Por: Marcelino Guerra Mendoza, Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal. Columna: CORTOCIRCUITOS. 02/03/2020
A la magisteria revoltosa de
todos los rincones del país
En distintos foros a los que hemos sido invitadxs, acostumbramos iniciar nuestra participación con un reconocimiento a la magisteria revoltosa; es una forma de rendir homenaje y reivindicar el papel de las maestras en la lucha y resistencia magisterial desde siempre.
Las maestras son quienes mantienen las movilizaciones, preparan comida, acuden a las marchas, elaboran propaganda, impulsan y mantienen a flote los movimientos, a menudo poniendo por delante el cuerpo. En contraste, son las eternas ausentes en las dirigencias de los comités ejecutivos seccionales y en las Comisiones Únicas de Negociación, pese ser mayoría y estar en la primera línea de movilizaciones. Así son las maestras.
A propósito de lo que consideramos una necesaria reivindicación y justo reconocimiento, y frente a la progresiva intensificación de actividades y la sobre- explotación del trabajo a la que está siendo sometido el magisterio nacional en general, pero de manera central las maestras, vale la pena abrir el debate sobre sus condiciones de trabajo.
El debate resulta necesario no sólo para esclarecer la cantidad de trabajo que tienen que cumplir cotidianamente por un salario que difícilmente cubre sus necesidades básicas y las de su familia, sino también para abrir la posibilidad de construir demandas a tono con los tiempos que corren, desde los propios colectivos escolares, desde los sindicatos y toda clase de instancias de representación, a fin de mejorar sus condiciones laborales y salariales, considerando todo aquello que realizan cotidianamente dentro y fuera de la escuela.
Bajo esta perspectiva, nos permitimos plantear aquí algunas rutas posibles para iniciar un debate tan necesario como impostergable: la importancia de la revolución feminista en el magisterio, demanda no solo actuar y estar en la primera línea de la lucha, sino comenzar a plantear formas de trabajo distintas desde los centros escolares.
Según datos del INEE, correspondientes a 2018, tan solo en primaria, la mitad del magisterio nacional está conformado por mujeres; en contraste, el 54.9% de los cargos directivos son ocupados por hombres.
Las maestras cubren siempre una jornada doble o triple; les toca realizar, como a todos los demás, diversas actividades administrativas y académicas dentro y fuera de la escuela; pero además, se hacen cargo de otras responsabilidades, realizan mayores actividades fuera del centro de trabajo, desde antes de salir a trabajar, y después, cuando regresan al hogar.
Construir posibles vías de transformación en lo personal y en lo colectivo, a través del debate con las compañeras maestras, pasa por reconocer las condiciones de trabajo y las necesidades de las maestras; solo así será posible avanzar en la construcción del común desde, en y para el trabajo docente femenino.
Proponemos aquí algunos ejes como posibles vías a seguir para construir nuevos caminos hacia una transformación educativa de y con las maestras.
Primero.- Antes del debate colectivo, resulta necesario que cada maestra reflexione de forma autocrítica acerca de la realidad y situación escolar que vive en lo personal. De esta forma, cada una podrá estar en condiciones de compartir con las demás compañeras, percepción, pensamiento, emociones y acción acerca del trabajo que desarrollan cotidianamente.
Segundo.- Ya va siendo hora de discutir por un lado, la gran cantidad de reglas coercitivas impuestas desde la administración central y estatal del sistema educativo, así como el modo en que operan para controlar el comportamiento de las maestras. Por otro, analizar desde cuándo comenzó la devastación del tejido social en las escuelas, cómo se envenenaron las relaciones con las demás maestras, los compañeros docentes, directivas y directivos, padres de familia y, fundamentalmente, con los alumnos. Porque no cabe duda, con las sucesivas reformas educativas, ese cúmulo de reglas represivas ha aumentado, afectando a su vez las relaciones y precarizando el trabajo docente femenino. De ahí que resulte urgente problematizar desde la escuela, estas cuestiones para encontrar alternativas distintas, por fuera de las reglas impuestas.
Tercero.- A partir de la autocrítica personal y el debate colectivo, sería posible formular ejes orientadores para el desarrollo del trabajo educativo en la escuela, más allá, de las reglas que funcionan también como obstáculos a la imaginación, creatividad y libertad para encontrar formas de abordar las distintas problemáticas sociales, económicas, políticas y afectivas que desbordan a una escuela incapaz de contener la irrupción de toda clase de expresiones violentas y miserias humanas. Resulta impostergable generar una cultura distinta a la impuesta desde la lógica patriarcal que rige la educación, donde las maestras parecen estar condenadas a implementar programas, planes y toda clase de determinaciones diseñadas por otros desde fuera y al margen de la realidad escolar, espejo de lo que ocurre en la sociedad.
Son múltiples los ejemplos de problemáticas que podrían y deberían convertirse en temas de interés para la enseñanza. Sin duda, provocan resquemor, pero es imperativo abordarlos. Uno de ellos es la misma revuelta feminista que recorre el mundo y reclama independencia y trato igualitario hacia las mujeres; otro es el acoso, el abuso y la violencia sexual, dentro y fuera de la escuela; los feminicidios y la pederastia; la portación de armas en las escuelas; los suicidios infantiles y juveniles; la extorsión a maestras y maestros; los protocolos de seguridad; el deterioro ambiental; las condiciones de trabajo e intensificación de actividades; el pago del salario en tiempo y forma; los derechos laborales del magisterio en general y de las maestras en particular.
Son solo algunos de los temas que podrían detonar la reflexión y pensamiento crítico, a partir de situaciones vividas cotidianamente antes, durante o después del trabajo en el salón de clases. De esta forma podría tal vez, encontrarse una forma de expresar y articular lo personal con lo social y el compromiso político, bordando un tejido más allá de la información superficial vertida en las redes sociales y medios de comunicación, más allá también del simple sentido común o de la emisión de juicios de valor sin antes tomarse el trabajo y el tiempo necesario para diseccionar la complejidad y profundizar en su comprensión, a través de construcciones compartidas como condición necesaria para avanzar en la la revolución femenina dentro del magisterio.
Cuarto.- Construir posturas más claras sobre la importancia, el valor y el potencial transformador de las mujeres en el magisterio, resulta impensable sin un debate y discusión junto con los compañeros maestros. Como dice Rita Segato, “una falla del pensamiento feminista es creer que la violencia de género es un problema de hombres y mujeres.
No se trata de atizar el fuego de la guerra separatista entre sexos, ése no es el problema, sino el sistema patriarcal que hombres y mujeres reproducen. Además, no hay que perder de vista lo básico: la problemática educativa y laboral en las escuelas es de todo el magisterio; lo importante es llegar juntas y juntos a posiciones colectivas, cada vez más compartidas, a modo de configurar un común para el trabajo escolar. En este proceso resulta fundamental preguntarse acerca de las estrategias más oportunas para vencer la naturaleza del dominio patriarcal que no es propio de los hombres sino que también, de una u otra forma, ha infiltrado y se ha instalado en la condición femenina, llevando a las maestras, en algunos casos, a ejercer el poder patriarcal de formas todavía más autoritarias que las utilizadas por los hombres.
Debatir el trabajo que realizan las maestras tendría que ser por partida doble: trabajo remunerado y no remunerado, dentro y fuera de la jornada laboral, y por otro lado, el trabajo de cuidados que realizan en casa, bajo la premisa de ir construyendo demandas que abarquen todas las aristas del trabajo que realizan las maestras, en contraste con el tiempo mínimo necesario para su esparcimiento y descanso personal, tan necesario como justo, en tanto trabajadoras al servicio del Estado.
Quinto.- Es evidente que el trabajo de las maestras no se limita a lo establecido fromalmente, tampoco a lo que los docentes están obligados a realizar porque así lo indica un contrato. Están también las actividades que como parte de un sistema patriarcal, le han sido determinadas e impuestas a las mujeres en la sociedad. Por ejemplo, una docente tiene un tiempo corto de descanso ya que debe levantarse temprano para cocinar, limpiar, preparar el desayuno, alistar a los hijos para la escuela y atender al marido para salir al trabajo. Tiene que llevar a los hijos a la escuela si es que no están inscritos en su centro de trabajo. Su deber es llegar antes para recibir a los niños, hijos de otras mujeres que también trabajan, e iniciar sus labores docentes. La jornada de trabajo formal, por la que recibe un magro salario (en primaria es de alrededor de seis mil pesos mensuales en promedio, cubriendo una jornada de 22 horas semanales, con un horario de 8 a 12:30 en una escuela de jornada regular), aparentemente concluye al salir de la escuela. Sin embargo, es común que se lleven trabajo a casa, además de la jornada de trabajo doméstico y de cuidados que cubren con los hijos y en el hogar.
Es necesario por tanto, distinguir el trabajo docente femenino del trabajo docente en general; sin duda, el primero implica muchas más actividades que las realizadas en la escuela y el aula. Reconocer esto implica adoptar una perspectiva distinta, demandas diferenciadas como punto de partida para el establecimiento de las colectivas. Si el salario y las condiciones de las maestras no mejora sustancialmente, la crisis en las escuelas y el tipo de educación que en ellas ofrecen, se verá gravemente afectada, continuará deteriorándose, con el consecuente deterioro de la salud mental, física y emocional que sufrirán las maestras a corto plazo.
La cantidad de trabajo que desempeñan las maestras para conseguir el sustento familiar cada vez es mayor para cubrir el aumento en el precio de los alimentos, servicios de salud, casa, transporte, luz, agua. Sacrifican así su tiempo de descanso y recreación personal y familiar, indispensable para tener una vida digna. La población femenina del magisterio se verá sumida en una crisis de salud cada vez más profunda, más grave y acelerada. Frente a este panorama, no se trata de discutir a quién le va mejor o peor, si a las maestras o a los maestros o quién enfrenta mayores riesgos de salud o se enferma más y con mayor frecuencia. El problema es estructural, el deterioro del trabajo docente obedece entre otras razones, a que está mal remunerado. La situación se torna más grave si quienes sostienen la economía familiar y social en el sistema educativo son las mujeres maestras. No hay vida que alcance ni cuerpo que resista la intensificación de actividades dentro y fuera del centro de trabajo a que el sistema somete al magisterio. Por eso, cuidar la vida de las maestras es cuidar la vida del magisterio.
Definitivamente, la revolución feminista en el magisterio nos tiene que alcanzar a todxs. Comencemos por considerar las cargas laborales y domésticas de las maestras, es un primer paso, fundamental, para abordar el tema de la sobre explotación del magisterio femenino. Es también un punto de partida necesario, para estar en posibilidad de trazar demandas conjuntas, nuevas banderas de lucha para dignificar el trabajo docente, al magisterio en general, y a las maestras que lo sostienen en especial.
Solo a partir del reconocimiento de la profunda precariedad laboral en que se encuentra el magisterio, y el trabajo docente femenino en especial, será posible arribar a la construcción de un común a partir del cual, se re articule la resistencia magisterial.
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