Por: Fernanda Canofre. Global voices. 29/08/2019
En mayo de 2019, un video que muestra al presidente ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro vestido del Chapulín Colorado personaje de un programa mexicano de televisión de la década de 1970 inmensamente popular en Brasil) se volvió viral. En el video, Bolsonaro recita mal su propio lema de campaña.
Desde luego, el video es una sátira: Bolsonaro nunca se vistió de Chapulín Colorado. Todo fue obra del periodista y editor de medios digitales Bruno Sartori, que usó técnicas de deepfake, o ultrafalso, para combinar un video del Chapulín Colorado con otro de Bolsonaro en el que aparece hablando en una ceremonia en Dallas, Estados Unidos. Días antes, el presidente brasileño había recibido un reconocimiento como “personalidad del año” por parte de la Cámara de Comercio Brasil-Estados Unidos y en un aparente intento de adaptar su lema de campaña para apaciguar a sus anfitriones durante su discurso de aceptación, dijo con torpeza, “Brasil y Estados Unidos por encima de todo. Brasil encima de todos” (el lema verdadero es “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”).
El deepfake, también conocido ultrafalso, es una técnica de aprendizaje de máquina que se usa para alterar contenido en video. Una vez que un computador “aprende” cómo funcionan las expresiones faciales de una persona, entonces puede replicarlas sobre el cuerpo de otra persona, por lo general con espeluznante exactitud. El término “deepfake” se utiliza para referirse tanto a la técnica como a los videos que produce.
La metida de pata inspiró a Sartori, de 30 años, a hacer la broma, como le dijo a Global Voices a través de WhatsApp:
“Llegué a casa y vi que Bolsonaro se había equivocado en su propio lema de campaña y se me pareció al Chapulín Colorado. Dije: “vamos a ver cómo queda”. Le puse la voz de Bolsonaro encima, como la oportunidad era ideal, acababa de ocurrir, a la gente le gustó y de un día para el otro el video tuvo dos millones de visualizaciones.”
Sartori comenzó a producir videos satíricos usando deepfake en 2018. Con frecuencia falsificaba su propio rostro y sus videos generalmente recibían entre 10 000 y 15 000 me gusta en grupos privados de Facebook, junto con miles de comentarios, según él.
Su primer video con el presidente brasileño tenía la cara de Bolsonaro añadida a una naranja (en portugués brasileño, “laranja” es una expresión que hace referencia a tramas de corrupción). Flávio Bolsonaro, hijo mayor del presidente quien además es senador, había sido investigado por supuestamente usar laranjas en una operación de lavado de dinero.
Los deepfakes fueron solo el paso más reciente en la carrera de Sartori como editor de video satírico, le dijo a GV. Sartori comenzó a editar videos hace 15 años, dibujando en el programa Paintbrush de Windows, cuadro a cuadro, y luego animándolos en MovieMaker. Luego de comprar una cámara, comenzó también a grabar videos.
Una de sus inspiraciones en ese entonces fue el caricaturista brasileño Maurício Ricardo, quien hacía animaciones sobre asuntos como la política y el programa “Gran hermano”. En esa época, Sartori creaba videos satíricos en los que comentaba acerca de asuntos relacionados con su natal Unaí, en el estado de Minas Gerais. La ciudad tiene 75 000 habitantes y está casi a mil kilómetros de São Paulo.
Cuando se le preguntó por qué el presidente actual es su blanco más recurrente, explicó:
“Como él y su familia son quienes están en el gobierno, más perdidos que ciego en balacera, me brindan los chistes ya preparados todos los días. Fue muy fácil hacer bromas con ellos.
No es una preferencia por tratarse de Bolsonaro, es más por el cargo que ocupa.”
Sartori afirma que sus videos están vinculados al contexto y que ninguno se hace al azar. Otro muestra al segundo hijo del presidente, Carlos Bolsonaro, concejal de Río de Janeiro y asesor de confianza de su padre, encarnado en un disfraz de pavo real. Esto hace referencia al “pavo real misterioso“, teoría conspirativa de la ultraderecha según la cual el periodista estadounidense Glenn Greenwald les pagó a hákers rusos para invadir las cuentas de Telegram de las autoridades brasileñas.
Muchos medios de comunicación han informado que Carlos es responsable de administrar las cuentas en redes sociales de Bolsonaro. Algunos afirman que fue el responsable del tristemente célebre tuit de la lluvia dorada durante el carnaval.
La producción de algunos videos se demora hasta cuatro días. Sartori dice que utiliza bibliotecas de código abierto, tutoriales y consejos de amigos para hacer los videos, y trabaja con programas como Adobe Premiere y Photoshop. Hace poco comenzó también una campaña de financiamiento colectivo para comprar un mejor computador.
A medida que se viralizaban los deepfakes lo propio ocurría con las amenazas contra el autor, como dice:
Hubo amenazas por doquier. Robaron correos, trataron de meterse a mi cuenta desde países como Holanda, Tailandia. Tengo los números de las IP pero poco puede hacerse. En mi celular crearon contactos nuevos y uno decía: Bruno Sartori fue agregado a un ataúd. En mis mensajes directos, aparecen perfiles falsos. Creo que es parte natural del proceso. Hay una base de seguidores fanáticos de Bolsonaro.
A Sartori tampoco le preocupa que lo demanden y dice que sería equivocado e hipócrita para un gobierno que se opone a la “corrección política”. Una de sus más recientes creaciones muestra a Bolsonaro interpretando una canción infantil, según él, una glosa satírica sobre la “manera infantil” en que el presidente gobierna.
Detectar deepfakes es un reto en curso para los algoritmos, pero, cuando se le preguntó si le preocupaba la forma en que la tecnología puede usarse para lastimar a otros, no solo por diversión, Sartori afirma:
Hay riesgos con los deepfakes y mi mayor preocupación es con la pornografía. Cuando se popularice de verdad, creo que van a usarlo mucho para el porno de venganza. Es lo que será más nocivo.
Es una tecnología prometedora. Estos son videos en los que la persona logra observar que hay algo más. No se hacen para forjar una realidad, sino una determinada situación, con humor y de forma crítica.
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Fotografía: Global Voices