Por: Fidel Quiñones Marín. 28/06/2018
1° de julio
Al despertarme, tendré presente la frase: “La esperanza es desear que algo suceda, la fe es creer que va a suceder y la valentía es hacer que suceda”.
Acudiré temprano a votar. No sentiré el miedo que promueven los anuncios televisivos, porque tengo la esperanza de un futuro diferente para mi país.
Al esperar mis boletas electorales, recordaré a mis padres y mis maestros. Tendré presente el mandato simbólico mis padres: “ser una persona útil a la sociedad y a la Patria” y recordaré el ejemplo de mis profesores como personas y profesionales que contribuyeron a mi formación magisterial.
Al votar lo haré con la vocación en las manos, es decir con alto compromiso social hacia la formación de la niñez y juventud del país, con el sentido de responsabilidad hacia la defensa de la escuela pública mexicana y de los derechos de los principales agentes de la regeneración educativa: los maestros y maestras de México.
También votaré con el orgullo de mi profesión. Evocaré el anhelo de la reivindicación del normalismo y el magisterio como procesos generadores de profesionales de la educación y de la enseñanza, brindado por instituciones con amplía tradición formativa: las escuelas normales mexicanas y las universidades pedagógicas.
Al depositar mi voto en la urna correspondiente, confirmaré la posibilidad del cambio verdadero que se expresa en tres principios: verdad, honradez y lealtad hacia el pueblo.
Al despedirme de los funcionarios de casilla, reafirmaré que junto con el sufragio, también se ejerce el derecho a la esperanza, a la fe y a la valentía.
Fotografía: seccionsindical