Por: Revista El Salto. 25/04/2018
¿Bitcoin? ¿Qué mierda es esa? ¿La moneda que usan criminales y vendedores de drogas?
A ver cómo te lo cuento. Llevo ya bastantes años intentando explicarlo en palabras llanas pero esta vez empezaré compartiendo mi utopía para que no te lleves a engaños sobre mi posición al respecto.
Creo en un mundo donde el dinero sea totalmente innecesario. Vale, ya te dije que era mi utopía. Creo en un mundo con muchas pequeñas economías locales fuertes y felices conectadas entre sí como redes de intercambio y cooperación. Economías locales donde cada cuál hace lo que mejor sabe hacer, todas se ponen de acuerdo en cómo hacer aquello que casi nadie querría hacer y todo el mundo dispone de los recursos y reservas comunes. ¿Dónde está el dinero en mi utopía? No existe, porque no tiene utilidad alguna.
Rebobinemos…
UNA BREVÍSIMA HISTORIA DEL DINERO
Si aceptamos que por allá, en los albores de la civilización, grupos humanos estrechamente emparentados con ciertos mamíferos del orden de los primates se las arreglaban subsistiendo sin imaginar siquiera algo parecido al dinero, tendremos que preguntarnos cuándo, dónde y, sobre todo, por qué nació una idea tan perturbadora.
Aceptemos que esos nuestros ancestros hacían uso de los recursos disponibles eficazmente y, sin duda, conseguían lo que no encontraban en su entorno a base de intercambios con otros grupos más o menos cercanos. Así debió nacer el trueque; lo cual posiblemente no era una cosa tan sencilla como decirlo pero dio lugar a eso tan divertido (o engorroso, según se mire) de negociar cuántos cestos de avena silvestre debo darte a cambio de esos núcleos de pedernal tan chulos.
Alguien se dio cuenta posteriormente de que en su territorio existían ciertos recursos que escaseaban en otros lugares. Tal vez un depósito de ámbar o algún tipo de ópalos mágicos. Como, para bien o para mal, procedemos de primates fuertemente jerarquizados, el macho o la hembra alfa (que están ahí porque se las saben todas) perciben claramente que esto del ámbar o los ópalos es un asunto de enorme interés para su grupo.
En el momento de la historia en el que nos encontramos, es más fácil viajar por ahí y traer a la cueva cosas útiles. “A la gente le fascina nuestro ámbar o nuestro ópalos iridiscentes. Pero claro, hay que gestionar bien esto y para eso estoy yo” piensa el jefe o la jefa (más adelante solo el jefe, que para algo la naturaleza le ha dotado de una admirable fuerza muscular, piensa). Así que con la inestimable colaboración del sector chamánico y el sector músculos se hace cargo de la gestión del ámbar, ópalos, piritas o cualquiera que sea el maravilloso recurso abundante en la zona y escaso en el resto del mundo conocido.
A partir de aquí suceden numerosos enredos que la historia recoge como establecimiento de la agricultura, creación de urbes, etc… todo ello salpicado con sus dosis adecuadas de guerras y conflictos por, básicamente, defender la exclusividad de los recursos más o menos naturales.
Llegamos, no sin profusión de tribulaciones, al feudalismo. Ahí ya tenemos desde hace tiempo metales brillantes que son muy adecuados para grabar en ellos la cara del macho alfa, para que a nadie le queden dudas de quién gestiona todo esto.
El mundo es un lugar agradable para quienes controlan el dinero
Pero el Homo Sapiens, que así nos gusta llamarnos, no se caracteriza exactamente por una inteligencia práctica, sino por una insidiosa capacidad para barrer individualmente hacia sí y descartar elegantemente cualquier cargo de conciencia. Por tanto, las cosas siguen evolucionando de esta manera:
El metal es escaso y no siempre da para financiar los macroplanes del macho alfa y de sus feudales amigos. Vale que pueden hacer que la chusma trabaje para ellos aunque pasen penurias y hambre. La gente es muy resistente. Y crédula, en muchos casos. Basta aplicar un poco de magia en forma de impuestos y religión (porque las ideas sobrenaturales siempre han funcionado estupendamente para mantenerlos bajo control). Pero, ¿no es de por sí magia que se hayan convertido en algo tan importante esas medallitas brillantes con la cara del jefe grabada en ellas? A partir de aquí, solo es cuestión de borrar los límites.
No solo son magia los impuestos y el control mediante ideas relacionadas con torturas eternas para la gente díscola. Es que también se puede hacer que la gente confíe sus medallas a gente de confianza a cambio de papelitos con unas letras que digan que se pagará al portador X medallas. Todo a cambio de una modesta comisión. Y ya pueden viajar por esos caminos del Señor con mayor tranquilidad. Las élites tocadas por el aura mágica del jefe siempre tan atentas a las necesidades de sus vasallos.
La imprenta ha facilitado mucho esta magia. De lo anterior a imprimir papeles de esos a cascoporro solo hay una delgada linea. A la gente le gustan y hasta se matan por ellos. Qué le vamos a hacer… dejémosles que disfruten.
Hoy en día, nada respalda esos papeles o esos círculos de metal común más que la confianza. Es un dogma de fe basado en que, aparentemente, a todo el mundo le gustan y están dispuestos a dar lo que sea por un número razonable de ellos. El mundo es un lugar agradable para quienes controlan el dinero.
Y ENTONCES LLEGÓ BITCOIN
Estamos ya en el año 2008 y, aprovechando los grandes avances de la tecnología y esa misteriosa red global de comunicaciones llamada Internet, a alguien se le ocurre crear una moneda electrónica sobre la que, en principio, nadie tiene un control directo. Sin embargo, dicha moneda se crea según unas reglas precisas que nadie puede alterar y todo el mundo puede conocer sin que haya duda alguna sobre ello. Es una moneda infalsificable, segura y muy, muy práctica. Y, durante unos pocos años, rodeada de un incómodo silencio general.
Espera, espera… ¿quieres decir que ya no es el jefe el que controla una moneda? Uy, eso puede poner muy nerviosos a quienes durante siglos y milenios han ejercido un férreo control sobre este asunto.
Y así es.
LA CREACIÓN DE MONEDA ES UN DERECHO HUMANO
O debería serlo. Bitcoin marca un antes y un después en la historia. Por primera vez la gente puede usar sin mucho miedo una moneda que no ha sido emitida por un ente central llamado Estado, rey, gobierno o Señor del Orbe Conocido.
No es necesario ser mentalmente muy espabilados para comprender que el control del dinero es lo único que se necesita actualmente para someter a las personas y hacerse con los recursos de la tierra así como con los medios de producción. Eso de que “la gente” pueda usar una moneda que escapa al control de la élite dominante no puede ser bueno (para la élite dominante). Obligar a las personas a usar una moneda creada y controlada por entidades centralizadas supone mantener a la gente en una relación de dependencia, sumisión y explotación sistemática sin salida alguna. Si en alguna suerte de pensamiento ingenuo alguien piensa que el dinero tal como lo hemos conocido hasta ahora es algo creado exclusivamente para facilitar la vida y las relaciones sociales o comerciales de las personas comunes y corrientes, ese alguien disfruta de una capacidad de visualización de conjunto bastante escasa. Hoy no es absolutamente necesario ir aniquilando gente o lanzando ejércitos contra territorios rebeldes para hacerse con la riqueza de esos territorios. No en la mayoría de casos. Basta con inyectarles dinero y convertirlos en esclavos de una deuda impagable.
El control del dinero es lo único que se necesita para someter a las personas
Por eso, la esclavitud no es un asunto del pasado, ni mucho menos. No hacen falta cadenas físicas para someter a millones de personas a una vida indigna. Es mucho más fácil, eficaz y limpio manejarlos con el látigo invisible del dinero. Si no me crees es porque piensas que vives libre a pesar de dedicar una gran parte de tu vida a un trabajo con cuyo salario pagas básicamente techo y comida. Y no te quejes. Es lo que hay. Si te sobra algo, inviértelo en un plan de pensiones, te dicen. Es decir, “déjanos tu dinero si te sobra” no vayas a creerte demasiado poderosa.
Entonces, ¿qué pasa ahora? ¿Tenemos que usar esa mierda de Bitcoin, que es lo que usan criminales y vendedores de drogas, para ser libres?
POR FAVOR, PIENSA PERO PIENSA CON INTELIGENCIA
¿Criminales y vendedores de drogas has dicho? La mayoría prefieren Euros y Dólares. ¿Te planteas esas dudas sobre los billetes que llevas en el bolsillo? Probablemente han financiado más actos de corrupción, crímenes y guerras que todos los que puedan haber financiado todos los Bitcoin existentes en todos los años de su existencia.
Bitcoin es dinero porque se puede utilizar para obtener productos y servicios. Es más, Bitcoin es simplemente dinero. El dinero siempre ha sido algo perturbador pero, reconozcámoslo, tal como hemos montado o hemos dejado que se monte este mundo el dinero es una herramienta más o menos útil. Estamos muy lejos de mi utopía, lo cual no quiere decir que haya renunciado a ella.
Solo es una puñetera moneda el Bitcoin. Pero una moneda descentralizada, no controlada por Estados y, cierto, es una moneda que propicia algo socialmente muy rompedor: la desobediencia y la abundancia. Cierto, no me crees, pero confío en que tienes la apertura mental suficiente para seguir leyéndome un poco más.
BITCOIN SOLO FUE EL COMIENZO DE ALGO MUCHO MÁS GRANDE
Bitcoin abrió la puerta. El código de Bitcoin es abierto y cualquiera puede usarlo para crear otras monedas electrónicas con reglas diferentes. Desde luego, no diría que Bitcoin es la mejor opción entre todas ellas pero cabe concederle el mérito de haber mostrado un camino. Bitcoin es inaceptable para muchos porque su manera de funcionar es totalmente antiecológica; se necesita una cantidad de energía enorme para mantener la red Bitcoin y cada transacción realizada depende de un suministro de energía totalmente incompatible con una mínima conciencia sobre el medio ambiente. Por otra parte presenta una serie de problemas que no facilitan en nada su uso para pequeños pagos. Es algo valioso, si, porque la gente le hemos dado ese valor. El valor fluctúa de acuerdo con el mar arbolado de la confianza. Es decir, su valor es pura especulación ahora mismo y está basado en la oferta y la demanda que, como es bien sabido, son los efectos derivados de la confianza o la desconfianza de los mercados. Nunca he dicho que el Bitcoin sea una moneda fuera del pensamiento capitalista. Lo único que digo es que una herramienta que hasta ahora solo ha sido instrumento de poder ha devenido en una herramienta que todo el mundo puede utilizar a su favor. No es un gran paso hacia mi utopía pero sí lo es en cuanto a las reglas del juego. Ahora todo el mundo puede jugar con fichas que no son propiedad del casino. Y esto está empezando a poner de cabeza al mundo y bastante nerviosos a los propietarios del casino.
¿Existen monedas que puedan ser usadas con mayor propiedad como herramientas de un verdadero cambio económico y social? Pues si, claro. Desde el momento en el que rompemos lazos con los entes centrales que controlan el dinero entramos en una etapa en la que el dinero se democratiza. Ya no es un instrumento de control y opresión puesto que puede ser usado con otras reglas; las que nosotras queramos crear para usar esa herramienta. Si Bitcoin sigue siendo una moneda cuyo valor viene dado por la especulación y alrededor de la cual van apareciendo oportunidades para utilizarla como medio de intercambio existen otras con mejores características. Actualmente existen miles de monedas electrónicas basadas en la misma idea de Bitcoin pero que funcionan de otra manera o se basan en principios más sustentables. El valor de algunas, incluso, no viene dado exactamente por la oferta y la demanda sino que se lo otorga la comunidad de personas que las utilizan de forma práctica y el ecosistema que construyen alrededor de ella. Es más, en algunos casos no es la moneda el eje principal de ese ecosistema sino sus valores humanos y sus principios éticos. Naturalmente debo escribir entonces sobre mi favorita.
UNA MONEDA JUSTA
Tengo que referirme necesariamente a FairCoin (que significa precisamente “moneda justa”). Creada a partir de una derivación inteligente del código de Bitcoin presenta características muy interesantes: se repartió de una manera bastante equitativa tras su creación y, posteriormente, fue elegida como la moneda electrónica más conveniente por una comunidad activista denominada FairCoop. FairCoin es posiblemente una de las monedas electrónicas más amigables con el concepto de ecología ya que los requerimientos energéticos para sostener su red son extremadamente bajos. Pero, lo más importante, los principios éticos sobre los que se sustenta el ecosistema que se está creando a su alrededor están basados en la idea de la Revolución Integral, el intercambio entre iguales y la ética hacker que descarta posiciones de poder así como la cooperación y la ayuda mutua mediante el uso de la tecnología. Un apunte más: esta comunidad que se autoorganiza de forma abierta y horizontal decide por consenso el valor de FairCoin respecto a las referencias que usamos habitualmente como son el euro y otras monedas centralizadas. De esta forma, su valor frente al “mundo exterior” va haciéndose progresivamente mayor, empoderando a la comunidad de personas que la utilizan como medio de cambio y reserva de valor.
Desde luego, hay muchas otras opciones que se pueden ensayar para empoderar la economía local de las personas como, por ejemplo, bancos de tiempo y monedas sociales. Ambas propuestas, con todas sus posibles variantes, siempre representan riqueza en su más amplia definición para las comunidades que implementan estas o similares opciones y deben, en mi opinión, ser ensayadas y sustentadas con todo entusiasmo. Pero presentan, por otra parte, algunas limitaciones especialmente para establecer relaciones con otras comunidades, más allá de lo puramente local.
Por ello, es bueno contar con una moneda que pueda ser aceptada globalmente; aunque sea como moneda auxiliar a otras de ámbito más local. Y también, sin duda, tener una moneda que sirva como reserva de valor en el tiempo, que nos permita cubrir nuestras necesidades en situaciones difíciles como pueda ser en caso de enfermedad o en nuestra ancianidad. De ahí que, en momentos en los que estamos desengañándonos del falso paternalismo de los Estados, cuando se nos amenaza con no poder contar con su ayuda tras largos años de aportar a la caja común con nuestro preciado tiempo y esfuerzo, es cuando tenemos que empezar a pensar en autogestionarnos seriamente. No hablo, por supuesto, de seguir alimentando al insaciable monstruo del capitalismo en forma de planes de pensiones privados sino con proyectos y herramientas que nos permitan tener la conciencia tranquila a la vez que nos aprovisionamos para que el invierno de nuestra vida pueda desarrollarse con la tranquilidad que todo ser humano merece. FairCoin cumple estas condiciones y representa una de las más sólidas alternativas a las herramientas económicas con las que hasta ahora contábamos. Y, nuevamente, debemos agradecérselo al camino que abrió Bitcoin a partir del cual podemos dirigirnos hacia nuevos y fascinantes objetivos. Nunca, en la historia de la humanidad, se nos ha presentado una oportunidad igual para quitar piedras al enorme y aberrante castillo económico que hemos construido. Aprovecharlo o resignarnos a continuar soportando todas estas cadenas de la esclavitud económica forjadas a partir del concepto “dinero” ya es una decisión personal. Vita brevis est. Elijamos lo que queremos hacer con ella, pero con fundamento. Para todo lo demás: carpe diem.
DESOBEDIENCIA
Desobediencia es la capacidad para decidir que no quiero seguir formando parte de este juego o, al menos, con las reglas que nos han impuesto unilateralmente. Hazte preguntas: ¿cuántos Euros hay? ¿cómo se crean? ¿cuáles son las motivaciones tras la obligación de usar dinero centralizado? ¿quiénes ganan siempre en este juego? Crear espacios donde la economía se rige por otros parámetros no supondrá la destrucción radical de un sistema en el que no creemos y que no queremos. Pero, mirémoslo así, puede suponer abrir una grieta en un montón de mierda en el que buceamos y entrever un rayo de luz. La desobediencia siempre ha sido el camino hacia la libertad.
Bitcoin y muchas de sus alternativas permiten la desobediencia económica, romper eslabones de la esclavitud, salirnos de un sistema creado para mantener en una discreta pobreza a quienes aportamos la fuerza del trabajo. El miedo es nuestro peor enemigo y el uso de medios para crear miedo es de primero de “teoría del poder absolutista”. Podemos usar monedas electrónicas descentralizadas para no pagar impuestos que no queremos pagar. No estoy sugiriéndolo para conseguir enriquecernos sino porque cada vez somos más conscientes de que la “caja común” se utiliza de forma corrupta. Siempre podemos utilizar el dinero para apoyar otros proyectos más en consonancia con nuestra idea de lo que debe ser el mundo. No quiero financiar sus guerras, pagar a parásitos sociales, rescatar bancos que no han tenido reparos en estafar a sus clientes… [continúa con lo que se te vaya ocurriendo]. Quiero que el esfuerzo de mi trabajo contribuya a crear un mundo mejor, si es posible. O, al menos, quiero intentarlo para que esta vida breve tenga algún sentido. Quiero desobedecer seriamente; no comulgar con ruedas de molino, no servir a intereses en los que no creo. Personalmente, no busco enriquecerme porque deseo vivir en un mundo en el que nadie tenga necesidades básicas que no pueda satisfacer.
Vivimos en un mundo abundante pero con unos recursos espantosamente mal distribuidos. Y este sistema económico que sufrimos es la causa fundamental de todos los desastres que nos soliviantan. Frente a esto no cabe la resignación.
ABUNDANCIA
¿Tenemos dudas respecto a que el planeta sobre el que vivimos es abundante en recursos?. La pobreza es únicamente un mal reparto. Somos conscientes de que una pequeñísima parte de la humanidad atesora y hace uso de esos recursos egoistamente. No podemos aceptar simplemente que es un mal inevitable. Todas tenemos nuestra parte cuando aceptamos el juego y, desde luego, hay caminos para hacerlo mejor. Es cierto que no puede existir razonablemente un crecimiento infinito pero, a pesar de comprenderlo, nos resignamos a que esto es así. Los que se han arrogado en dueños de los recursos de la Tierra y los medios de producción se nos presentan aduciendo que están creciendo poco. Su apetito es insaciable y es el motor del empobrecimiento progresivo al que nos someten. Desengañémonos: hemos creído que tenemos derechos y ahora, cuando estos retroceden porque, dicen, “hemos creado” una crisis sin precedentes, lo aceptamos mansamente. Debo repetir: la vida es corta… y esto hace que enseguida nos adaptemos a nuevas y peores condiciones porque “esto es así y no hay otra manera”. Somos la gente la que nos apretamos el cinturón para que los de siempre sigan obteniendo beneficios y manteniendo su tren de vida. Es necesario decrecer pero, sobre todo, deben decrecer quienes son más voraces. Quienes sufren a cambio de (malamente) un techo y comida no son los culpables de esta situación. Menos aún quienes no tienen ni eso.
¿Es coherente hablar de decrecimiento y abundancia en el mismo párrafo? Permíteme justificarlo.
¿Estamos de acuerdo en que vivimos en un planeta abundante? Espero que sí estemos de acuerdo si consideramos un uso racional de los recursos y una tasa de consumo suficiente para cubrir las necesidades básicas de toda la humanidad. Si lo vemos seriamente llegaremos a la conclusión lógica: los recursos se sobreexplotan para dar salida a la necesidad de un consumo aberrante. A partir de aquí, creo que podemos entendernos.
¿CÓMO PUEDE UNA MONEDA FACILITAR LA DESOBEDIENCIA Y GENERAR ABUNDANCIA?
La primera parte, está clara. Si una moneda que se pueda usar en una economía real no está controlada por un ente central está claro que puede servir para desobedecer los requerimientos de ese órgano de poder.
¿Y lo de generar abundancia? Tiene que ver con el tipo de moneda de que se trate y en el contexto de un ambiente económico claramente empobrecedor para la mayoría.
Si cobras tu salario en Euros (podrían ser dólares o pesos, da igual) y los guardas en una cajita para usarlos dentro de un año, comprobarás que han perdido valor. Te dan menos cosas por ellos. Esto es un fenómeno que, incomprensiblemente, parecemos haber aceptado como si fuera una ley física incuestionable. Las personas hemos tratado de lidiar con esto de muchas maneras. Hay monedas sociales o locales, por ejemplo, que se “oxidan”, es decir, cuanto más tiempo las guardes menos valen, lo que te obliga a usarlas localmente (pues son todas ellas de ámbito local). Esto favorecerá el flujo de la moneda y una economía local sana. Claro que también conlleva algo de estrés porque si no hay muchas opciones para usarlas te ves obligada a comprar cosas que a lo mejor no necesitas en este momento para evitar perderlas. Pero si su implantación es potente en una comunidad y hay muchos sitios que aceptan esa moneda local la idea es interesante. Como contrapartida, tal tipo de monedas no sirven para ahorrar; algo que es totalmente lícito si buscas obtener tranquilidad en tu vida.
Pero las monedas emitidas por los Estados son la única opción legal de dinero. Nos las han vendido como un medio para intercambiar por cosas o servicios así como una reserva de valor para nuestras necesidades futuras. Por tanto, es insólito que se pierda valor adquisitivo guardándolas. Esto se explica porque son monedas inflacionarias, es decir, pierden valor con el tiempo porque, sencillamente, se crean de forma continua. No hay límite. Si observáramos los gráficos que representan la emisión de Euros o Dólares nos estaríamos preguntando si acaso no estamos creando una burbuja que terminará estallándonos en la cara. Euros, Dólares y otras monedas semejantes se crean continuamente a voluntad de los organismos emisores que las controlan. Si cada vez hay más en circulación es lógico que cada una de ellas tendrá menos valor. Y así nos pasamos la vida luchando porque los salarios se correspondan con la pérdida de valor adquisitivo de tales monedas cosa que, como se puede ver, no siempre sucede. Estas monedas se convierten en medios de opresión. Quien tiene la mano en el grifo de la moneda puede mantener bajo control la zona económica que depende de esa moneda. En consecuencia, puede controlar la vida de las personas y promover movimientos sociales a su antojo. No hay nada más efectivo para contener las protestas sociales, el deseo de vivir en mejores condiciones, que tener a la gente preocupada por llegar a fin de mes.
Las monedas electrónicas descentralizadas, en su mayoría, son deflacionarias. Es simple, son escasas. De esas monedas se sabe perfectamente cuántas hay y cuántas habrá en un futuro y ese parámetro no se puede modificar. En consecuencia, cuánta más gente las usa, cuántos más sitios acepten esa moneda, más valor tendrán respecto a cualquier moneda inflacionaria. Como todas las monedas emitidas por Estados o uniones de Estados son claramente inflacionarias (ningún estado renuncia al poder que otorga poder acuñar más moneda cuando le conviene) está claro que una moneda deflacionaria que se utilice como dinero irá adquiriendo más y más valor frente a aquellas.
Las monedas inflacionarias funcionan muy bien si tienes unos ingresos crecientes a lo largo del tiempo. ¿Te suena? Crecimiento infinito. Pero si no es así, si recibes un salario, te van a hacer sufrir toda tu vida.
En este contexto aparece Bitcoin, Ether, Litecoin, Faircoin y tantas otras. Monedas cuyo valor comparado con las monedas inflacionarias de curso legal se ve incrementado con el tiempo. Y esto despierta la codicia humana que, las más de las veces, busca vías rápidas para llegar a formar parte del exclusivo club del 1%. Ya te lo digo, no es el camino apropiado tratar de emular al capitalismo más desbocado. Por otra parte, si una moneda aumenta de valor desmesuradamente deja de tener sentido su uso porque la mayoría querremos guardarla para cambiarla en un futuro por la moneda del Estado que sea y vivir desenfrenadamente.
Pero si conseguimos aprovechar las cualidades de las monedas electrónicas descentralizadas y, además, creamos una potente comunidad cohesionada usándola y con unos principios éticos razonables que consensúa su valor también muy razonablemente y lo adapta de forma mesurada a su uso real ¿qué obtenemos? Una moneda confiable, perfectamente usable, no controlada por Estados, con capacidad para ejercer la necesaria desobediencia y que genera en dicha comunidad una sensación real de abundancia. Una moneda que se puede usar con alegría y, a la vez, te permite mantener unas reservas para tiempos más difíciles. Dicho de otra forma, una moneda que además te permite tu propio plan de pensiones sin el cargo de conciencia de cómo se usará el dinero que vas aportando. Ahora eres tú tu propio banco y tú decides cómo, cuándo y de qué manera se usa tu dinero. La revalorización razonablemenete mesurada de una moneda cuya emisión es finita en relación a las monedas inflacionarias se produce sin que en el proceso se empobrezcan países ni se creen desequilibrios económicos en ninguna parte. Parece un truco de magia, alguna suerte de engaño como el de los esquemas piramidales; pero no, es puramente un asunto natural solo posible cuando no hay intereses oscuros asociados a la emisión y circulación de dicha moneda.
El asunto del dinero ha cambiado mucho. Ahora hablamos de monedas con unas reglas claras e inmutables cuyo funcionamiento es totalmente transparente. Eso es algo que nunca había ocurrido porque hasta ahora el dinero siempre ha sido monopolio del poder. Estamos ante un nuevo paradigma económico. Aprovecharlo o que lo aprovechen los de siempre está ahora en nuestras manos.
MORALEJA
Mi utopía sigue siendo utopía pero como la vida es breve he decidido hacer algo. Acepto que las monedas electrónicas descentralizadas son un camino; las utilizo como herramienta para ejercer mi desobediencia y gestionar mi vida económica. Uso FairCoin como moneda corriente ya que puedo pagar mi comida con ella y algunas cosas más. Las prefiero a las monedas que, hasta ahora, solo han servido de instrumentos de opresión. Te recomiendo que tú también lo consideres. Si es posible, nos encontraremos en mi utopía y si no, tal vez, nuestras hijas o nietas. Pero, en todo caso, he decidido traspasar la grieta abierta y echar a andar hacia algo mejor. ¿Me acompañas?
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Fotografía: Revista El Salto