Por: Mariano Pacheco. LOBO SUELTO. 06/05/2020
Entre el “preferiría no hacerlo” melvilleano (Bartlebly), y el “lo hacemos por costumbre” delezeuziano/guattariano, me quedo con éste último. Las efemérides son una costumbre argentina, y en tiempos de redes sociales y pandemia, mucho más. No me considero, lo que se dice, un amante de las efemérides. Pero puesto a elegir, prefiero los aniversarios de natalicio que los mortuorios. Así que en función de seguir tejiendo este “secreto compromiso de encuentro” entre las generaciones pretéritas y las actuales, como supo decir Walter Benjamin, van estas líneas rescatando la figura y algunas aristas del pensamiento de Félix Guattari, quien nació un día como hoy, 30 de abril, no en Argentina sino en Francia, hace 90 años.
I- La crítica, siempre
Con Félix Guattari –decimos Guattari para usar un nombre propio que expresa una diversidad de nombres y experiencias colectivas– la critica de la economía política, inaugurada por Karl Marx, va un paso más allá, introduciendo también la dimensión de la crítica de la economía subjetiva. Si el deseo y la producción subjetiva son del orden de la infraestructura, entonces, en los años del Capitalismo Mundial Integrado –como luego en la era del “realismo capitalista” de la que nos habla Mark Fisher– la apropiación de la producción subjetiva serán fundamentales, junto al control político y el antagonismo social nacido en el ámbito de la producción material.
Parece un matiz respecto del “marxismo clásico”, pero contiene consecuencias teórico-políticas fundamentales, puesto que desde allí Guattari va a construir su planteo de “Tres ecologías”: una “ambiental”, que replantee el vínculo entre la humanidad (acción depredatoria) y el planeta; otra “social”, atravesada por las luchas de clases; y, finalmente, una tercera dimensión, la “ecología mental”, que asume que el capitalismo, en su fase neoliberal, profundiza la angustia, la tendencia a la soledad, el individualismo y la neurosis, separando a los sujetos del campo social y privatizando el malestar. “No hay oposición entre las tres ecologías –escribe Guattari–. Toda aprehensión de un problema medioambiental postula el desarrollo de universos de valores y por lo tanto, de un compromiso ético-afectivo”.
II- La invención, por sobre todas las cosas
“Nosotros no hemos conseguido inventar una estructura política que sea capaz de desarrollar esos dos tipos de lucha al mismo tiempo; y por eso pienso, los movimientos sociales se han vaciado en lo esencial”.
Quien habla, para referirse a esta dicotomía incruenta establecida entre la micro y la macro-política, no es un militante argentino de la generación del 2001, sino Félix Guattari, en los años ochenta, reflexionando en torno a experiencias como la “Autonomía Obrera” en la Italia de fines de los setenta, y su incapacidad para evitar el aislamiento, pensar la relación entre las experiencias puntuales y la “comprensión global que las clases populares tenían de los problemas”. Así, según Guattari, las experiencias de la autonomía terminaron “replegándose sobre sí mismas”, presentándose como “tribus totalmente externas en relación con el conjunto del campo social”.
¿Por qué esta incomprensión de quienes comprendieron tan bien los cambios que habían acontecido en las sociedades capitalistas de posguerra? Quizás porque esencializaron uno de los momentos de la construcción, podríamos arriesgar. Porque redujeron la política revolucionaria a la construcción local desde abajo.
“Es preciso inventar un medio que permita la coexistencia de esas dos dimensiones. No sólo un medio práctico, un medio de intervención real, sino también un nuevo tipo de sensibilidad, un nuevo tipo de raciocinio, un nuevo tipo de teoría”, comenta Guattari, para quien, si bien lo fundamental pasa por la micropolítica (en tiempos en que poco o nada se hala sobre ella), la dimensión macropolítica no puede quedar fuera del horizonte de una analítica crítica.
En ese sentido, es un autor que presta una profunda atención a la importancia de “desmoralizar” el análisis. “En el nivel de la micropolítica no puede funcionar una una lógica maniqueísta, a aprtir de la cual los ´buenos´ podrían hacer un agrupamiento entre sí para ir a atacar a los ´malos´”. Algo similar había anunciado ya en Mil mesetas (segundo tomo de Capitalismo y esquizofrenia), junto a Gilles Deleuze, cuando sostuvieron que en el rizoma “habita lo mejor y lo peor”.
No se trata de copiar o cambiar de modelos, sino de inventar, de “encontrar una salida”, para decirlo en los términos kafkianos de una literatura menor (la que anuncia un pueblo que falta).
III- Relaciones de fuerzas y revolución molecular
Si la “Revolución molecular” pasa para Guattari, fundamentalmente, por la transformación singular y la experimentación grupal para salirse de los “modelos dominantes de subjetivación” (sistemas modelizantes), queda claro para él –asimismo– que ningún movimiento molecular “podría sobrevivir durante mucho tiempo sin establecer una política en relación con las fuerzas existentes, con los problemas económicos, con los medios de comunicación…”. Es decir, que son los cambios en las relaciones de fuerzas (plano molar) los que pueden dar respuestas fundamentales a problemáticas que afectan a un país, como pueden ser el hambre, o el fin de una guerra en las disputas internacionales.
Esta mirada sobre la “Revolución molecular” asume lo molar como lugar de constitución de las grandes identidades, no para negarlas, sino para intervenir sobre ellas. Así, si la micropolítica pasa por ejercer una “analítica de las formaciones del deseo en el campo social”, la macropolítica pasa por operar transformaciones a nivel de las instituciones. No se trata entonces de construir un gueto en el cual analizar los modos dominantes de subjetivación, sino de agenciar los procesos de singularización en el propio nivel en el que emergen, combinando la lucha en el frente del deseo con la lucha de clases más general. Operar una transformación en la relación entre el movimiento de autoorganziación de la actividad social y el Estado, también forma parte de la Revolución molecular, puesto que es a nivel molecular, también, en donde se expresan los modelos que hacen depender a la política de los poderes del Estado. Como todo marxista, también Guattari entiende que algo que tiene que ver con una revolución implica un “momento de irreversibilidad de un proceso”, que a su vez es proceso de “no retorno al mismo punto”.
Por eso para Guattari, la revolución es un “proceso que produce historia”, que termina con “la repetición de las mismas actitudes y de las mismas significaciones”.
Una revolución así, que duda cabe, es un proceso, una dinámica imprevisible, que apuesta a la experimentación y la creatividad, tanto en el plano singular, como colectivo.
“Conseguir que las finalidades del movimiento político en su conjunto no se reduzcan a los objetivos de toma del poder político, de reivindicaciones contra la derecha, de reivindicaciones sociales y de derechos”, escribe Guattari. Y agrega: “Conseguir que, a través de todas las dialécticas de esos procesos de autonomía en el campo social, el movimiento político desemboque en una de las finalidades fundamentales de la singularidad y la autonomía”.
No se trata entonces de oposición/exclusión, sino de conjunción, de co-existencia de dimensiones de la intervención política, y de su mutua contaminación.
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Fotografía: LOBO SUELTO.