Por: LAURA GUARINONI. 16/04/2022
Son parte de La revolución de las viejas y su Movimiento Nacional de Viviendas Colaborativas propone crear comunidades para convivir bajo la modalidad de cohousing en distintos lugares del país. Se trata de un modelo sustentable nacido en Escandinavia hace casi 100 años que se expandió al resto de Europa y los EEUU. Hablan de vejeces activas, lejos de geriátricos. Nada las detiene: durante la Pandemia se nacionalizaron. Ayer, por teleconferencia, dieron otro paso: «Ahora que somos chicas grandes, tenemos un un compromiso social y comunitario que no vamos a dejar de lado», dicen.
Nunca se vieron en persona pero parece que se conocen de toda la vida. Se completan mutuamente las frases y hablan con entusiasmo sobre el proyecto que acuñaron juntas en medio de la pandemia del coronavirus. Mate de por medio, charlan a diario por zoom y proyectan su vejez activa, en la que no tengan que depender de sus hijos, ni sean depositadas en un geriátrico. Ellas son Flavia Haddad y Claudia Strapko, dos de las fundadoras del Movimiento Nacional de Viviendas Colaborativas (MNVC), un movimiento social de mujeres mayores -solas o acompañadas- que busca construir comunidades “democráticas y participativas basadas en organizaciones Cooperativas o Asociativas, respetuosas del ambiente y del patrimonio cultural y natural”.
Se conocieron en febrero a través del grupo de facebook de la Revolución de las Viejas, una iniciativa de la diputada nacional Gabriela Cerruti, en el que participan hoy 30 mil mujeres de entre 50 y 70 años, y que organizó masivos encuentros en plazas, bares y centros culturales de todo el país a principio de año. La cuarentena trasladó las reuniones a la virtualidad. Se formaron grupos por zonas o en torno a un tema específico que las convocaba, en el caso de Flavia y Claudia: la vivienda.
“En uno de los encuentros que se hizo en capital, donde éramos más de 400, nos dividimos en comisiones. Luego propuse armar un grupo de facebook específico sobre la problemática de vivienda que se llama «´Libres y juntas. Viviendas cooperativa»`, en el que participan casi mil personas de todo el país, y más tarde se originó el Movimiento, todo en 5 meses de pandemia”, cuenta Flavia, sorprendida del camino recorrido en tan poco tiempo.
Claudia no sabe bien cómo llegó al facebook de la Revolución de las viejas, cree que por una amiga, y lamenta no haber participado de esos encuentros presenciales que Flavia le relata “maravillada”. Cumplió 60 años hace pocos días, hoy vive en Buenos Aires por su trabajo pero dice que tan pronto se jubile volverá a vivir a la patagonia, a Río Negro, donde nació. Dice que en las viejas encontró la posibilidad de compartir el proyecto de vivir esa nueva etapa de su vida en comunidad.
Sobre el grupo asegura: “Todas pertenecemos a una misma generación. Somos mujeres independientes, que hemos batallado en nuestros trabajos y otros espacios para obtener reivindicaciones, como mujeres y como profesionales. Ahora que somos chicas grandes, tenemos un un compromiso social y comunitario que no vamos a dejar de lado. No vamos a depender de nuestros hijos cuando estamos acostumbradas a bancar nuestros hogares desde muy jóvenes. Entonces, todas hemos acariciado la idea de irnos a vivir con gente que piensa como una, que tiene más o menos la misma responsabilidad ante la vida, ante la sociedad. Queremos formar nuevas comunidades”.
Dentro del movimiento se dividieron por grupos geográficos según la zona del país donde les gustaría vivir en comunidad y comenzaron a discutir cómo sería. “Cuando tuvimos que definir cómo nos íbamos a nuclear apareció el cohousing y con él la necesidad de formar movimiento federal y ahí nace el Movimiento Nacional de Viviendas Colaborativas”.
El cohousing y la experiencia en el mundo
Vivir en comunidad, ser partícipe de lo que ocurre en el entorno. Aprender a autogestionarse y relacionarse con los vecinos y la localidad en que vivimos. Son algunas de las máximas que propone el cohousing. No se trata simplemente de una vivienda compartida sino de formar comunidad.
La arquitecta cordobesa Claudia Nieva, miembro también del Movimiento, contó a Nuestras Voces que desde hacía años trabajaba en el desarrollo de proyectos de cohousing pero no podía ejecutarlo porque no lograba dar con el grupo humano, hasta que entró en la Revolución de las Viejas. “Venía trabajando el tema del cohousing, que es una figura muy poco explotada en el país y no encontraba el grupo, que es lo principal y más importante, para desarrollarlo”.
El cohousing nace en los años 30 en Escandinavia, fruto de tradiciones históricas locales de vivienda colectiva. Más tarde el arquitecto dinamarqués Jan Gudmand-Høyer creó en los 70 unas viviendas a las que llamó “comunidad vivencial”, y en los años 80 desembarcaron en EEUU. Hoy es un modelo de vivienda totalmente implantado en estas sociedades y otras, como la española.
Nievas explica que el cohousing no busca resolver un tema de viviendas. El Movimiento no plantea un plan de viviendas. “Proponemos formar comunidades de forma participativa, democrática, basadas en cooperativas o en otras formas de asociarnos”. Por eso, es fundamental – dice- la cohesión del grupo. “Se trabaja muchísimo para eso y en camino es de aprendizaje a convivir, a relacionarse, a respetarse. Más tarde, se busca la Tierra, se diseña en conjunto las viviendas y se construye.”
Victoria Santamaría tiene 52 años y es de San Martín. Por la artritis reumatoidea que padece hace 20 años eligió unirse al grupo que quiere instalarse en el centro del país. Ella desea vivir en un cohousing en Córdoba o San Luis junto a su pareja y sus dos perros. Estudia abogacía en la universidad de Buenos Aires, tiene una beca y está a un paso de recibirse. “Había visto que en España existían estas formas de vivir de manera colaborativa, con espacios comunes, con actividades comunes. No es solamente un lugar donde compartir un asado, puede haber un espacio común en el que haya por ejemplo actividades artísticas. Me entusiasmó ver la posibilidad de hacerlo en el país”.
El proyecto no es exclusivo para mujeres. “Somos una mayoría, pero también hay personas LGTBIQ, y hasta hombres solos que quieren ser parte. Muchas irán a vivir con sus parejas y sus hijos”, explica Flavia.
Adiós a las grandes ciudades
En el mundo, el cohousing no suele ser parte del desarrollo inmobiliario que se impulsa en las grandes ciudades. Se realiza en zonas más alejadas, pueblos y ciudades más pequeñas porque los adultos mayor tienden a salir de las grandes urbes y alejarse del ruido para vivir en lugares más tranquilos. También porque el valor de la tierra es mayor en las grandes ciudades.
“Si bien seguimos activos ya no nos interesa lo que ofrece la ciudad. No tenemos la demanda de transporte público, de servicios, no necesitamos las escuelas cerca porque nuestros hijos son grandes”, dice Flavia.
En tal sentido, Claudia Strapko agrega: “La pandemia puso de manifiesto que las ciudades son lugares hostiles para los adultos mayores. Cuanto más habitadas, más concentradas, más difícil es vivir para los viejos. Hoy un viejo en Buenos Aires no puede salir a caminar por la amenaza del contagio de coronavirus que trae la aglomeración, mientras que si vive en San Luis seguramente puede hacerlo”.
Comunidades sustentables
El proyecto tiene también una pata sustentable. Uno de los puntos del acta de creación del MNVC dice que busca promover el uso racional de los recursos naturales, garantizando el equilibrio de los sistemas ecológicos, priorizando el uso de energías renovables y minimizando el impacto ambiental.
“Las viviendas podrán ser estéticamente sustentables, podrán sostenerse casi solas: con muy baja cantidad de energía comprada, con agua caliente sanitaria, piso de losa radiante que se alimente de manera solar, recolección de agua de lluvia. También contar con separación de residuos, aberturas en TDH, sin ser muy costosas”, explicó la arquitecta.
Por su parte, Flavia resaltó las posibilidades que otorga la vida en conjunto. “El hecho de la comunidad implica dividir los gastos. Si yo quiero vivir en una casa con paneles solares probablemente no pueda sola pero si vivo con otros sí. Además, ¿para qué necesitamos cada una un lavarropas? Como lugar común podemos decidir poner un lavadero y ahorramos energía y dinero”.
Acompañamiento estatal
Este jueves se llevó a cabo la charla “Viviendas Colaborativas: una manera de envejecer en comunidad” en la que participaron la diputada Gabriela Cerruti; Mónica Roqué, Secretaría de Derechos Humanos, Gerontología comunitaria, Género y políticas de cuidado del PAMI; otros funcionarios del organismo estatal; integrantes del gobierno provincial de Comodoro Rivadavia; y las referentes del Movimiento de Viviendas Colaborativas. Durante alrededor de dos horas expusieron y respondieron las preguntas de las casi 100 personas que fueron parte del zoom. La convocatoria fue tal que muchos quedaron afuera y lo vieron a través de las redes.
En la apertura, Cerruti aseguró “tenemos que empezar a pensarnos en las vejeces. No hay un único tipo de vejez y están atravesadas no sólo por el tiempo sino también por el espacio”, y añadió “tenemos que empezar a pensar el territorio en que vamos a habitar, que no es sólo el lugar físico donde vamos a vivir, sino un territorio que se compone de deseos de propósitos, que tiene que ver con el cómo y con quien vamos a vivir. Tenemos que construirlo porque estamos a tiempo de hacerlo”.
Por su parte, Mónica Roqué, dijo “que a la Argentina le falta hoy una política de cuidados en domicilios y también otras alternativas que puede ser la vivienda compartida y la colaborativa. La compartida es tutelada por el Estado,como existen en Tapalqué”. Además, planteó que los créditos hipotecarios no deberían ser individuales, ni hasta los 65 años. “Debería pensarse en créditos no tan rígidos destinados a los adultos mayores y que puedan ser colectivos, en caso de ser para vivienda”, propuso.
En su turno, Nieva contó que trabajan con una cooperativa en el desarrollo de un cohousing en un predio de cuatro hectáreas al lado del río en Carlos Paz. “Tentativamente se harían 20 unidades con un espacio privado y espacios comunes. El armado va surgir del desarrollo del proyecto de manera conjunta con cada uno de los integrantes, que son del MNVC”.
Ante la dificultad de acceder a créditos hipotecarios, la arquitecta contó que trabajan en un proyecto de ley de “cesión de uso” de los espacios, como existe en España, para presentar ante las autoridades. A través de ésta, los adultos mayores podrían pagar un 20 por ciento del valor de una propiedad y vivir allí hasta el fin de sus días. “El 80 por ciento es del dueño, pero cede el 20 a alguien más por un determinado tiempo. También buscamos incluir entre los inmuebles a las cabañas turísticas”.
Victoria dijo a este medio que “la idea es que haya muchas alternativas. A lo largo del país. Algunas compañeras pueden comprar tal vez, a lo mejor otras pueden dividir un terreno pero hay otras que hoy alquilan y temen por su futuro. Necesitamos una legislación nacional que nos ampare. Para eso el Estado tiene que ver nuestra necesidad de vivienda y pensar cómo queremos envejecer”.
Claudia y Flavia coincidieron en la necesidad de poner el tema en agenda. “No buscamos una subvención estatal sino estar incluidas. Visibilizar nuestras ganas de vivir en comunidad y si en algún momento necesitamos la extensión de una red de agua potable o de iluminación pública o que haya servicio de internet para seguir charlando por zoom con los nietos el Estado nos acompañe”.
“Queremos que se nos incluya en las políticas integrales, porque no se trata solo de donde vamos a vivir sino de en qué condiciones, cómo vamos a vivir los próximos 20 a 30 años”, destacó Victoria,
Hace un mes se lanzó el movimiento de manera pública e ingresaron nuevas compañeras. Las integrantes desean que se sumen más porque su lema es que “como para un niño no hay nada mejor que pasar la niñez con otro niño, para un viejo no hay nada mejor que pasar la vejez con otros viejos”.
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Fotografía: Nuestras voces