Por: Gilberto Dorantes Álvarez. 20/05/2016
México es un país de grandes contrastes, pues mientras algunas familias concentran unas de las mayores fortunas del mundo, aún tenemos niños que viven en la miseria, y no solo en esa miseria económica de la cual casi siempre nos hacen referencia los medios de comunicación, sino la otra parte de la miseria concerniente a la educación, a esa miseria cultural socavada día a día por los intereses imperialistas decididos a controlar las economías mundiales.
Por ese motivo nuestra diversidad cultural se irá extinguiendo poco a poco hasta convertir a México en una potencia consumidora de productos extranjeros y con ello llegarán de la mano problemas de salud como la obesidad, superados solo por la Unión Americana. Según algunos investigadores, las estadísticas nos mantienen como el consumidor número uno en el consumo de bebidas azucaradas. Éstas a la vez empiezan a provocar serios problemas de salud, los cuales contraen enfermedades como la diabetes, hipertensión arterial, insuficiencia renal, enfermedades cardiovasculares, triglicéridos altos entre otras.
Este tipo de problemas de salud a México le trae otro problema mayor, pues al convertirse en un problema de salud pública, el gobierno se ve en la necesidad de erogar gastos mayores para curar las enfermedades provocadas por el excesivo consumo de este tipo de bebidas. Y un problema de salud pública conlleva a un problema económico y es aquí donde entran los políticos depredadores que consiguen bajar grandes cantidades de dinero para el sector salud, pero por arte de magia, muchos millones de pesos se quedan en el camino sin llegar al sector más vulnerable.
Hace algunos años, se manejaron distintos programas para ayudar a la población para combatir la obesidad, en las escuelas se prohibió la venta de alimentos chatarra, (que en sí, no son alimentos, pues tienen un gran contenido de azucares y sales y estas por si solas no pueden considerarse como alimentos).
En la escuela se modificaron en parte esas conductas alimenticias, pero el gobierno jamás supervisó que estas modificaciones se realizaran y por ende se regresó a prácticas antiguas nocivas para la salud. Cabe hacerse la pregunta ¿Por qué el gobierno no actuó en consecuencia? La respuesta debe ser más que obvia, porque las grandes empresas productoras de este tipo de comidas y bebidas que por cierto son transnacionales, no son empresas a las cuales el gobierno pueda decirles que dejen de producir y distribuir ese tipo de alimentos. Al contrario, los dueños de Coca-cola si pueden decirle al gobierno que les abra todas las plazas posibles para vender sus productos, los cuales sabemos dañan la salud de los consumidores.
Esto se convierte en un negocio redondo, porque entre más gente se enferme, las ganancias serán mayores tanto para los elaboradores de chatarra, como para la industria farmacéutica. Pues asegura una mayor venta de medicamentos para combatir las enfermedades que están siendo provocadas por otras industrias. El gobierno le cobra impuestos a ambos sectores, o los dueños les ayudan en las campañas políticas y a los políticos les da parte del pastel, para que se les permita continuar envenenando al pueblo mexicano.
Para combatir toda esta situación de corruptelas, existen formas, tales como cambiar nuestros hábitos alimenticios, pero son formas que el pueblo no quiere adoptar, pues es tanta la contaminación publicitaria que tenemos que el mexicano prefiere “desayunarse” unas sabritas y tomarse una coca-cola en lugar de comer en su casa un taco de frijoles con chile y un vaso de agua. Por desgracia ya le han cambiado el pensamiento a millones de compatriotas que prefieren una hamburguesa, con esta acción muchos se siente superiores a los demás, se están dejando manipular, nos están arrancando nuestra cultura, estamos permitiendo que desaparezca el mercado popular y con ello estamos dañando aún más al campo mexicano. “No permitamos arranquen las raíces del nopal, porque el águila ya no tendrá donde posarse”.
Reflexionemos mientras llega el próximo café.
Fotografía: aporrea