Por: Gabriela Schevach. 20/09/2022
En su nuevo libro, “Decididas. Amor, sexo y dinero”, la politóloga analiza aspectos de la desigualdad que, dice, están naturalizados. En el amor pide una cuota de racionalidad y pensar también en el dinero.
La condición de cuidadora de la mujer es tan estructural que, si tuviéramos que reconfigurarla, necesitaríamos “transformar las economías de todos los países” –sostiene la divulgadora feminista y politóloga María Florencia Freijo–. Luego de Solas, aun acompañadas (2019) y (Mal)Educadas (2020), la autora publica Decididas. Amor, sexo y dinero (2022), un texto que remonta la historia de las tradiciones para contrastarla con estudios recientes en el campo de la neurociencia y el comportamiento social. En palabras sencillas, demuestra la mirada de desprecio que prevalece hacia las mujeres por parte de ambos géneros.
Sus referencias abarcan desde el antiguo Código de Hammurabihasta el Mapa de Mujeres en la políticadesarrollado por Naciones Unidas en 2020, combinadas con ejemplos de la propia vida familiar y personal. En la charla, define las circunstancias que han establecido su perspectiva: “Soy una mujer, heterosexual, vengo de una familia en que el padre no estuvo [presente] y fue violento con mi madre, vengo de un hogar feminizado, de recursos económicos a cuentagotas con una madre maestra y abuelos que tuvieron que salir a sostener. Todo lo que escribo te lo puedo decir desde la teoría, pero también te lo puedo contar desde lo personal, está ahí, en cada uno de esos lugares”.
“Todo lo que escribo te lo puedo decir desde la teoría, pero también te lo puedo contar desde lo personal”
Freijo reúne además una serie de datos y estadísticas que dejan al descubierto las problemáticas de carácter psicológico, social y político que derivan en situaciones de asimetría entre los géneros desde edades muy tempranas. Decididas explica cómo, a pesar de los numerosos derechos que los movimientos de mujeres han logrado conquistar, los factores económicos, familiares y afectivos continúan ubicando al género femenino en posiciones de desventaja respecto del masculino.
Por un lado, si bien algunas mujeres han podido desarrollar una vida laboral y profesional fuera del hogar, la esfera privada con sus tareas domésticas y de cuidado continúa a cargo de ellas. Son tareas de un inmenso valor social, pero sin reconocimiento monetario. Así, la carga laboral de las mujeres se duplica, generando un agotamiento físico, mental y emocional que puede llevar al estancamiento profesional. Por otro lado – explica–, “se les sigue reservando el papel de expertas del amor y se instrumentalizan sus cuerpos para la satisfacción y el entretenimiento sexual de los demás, en detrimento de su calidad de vida”.
Decididas propone una serie herramientas para la nueva generación y para repensar las relaciones de poder entre los géneros. Si bien aspira a que los varones accedan al texto, concibe en el prólogo a una lectora “buscando respuestas sobre por qué a veces siente que no puede torcer su destino”.

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-¿Cómo decidiste (valga la redundancia) escribir Decididas después de tus libros anteriores?
-En algún momento hay que atravesar la afirmación de que existe la desigualdad –algo que vivimos, y que asumimos– y reflexionar sobre cómo cambiarla. Pero también conocer las raíces profundamente estructurales que están asentadas en lo que denomino el “ADN social”: un juego de palabras para explicar cómo se ha sedimentado por siglos esa desigualdad, la hemos naturalizado e incluso nosotras mismas la reproducimos.
-¿En concreto qué decidiste contar?
-En Decididas propongo explorar y cuestionar los ámbitos de las relaciones de poder que se pueden circunscribir a tres aspectos fundamentales: las relaciones sexo-afectivas; el amor, desde una perspectiva de lo que damos a cambio en nuestros vínculos, y el dinero, como la base material en la que se sustentan todas las relaciones –incluso las que disfrazamos de románticas–. Con respecto a las dos primeras, analizo los vínculos heterosexuales, qué se juega ahí respecto del poder y las asimetrías que hay entre lo que aporta uno u otro, sobre todo en una sociedad donde la práctica sexual se separó del amor.
“El matrimonio infantil sigue presente, sobre todo en chicas de catorce o quince años que quedan embarazadas”
-¿Y el dinero?
-Respecto del dinero, ¿qué otra cuestión existe en la sociedad que sea más constitutiva y estructurante del poder? El dinero es el tema, ya que, en una sociedad capitalista, constituye el sustento de las condiciones materiales de existencia. Si esas condiciones no son sólidas, nuestra capacidad de decisión y de negociación se cae. Las mujeres tienen que aprender a ejercitar la palabra “autocuidado” e incorporar, dentro de ese término, las dimensiones relacionadas con el dinero. Por eso elijo que el libro concluya con ese tema.
-En amor y el sexo no estamos mejor…
-En el orden del amor se nos presenta como las especialistas y sin embargo nos encontramos en relaciones poco recíprocas. Ahí hay una negociación que está fallando. ¿Y qué está sucediendo en el orden del sexo, que nos encontramos con que somos todas femmes fatale, siguiendo millones de tutoriales de cómo coger bien? Sin embargo, los índices de las infecciones de transmisión sexual (ITS) demuestran que estas enfermedades prevalecen en mujeres después de tener una pareja heterosexual formal. Esto evidencia que, en la lógica de ese tipo de vínculo, las mujeres no están pudiendo establecer sus condiciones para preservarse.

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–¿Querés dar un panorama de las herramientas a disposición de las mujeres para lograr situaciones más simétricas?
-La primera herramienta consiste en tener la voluntad para acceder a la información, abrir la escucha; la información, realmente, es poder. Sabemos que las estadísticas indican que las mujeres en puestos de decisión alzan menos la voz. Este libro te está contando que, en general, las personas que participan más, llegan a mejores puestos –está comprobado–. Empezá entonces por animarte a hablar. Es habitual escuchar que las mujeres hablamos “hasta por los codos”, pero la realidad es que no es así, que nos mantenemos silenciadas. Entonces, empezar a alzar la voz en todos los ámbitos me parece un buen punto de partida. Tendemos antes a dudar de nosotras mismas que a creer que lo que estamos planteando es justo. El ejercicio de la humildad es súper necesario, pero yo les digo a las mujeres que confíen un poquito más en lo que piensan. Ahora bien, si sigo distraída con los veinte mil tutoriales (por ejemplo, vi uno sobre cómo comer una banana con cuchillo y tenedor)…
-Uno de los capítulos del libro se titula “Coger con miedo”, un miedo a quedar embarazadas o contagiarnos una ITS, entre otras cosas. Es un miedo difícil de formular y de aceptar, como si quedara atrapado en un nudo en la garganta.
-Para mí, la escritura de este libro no fue fácil, como sí lo fue(Mal)Educadas. Me enfrentó a muchas cuestiones emocionales personales. El capítulo sobre el amor fue el más difícil para mí y mi editora Ana Wajszczuk. No podíamos terminarlo –es el más largo– y no se entendía. Este nudo: primero, hay que sacarlo; después, ordenarlo y ponerle un marco teórico. O peor, disponer de ese marco, pero en una tensión constante con la realidad que no te permite expresarlo. El hecho de que yo escriba sobre estas temáticas, no me convierte en una especialista en lo que refiere a la resolución de mi vida personal. Yo estoy atravesada por las mismas cosas y por eso elijo abrir el libro contando una historia que demuestra qué tan sexista puedo llegar a ser. Esa historia no es de hace tres o cuatro años atrás, es de 2021. Entonces, poder empezar desde ese lugar establece un diálogo con los lectores y las lectoras porque es también un ejercicio de romper esa altura desde la que muchos autores y autoras, sobre todo de teoría –feminista o no–, se sitúan para hablar.
Tareas domésticas. Siguen siendo mayormente femeninas.
-¿Lo personal es político? En el libro mencionás episodios de tu propia experiencia o de tus lectoras, con quienes siempre estás en contacto a través de redes sociales. ¿La visión feminista de la historia requiere una mirada que incorpora las cuestiones personales al análisis de las estructuras de poder?
-En algún momento, las lecturas feministas tienen que dejar de ser una catarsis emocional, que es algo que veo mucho, pero también entiendo que el ensayo es una estructura rígida que necesita ejemplos para no aburrir y leer solo los datos –que se pueden googlear–. Entonces, ¿cómo le puedo explicar neurociencia a una señora que no leyó un texto de feminismo o que no es lectora asidua? ¿Cómo hago, con toda la carga que tiene? Bueno, a través de las historias, de los ejemplos, de la cotidianidad, que en definitiva es lo que queremos cambiar ¿no?
-En el capítulo sobre el amor distinguís el amor racional del amor sin condiciones o romántico. ¿Habría que volverse pragmáticas en el amor?
-A ver, ¿qué sería lo contrario a “pragmático”? En la pregunta está la respuesta. Por cómo está descripto el amor en la literatura siempre hemos creído que se trata de algo muy espiritual, lo contrario a lo racional. El tema es que quienes detentaban la razón eran los varones. El amor, por el contrario, pertenece al terreno de las emociones. Esto terminó generando un antagonismo en que, históricamente, el amor se contrapone a lo racional y en que, a ambos campos se les asignó, respectivamente, un género: lo racional, a los varones y lo irracional y desmedido, a las mujeres. Pero qué irónico que, cada vez que un varón golpea “por amor”, comete un crimen “pasional” e “irracional”. Esto se debe a la creencia de que el hombre se sale de su condición natural que es la razón. Obviamente, esto es una farsa.
Amor. No es malo conservar la racionalidad. (Crédito: gettyimages)
-¿Entonces?
-Lo que yo digo es que el buen amor tiene que tener una capacidad racional en una fórmula que incluye el autocuidado. Yo puedo amar y ser súper generosa y también saber que mis condiciones frente al derecho, en el caso de una unión convivencial o de un casamiento, son distintas. Y organizar el dinero en función de la categoría legal de la pareja. Porque yo sé que si algún día el amor se acaba, lo cual es una posibilidad –ahí es donde entra la razón–, la que voy a quedar en situación de desventaja soy yo como mujer porque me quedé dentro de la casa, criando hijos, cuidando, etcétera. Ahí está la dimensión de autocuidado. Para mí, no hay nada más romántico que tener una pareja que vele por eso. ¿Qué más quiero yo? ¿Qué es más romántico que tener un amor que también vele por mi autocuidado, sabiendo que las mujeres dedicamos más tiempo a los cuidados, porque socialmente hay una estructura con esas características? Ese es el amor que las mujeres necesitamos para empezar a romper las estructuras.
-No parece tan fácil.
-El punto es cuál es la contrarrespuesta que recibimos cuando aprendemos a poner condiciones, que suele ser la soledad como castigo, el “sos una mala mujer” o que se nos acuse de interesadas, de crear conflicto o resistencia. Entonces, los varones tienen que empezar a cuestionarse por qué las mujeres que ponen condiciones no solo no les resultan atractivas, sino que las sienten como una molestia explícita. Tal vez en esa respuesta se encuentre también la razón de por qué las prefieren siempre más jóvenes, con menos dinero, en condiciones de poder más notoriamente asimétricas ¿no?
-En casos en que un varón, por una circunstancia familiar, queda a cargo de las tareas de cuidado de otra persona, da muchas veces la impresión de que no está mentalmente preparado.
-Por eso lo cuento tanto desde la neurociencia. Efectivamente, las tareas, tal como están segmentadas por sexo, que se les enseñan a las mujeres, generan un desarrollo cerebral apto para esas tareas y no para otras. No porque haya algo desde la condición biológica inicial, en que nosotras seamos mejores para eso, sino porque el lugar adonde se nos depositó desde años nos relegó de ese desarrollo.
Los varones tienen que cuestionarse por qué las mujeres que ponen condiciones no solo no les resultan atractivas sino que las sienten como una molestia
-¿Qué se hace con eso?
-Hay mucho para cambiar en lo relativo a la educación inicial. Por eso los colegios son tan importantes. Dependemos de las estructuras de educación iniciales para poder potenciar todo el desarrollo de las mujeres, que efectivamente se terminan recibiendo con mejores promedios o van más a la universidad pero después, en el campo de las STEM [ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, por sus iniciales en inglés], no superan el 27 por ciento de representación en todo el mundo.
-Además, hay que sumar estancamiento laboral por el agotamiento físico y mental, que ¿quizá en los años tempranos no se da tanto porque todavía no están presentes todas las cargas familiares?
-En realidad, está comprobadísimo que las mujeres, a partir de los doce años tienen mayores cargas familiares que sus hermanos varones. Acá en Argentina, laEncuesta Rápida sobre la situación de la niñez y adolescencia 2022, de UNICEF, estableció que, a partir de los quince años las chicas dedican más tiempo a las tareas de domésticas o de cuidado que los varones, ya que suelen quedar a cargo de los niños de la casa, es decir, de sus hermanos pequeños. Esta realidad la contrasto con mensajes que recibo todos los días en mis redes, básicamente: ellos terminan de comer y se van a estudiar o a jugar a la play y ellas se quedan lavando los platos.
Matrimonio infantil. Más extendido de lo que se cree.
-¿Todavía?
-La domesticación de las mujeres en todo el mundo sigue siendo atroz. En América Latina, según UNWOMEN uno de cada tres niños y niñas nacen de una madre menor de 19 años. El matrimonio infantil es equivalente en cifras al de Asia: sucedió que allá ha disminuido y en América Latina se sostiene. Cambian los gobiernos, el feminismo, pero el matrimonio infantil sigue presente, sobre todo en chicas de catorce o quince años que quedan embarazadas. Con altas las tasas de matrimonio o convivencia y embarazo infantil, además de todo lo que desmotiva a las mujeres a seguir educándose y estudiando, la sociedad continúa reproduciendo la mano de obra barata que después mueve el mundo y las fábricas. Las mujeres en México, por ejemplo, van a trabajar con sus hijos durante quince, veinte horas.
-Vos hablabas del enorme valor social de todas estas tareas invisibilizadas, un valor social por el que nadie paga un beneficio monetario. Es lo que se quiere demostrar con el paro de mujeres cada 8M.
-Y cómo cuesta. Supongamos que establecemos que se reconoce el trabajo de las mujeres, pero ¿es ese el camino? Ahí sí que no tengo respuestas. Creo que no las tiene nadie. He leído el trabajo de Silvia Federici, que ha sido enorme en este campo. En su texto El patriarcado del salario, ella propone un salario, pero después la he escuchado hablar y sugiere una estructura comunitaria de cuidados. No hay respuesta porque la condición de cuidadora de la mujer, desde chica cuando lo primero que le regalan es una escoba, es tan estructural que si tuviéramos que reconfigurar esa condición, tendríamos que transformar las economías de todos los países. Básicamente, tendría que cambiar cómo se mueve el mundo a nivel económico.
-¿Por dónde pasa entonces la igualdad en una pareja heterosexual?
-La igualdad pasa por entender las desigualdades estructurales y plantarse a partir de ahí. Y el falso mito del empoderamiento femenino que lo puede todo es también una manera de seguir haciéndonos cargo de los cambios sociales a nosotras –teniendo que reproducir la lectura especializada sobre el cambio– y seguir eximiendo a los varones del rol fundamental que deben asumir en esta urgente reflexión que necesitamos como sociedad. ¿Es igualdad pagar la cuenta mitad y mitad? Cada cual verá dentro de la pareja, pero si el varón gana mucho más, no es igualdad pagar la cuenta a medias –hablo de una pareja formal, no de una primera cita–. Se supone se tienen que apoyar, ¿no? Si no, uno estaría perdiendo más que el otro, al igual que la distribución de la riqueza en la sociedad misma. Si pagan los mismos impuestos los que ganan cien y los que ganan mil, algo está mal.
Florencia Freijo. En una charla con Leamos en la Feria del Libro.
Quién es Florencia Freijo
♦ Nació en Mar del Plata en 1987.
♦ Es politóloga, especializada en perspectiva de género.
♦ En 2019 publicó Mal Educadas, un libro donde trabaja sobre la educación recibida por las mujeres a lo largo de la historia.
♦ En 2020 salió Solas (aún acompañadas).
♦ Trabajó en la Argentina, Paraguay, Ecuador y Alemania en temas referidos al desarrollo humanitario y el acceso a derechos humanos.
“Decididas” (Fragmento)
Le escribo a la que por primera vez me conoce como autora pero está buscando respuestas sobre por qué a veces siente que no puede torcer su destino: la que cree que no puede salir de esa relación que no la satisface, la madre que cree que es su culpa estar empobrecida, las cansadas, las hartas, las que piensan que nunca van a liderar mientras ven que su compañero con menos estudios asciende sin pausa, las que tienen miedo de alzar la voz, las que aún no se animan a pedir lo que quieren en la cama, las que creen que jamás van a modificar su relación con el dinero, las que piensan que ya se les hizo tarde para torcer el rumbo de su vida.
Tengo el honor de escribirles a niñas, adolescentes y mujeres adultas, que se han volcado a mis libros y no tienen idea de lo mucho que en lo personal me han reconfortado. No hay un día en que no piense en las jóvenes de trece a dieciséis años que me expresan que se sienten aliviadas luego de leer (Mal) Educadas. Me resulta muy gratificante la amplitud en las edades de mis lectoras y me desafía a ajustar mi forma de escribir para hacer la lectura accesible pero, sobre todo, para que a través de mis libros se sientan contenidas, abrazadas y con herramientas.
Les escribo a quienes piensan que estos libros son «de autoayuda» con una suerte de mirada despectiva, como si las mujeres leyéramos solo sobre psicología y emociones. Estamos leyendo libros que exponen conclusiones en el campo de la Historia, la Sociología, la Antropología y la Economía. Porque sabemos que el único camino posible es el de tener información. Ya no nos consuelan «tips» para ser mujeres disponibles y agradables. Nos estamos fortaleciendo, y dejando de pintar de rosa lo que siempre estuvo gris.
Les escribo también a los varones, porque muchos leyeron (Mal) Educadas y entendieron la raíz de algunos comportamientos. Me entusiasma que no estén buscando mujeres que los eduquen emocionalmente sobre cómo ser parejas, padres, hijos; y que sean ustedes quienes se den cuenta de que hay mucho que modificar respecto de lo que les enseñaron que es la masculinidad. Me emociona que no se hayan sentido intimidados por un título que parecía que les hablaba solo a las mujeres. Nosotras hace años los leemos, es hora de que nos escuchen.
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Fotografía: infobae