Por: LA PESTE.org. 07/02/2020
A medida que en toda la economía mundial se acelera de manera generalizada un gigantesco estancamiento, como preámbulo de una devastadora recesión e inflación (estanflación). Las grandes transnacionales dominantes con sus respectivos estados y gobiernos, vienen lanzando un feroz e ilimitado ataque a la clase trabajadora del planeta, en tanto los estragos a la naturaleza provocados por el capitalismo no conocen parangón en la historia de la humanidad.
Los avances tecnológicos más importantes vienen siendo aplicados a la monstruosa industria bélica y parcialmente a la producción de mercancías y máquinas herramientas.
Pero como si esto no fuera suficiente para multiplicar la extracción de plusvalía con la explotación, han implementado una ola de esclavización moderna, con las Maquilas como modelo productivo por excelencia.
Lejos y en los recuerdos quedaron los tiempos de enormes batallones de los explotados sindicalizados y acumulando conquistas en una espiral creciente de progreso social.
Hoy, la absoluta mayoría de los trabajadores, tanto en las metrópolis como en el mundo colonial, trabaja precarizado con contratos quincenales, mensuales y trimestrales. Sometidos a feroces regímenes de explotación, según los compromisos de ventas de sus amos. Trabajar 10 hrs. y hasta 12 hrs. diarias se volvió normal, y cobrar salarios miserables también.
Esta realidad se da mientras los viejos pensionados o jubilados se ven obligados a trabajar aunque sea media jornada, para escapar de la miseria. Enormes sectores de jóvenes y trabajadores veteranos quedan a la deriva, desamparados en la desocupación crónica, condenados a emigrar para no morir de hambre, mientras otros caen en la más terrible e irreversible marginalidad social.
Los sindicatos, quedaron como meras herramientas en manos de las clases enemigas, para dividir las filas de la clase explotada. Salvo pequeñas excepciones, los dirigentes sindicales se transformaron en una especie de «ministros sin carteras» de los gobiernos, totalmente burocratizados, con privilegios, lujos y hasta acciones en las empresas privadas y escaños parlamentarios.
Desde el 2008 en adelante, este cruel y patético escenario se profundizó. Y se terminó de generalizar luego que fuera derrotada la revolución del Magreb, donde la barbarie genocida Siria es su máxima expresión.
En las alturas, las élites del mundo se disputan el mercado como felinos en época de sequías en las sabanas africanas, donde todos se muerden entre ellos, en medio de un gran caos político. Guerras comerciales y guerras contrarrevolucionarias de exterminio han venido siendo una constante en el planeta.
La usura y la especulación ha llegado a niveles jamás vistos. Si los principales bancos del mundo hicieran pública su contabilidad, seguramente el común denominador sería que todos están quebrados o lavando dinero sucio.
Todo en el reino de las finanzas se volvió falso y mentiroso. EE.UU. emite toneladas de dólares y nadie sabe qué respaldo en la economía real tienen. El nivel de endeudamiento de los estados es insostenible, y subsisten con monedas falsas.
Estas son las razones sociopolíticas internacionales que explican el surgimiento del movimiento de Los Chalecos Amarillos en Francia, a finales del 2018 y el primer trimestre de 2019 que fue donde lograron su máxima potencia en la lucha.
Macron contra las cuerdas
La quinta república imperialista francesa tembló de pánico, cuando millones de parias en todo el territorio galo se rebelaron por fuera de los podridos sindicatos y en sólo horas de lucha soldaron la más extraordinaria alianza de clases. Sin que nadie lo autorizara ni ostentara su representación.
Cuando llegó el brutal tarifazo de Macron a los combustibles, éste venía de anunciar rebajas impositivas a la súper burguesía imperialista. El mundo entero se sorprendió de la vitalidad de la lucha política callejera, que enseguida y sin pedir permiso obstaculizó el comercio y quebró el orden burgués en Francia.
El movimiento se organizó en torno a los bloqueos de carreteras, rotondas y varios eventos nacionales que han tenido lugar todos los sábados desde el 17 de noviembre de 2018.
La alta burguesía parisina se quejaba porque no encontraba «referentes» con quien sentarse a negociar, o sea, no pudo corromper a los dirigentes.
Los servicios de inteligencia no podían cumplir sus funciones, porque todo se resolvía de manera horizontal y por las redes sociales. Con una excelente espontaneidad.
La prensa burguesa del mundo aterrorizada, acusaba al accionar de los Chalecos Amarillos, los llamó «lumpen», «marginales», «anarquistas», «fascistas», etc. Los partidos políticos socialimperialistas y hasta los que se dicen de izquierda, los denigraban, porque no encajaban en sus esquemas de luchas sindicales sectoriales e impotentes. Estos partidos una vez más demostraron ser sirvientes de los regímenes burgueses y del sistema capitalista internacional.
Largos meses del año pasado, el día sábado en Francia era sinónimo de combates callejeros y enormes movilizaciones que sitiaban los principales centros de poder y los símbolos del estado eran atacados con el merecido odio de clase.
Muy a pesar de una criminal represión, las luchas se mantuvieron durante largos meses, aunque el costo fue altísimo. Desde el inicio de las manifestaciones y hasta el 10 de enero de 2019, más de 6.400 manifestantes han sido detenidos por la policía. 2.100 manifestantes han resultado heridos, indican los datos del Ministerio del Interior. Según una exhaustiva recopilación realizada por el diario Mediapart, se han producido más de 500 casos de evidentes abusos policiales. Entre ellos, hay 22 manifestantes que han perdido un ojo, cinco que se han quedado sin una mano, 210 que sufrieron heridas en la cabeza.
Macron y ese reaccionario régimen imperialista francés no fue derrocado porque lo sostuvieron los sindicatos y los partidos políticos con y sin representación parlamentaria. No solo en Francia sino en toda la U.E. El movimiento cruzó las fronteras en al menos unos seis países. Demás está decir que gozó de la simpatía del mundo que vive de un mísero salario.
Los límites del combate de Los Chalecos Amarillos
La burguesía francesa, desde la década de los ’90, viene tratando de lograr una precarización laboral al estilo asiática, o al menos como en América Latina. Solo consiguió triunfos parciales hasta la fecha. Sueña con lograr el grado de esclavitud que existe al interior de EE.UU. que lograra esa burguesía con sus ataques desde Reagan, pasando por los Bush, Clinton, Obama y ahora Trump.
Nadie duda que el combate reciente le puso un límite al ataque del negrero Macron. Sin embargo éste sigue adelante, y el combustible del movimiento de los Chalecos Amarillos se ha gastado. Y por ahora hasta lo dan por fallecido. Porque no quedó ningún organismo ni institución que naciera de sus entrañas, para que prepare conscientemente el siguiente capítulo del combate. Pensamos que esta es la mayor debilidad de ese magnífico movimiento revolucionario.
Sin embargo, el «modelo» de lucha, inventado en Francia se hizo internacional. Porque, expresó el combate por las demandas de la mayoría explotada y oprimida de la sociedad. ¿Quién organizó la sublevación ecuatoriana? Nadie. ¿Quién organizó la rebelión de masas en Chile contra el tarifazo al transporte? Nadie. Las masas trabajadoras de Medio Oriente y Hong Kong han tomado la posta de este combate, nacido en las barricadas de Francia. El Líbano, Bagdad y Teherán, aprendió del París combativo y rebelde. Las burguesías asesinas chiitas tiemblan de pánico y duplican la represión para derrotar las luchas, mientras les hacen pagar su crisis a sus pueblos.
Está a la vista que la lucha de los chalecos amarillos no conquistó una Huelga General Política en Francia, que abriera las puertas a una gran insurrección de masas; que derrotara en las calles a las fuerzas represivas del estado, y se ganara a la base del ejército, como sucediera en los inicios de las revoluciones del Magreb, o en la amplia tradición de combates revolucionarios que poseen los trabajadores y explotados franceses, desde hace décadas y hasta siglos atrás. Todo esto debido a que la potencia revolucionaria del movimiento no terminó de derrotar a las burocracias sindicales, por lo que no se logró hasta el momento soldar la unidad con al menos los estratos bajos de los trabajadores sindicalizados.
La industria pesada francesa no se vio afectada, ni mucho menos paralizada. La gran burguesía vía sus burócratas corruptos logró mantener el férreo control de los trabajadores. Ello le puso un límite a la lucha, aunque los enfrentamientos en las calles se volvieron más duros.
Por este obstáculo, la espontaneidad y coordinación no se hizo efectiva con la correcta sincronización con los explotados en toda la U.E., mientras los gobiernos burgueses sí aceitaron una respuesta unificada.
Tarea pendiente: Poner en pie organismos de Democracia Directa
La ofensiva burguesa apenas retrocedió parcialmente y tuvieron que hacer algunas concesiones económicas, para apaciguar el odio de clase. Pero, más temprano que tarde, volverán a la carga tratando de evitar algunos errores, para poder conseguir una victoria. El intento reciente de aprobar una nueva Reforma Laboral es parte de este ataque. Y la impotencia de los sindicatos que la enfrentan desde hace semanas con huelgas y demandas sectoriales-parciales, demuestra que hasta que no se conquiste una nueva alianza de clases superior a la que logro el movimiento de los Chalecos Amarillos, será imposible derrotar al gobierno imperialista francés.
Nosotros, desde las masas en lucha, debemos preparar nuestras condiciones de la victoria. Es clave aprender de los combates y sacar en limpio las lecciones.
Los Chalecos Amarillos, tienen el mérito de ser los pioneros en inaugurar un nuevo internacionalismo de lucha, de carácter espontáneo y transversal, aprovechando las redes sociales para la comunicación y coordinación.
Sin embargo, está a la vista que hace falta avanzar. Porque sólo con eso no alcanza para conseguir la victoria. Se necesita que el nuevo activismo que odia a los aparatos políticos y sindicales, que sostienen al sistema capitalista decadente, se organice conscientemente con el método que previene y mata a la corrupción y burocratización: La democracia directa. Esta es la genuina y auténtica democracia de quienes luchan. Solo con el control directo de la base, sobre los dirigentes o referentes es que se puede evitar y combatir la corrupción. Es mentira que es inevitable que el Capital compre y corrompa todo, el más eficiente “burocraticida” es la Democracia Directa, de quienes luchan.
Con estos organismos de lucha, se puede coordinar y concentrar la fuerza, para golpear con más efectividad a la burguesía, su régimen y estado represor.
Está a la orden del día que sea nuevamente París el pionero en este camino revolucionario, como lo ha sido en otras épocas.
El futuro inmediato de los explotados del mundo está en caminar por la senda que ya inauguró el activismo francés, que retumba actualmente en Medio Oriente y que, más temprano que tarde, resurgirá en Chile y todo el continente americano.
A las opresoras instituciones del sistema capitalista, basadas en la democracia burguesa representativa y la estatización de los sindicatos, hay que oponerle la Autoorganización y Autodeterminación, con el método de la Democracia Directa.
El carácter internacionalista de la clase trabajadora, resurgirá de la sangre y músculos de esta vanguardia que viene de sacudir el mundo burgués. Un nuevo movimiento revolucionario militante, que sepulte los escombros de todos los viejos sindicatos estatizados y los partidos políticos reformistas, en sus versiones sindicalistas y parlamentaristas. Ésta será la mejor lección de estos combates y sus mártires.
Veintisiete millones
18 de enero de 2019
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Fotografía: LA PESTE.org