Por: Demián Revart. Ruptura Colectiva. 06/09/2017
Tras el atentado terrorista en las calles de La Rambla en Barcelona el pasado 18 de agosto, la conmoción volvió -sí, porque a veces la “solidaridad” sólo se da por ratitos- a ser parte de la opinión pública. Dos días antes en Nigeria, la organización yihadista Boko Haram realizó un atentado coordinado en el que tres suicidas hicieron estallar explosivos en la ciudad de Mandari, dejando 30 muertos y casi un centenar de heridos. Nadie expresó su indignación sino hasta que fuese algún o algunos ‘chairos’ -uno como el autor de este texto- quienes compartieran la información sobre el atentado en Nigeria, añadiendo datos relevantes sobre la periodicidad del “Terror Yihadista” en África con atentados reivindicados por el DAESH, Al-Shebah y Al-Qaeda. Eso fue como quitarle la cortina al occidentalismo mientras se duchaba.
Yo pregunto ahora: ¿y lo que vivimos en México acaso no es un atentado en distintas geografías de la república pero sin el proceso de “espectacularización” en tanto que cobertura mundial como sucede con las tragedias en Europa?
De la recopilación de hechos violentos publicados en varios periódicos y en grupos facebookeros sobre movimientos sociales, he encontrado que este fin de semana se consumaron de entre 45 a 50 asesinatos en los estados de Baja California Sur, Guerrero, Estado de México, Oaxaca y Veracruz.
En el caso de BCS, se registraron 15 asesinatos en tan sólo un lapso de 24 horas, ¡lo que es más de un homicidio por hora!
En Guerrero, el asunto estuvo al calor de las brasas. En el municipio de Heliodoro Castillo (en la sierra de Tlacotepec), unos 300 integrantes del cártel de Los Guerreros Unidos, comandado por Juan Castillo Gómez “El Teniente” en esta región, ingresó por la fuerza a la comunidad de Pueblo Viejo para reclutar a varios de los hombres del lugar, ya que la célula ha logrado -siempre mediante la violencia- hacerse de las comunidades vecinas como Tecomazúchitl, Campo Morado, Capulines, Barrales y El Frío; primero, cortaron los cables del servicio telefónico y la energía eléctrica para presionar a los pobladores de unirse a su bando, luego, quemaron varias casas de las orillas del pueblo hasta terminar en una balacera indiscriminada que dejó un saldo de seis muertos. Las autoridades locales se negaron a enviar apoyo del Ejército o la Policía Estatal.
Un recuerdito pa’ no olvidar que acá hay una guerra pero no está siendo televisada.
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Y sí, podremos decir mucho del progresismo y del gran porcentaje de la comunidad virtual en situaciones de violencia como estas; que todo se trata de una hipocresía repampanante, que los buenos deseos en tiempo de guerra resultan insuficientes, que el cambio no va a llegar por Twitter, que es una cuestión de colonialismo cultural y privilegios ligados al color de piel, el país de origen, etcétera-etcétera (¡qué buen trabajo ha hecho el capitalismo cognitivo dividiendo según sus designos de estratificación!).
Actuamos y escribimos ante las injusticias del mundo no para medirnos ante un “todómetro” e imponer la explicación más fehaciente, lo hacemos para sumar fuerzas y evitar que el propositum principalis de esta temática se siga extendiendo a manera de exterminio global.
Bien. Para no retumbar de palabras, será mucho más asequible explicar porqué hay tanto ruido en los atentados de Occidente y porqué tanto silencio penumbroso en el tercer mundo, todo esto bajo el extraordinario concepto de hegemonía, formulado por el pensador revolucionario marxista Antonio Gramsci.
Al hablar de hegemonía, necesariamente tenemos que hablar de dirección. En nuestro caso, sucede que no es sólo un continente o una clase dominante y sus intereses quienes deciden por el control de la prensa y la retórica qué masacres y qué atentados saldrán en los medios de comunicación o cuáles son de relevancia tratar en tanto que institución pública de seguridad, sino que los microscópicos grupos sociales -en los que entramos nosotros, por más rabietas que hagamos- también generan una unidad intelectual y moral conexa irremediablemente a un contexto particular a modo de “consenso espontáneo” -yo diría endémico y que puede perdurar siglos- para crear así, otros grupos todavía más microscópicos que estarán subordinados a los primeros. Esto es lo que llamaría Gramsci como dirección cultural que a diferencia de la hegemonía como dirección política en el pensamiento leninista, la primera es un preludio inconsistente al ejercicio del poder, mientras que la segunda va a la par de éste.
La hegemonía a su vez, no puede sobrevivir sin bases materiales ni espirituales, es decir, está anclada a la base estructural de la sociedad moderna y sus claves de supremacía. Podemos ver en el caso de los atentados de noviembre de 2015 en Lé Bataclan de París, que su difusión duró semanas, mientras que los atentados-bombardeos diarios en Siria y Yemen son plemanete ignorados. ¿A qué se debe esto? Fácil; a que en Francia se produce una gran cantidad del pensamiento filosófico contemporáneo, las vanguardias artisticas, la cultura global, posee un enorme bagaje de planteles académicos y es también una potencia económica desde su nacimiento como imperio colonial, mientra que por otra parte… ¿qué nos ha enseñado la dirección cultural y los libros de la SEP sobre Siria?
Siendo así, el particularismo de quienes poseen más oportunidades económicas y de desenvolvimiento cognitivo, ejercerá la hegemonía a manera de universalismo. “No hay más que yo”, diría la hegemonía si se definiera a manera de frase.
La subjetividad de unos se convierte en la objetividad por imposición para las mayorías.
So… ¿cuánto faltará para entender que el exterminio sistemático es una tarea a resolver por toda una humanidad?
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Fotografía: Ruptura Colectiva