Por: Cristina Ibarra. 23/02/2025
En las últimas semanas, a partir de la agresiva forma de negociación de Donald Trump, regresa con mayor fuerza la idea de que los países no deberían depender de otros, las ideas del nacionalismo, el boicot a las marcas y empresas multinacionales entran en escena; no obstante, la historia del comercio internacional muestra que el nacionalismo conduce simplemente a un menor nivel de producción de bienes y servicios, y, por lo tanto, menor nivel de bienestar.
Hace casi 39 años, en julio de 1986 México se inscribió en el GATT, que en palabras simples se trataba de un acuerdo arancelario multilateral, es decir, un acuerdo para establecer impuestos de importación de forma generalizada para los países participantes. El GATT evolucionaría a la Organización Mundial del Comercio (OMC) que hasta hoy prevalece.
Posteriormente, México se embarcó en la era de la liberalización económica en la que se firmaron una serie de tratados de libre comercio, cuyo fin principal fue el de acceder a mercados con mayores niveles de ingreso que el propio. Bien sabido es que el tratado más importante es el TLCAN, hoy T-MEC. Este tratado, además de permitir el ingreso de bienes producidos en territorio mexicano hacia el vecino país, trajo consigo un elemento particular: debido a la diferencia en los costos de la mano de obra y otros recursos, muchas empresas que vendían al mercado norteamericano se localizaron en México. Este fenómeno no ocurre con otros países, por ejemplo, si participamos en un tratado de libre comercio con Colombia, las empresas no buscan localizarse en México para vender a Colombia.
Dichas inversiones generan una serie de beneficios que no solamente tienen que ver con la generación de empleos formales, efectos multiplicadores en las regiones donde se localizan, transferencias tecnológicas y generación de divisas. Estas inversiones permiten el abaratamiento de costos, y de precios finales para los consumidores y las empresas.
Por ejemplo, si las armadoras de autos se localizaran en Estados Unidos la mano de obra sería más costosa debido a mayor demanda y sus autos más caros, reduciendo sus ventas internas, pero también las externas ya que la mayoría de los países no estarían en posibilidades de comprar sus autos. Adicionalmente, la cantidad de autos producidos sería menor, por lo que toda la economía que gira alrededor de las compras de autos sería mucho más pequeña.
Asimismo, México es actualmente un exportador neto de alimentos, su balanza es positiva, es decir, producimos más alimentos de los que consumimos y compramos al exterior. Aunque la deficiencia en granos básicos tampoco se reducirá sin comercio, sino con políticas que incrementen la productividad e incrementen la competitividad en esos cultivos.
A pesar de que estos razonamientos son bastante conocidos por los economistas, y el propio nobel de economía Paul Krugman ha señalado las pérdidas de bienestar social que derivarán de las políticas Trumpistas, ante épocas difíciles en materia de crecimiento económico, muchas personas podrían pensar que el nacionalismo mejorará las cosas y el dejar de comerciar e invertir en el extranjero incrementará los ingresos locales. Si bien los bienes en los cuales se tienen ventajas comparativas serán más económicos, pero habrá muchos que serán muy costosos o que ni siquiera se puedan producir. Todo esto lleva a una menor eficiencia de producción en general y por lo tanto a la pérdida de bienestar objetivo.
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Fotografía: Mónada Republicana