Por: Alba Muñiz. 10/11/2021
Taki Ongoy, el disco de Víctor Heredia que aborda la conquista de América desde la visión de los pueblos originarios y su devenir. Además de su hondo significado político e ideológico, es una obra inspiradísima y de una sensibilidad exquisita, que alcanza bellas cumbres poéticas y musicales (y que nadie debería privarse de escuchar). Y eso asegurará su vigencia a pesar del paso de los años y los devenires de la historia.
“Mire que después hay que sostener con el cuerpo lo que se dice con la boca”. Las palabras que, a finales de los ’60, un ya curtido Atahualpa Yupanqui le disparó al joven trovador Víctor Heredia, seguramente volvieron a resonar en los oídos del músico luego de que publicara Taki Ongoy, el disco en el que aborda la conquista de América desde la visión de los pueblos originarios.
“Quienes suponen que la historia puede ser contada desde un solo punto de vista se equivocan. Por eso no pretendo que esta que presento aquí sea la única versión. No lo es. Esta es la de los vencidos. O, por lo menos, la de los que aparentemente lo fueron. Es el reverso de la moneda que hasta hoy nos han mostrado los supuestos vencedores, pues habría que preguntarse hasta qué punto ha sido vencida una cultura que subyace en nuestra memoria colectiva y pugna, tozudamente, por perdurar a través de los siglos (…)”, escribe Heredia en el prólogo de la obra.
Corría 1986 y estábamos en los albores de una endeble democracia que buscaba, no sin pocas dificultades, afianzarse.
El querido Negro transitaba la cima de su popularidad, llenando estadios y colmando con sus canciones y su presencia las radios y los programas de televisión, en épocas en que las redes y los medios no multiplicaban los mensajes ni los imponían tan fácilmente como ahora.
Por esos años me recuerdo comprando compulsivamente el diario –aún no existía Página/12– para revisar si en la sección Espectáculos se había publicado, por fin, el aviso de cuándo salían a la venta las entradas para su próximo recital. Eran tiempos analógicos, en los que había que madrugar y hacer largas colas frente al Luna Park o los teatros para asegurarse una entrada.
También me recuerdo pidiéndole a mi viejo cada semana que se diera una vuelta por la disquería que estaba cerca de la estación de tren de Banfield, a ver si finalmente había llegado su nuevo disco.
Pero, de repente, algo cambió.
Y es que en Taki Ongoy Heredia se refiere a la conquista y a la colonización con términos como saqueo, tortura, pestes, mutilaciones, obliteración cultural y muertes, muchas muertes. Menciona 56 millones de pobladores originarios que perdieron la vida, de distintas formas, por la llegada de los españoles. Un verdadero GENOCIDIO, con todas las letras.
“Así íbamos desapareciendo de la faz del continente. Lentamente, nuestros líderes fueron asesinados y la indianidad esclavizada en las minas de oro y plata que eran descubiertas y vaciadas impunemente, con el esfuerzo y el dolor de nuestros hermanos. Solamente en Potosí murieron ocho millones de indios por la ambición europea. Ocho millones de muertes son demasiadas, como para olvidar que fueron causadas solamente por una insaciable sed de poder y riqueza”, detalla en uno de los textos que conforman la obra.
Y eso no se lo perdonaron al Negro. Y ya nada volvió a ser lo mismo. Víctor dejó de ser el mimado de los medios. Su nuevo disco tuvo escasa difusión y el resto de sus canciones empezaron a escucharse cada vez menos.
“Yo pensé que me iban a dar una palmadita en el hombro y a agradecerme, porque era una parte de la historia que nunca había sido contada”, recordó Víctor recientemente.
Hoy, carece ya de sentido querer imaginar cómo hubieran sido las cosas si el «sistema» se la hubiera dejando pasar y hubiera aceptado sin chistar Taki Ongoy.
Pero creo que Heredia seguramente se planteó ese interrogante cuando, pasado el estupor inicial, pudo detenerse a pensar luego de que la Iglesia le cayera encima usando de vocero al obispo de Lomas de Zamora, Desiderio Collino, que hasta se atrevió a pedir su excomunión, y de las quejas ante el mismísimo presidente Raúl Alfonsín, por parte de la Embajada de España, pretendiendo la prohibición de la obra.
Como era de esperar, el trovador eligió el camino de sostener con el cuerpo lo que decía con su boca. Se bancó estoicamente los ataques y los ninguneos y, mientras tanto, poco a poco, fue viendo como su creación se iba haciendo carne en muchxs y era tomada, al principio muy tímidamente, luego de forma más explícita, por lxs maestrxs en las escuelas para enseñar con una mirada alternativa la historia de la conquista.
Convengamos también que para las generaciones anteriores a Taki Ongoy, que crecieron estudiando el “Descubrimiento de América” y «festejando» el 12 de octubre como “Día de la Raza”, no resultaba sencillo asumir que le cambiaran la matrix de tal forma. Les habían contado un cuentito repetido desde siempre y, para algunxs, no era tan fácil entender que estaban siendo “hablados” por el pensamiento eurocentrista. Aunque, igual es raro el hecho de que tantas personas, a lo largo de tantos años, ni siquiera tuvieran la duda de por qué se utilizaba la palabra “descubrimiento”, si América existía y estaba poblada por distintas civilizaciones desde siglos antes de que Colón llegara por aquí pensando que se había topado con territorio asiático. Extraños también son los procesos mentales que los mecanismos del poder saben bien cómo manipular. En fin…
Lo de la “Raza” es tema aparte. ¿De qué “Raza” hablaban/hablan? Es, decididamente, un concepto que ya no rige para los humanos. Y encima utilizando la palabra en singular, como si se tratara de seres superiores que, de alguna u otra manera, se atribuían/atribuyen el derecho, y tenían/tienen el poder para someter e invisibilizar a todxs lxs que consideraban/consideran diferentes e inferiores. Un pensamiento hitleriano, me atrevo a decir, aunque en las épocas que se impuso, en las primeras décadas del siglo pasado, a instancias de España pero a ambos lados del Atlántico, aún Hitler no había empezado a incendiar Europa. Pero el germen, es obvio, siempre estuvo, se le ponga el nombre que se lo ponga. Solo había/hay que saber regarlo adecuadamente. Y para muestra basta la radicalización de las derechas que se está observando en distintos puntos del planeta en la actualidad.
Destaco también que Taki Ongoy se tuvo que ir abriendo camino en las mentes y en los corazones en tiempos cercanos a los “festejos” por el Quinto Centenario del Descubrimiento de América (Encuentro de dos mundos lo llamaron para pasteurizarlo un poco), con el presidente Menem inaugurando la Expo América en lo que hoy es Puerto Madero. Eran momentos difíciles para imponer un concepto distinto en medio de “la pizza y el champán” y las extravagancias de Carlos Saúl, mientras el neoliberalismo iba haciendo percha al país. Menuda tarea.
Sin embargo, el tiempo, como canta Silvio, está a favor de los pequeños. Los pequeños entendidos como esos gigantes que dan batalla con espaditas de madera frente al poder real pero que igual no se rinden.
Estoy segura de que Víctor Heredia se siente más que orgulloso del camino que eligió recorrer. Tuvo que esperar dos décadas, hasta que, en 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner, el Ministerio de Educación declaró a Taki Ongoy como de “interés educativo”. Ese mismo año volvió a presentar el disco en el teatro Opera, acompañado por representantes de las distintas culturas aborígenes de este país.
Seis años más tarde, en 2012, lo cantó una vez más en un concierto libre y gratuito frente al Ministerio de Educación de la Nación, que fue trasmitido en directo por la Televisión Pública. Reconozco que fue la vez que más me emocionó escuchar Taki Ongoy. Por ese entonces se publicó también la versión en vivo de la obra, que había sido grabada en las presentaciones del teatro Ópera.
Eran otros vientos los que soplaban por el continente, con gobiernos de tinte popular que empezaron a hacerse fuertes en varios países. Por primera vez, un indígena se erigió como presidente de un país (2006) y declaró el Estado Plurinacional de Bolivia (2009). Y, en la IV Cumbre de las Américas, celebrada en Mar del Plata en 2005, se había dado por terminada la pretensión de los EE.UU. de imponer el ALCA.
En este marco fue que comenzaron a prevalecer también otras miradas respecto de la conmemoración de la llegada de Colón a América.
En 2010, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dio por finiquitado el “Día de la Raza”. Desde entonces, el 12 de octubre es el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural” en Argentina. Y, en otros países de América se fue cambiando también esta denominación. Por ejemplo, desde 2011, se estableció el “Día de la Descolonización en el Estado Plurinacional de Bolivia” y el “Día de la Interculturalidad y Plurinacionalidad con inclusión y justicia” en Ecuador. Por su parte, en Perú se lo llama el “Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural” (2009), en Venezuela es el “Día de la Resistencia Indígena” (2002), en Nicaragua el “Día de la Resistencia Indígena, Negra y Popular” (2007) y, en México, el “Día de la Nación Pluricultural” (2020).
Y en España, de qué va la cosa. Siguen celebrando el “Día de la Hispanidad” o Fiesta Nacional de España. “Tomá mate con chocolate”, diría CFK.
La verdad es que no los entiendo a los españoles.
¿De qué hispanidad hablan? ¿De qué se enorgullecen para salir cada 12 de octubre a festejar con desfiles militares y coso? Saquearon un continente y masacraron a sus habitantes y encima disfrutaron poco y nada de lo robado. Como bien contó Eduardo Galeano en su emblemática Las Venas abiertas de América Latina, “España tenía la vaca pero otros se tomaban la leche”. Las riquezas extraídas de América se fueron por la canaleta de las hipotecas y el pago de otras deudas contraídas y de los malos manejos que tenían de la economía. Son gentes a las que les gusta mentirse, parece.
En cambio, por estos lares, nuestra distinta impronta nos llevó a independizarnos más temprano que tarde de España. Después vinieron otras peleas, otras traiciones, otros colonialismos. Y también costó –y cuesta– mucho quitarse el lastre. Y si el ninguneo a los pueblos originarios fue moneda común también lo fue la resistencia y la lucha de los indígenas para que se reconocieran sus derechos.
Todavía queda mucho, pero mucho, por hacer. Pero, sin dudas, Víctor Heredia puso un importante grano de arena, o varios, con su Taki Ongoy, para que las cosas comenzaron a cambiar y a hacerse más visibles. No fue casualidad, por ejemplo, que El Elegido, la primera telenovela que realizó Pablo Echarri con su productora en 2011, planteara la temática de los pueblos originarios. (Mención aparte, Echarri es otro de los que, como Víctor Heredia, sacó los pies del plato y se corrió del papel que la matrix había diseñado para él. Tampoco se lo perdonaron. Y se lo siguen cobrando cada vez que pueden).
Lo cierto es que, como explica ese gran intelectual que es Álvaro García Linera, la historia está hecha de flujos y reflujos. Víctor presentó, una vez más, en octubre de 2015, Taki Ongoy, de forma gratuita, en ese lujo de sala que es la Ballena Azul del por entonces flamante Centro Cultural Kirchner y, apenas unos meses después, el lugar estaba siendo utilizado para celebración de los desaguisados de los que hicieron negocios a uno y otro lado del mostrador mientras se llevaban puesto el país entre el 10 de diciembre de 2015 y el 9 de diciembre de 2019. Así pasaron Patricia Bullrich como Ministra de Seguridad, Santiago Maldonado, el invento de la RAM, Rafael Nahuel, Facundo Ferreira… Y “la angustia” que deben haber sentido los patriotas por independizarse, “querido rey”.
De todas formas, y parafraseando a Eduardo Galeano, hay que seguir andando. Y persistiendo. Y resistiendo.
Taki Ongoy, más allá de su hondo significado político e ideológico, es una obra inspiradísima y de una sensibilidad exquisita, que alcanza bellas cumbres poéticas y musicales (y que nadie debería privarse de escuchar). Y eso asegurará su vigencia a pesar del paso de los años y los devenires de la historia.
“Una tierra sin memoria no nos cobijará jamás”, canta Víctor Heredia hacia el final de Taki Ongoy. Y enseguida repite algunos versos ya entonados al comienzo, para reafirmar eso de “Veinte mil años Patria”. Porque si está claro que la historia de América no empezó en 1492, también está claro que el poder real no descansa y va variando sus formas pero no sus mañas y nunca deja de pretender –y por lo general lo logra– colonizarnos, saquearnos, pensarnos, robarnos la identidad, desculturizarnos de diversas maneras. Hay demasiadas pruebas de ello a lo largo de la historia de la humanidad. Y convengamos que lo consigue porque siempre encuentra aliados dispuestos a ser fuertes con los débiles y débiles con los poderosos. Lacayos y cipayos, que les dicen. Pero igual se sigue avanzando y somxs muchxs también lxs que podemos decir, como Víctor Heredia, que, a pesar de todos los golpes, TODAVÍA CANTAMOS.
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Fotografía: Nuestras voces