conquistado, ni remotamente, todos sus derechos. Era comprada para el patrimonio igual que se compra cualquier objeto. A la mujer se le imponía, entre otras cosas, la castidad más rigurosa e incluso la bárbara prohibición del disfrute sexual, mientras que el hombre se tomaba el derecho a convivir incluso en la misma casa con varias mujeres. Si en la noche de bodas el hombre creía o simplemente sospechaba que la mujer había perdido previamente la virginidad, tenía el derecho no sólo de repudiarla, sino también de matarla. Antes, eso era antes. Incluso, parece mentira, todavía hay quienes se toman el derecho de repudiar a una mujer por esas razones. Todavía en la época actual.
Según el quinto libro de Moisés, en la Biblia, el hombre tenía el derecho de repudiar a la mujer recién casada tan sólo porque le produjera un simple disgusto. En algunas sociedades la mujer era destinada a las tareas más pesadas, tratada virtualmente como un animal de carga, a veces con menos consideración que un animal doméstico. En el seno de la familia el nacimiento de una niña era considerado como motivo de duelo y el nacimiento de un varón daba origen al regocijo y a la fiesta. Ya en la Edad Media hubo cierto auge del romanticismo y la caballerosidad hacia la mujer, lo que escondía discriminaciones tan brutales como el uso del cinturón de castidad. Los caballeros andantes dejaban a su mujer y le ponían un cinturón de castidad y metían a sus mujeres a los conventos por razones familiares o de honor y muchas veces por razones económicas.
La sociedad capitalista viene, bajo los lemas de «igualdad y fraternidad», a reafirmar la discriminación de la mujer, fundamentalmente en el terreno económico. Se abre la posibilidad, en esta etapa del desarrollo, a la participación de la mujer en las tareas productivas. A la burguesía le interesa y le conviene ampliar el mercado de oferta de trabajo para tener un mayor ejército de desocupados y una menor presión salarial. Esto explica la presencia de la mujer en los centros fabriles, donde empieza a ser explotada como trabajadora y como mano de obra más barata en relación con el hombre. Mas, en la sociedad capitalista moderna, aún cuando la mujer participa o puede participar en la producción, subsisten fuertes remanentes de la discriminación brutal de que fueron objeto las mujeres en las sociedades anteriores.
¿No constituye por ventura, una venta de la mujer cuando ésta se casa con un hombre adinerado, sin que jueguen ningún papel los sentimientos? ¿Qué cosa es el acto del terrateniente o del burgués capitalista cuando posee una trabajadora que está bajo su dominio sin que no exista más que el impulso egoísta y brutal de la posesión y el devenir inmediato del repudio y de la repugnancia? ¿No es igualmente fruto de esta herencia la pretensión masculina que todavía subsiste dentro de nuestros subdesarrollados países – que han heredado las tareas de la sociedad feudal española – de la exigencia de la virginidad femenina a la hora del matrimonio?
La existencia misma de la prostitución es un hecho que cubre de vergüenza a las grandes ciudades del mundo capitalista y es un resultado directo de la discriminación económica hacia la mujer que se ve obligada a sobrevivir y a alimentar a sus hijos vendiendo su cuerpo como si fuera una mercancía.
Actualmente en el mundo hipócrita de la burguesía, donde conviven el lujo cruel e insultante de los ricos con la miseria, el hambre y la desnudez de los desposeídos, la mujer no sólo ocupa, como ya dije, un lugar totalmente secundario, sino que es objeto de la más hiriente y humillantes exhibiciones. Las colocan en escaparates para que el cliente pueda escoger la que más le agrade, como si fuera un vestido, una botella de whisky o un pedazo de jamón.
Dentro de la sociedad capitalista, por lo tanto, el hombre burgués le da gracias a los dioses, igual que el filósofo griego Platón, por no haber nacido mujer, aunque seguramente también le da gracias a Dios por su capacidad para ultrajar, vender, explotar o comprar a la mujer.
Nuestro pueblo sufrió la esclavitud colonial y semicolonial, esclavitud que fue el origen de heroicas jornadas de combates en las que la mujer no sólo compartió los sufrimientos generales del pueblo y sus luchas, sino que tuvo que asumir las duras tareas de la reproducción familiar y la constante angustia de saber amenazada la vida de sus hijos bajo el terror de la tiranía.
Antes del triunfo revolucionario, la incorporación de la mujer a las tareas productivas fue mínima, estando la gran mayoría de ellas condenada a la esclavitud del hogar. Cuando lograba vender su fuerza de trabajo, tenía no sólo que cumplir con sus obligaciones laborales sino también con sus obligaciones hogareñas, garantizando la crianza de los niños. Todo esto dentro de un régimen de opresión política y de miseria impuesto por una sociedad capitalista dependiente y sujeta por otra parte, a la explotación del hombre, del hombre como varón, quien descargaba sobre sus espaldas el peso fundamental de las tareas domésticas, prolongando de esta forma ilimitadamente su jornada de trabajo. ¿Termina esto con el triunfo de la Revolución Sandinista? Nos preguntamos. El triunfo de la Revolución Popular Sandinista liquida el terror y abre paso al proceso de liberación nacional, iniciando a la vez transformaciones económicas y sociales que representan un avance cualitativo en la conquista de la libertad y el desarrollo. No puede, por lo tanto, decirse que no haya cambiado nada en la situación de la mujer de Nicaragua. La sociedad entera se apoderó de su futuro y la mujer se ha ganado el derecho, teniendo el cuenta inclusive su multiplicada y hasta espectacular participación en la lucha revolucionaria, a participar de una manera activa en el proceso de transformación nacional. No obstante, tenemos todos honradamente que admitirlo, no hemos enfrentado con el mismo coraje y la misma decisión la lucha por la liberación de la mujer.
Independientemente de que la mujer siga siendo, en esta etapa, el eje fundamental de la reproducción familiar y de la crianza de los niños, aún pesan sobre ella implacablemente las tareas del hogar y la discriminación. Desde el punto de vista del esfuerzo cotidiano, la mujer sigue en lo fundamental, en las mismas condiciones del pasado.
Desde luego, detrás de esa realidad objetiva hay un fundamento económico. Las condiciones de vida de los trabajadores siguen siendo difíciles e incompatibles con la voluntad política de la Revolución, que por razones muy conocidas y porque apenas han pasado tres años, no ha podido resolver las legítimas expectativas para mejorar las condiciones generales de vida de los trabajadores. Esto explica por qué muchas veces la mujer aún se ve obligada a realizar un trabajo que no reconoce salarios, que no está contabilizado en ninguna parte y que no tiene costo de seguridad social.
Independientemente de que muchas veces la mujer podía recibir auxilio del hombre, la verdad es que las costumbres y el grado de desarrollo de nuestra sociedad imponen este sobre-esfuerzo de la mujer y es en este sentido que la mujer es no sólo explotada sino sobre explotada. Explotada en el centro de trabajo, si trabaja. Explotada con salarios más bajos y explotada en el hogar. Es decir, es triplemente explotada.
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Fotografía: Cuaderno Sandinista.