Por: Oswualdo Antonio González. Director General del Portal Insurgencia Magisterial. México. 24/06/2022. Licencia: CC POR 4.0 INTERNACIONAL
La voz del hermano Jesuita vibraba mientras relataba a la entrevistadora los sucesos en los que habían sido asesinados dos sacerdotes en México. Imaginaba las expresiones de su rostro, el movimiento de sus manos, la fe imponiéndose al dolor y sentimientos humanos.
Su voz me transportó a Zaragoza, un pueblo del sur del estado de Veracruz donde tuve la oportunidad de vivir las Comunidades Eclesiales de Base y hacer hermandad con sacerdotes Jesuitas. Ahí me reconocí en la opción preferencial por los pobres desde la iglesia; en el Ver, Pensar y Actuar como decisión de vida; en el compartir y cooperar como testimonio de Dios en la tierra y en la importancia de la acción transformadora como compromiso con el prójimo.
Morir por esta opción de vida siempre fue un riesgo latente, los sembradores de injusticia tenían rostros y nombres, desde el terrateniente, el ganadero, el político, el comerciante, todos ellos afectados por procesos de formación liberadores que se traducían en el rompimiento de los individualismos y la construcción de tejidos colectivos que erosionaban y quebraban las realidades injustas.
El Jesuita era pueblo, comía y caminaba con nosotros; analizaba y marchaba con el campesino, el estudiante, la compañera. Por eso duelen estas dos muertes y miles de muertes y desaparecidos más.
Los asesinos tienen muchos rostros y manos, desde gobiernos omisos e incongruentes, hasta redes de interés diverso que en ausencia de gobierno ocupan las plazas e imponen sus reglas.
Seguir caminando y marchando hoy, es una opción para que la sangre de estos hermanos no sea sepultada en montañas de declaraciones y pretextos.
Fotografía: ultimominuto