Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 2 de junio de 2018
Kundun (Martin Scorsese, 1997)
Es la lucha y la cercanía con la emancipación el motor principal de la catarsis y el ego en los personajes dentro de la obra de Scorsese, es la contienda a la que afrentan la que los dirige y establece –mayormente en un espacio citadino con todos esos brazos y callejones circundantes que crean un laberinto de posibilidades con los que deberán igualmente de lidiar. Los anhelos y autonomías son su musculatura más conocida dentro de dichos escenarios, claro, pero en ciertos respiros, quizá incluso los más personales y encarnados dentro de sus figuraciones autorales, es que se halla la religiosidad. El dogma de la duda y la devoción es una fibra circundante en su discurso que en pocas ocasiones ha colocado en el primer plano de sus entramados pero que cuando lo ha expuesto, ha mostrado su brazo más expresivo y alegórico. En el caso particular de Kundun (lamentablemente quizá una de sus cintas menos vistas), podemos incluso encontrarnos con un enfoque estético cuasi pictórico.
La apertura narrativa, sobre todo en la primera hora del filme, activa un lienzo sobre el que se manifiestan coloridos retablos, persuasivas ilustraciones y efigies de una belleza capital que inundan la pantalla y atrapan con una fuerza inusitada. Guías, todas ellas, de un camino en que se centra una disputa tanto personal como externa, una disyuntiva de la renovación; contienda entre la sabiduría y la madurez que rivalizan con el deseo del poder y el arrebato. El atropello, pues, resulta ser la conquista y la derrota del silencio; provocaciones directas que en plena calma desatan el camino y la furia, la intranquilidad y el ansia. Las aspiraciones que se disparan en caminos y probabilidades que van de las campos oníricos hasta las decisiones más radicales. Aunque la cinta carece de un ataque directo y en plena lógica dentro del campo emotivo, la ilación que se busca proviene de las inflexiones de nuestro personaje central, un Dalai Lama virginal en casi todos aspectos que habrá de tomar las riendas de su destino y el de su pueblo al entender el significado de su función y cometido.
Con un guión estructurado más en unidades/bloque que en un evidente encadenamiento de acciones, el bosquejo que redacta Melissa Mathison junto a la puesta en escena de Scorsese, y el siempre potente montaje de Thelma Schoonmaker, roza en más de una ocasión lo abstracto; arista metafísica donde las brillantes y enérgicas imágenes de Roger Deakins y su fotografía develan, radiantemente, una paleta de colores y texturas que juegan con la obviedad de la zona y la cultura pero que la elevan a un estado de encomio y fuerza que llena la pantalla de sobremanera. La partitura de Philip Glass, instaurada en gran parte en su distintiva y pertinaz cadencia de notas, reviste y acopla de manera primordial los elementos con los que juega la película.
En lo que quizá sea la cinta con el estilo menos reconocido de Scorsese, no podemos negarnos tampoco al hecho de que varias de sus nociones se conjugan a bien dentro de la trama. Su personaje central batalla con la vida que le ha escogido y abrazado para el dolo, sus pensamientos se instalan en un aura de expiación y a pesar de las dificultades intenta ir siempre hacia adelante. El camino esa arduo, sí, muy a pesar de no hallarnos frente a la jungla urbana. Muy a pesar de no tener ese telón metropolitano en el cual uno puede esconderse y aguardar. Kundun, pues, es una cinta que ensimisma la alusión a un destino y un futuro que aún se anhela, que aún no acude a la realidad pero que nos dictamina en sus subtextos, su estilo y su discurso, que la entereza y la calma nos brindará la seguridad de la esperanza… ¿Qué más si no podemos obtener en esta vida?
Kundun de Martin Scorsese.
Calificación: 2.5. de 5 (De Regular a Buena).
Fuente:
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Fotografía: Pinterest