Por: Felipe Cuevas Méndez. 02/07/2025
Cada recambio del Estado mexicano presenta un plan de batalla en el campo educacional y formativo de la población para las generaciones presentes y las de relevo inmediato, un proceso que por lo regular se halla entrecruzado con las prioridades estratégicas de diversa índole en donde la centralidad no es necesariamente cultural, pero que descubre la naturaleza del orden que se fomenta.
Por encima de todo el Estado actúa con pleno uso de sus facultades y su poder en la educación por efecto del control político, las presiones sociales y el orden económico. Digamos para esto que, a nivel de la actual política educativa del Estado; de las primeras impresiones radicales en la educación, nos quedamos “a medias”, ahora vemos desfilar un gatopardismo hacia posturas abiertamente derechizadas de la burocracia de la SEP, sea por transfusión o contagio de lo que ya existía. En la enseñanza queda clara una retirada política de sus planes previos en alianza con las posiciones más reaccionarias, porque cada vez encuentra y fomenta desde sus instancias a las ideologías más afines a sus necesidades históricas y coyunturales de avasallamiento.
Queriendo abarcar todo, en este caso la Nueva Escuela Mexicana vino a ser ese plan institucional de enseñanza y educación que entre tantos temas se propuso modificar las condiciones de la violencia generalizada, la pérdida de identidad nacional y los fines educativos tradicionales de progreso y desarrollo, dicho esto sin adelantar cuánto encaja dentro de lo posible del panorama social creado. En esta reconstrucción idealizada del Estado patriarcal no todo es tan disruptivo como parece, dado que existe un precedente de la “educación socialista” en el Estado mexicano en la construcción de alianzas para su expansión, que quedó a la deriva en los tiempos.
Y aunque con un comodino rechazo desde las instancias empresariales, así mismo la empresa privada en educación opera con sus alternativas tradicionales tecnocráticas o empresariales para propulsar sus necesidades de educación y enseñanza de acuerdo a una lógica más rigurosa del mercado laboral o empresarial, que también omite otros objetivos y compromisos. En ambos escenarios, la bifurcación no desmiente la predominancia del Estado burgués que se sabe manejar y ha impulsado sustancialmente el crecimiento de la educación privada, ni mucho menos en lo que cabe al horizonte del ideal educativo.
El sistema regula o desregula dichos procesos en ambos cuerpos de la educación. Entre sus múltiples y gravísimos problemas de sus procesos, subyace uno fundamental que alimenta y se retroalimenta, este gran problema de la educación y la enseñanza es su supeditación o bien subordinación arbitraria del sistema social, limitante de una condición apenas perceptible sobre los verdaderos fines y controles de la educación.
Por ejemplo, en la lógica de deshacerse de la violencia como “subcultura” el plan (bajo una violenta resistencia oficial a develar las raíces de la violencia descontrolada), consiste en fomentar patrones de conducta pacíficos en medio de una turbulencia social que se estableció como parte del capitalismo de nuestros días, como forma de acelerar la riqueza, de ascender al poder económico y político del crimen organizado y del empresariado vuelto al formato de acumulación originaria por despojo, pero este es solo un detalle de la cuestión de adoctrinamiento social y de la docencia encargada de hacer cumplir el mando.
Ojo que aquí no se cuestiona el combate a la violencia criminal, la erradicación de la violencia o la lucha por la reconstrucción del tejido social desde las aulas, más allá de su discutible eficacia, pues la violencia trasciende la escuela, prevalece en la actual arquitectura de la sociedad; lo cierto es que la escuela mexicana de abajo siempre preconizó el pacifismo, la construcción solidaria del tejido social, y su resistencia cultural frente a la cultura hegemónica, no así la oficialidad anterior, la gran empresa y las viejas políticas. En ello consiste la diferencia con el antes, de ahí en fuera, los resultados no cambiaron. Cuestionamos las premisas de que se parte y a las que se desea llegar: un capitalismo humanizado, ¿sueño o señuelo?, cierto que hay mucho de proyección y otro tanto de simulación entre quienes la sustentan, pero interesan más los resultados reales, ya visibles en el proceso.
La educación como instrucción, sus instituciones (familia, aparato del Estado, empresa, capital) cobra características de una gran estructura cuasi estatal que rige, determina y dispone en sus ámbitos para el fluir de la cultura, la ideología, el
control, el modo de pensar y actuar. Así entonces, las ideologías, políticas y programas que nos sujetan en la escuela pública y privada, expresan formas de alienación análogos que supeditan, asimilan y en gran parte fijan el trabajo docente.
El trabajo de los programas educativos, la ideología y política profundas en la educación, había estado muy claro para las distintas posiciones sociales, aún las más conservaduristas y obtusas, y lo sigue estando bajo los aspectos más generales, sin embargo, la narrativa oficial que proclama el discurso crítico educativo siempre y cuando no sea práctica consecuente por los actores educativos en relación al estado de cosas del sistema, ha vuelto relativas algunas temáticas.
La opacidad es conveniente de arriba hacia abajo, hablemos del pensamiento crítico asimilado a la NEM, le sienta bien mientras que no interfiera con lo que sucede en las entrañas de la SEP que hace parte orgánica del problema educativo (vulneración de derechos, verticalidad institucional de control, subestimación y subordinación de la experiencia y creatividad docente, repartición de la institución entre facciones políticas y grandes empresas, corrupción, negocios, complicidades sindicales, tradicionalismo formativo y verticalidad de poderes). Hasta la crítica más sutil a las prácticas del aparato en cualquier eslabón de la cadena es motivo del rechazo institucional virulento.
El pensamiento crítico llamado a actuar en la NEM no dice nada sobre los reclamos del magisterio que no sea lo que el discurso oficial “recoge”, no puede tener voz, porque entonces le resulta una complicación contra la cual lidiar y a la cual le cae todo el peso de las campañas de desprestigio en complicidad con las empresas de la comunicación. El citado pensamiento crítico oficial se vuelve una celada, un artificio que promueve un esfuerzo solo para una carga de aprendizajes, mas no para poner en tela de juicio los vicios de la instrucción pública y privada, de la cultura burguesa, la ideología social y la dominación de clases realmente existente.
La realidad del trabajo docente es que a la carga tradicional de contradicciones de la política educativa se acumularon otros tantos que no acabaron por suplantar o superar el estado anterior, por lo que, en lugar de una insinuada deconstrucción sistémica, terminamos en un ensamble imperfecto entre una vieja élite opresora reposicionada y con mecanismos inconsistentes para superar el problema educativo.
Que dado el punto indefinido en que nos encontramos aleja los objetivos antes postergados por el neoliberalismo sobre: a) el rezago educativo al desmarcarlos de la búsqueda metodológica, b) del desarrollo del niño en sus necesidades fundamentales, c) de las armas socio-pedagógicas frente al problema educativo, d) de los problemas socioeconómicos expresados en la enseñanza, e) del elitismo y del clasismo, f) de las secuelas de la salud poblacional bajo el capitalismo salvaje que se expresan en múltiples dificultades de aprendizaje, g) de la agresión ideológica alienante a través de las nuevas tecnologías, h) de los graves problemas de atención y concentración que se expresan en el aula, al igual que de la pérdida de capacidades de autorregulación, i) del desarrollo del pensamiento lógico, científico, crítico y social del sujeto, y j) de las mayores dificultades en el desarrollo de la conciencia y maduración en el escolar. Sin olvidar las múltiples presiones de la coerción administrativa hacia el magisterio.
La educación institucional tiende a desplazar los procesos de enseñanza por múltiples apetencias circunstanciales a lo largo de cada ciclo, con una formación oficial limitada, los propios los concejos técnicos escolares dado el esquema de control son mediatizados a la bajada de línea. La NEM no cuenta con procesos enteramente coherentes en la búsqueda de soluciones a su ideal formativo (progreso, diálogo, paz, humanismo o desarrollo), estos están enmarcados en prioridades estatales.
El trabajo educativo es interferido por medio de la política, pero sin apoyos a su labor, más que los que dicta la propaganda de masas y su adoctrinamiento, el magisterio solo cuenta con su ingenio, el desarrollo de sus experiencias y todo cuanto emana de su práctica. Esto crea un conflicto constante entre lo que en el escritorio con poder se crea y se cree que funcionará a las mil maravillas, aun cuando esté descentrado de los problemas educativos reales y de las necesidades formativas de la población.
La postura oficial real, contra la que lidiamos diariamente en el oficio es otra cosa distinta a la simulación, ella nos visualiza como su propiedad, en este sentido extiende sus derechos sobre nosotros, además, siempre culpa a la docencia, con o sin delicadezas de las desventuras educativas del país, entreteje una serie de normas que culpabilizan, responsabilizan y
obstruyen el trabajo del magisterio, estableciéndose como una carga más contra la cual batallar y a la cual enfrentar en el trabajo diario.
La narrativa seguirá siendo embellecida al tiempo que la práctica oficial se corre más a la derecha en tanto ejercicio de las estructuras de poder. Así lo punitivo se va haciendo cotidiano, se encubre bajo la postura de luchar contra las resistencias al discurso oficial por nuestra desaplicación y desacato a lo establecido por el plan. La culpa solía ser una declaración frontal de responsabilidad, oficial y mediática, como lugar común del adoctrinamiento social, ahora está en un nivel de interiorización religiosa sentirse culpable, como el deber del ser “revalorizado” que debe cumplir con mostrar resultados con un plan y programa que fue inducido desde arriba sin una lógica interna formativa previamente despejada y probada, al cual debemos simplemente implementar.
Felipe Cuevas Méndez
Fotografía: VIU