Por: Juliana Díaz Lozano. 30/11/2024
Las luchas feministas han logrado posicionar la importancia de los trabajos de cuidados y sostén de la vida. Asimismo, desde perspectivas antirracistas y decoloniales se ha señalado que ese trabajo, como tantas otras cosas, está desigualmente distribuido según criterios de clase, género, racialización, nacionalidad. A nivel global, esto se explica por la migración masiva de mujeres y feminidades del sur al norte global, cuyo destino principal prácticamente obligado, es el trabajo del hogar (mal) remunerado. Algunos números pueden ser útiles para ilustrarlo. En el mundo hay 67,1 millones de trabajadorxs domésticxs, de lxs cuales 11,5 millones (casi un 20%) son migrantes internacionales (OIT, 2013). Dicho de otro modo, prácticamente unx de cada cinco trabajadorxs domésticxs en el mundo es unx migrante internacional. Y este proceso se ha recrudecido en los últimos años, con la multiplicación de guerras y exilios forzados que estamos presenciando. Solo para mencionar un ejemplo, en Europa y Asia Central, lxs migrantes son el 55% de lxs trabajadorxs del hogar; el 31% en Asia Central y Occidental y el 25% en Europa del Este; en los Estados Árabes, e 83% del sector está compuesto por personas migrantes (OIT, 2021).
Desde los estudios feministas se explica que en los países más desarrollados existe una crisis global de cuidados, con un crecimiento y envejecimiento demográfico que genera demanda de cuidados, y la imposibilidad de cubrirla desde la mano de obra local. En vinculación con este proceso surgen las cadenas globales de cuidados ligadas a las migraciones internacionales, por las que se establece una división internacional de este trabajo. Los países menos desarrollados, o más empobrecidos, expulsan personas muchas veces como consecuencia de las políticas de empobrecimiento y saqueo promovidas por los ricos del mundo y los países centrales. Estás personas que migran desde el sur, terminan ocupadas en las peores condiciones, como trabajadoras de limpieza, cuidados de personas mayores, niñxs, o asistentas con cama adentro, comúnmente llamadas “internas”. Justamente la situación de estas últimas es señalada como de semi-esclavitud por parte de las organizaciones internacionales de trabajadoras. Quienes viven en las casas de sus empleadorxs no suelen disponer de espacio y tiempos propios para vivir, sus tareas no tienen límites claros y los salarios son mínimos o inexistentes, debido a que trabajan por vivienda y alimentación. En muchos casos, los colectivos de trabajadoras del hogar están planteando la abolición de esta forma de trabajo “con cama adentro”, que genera procesos de aislamiento, abusos y violencias dentro de las casas que son profundamente invisibilizados y cuyas víctimas principales son las trabajadoras migrantes.
Por otra parte, las mujeres representan aproximadamente el 74 por ciento (es decir, unos 8,5 millones) de todxs lxs trabajadorxs domésticxs en el mundo. Por tanto, podemos afirmar que el trabajo doméstico y de cuidados a nivel internacional está básicamente a cargo de las mujeres pobres, y en gran medida, racializadas.
Este proceso se ve con mucha claridad al analizar cómo se articula la crisis de los cuidados en Europa con la migración internacional femenina desde los sures del mundo. Para citar un ejemplo, en España en 2023, había más de 355.000 empleadas como personal doméstico, según datos del Régimen Especial de Empleados del Hogar. De ellas, casi la mitad, 159.114, eran extranjeras. Esta cifra no considera a la enorme cantidad de migrantes irregulares, por tanto, no contabilizadas. Efectivamente, se estima que 1 de cada 4 trabajadoras del hogar no está registrada. Rafaela Pimentel, migrante dominicana en Madrid e integrante de la organización Territorio Doméstico, explica la vinculación entre la crisis de cuidados, la división del trabajo y el racismo en relación con los trabajos de las mujeres migrantes: “La relación es el contexto patriarcal que hace recaer mayoritariamente en las mujeres los trabajos de cuidados y al mismo tiempo son las mujeres migrantes las que asumen este trabajo, pues constituyen un colectivo vulnerable que muy a menudo, debe renunciar a derechos para tener trabajo y sustento”, sostiene.
A su vez, desde algunos sectores críticos de los feminismos, se afirma que el trabajo del hogar remunerado, además de suplantar sistemáticamente el trabajo no realizado por los varones, es el que garantiza privilegios de unas mujeres -quienes pueden pagar los cuidados- sobre otras, las que cuidan y al decir de Nancy Fraser, no tienen quién las cuide. Este dilema es inseparable de la imbricación de las relaciones de género con las de clase y raza. Efectivamente las que cuidan son en su mayoría mujeres y feminidades racializadas, pobres, del sur global. Y, en gran medida, aunque con diferencias en cada lugar, son los hogares con mejores condiciones las que se benefician de los cuidados mal pagos. Para las trabajadoras migrantes, además, la relación con su país de origen también suele ser de obligación y cuidados. Por una parte, por la necesidad de enviar las remesas, por el otro, porque muchas veces la migración significó dejar en el país de origen a hijxs, padrxs, hermanxs, a cargo de otras mujeres de la familia, con las cargas de responsabilidad económica, culpa y preocupación que conlleva estar pendiente mientras se está lejos. Es decir, las migrantes cuidan en el norte global a otras personas, mientras no pueden cuidar presencialmente a sus familias en sus lugares de origen.
Constanza Cisneros, cuidadora, activista y migrante ecuatoriana en el Estado Español, explica: “hay una relación entre división del trabajo y racismo, “hacemos los trabajos que no quiere hacer la gente de aquí. Y no los hacen porque ha sido minusvalorado el trabajo de cuidados, como un trabajo miserable y que solo pueden hacerlo las personas que son lo último de la sociedad”. En consonancia, Amarilis Tapia, migrante peruana en Berlín, define: “somos personas de segunda categoría, específicamente las latinoamericanas (…) y obviamente, las personas indígenas, con rasgos indígenas, somos sinónimo de trabajo de limpieza, o de niñera, trabajos sin derechos, pero que sin embargo son muy importantes”, agrega.
Estos testimonios condicen con los estudios que señalan que el trabajo de hogar y de cuidados está circunscrito por la lógica de la colonialidad y la feminización, siendo jerarquizado en base a ejes de poder, como clase, raza, etnia, origen y nacionalidad[1]. Las malas condiciones en que se realiza, la falta de derechos sociales y laborales y la situación irregular de las personas en los países de destino refuerza este “efecto destino” para las migrantes.
Llanquiray Painemal es una mujer mapuche migrante en Berlín y luchadora por la regularización de lxs migrantes en la organización Respect. Como muchas otras migrantes de Abya Yala[2], al llegar a Alemania, se dedicó al trabajo del hogar remunerado. En un encuentro sobre migración y trabajo del hogar organizado por la Coordinadora Internacional de Trabajadoras del Hogar Feministas, habló sobre su experiencia. “Mi momento más feliz era cuando yo no hablaba el alemán, porque no entendía nada. Entonces me parecía un país muy bonito, muy ordenado, la gente muy amable. Cuando aprendí la lengua me empecé a dar cuenta que esta sociedad tiene un problema muy profundo de racismo. Es muy racista y te lo hace ver cotidianamente y está muy arraigado en las estructuras”, sostiene. Y agrega, “es muy difícil el camino para la integración: aprender el idioma, tener un trabajo decente, tener derechos, entender incluso las leyes. Es muy complicado llegar a ´integrarse´”.
Según la trabajadora Rafaela Pimentel Lara, que es además integrante de la organización Territorio Doméstico, “el capitalismo lo que quiere es seguir teniendo vidas en esas condiciones para que puedan sostener este sistema brutal”. Visto así, el trabajo del hogar desigualmente distribuido no sólo constituye un subsidio a los varones que no lo realizan y al Estado que no lo resguarda, sino al capital, que no lo remunera. “Si no hay recursos puestos en políticas públicas que reorganicen los cuidados- agrega- la crisis de los cuidados vamos a tenerla siempre. Y además no solamente la crisis de los cuidados, sino que las personas que los realizamos vamos cada vez más en declive” concluye.
Crecimiento de las derechas, racismo y migración
Las trabajadoras del hogar migrantes en Europa que fueron entrevistadas señalan un recrudecimiento de la criminalización y discriminación para las migrantes pobres en los últimos años. Algunos procesos entrelazados explican, a sus ojos, esta creciente persecución: la pandemia, la guerra en Ucrania, el ataque de Israel a Palestina. Los gobiernos, independientemente del signo político, y con grandes diferencias por país, han reforzado sus mecanismos de represión interna y sobre todo, el control sobre la protesta y los reclamos ciudadanos, bajo el fundamento de la seguridad y la defensa de los valores de occidente.
En Alemania, específicamente, bajo la acusación de antisemitismo, se prohíbe toda manifestación en contra del genocidio en Palestina. Explica Llanquiray, que al declararse el Estado Alemán como un aliado incondicional solidario con el Estado de Israel, “todas las personas que salimos a protestar corremos el peligro de criminalización”. Esto se manifiesta, por ejemplo, en “la prohibición de un montón de slogans que en otros países se permiten. Al comienzo [de la invasión] no se permitió ninguna protesta contra el genocidio y ahora sí, eso ha sido una lucha de la comunidad palestina que ha salido a la calle”, agrega. Esto se combina con un discurso, tanto de fuerzas de derecha como de izquierda en contra de la migración.
La entrevistada hace referencia, por un lado, al crecimiento político de la fuerza de ultra derecha “Alternativa para Alemania”, que actualmente es segunda fuerza en el país[3]., Según la activista, “la derecha está haciendo una delegación de que los migrantes son los que traen el antisemitismo. Alemania ya no es antisemita, dicen, sino que ahora los antisemitas son los migrantes. Con ese discurso se está legitimando una política para deportar en masa”. Para completar el cuadro, desde la organización se denuncia un trato muy desigual con lxs migrantes blancos provenientes de Ucrania, mientras que se expulsa a refugiados africanos y de otras procedencias.
En cuanto a las fuerzas de izquierda, Tapia señala un corrimiento hacia la intolerancia contra lxs migrantes. De hecho, la nueva fuerza de izquierda liderada por Sahra Wagenknecht, miembro del Parlamento alemán, luego de irse del partido Die Linke (La Izquierda), declaró que está en contra de la inmigración descontrolada porque atenta contra la justicia social para los alemanes[4].
Para Amarilis, esta situación está generando mucho temor en las migrantes latinoamericanas en Berlín, en su mayoría, sin papeles. “Genera miedo movilizar, que te detengan y deporten”. Esto configura, para las trabajadoras del hogar migrantes, profundas dificultades para reclamar derechos sociales y laborales básicos. Esto ocurre a pesar de que en la mayoría de los casos no acceden a vivienda, educación y salud, que suelen ser privilegios para quienes tienen carta de ciudadanía. “Es el miedo que existe en las que somos migrantes sin papeles, porque si la policía te para y tú no sabes qué decir, eso puede ser una situación que termine en una deportación y muchos temen a eso, porque para venir a veces acá una empeña la casa o se hace un préstamo. Entonces tienes que ayudar a tu familia, y eso hace que no se manifiesten, que no se pronuncien, son esas leyes que nos tienen atadas a muchas personas migrantes”, ilustra Amarilis.
Este clima general conservador se rubrica con cambios normativos a nivel supranacional. En el marco de un crecimiento de las corrientes de derechas en Europa y en el mundo, este año la Unión Europea estableció un nuevo Pacto Europeo de Migración y Asilo (PEMA). En la práctica, este acuerdo, según denuncian organizaciones de DDHH como Amnistía Internacional supone un endurecimiento de la política migratoria.
Alexa Patricia Martínez Mazabel es migrante colombiana en Palmas de Gran Canarias y como muchas migrantes, se desempeñó durante años en el trabajo de cuidados remunerado. En la actualidad, como activista de la organización Regularización Ya, señala al pacto como un agravamiento de la situación actual, que define como de “masacre migratoria”. Este Pacto contiene un conjunto de cinco reglamentos que afectan cada uno de los procesos de gestión de asilo y migración. En líneas generales, lo que plantea es una reducción de los derechos de las personas en movimiento. Incluye la toma de datos biométricos de todas las personas que lleguen al continente, reduce las obligaciones de los Estados receptores y convierte a las fronteras en espacios de no derechos. Explica la activista, “se ha creado una situación jurídica en la que se considera que una persona no ha llegado a la unión europea hasta que sea autorizado por el estado miembro. Aunque esa persona esté físicamente aquí, en la frontera no constará como si estuviera. Y esto vulnera lo que es el convenio europeo de DDHH y los tratados internacionales”. Además, con el PEMA se aceleran los procesos de deportación, acortando tiempos para la resolución desfavorable a las personas migrantes[5].
A nivel global, la demonización de la inmigración y el avance de posiciones racistas viene siendo una estrategia de las derechas y ultraderechas en la última década. Sus representantes más visibles en la política, amplificados por las grandes cadenas de medios de comunicación disputan el sentido común de las mayorías en sus países culpando a las personas migrantes de todos los males. En Francia, Emmanuel Macron asume discursos de extrema derecha, normalizado el racismo y la deshumanización contra la población migrante, contra los árabes y musulmanes, vinculándolos con la inseguridad. En consonancia, impulsa reformas legales para endurecer las medidas contra migrantes. Donald Trump utiliza términos como “ocupación” e “infección” del país por parte de lxs migrantes latinos, a quienes responsabiliza de todo problema económico y social que, en definitiva, es generado por el capitalismo. Promete, que, de ganar las elecciones, va a eliminar esa “infección”. Estos discursos, repetidos hasta el cansancio, desresponsabilizan a los verdaderos culpables de las injusticias sociales y propician un corrimiento del sentido común hacia la derecha y naturalizando la deshumanización y discriminación hacia las personas migrantes que sostienen estos países.
La organización es el único respaldo
Para las trabajadoras del hogar migrantes organizarse colectivamente para defenderse es imperioso. Igualmente tejer alianzas con otros colectivos y sectores que les puedan dar, al mismo tiempo, visibilidad, y cierto respaldo ante una condición muy vulnerable.
Respect es una organización política surgida de una red europea fundada en 1998 con el objetivo de organizar a las mujeres migrantes en el trabajo doméstico remunerado y defender sus derechos, más allá de su condición legal. En Berlín la componen alrededor de una decena de mujeres, tienen articulaciones amplias, y luchan por el derecho a poder optar por trabajos dignos, el reconocimiento del aporte de las migrantes en los cuidados y en contra de las leyes criminalizadoras. Dice Amarilis,
“Si las migrantes no salimos a las calles, mucha gente acá no sabe que hay personas con estos problemas. Incluso alemanes en otros colectivos, se sorprenden de que no tengamos derecho a nada. Eres un invisible porque tu trabajo de alguna manera hace que la economía de este país siga creciendo, siga adelante. Pero no se hace de manera formal, solo informal.
Yo particularmente cuando venía un policía en el metro sabía el derecho que ellos tienen sobre mí, sentía que venían por mí. Me asustaba y me ponía nerviosa. Y estando en Respect perdí ese miedo de alguna manera, tanto así que cuando salíamos a las demostraciones siempre estamos en primera fila, porque me siento respaldada por mis compañeras. Hay toda una estrategia para poder salir a las calles, y por eso yo salgo”.
Desde Respect impulsan la campaña “Legalización Ya”, donde confluyen con decenas de organizaciones de diferente tipo para lograr la regularización de lxs migrantes. En ese marco, se produce una militancia estrecha con los feminismos vernáculos, incluso, pensándose parte de una lucha común por los derechos humanos.
Manifestación de Respect en Berlín.
La organización Territorio Doméstico de Madrid es, a la vez, una organización de trabajadoras del hogar migrantes y feministas. Por lo que, al mismo tiempo, se visibiliza la desvalorización de los cuidados y su injusta distribución, la discriminación a las migrantes latinas y la falta de derechos laborales. Incluso están impulsando un nuevo sindicato específico para trabajadoras del hogar. Pimentel sintetiza:
“El impacto de la lucha de nuestras organizaciones se traduce en avances concretos, como la ratificación del Convenio 189 de la OIT[6], alcanzada el pasado año y en estos momentos, como parte del desarrollo de la ley se van implementando nuevos derechos, como el derecho a prestación por desempleo, bajas médicas, etc. Actualmente estamos enfocadas al reconocimiento de las enfermedades profesionales que aún no están reconocidas como tales”, comenta. En este caso específico, se enuncia la articulación de demandas de corto plazo vinculadas a derechos y de largo plazo como cambiar la organización y distribución capitalista, patriarcal y racista de los cuidados como estrategia para unificar al sujeto de lucha. Asimismo, las demandas en torno a la regularización de las trabajadoras migrantes forman parte de la misma lucha y mirada estratégica.
Resulta un desafío para el sector de trabajadoras del hogar migrante pensar formas de organización y visibilización. El cansancio, la frecuente ilegalidad, las modalidades de trabajo y el temor a perder el empleo son una constante. Una de las metodologías de visibilización de Territorio, es realizar una “Pasarela de la precariedad”, que consiste en una parodia de un desfile de modas callejero. Allí las trabajadoras del hogar disfrazadas (para no ser reconocidas por sus patrones y para no tener problemas legales en caso de no tener papeles), desfilan una a una representando diversos “modelos” de trabajadoras y de empleadoras, para mostrar las problemáticas más comunes. Entre ellas, la modelo “Sin papeles” representa a la trabajadora ilegalizada que acepta condiciones de trabajo paupérrimas por miedo a ser denunciada.
Pasarela de las trabajadoras del hogar, intervención en 36° Encuentro Plurinacional de Mujeres y disidencias en Bariloche, 2023.
En la experiencia de Constanza en Madrid, las luchas en tanto migrante, trabajadora del hogar y feminista van de la mano:
“Lo bueno que tenemos aquí las mujeres y las disidencias de Abya Yala es que nos hemos organizado, nos hemos organizado en asociaciones, en colectivas, en grupos de todo lo que nos podamos imaginar. También en pequeños sindicatos. Pequeños digo porque no son los mayoritarios, que generalmente son los que tienen los vínculos más directos con los gobiernos y con las instituciones, pero no nos incluyen. Hemos buscado todas las formas de unirnos y de sostener a otras y esa es una cuestión muy importante desde siempre en los feminismos”.
Este testimonio y los anteriores ilustran que la unión de las demandas migrantes, feministas y clasistas en las luchas expresa también una conciencia de enfrentar un sistema con desigualdades entrelazadas. Un sistema que garantiza privilegios a una minoría rica, blanca, belicista, conservadora, a cambio de empobrecer a millones de personas que sostienen el mundo, que se mueven, piensan estrategias, trabajan incansablemente, y proyectan una vida mejor.
Por último, un feminismo anticapitalista y antirracista solo es posible si incorpora en un lugar central la lucha de todas las trabajadoras, y entre ellas de las más precarias. Luchar juntas puede fortalecer también a las trabajadoras del hogar en sus posiciones dentro de sindicatos y movimientos mixtos, al tiempo que se construyen feminismos de izquierda antirracistas donde todas y todes sean protagonistas. Existen experiencias muy valiosas de organización en este sentido, que deben masificarse, a través de la formación política y la lucha conjunta. Como consecuencia de esta articulación, se pueden generar miradas estratégicas, que articulen las demandas concretas por el derecho a migrar y a trabajar con dignidad, con la necesaria reorganización de los cuidados en clave feminista y antirracista. Y en todos los niveles, desde lo local a lo global, se impone la necesidad de construir proyectos anticapitalistas que incluyan la revalorización, socialización, y redistribución de los cuidados. Para que estos lleguen a quienes los necesitan, pero que no se descarguen sobre las espaldas de las mismas personas, sin derecho a ser cuidadas, o a elegir dónde y cómo vivir. Para las izquierdas, es momento de integrar las demandas y las luchas en las articulaciones que se necesitan construir, y a mediano plazo, tomar la causa de las personas migrantes como parte de las plataformas y la estrategia política para transformar la sociedad.
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*“Querían brazos y llegamos personas” es una radionovela y una obra de teatro sobre migración y trabajo doméstico, escrita e interpretada por mujeres de la organización Territorio Doméstico con la participación de la artista sonora Susana Jiménez Carmona y la cooperativa de trabajo Pandora Mirabilia. La dirección y puesta en escena corre a cargo de la actriz y dramaturga Sandra Arpa. En ella se narran las peripecias de Yuritsi, Quisqueya y Amalia, tres mujeres migrantes en Madrid que tratan de sortear fronteras, hacer frente a los abusos laborales y compaginar los cuidados con sus propias vidas en ambas orillas del Atlántico.
**Imagen de portada: Intervención de Territorio Doméstico, Madrid.
[1] Esta forma interseccional o imbricada de entender las relaciones sociales es útil para analizar los vínculos intragénero entre las propias trabajadoras y sus empleadoras entre las trabajadoras de casas particulares y el movimiento de mujeres y feminista, que muchas veces no las considera sujetas centrales. Asimismo puede resultar fértil para pensar las dinámicas de organización sindical y representación de las Trabajadoras del hogar al interior de sindicatos grandes y centrales de trabajadorxs a la hora de posicionar sus demandas (Díaz Lozano, 2023).
[2] Abya Yala significa Tierra Madura, Tierra Viva o Tierra en Florecimiento, fue el término utilizado por los Kuna, pueblo originario que habita en Colombia y Panamá, para designar al territorio comprendido por el Continente Americano y fue adoptado por diversos pueblos y comunidades en los últimos años para evitar la denominación asignada por Europa.
[3] Al respecto puede consultarse https://es.euronews.com/my-europe/2024/08/27/las-comunidades-migrantes-temen-el-auge-de-la-extrema-derecha-en-alemania.
[4] Más información: https://nuso.org/articulo/sahra-wagenknecht-divide-a-la-izquierda-en-alemania/
[5] Para más información, se puede consultar https://www.amnesty.org/es/latest/news/2023/12/eu-migration-pact-agreement-will-lead-to-a-surge-in-suffering/ y https://www.cadtm.org/Pacto-de-asilo-y-migracion-un-paso-mas-en-la-necropolitica-europea
[6] Este convenio define los derechos para las trabajadoras del hogar, por primera vez, en tanto parte de la clase trabajadora. A pesar de que existe desde hace 10 años, en España se logró su ratificación en 2023.
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Fotografía: Contra hegemonía web