Por: openDemocracy. 04/11/2020
El 15 de noviembre se celebrarán las elecciones municipales en Brasil, las primeras desde el imprevisto ascenso de Bolsonaro al poder. Los partidos ven un test para las presidenciales de 2022, aunque la dinámica local es muy distinta.
El martes 23 de junio de 2020 el Senado de la República de Brasil aprobó aplazar para noviembre 15 la primera vuelta de las elecciones municipales debido a la crisis de la COVID-19.
Estos nuevos comicios son clave para la política brasileña ya que renovarán 5.564 alcaldes y cerca de 56.810 concejales municipales. Es clave anotar que esta enmienda también permite que el Tribunal Superior Electoral establezca nuevas fechas para las elecciones en ciudades que no tengan condiciones sanitarias para llevar a cabo votaciones.
La Izquierda no se une
Uno de los temas más importantes de estas votaciones es si la izquierda lograría unirse para crear una coalición capaz de competir con las fuerzas aliadas al actual presidente, Jair Bolsonaro. Esto, sin embargo, no se logró.
Carlos Siqueira, presidente del Partido Socialista Brasileño (PSB), constató lo que era obvio: “No hay unidad en la izquierda. Cada uno va a la suya”: Aunque hubo un intento para unificar partidos, que consistió en tres meses de conversaciones entre los seis partidos de izquierda para definir si se unían en una coalición contra la derecha en las elecciones municipales, las conversaciones fueron inútiles. Como explicó Luciana Santos, presidenta del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), “Tenemos convergencias de pensamientos, pero con relación a la disputa electoral no conseguimos unirnos”.
Los partidos que participaron en la negociación fueron el Partido de los Trabajadores (PT), del Partido Socialista Brasileño (PSB), del Partido Democrático Laborista (PDT), del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y del partido Red de Sostenibilidad (REDE).
Los motivos que impiden forjar esa alianza para hacer frente a Bolsonaro son la falta de interés del Partido de los Trabajadores (PT) en renunciar a su hegemonía en la oposición, las disputas políticas internas en cada municipio y la preocupación de las formaciones más pequeñas por tener una base de apoyo propia para las legislativas de 2022, cuando está previsto que aumente el mínimo de votos necesarios para seguir existiendo como partido, lo que se conoce como “cláusula de barrera”.
Sin esta unión, el PT sigue insistiendo en la polarización contra los bolsonaristas en lo que ven como un ensayo para las legislativas de 2022. El resultado de tal polarización podría ser, como en otros países de la región, que en dos o tres elecciones seguidas, el ciudadano acabe teniendo que elegir más por exclusión que por adhesión a una determinada idea o programa político. Otros, como el presidente del PSOL, Juliano Medeiros, discrepa de la tesis de que este año será un ensayo del 2022. Entiende que servirá de termómetro. “El fortalecimiento de la oposición y el debilitamiento electoral del bolsonarismo, por ejemplo, no garantizan la derrota de la extrema derecha en 2022, pero indican un escenario más favorable para las fuerzas populares”, analiza Medeiros.
Minorías presentes
Algo destacable de estas elecciones es que hay un número de candidatas mujeres superior a cualquier otro en la historia de Brasil.
A comienzos de octubre habían más de 550.000 solicitudes de registro de candidatas femeninas, 47.000 más que en 2016. Así mismo, hay un récord en la candidatura de mujeres negras o mestizas en estas elecciones.
El aumento de mujeres en la disputa por las alcaldías y concejalías responde a la medida instaurada por por el magistrado Ricardo Lewis después de que en 2018 Folha revelara en una serie de reportajes que los partidos, incluido el PSL, lanzaron candidatas como fachada para simular el cumplimiento del requisito, para luego desviar los fondos para los candidatos masculinos. En el caso de los negros, el TSE decidió instituir a partir de 2022 la división equitativa de los fondos de campaña y la propaganda electoral entre candidatos blancos y negros.
Las iglesias también van por el poder
Otro sector que busca representación en las elecciones es el de los líderes y pastores religiosos. Ya hay más de 800 candidatos con ocupaciones religiosos registrados para competir en las urnas del 15 de noviembre, el mayor número registrado en la última década.
A lo anterior se suma que más de 8.700 candidatos utilizan nombres vinculados a la religión como pastor, pastora, padre, misionero y apóstol. El mayor número de estos representantes pertenecen al partido Republicano, vinculado a la Iglesia Universal del Reino de Dios cuyo presidente, el diputado federal Marcos Pererira, es el obispo de la iglesia mencionada y vicepresidente de la cámara baja.
El Republicano es, históricamente, uno de los grupos que más concentran candidatos en esta categoría. Fue el partido con más postulantes con profesión vinculada a iglesias y grupos religiosos en 2008 y 2012, cuando utilizó las siglas PRB (Partido Republicano Brasileño) y, en las últimas cuatro elecciones, reunió a más de 300 candidatos que declaran que su ocupación está vinculada a una iglesia.
Para André Ricardo de Souza, investigador del Centro de Religión y Economía, el número mayor de candidatos sacerdotes en estas elecciones también está relacionado con la elección del presidente Bolsonaro ya que su candidatura y actuar relacionado con el espectro cristiano conservador estimula a los candidatos que militan en el evangelismo a postularse.
Lo cierto es que los evangélicos han tenido una proyección creciente en el gobierno Bolsonaro. Un ejemplo es la ministra de Derechos Humanos, Mujer y Familia, Damares Alves, cristiana, profundamente religiosa y quien ha afirmado que ha visto a Jesús en varias ocasiones.
¿Y los militares?

El efecto Bolsonaro también potencializa las candidaturas de miembros de las Fuerzas Armadas a los cargos municipales. El número de miembros de esta institución que decidió participar en las elecciones municipales creció en un 48% frente a los comicios de 2016, aumento que se atribuye a la llegada del capitán en la reserva, Jair Bolsonaro, a la presidencia.
En total son 6.760 agentes de seguridad -sumados policías civiles y militares, miembros de la Fuerzas Armadas, bomberos militares y militares de la reserva- los que este año aspiran a una plaza como alcalde, vice alcalde o concejal, según los datos del TSE tras el cierre de las inscripciones.
De ese total, el 86 % corresponde a militares, el mayor número de candidatos miembros de las fuerzas castrenses que se ha contabilizado desde 2004, cuando comenzó a realizarse el registro de los candidatos por ocupación.
Un país dividido
Con las cifras anteriores queda claro que las elecciones municipales no sólo decidirán el futuro de las ciudades, sino también el del rumbo político de Brasil.

Si gana el conservadurismo, Bolsonaro podrá sentirse más legitimado para seguir gobernando el país como la hecho hasta ahora; en una línea de ultraderecha que da prioridad a las agendas del extractivismo y del mercado antes que a la protección de los recursos naturales o la defensa de los derechos humanos y civiles.
Hay, ciertamente, un renacimiento del conservadurismo más radical en el gigante del sur que se refleja en la cantidad de candidatos militares y relacionados con la religión. Pero una representación femenina y negra cada vez mayor es una buena noticia para la democracia brasileña, donde las candidaturas impulsadas por movimientos sociales y ciudadanos al margen de los grandes partidos suponen rayos de esperanza ante un panorama sombrío.
Todavía quedan muchos días de campaña por recorrer y dos vueltas electorales, la primera el 15 de noviembre y la segunda el 29 del mismo mes, para poder vislumbrar cuál es el verdadero rumbo político que toma Brasil, un país con problemáticas sociales profundas, tentaciones autoritarias sin freno, y una agenda extremadamente lesiva con el medio ambiente.
Bolsonaro y los suyos, cuya desastrosa gestión de las pandemia inspirada en Trump ha situado a Brasil en el tercer puesto mundial por número de contagios por Covid-19, con 5,439,641en total hasta la fecha, esperan que esto no les pase factura. Al fin y al cabo han accedido, presionados por la izquierda, a convertir la “Bolsa Familia” de Lula en una renta mínima universal, prorrogada mientras dure la pandemia, y que se ha convertido en la mejor baza electoral para el bolsonarismo.
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Fotografía: openDemocracy.