Por: Aciago Bill. 23/11/2022
El neofascismo ha encontrado el terreno abonado en el vacío ideológico de las sociedades postindustriales y en el relativismo democrático por el cual cualquier partido que obtenga representación parlamentaria tiene derecho a expresar sus ideas á nivel mediático. Ofrece un horizonte ideológico a la población; un horizonte criminal y aberrante, pero horizonte al fin y al cabo. Crea la ilusión de proporcionar trascendencia al descreído y escéptico ciudadano medio, deseoso en secreto de «emociones fuertes», enrolado en la rutina diaria del trabajo y la contemplación acrítica a la que le obliga los medios de formación de masas.
El neofascismo es un síntoma negativo del agotamiento supino de la civilización democrática occidental. Las víctimas que elige el neofascismo son fácilmente identificables, estigmatizables y desprovistas de defensa. La gente hundida en vidas vulgares y mediocres satisfacen su insipidez erigiéndose como superiores a otros grupos sociales. Esta ilusión de superioridad es para ellos, el revulsivo que necesitaban. El sentimiento de pertenencia a una comunidad elegida por el destino para realizar grandes hazañas en nombre de dios, patria y familia les exime de asumir responsabilidades o criterios individuales. «Make América Great Again» o «Somos la gente normal. Somos un partido de extrema necesidad» (Santiago Abascal ). El miedo a ser diferente, a cargar con el peso de la propia singularidad les empuja a la mente-colmena cuando, paradójicamente, presumen ser ferozmente individualistas. Esta apariencia individualista, implícitamente inmersa en el Estado-Capital y los juegos de poder, atrae al campo del neofascismo a cierto ecologismo, feminismo y parte del movimiento LGTBI. Es el resultado, en un mundo organizado a través de jerarquías, de la pugna por ocupar puestos jerárquicos: la esfera del autoritarismo se diversifica de esta manera sin perder un ápice de su naturaleza opresora. No importa -es más, forma parte de su estrategia- lo disparatado que pueda ser el discurso neofascista. Cuánto más extravagantes y desmesuradas sean sus declaraciones, más repercusión en las redes y los medios de formación de masas. El objetivo es protagonizar y monopolizar el discurso político y social.
El neofascismo es el hijo de lo que los neoliberales proclamaron como fin de las ideologías al derrumbarse el sistema soviético. Con fin de las ideologías se denominaba en realidad al triunfo del capitalismo y el ocaso del socialismo. La broma macabra era que a eso que se señalaba como socialismo no era en realidad más que unos regímenes autoritarios que tenían por bandera el marxismo-leninismo o el maoísmo -lo que significa que cabe dudar de que fueran alternativas liberadoras al capitalismo-. Este derrumbe de la izquierda afectó tanto a la socialdemocracia, como al comunismo estatal y al anarquismo que en su formulación tradicional de comunismo libertario no se daba cuenta que el sustantivo devoraba al adjetivo: todo lo que oliera o se identificará o se denominará como socialismo quedó totalmente descartado y desprestigiado tanto a nivel de las élites intelectuales como a nivel popular. Este estado de postración duró hasta la irrupción del Movimiento de Resistencia Global que, a pesar de sus disensiones internas originadas por ser una amalgama de corrientes ideológicas diferentes y a veces enfrentadas entre sí, consiguió una gran presencia pública y apoyo popular y sirvió de base para atacar, con un discurso renovado, al capitalismo. Todo ello sirvió para que, sobre todo en América Latina, llegaran al poder partidos de izquierda e indigenistas y con el poder aconteciera lo que siempre acontece cuando los partidos políticos se apoderan de un discurso en principio emancipador: la disolución de las bases activistas bien sea por cooptación o por marginalización, una vez utilizadas como vivero de votantes. Con la desaparición pública de los MRG ,surgió un segundo momento de vacío ideológico. Tanto la izquierda como la derecha o se transforman en dictaduras o no tienen mas remedio que adaptarse al viejo dualismo democrático de períodos de oposición-períodos de gobierno, siendo ambos autoritarios cuando están en el gobierno y liberales cuando están en la oposición -.
Después, ya cercanos en el tiempo, irrumpieron más o menos simultáneamente la primavera árabe, el 15-M, los chalecos amarillos en Francia, el vigoroso movimiento anarquista griego… como respuesta a una profunda crisis capitalista de la que no hemos salido ni, presumiblemente, saldremos nunca. De nuevo, todo ese malestar se encauzó a través de partidos políticos y elecciones generales que, a la larga, generan mas frustración. Pero esta vez esa frustración no será el acicate para movimientos sociales emancipatorios, sino que el neofascismo, incluido el islámico, será el medio de dirigir y controlar toda esa ira colectiva. Es significativo el ejercicio de expropiación terminológica que realiza el movimiento neofascista. En primer lugar se declara anti-globalización, de igual manera que antaño los nazis se reivindicaban a sí mismos como anticapitalistas (los Krupp, Thyseen, la Bayern, Volkswagen y compañía aún deben estar riéndose). Da igual que eso sea una falacia fácilmente constatable: ¿Se van a oponer Trump, Abascal, Orban o Biden a la expansión planetaria de los GAFA?. Lo que importa es como términos y conceptos utilizados y popularizados por la izquierda radical son sustraídos y asimilados por el neofascismo ¿A qué suena Giorgia Meloni cuando dice «sí a la soberanía de los pueblos, no a la burocracia de Bruselas?
En el estado español VOX se declara partido de extrema necesidad, robando un término que fue difundido originariamente por el SOC de Marinaleda y su figura pública más descollante, el alcalde Gordillo, que respondía así cuando se le acusaba de ser de extrema izquierda. Ejemplos como éste denotan un estudio de las corrientes sociológicas y una planificación muy cuidadosa de cuales son los contextos culturales imperantes en un período histórico determinado y creo que si bien los neofascistas tienen la cabeza llena de detritus, no es menos cierto que se están aplicando con inteligencia a su devastadora tarea.
A esto no se le puede oponer la aburridísima y fatigosa corrección política de la izquierda institucional -hacer hincapié en una ficticia responsabilidad individual igualitaria en un mundo dividido en clases sociales y organizado jerárquicamente es equiparar en atribuciones al preso con el juez de vigilancia penitenciaria o al camionero con el directivo de Repsol-. Por otra parte, la izquierda y los medios propagan el discurso neofascista cuando hablan de inmigración ilegal, justificando así el racismo para-policial. Como siempre, no va a ser con partidos y autoritarismo la manera de combatir a otros partidos autoritarios. La cuestión no es si la inmigración es legal o ilegal, la cuestión es que toda persona tiene derecho a viajar y residir en el lugar del mundo que le plazca. Las fronteras sólo existen en los mapas, aunque por desgracia colonicen muchas mentes.
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Fotografía: Portaloaca