Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 3 de octubre de 2020
La Muerte de un Burócrata
La Muerte de un Burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966)
Brillante comedia kafkiana donde los brazos de la ilógica política latinoamericana (y por qué no, la mundial) se desplazan animosamente –con portento y claridad–sobre un entramado que se hilvana y apodera de manera mayúscula sobre la voluntad de un grisáceo personaje al cual habrán de irle cerrando, minuto a minuto, los respiros de todo razonamiento al tiempo que le presentan sagazmente, cual aire de libertad, una ventana a la excentricidad y el desvarío. La sombra que cierne aquí el maestro Gutiérrez Alea sobre esta bien cimentada estructura es de una valentía a reconocer; logra un magistral balance entre la crítica social y la voz revolucionaria de la Cuba Fidelista.
Desde el inicio de la cinta, en la secuencia de créditos principales, hay que tomar nota y prestar atención pues el realizador cubano –considerado por muchos como el mejor director de la historia en dicho país– asienta el tono de la cinta con una dedicatoria colectiva a aquellos que para él son y serán los grandes interventores en la construcción fílmica mundial. Desde Buñuel hasta Jean Vigo y pasando por nombres y apellidos tan emblemáticos como Buster Keaton, Welles, Bergman, Monroe, Kurosawa, Harold Lloyd y demás, es como Gutiérrez Alea guía su luz tonal principal para enmarcar este laberinto burocrático, meandro nacido de una naturaleza sin sentido y orden establecido, que en vez de ir presentando las posibles salidas y resoluciones más ensimisma el conflicto y termina por convertirse en una amalgama de situaciones caóticas que crecen incluso más rápido que la disposición por aclararlas; pareciera incluso que nacen antes del apremio y se quedan ahí, esperando y haciéndose fuertes para cuando se les requiera.
Hilarante y entretenida, la primera capa de esta cinta evoca al cine mudo en una apuesta evolutiva (cosa que el propio realizador ya había expuesto brevemente en la introducción de otra de sus obras: Las Doce Sillas, 1962), evoca igualmente al simbolismo con diversas secuencias oníricas que nos rememoran y nos presentan también una labor de estudio a personalidades como Buñuel y Bergman. Evoca al sentido critico con una buena dosis de negrura en el humor, nos hace partícipes del gusto por el dolor propio y ajeno. Evoca, claro, a la reflexión y en el subtexto nos golpea de lleno pues es un reflejo de lo que vivimos a diario a cada paso laboral, gubernamental y/o bien sociocultural. Somos, pues, piezas de un rompecabezas sin forma, trozos de aquel espejo roto con el que Alea retrata nuestra realidad burocrática. Esta cinta de un brillante humor se traduce brutal y directamente, vista desde otra perspectiva menos sensata, en una trama de terror tan temible como verdadera.
Bajo una voraz narrativa, cargada de una sencillez y agilidad sumamente eficaces, es como construye Gutiérrez Alea su historia. Apoyado de la fotografía de Ramón F. Suárez, que articula bien los espacios y tiempos de la irreverencia proyectada, destaca el hábil uso entre la cámara a mano y la cámara fija. El montaje de Mario González nos permite estar en el momento exacto de cada situación, nos convierte en testigos activos de una tragicomedia que a bien podríamos vivir a escasos minutos de terminada la película. La unión final, claro, que suma aún un tono más satírico es la música compuesta por el renombrado guitarrista Leo Brouwer.
La Muerte de un Burócrata de Tomás Gutiérrez Alea resulta algo más que una clara alegoría social, es el espontáneo reflejo de aquello que sin saberse visto espera una respuesta a algo aún no concebido. Es una falacia que tienen un peso real, crudo y mordaz en los caminos transitados de cada jornal. Ilustra y deconstruye el acontecer burocrático en una plegaria que, del otro lado, en ese universo político/laboral, es tan solo una sugerencia. Los contrastes que se marcan son cínicos y pasmosos. El logró de haber podido traducir todo ello en una sutil comedia negra es de aplaudirse. Lo que Gutiérrez Alea logra aquí es gracias a un ojo y análisis profundo de todo aquello que pasa por encima, debajo y por sobre nuestros pies minuto a minuto, segundo a segundo. En la vida nada es fortuito y todo tienen su valía, claro, y el buen cine siempre se compromete con ello. He ahí su universalidad. Aunque claro, mucho de eso ha pasado ya también a forrar parte de los pasillos del papeleo mercadológico.
La Muerte de un Burócrata de Tomás Gutiérrez Alea
Calificación: 4 de 5 (Excelente).
Fuente: https://www.facebook.com/1598949577050090/posts/2720636051548098/
Fotografía: jiribilla.cu