Por: Egbert Méndez Serrano. 22/03/2025.
A continuación, transcribimos la primera parte de la entrevista que le realizamos al escritor tsotsil Mikel Ruiz, licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Chiapas, maestro en Literatura Hispanoamericana Contemporánea por la Universidad Austral de Chile y Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
Antes que nada, gracias por la entrevista para el Portal Insurgencia Magisterial. Tu novela, El origen de la noche, ha sido reconocida con el Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas 2023. Es una obra escrita en tsotsil, con versión en español, que habla desde el desgarramiento social; inscrita en el contexto del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Sobre ella me gustaría hacerte algunas preguntas.
Egbert Méndez (EM): ¿Cómo llegaste a la construcción del libro? ¿Hubo condiciones de tu biografía que lo hicieron posible? Pues uno como lector se ubica ahí, como si el mismo autor, tú mismo, Mikel Ruiz, estuvieras narrándonos la situación a través de su personaje principal, Pablo Ak’obal.
Mikel Ruiz (MR): Pues mira, es mi cuarto libro que escribo, entonces —de algún modo— hay un recorrido de un tipo de personaje que yo le llamo personajes oscuros, por la complejidad de sus comportamientos, por la incomprensión incluso de sus actos, socialmente complicados de entender, ¿cómo una persona puede llegar a hacer esto? En un lugar donde posiblemente nació, ahí mismo; o son familiares, o son parientes, vecinos, y que de niño —pues creció como cualquier niño ahí en ese lugar— ¿qué tuvo que haber pasado en su vida, para transformarse en un personaje como Pablo Ak’obal, que ejecuta una orden de masacre, una orden de alguien superior, desde luego, pero que él está listo, está preparado, o por lo menos está entrenado para hacerlo.
Para mí, hay dos trabajos principales, justamente. Uno es lo completamente literario, que es la construcción de un personaje, y esta construcción de personaje… claro, tiene que ver también algo que me fascina un poco, lo que ya dije: la construcción de personajes oscuros, de aquellos que no son blancos ni negros, de aquellos que no son buenos ni malos, pero que, en su situación, llegan a hacer algo que posiblemente no lo haría nadie, u orillado, digamos, de algún modo, a ejecutar un plan que lo aproveche también desde su incomprensión como sujeto.
Para mí, esa construcción de personajes es algo realmente interesante, porque escapa a cualquier imaginario social del ser humano, en el sentido en el que todos seguimos una ley o una situación moral o algo por el estilo. La literatura me permite profundizar esos imaginarios, me permite entrar más allá de cualquier tipo de ideas moralizantes, y poder ver en su profundidad el ser humano, el ser humano desnudo, el ser humano descarnado que puede actuar de una manera que es complejo de ver, y yo creo que eso es lo más complejo en la humanidad: saber hasta dónde puede llegar el ser humano, cualquier ser humano.
Y, por otro lado, sí —es cierto también— está basado en un personaje social, conocido por lo ocurrido de 1997 en Acteal, Chiapas, y que este personaje se basa de muchos personajes que yo fui construyendo a partir de historias, de biografías, de las investigaciones que hice a partir de testimonios, declaraciones; también documentos que se pueden encontrar en redes. Pero que también me posibilitó mucho ir al contexto, escuchar en voz de las víctimas, quiénes eran los que ejecutaron la masacre, cómo eran, cómo hablaban, cómo los veían. Es un trabajo de investigación y, por supuesto, de diseño literario.
EM: ¿Cuántos años te llevó todo este trabajo?
MR: Pues así de investigación como tal, un año, y de escritura, un año también. En total diríamos dos años, pero así de investigación, de construcción de personajes y todo, un año.
EM: Al narrar desde la perspectiva del personaje, Pablo Ak’obal, haces verosímil la deshumanización que se desarrolló en los noventa, en particular con la matanza de Acteal, no justificable por supuesto, pero a mí parecer es un tema actual porque no se puede ir en contra de esos procesos si no se entienden y la política oficia actual, del color que sea, no veo que la quiera comprender, solo la condenan y elevan las penas, como si cancelando a las personas se fuera a resolver el problema. Encuentro en tu novela elementos para la comprensión de la deshumanización y la barbarie. ¿Está en tus intenciones esa comprensión?
MR: En primer lugar, lo que a mí me atrajo es justamente la crisis humanitaria, desde esta situación de los encuentros armados, desde estos actos armados hacia civilizaciones, hasta comunidades, de un grupo que posiblemente sea también un grupo construido por el sistema, que en efecto no fueron militares como tal, sino paramilitares, es decir, es un plan del gobierno como tal, que utiliza para no verse involucrado directamente, pero que al final es un plan que viene desde allí.
Entonces, en mi caso, lo que yo me preguntaba en su momento, porque en realidad yo quería trabajar otra novela —bueno, tengo otra novela pendiente sobre esto, que es un poco un discurso desde las víctimas—, pero en su momento yo me vi como en muchas preguntas, de que estas víctimas no serían posibles si no hubieran victimarios, es decir, tiene que existir uno y otro. En esa intención de narrar la historia desde las víctimas, había un gran vacío que justamente era, bueno, pero ¿y qué pasa con los victimarios?, ¿dónde están los victimarios?, ¿quiénes son los victimarios?, ¿cómo viven los victimarios? A sabiendas de que, a esta altura de la investigación, ya todos estaban libres de la cárcel, ya nadie estaba preso, y entonces era como, bueno, ¿y qué pasó con todo este proceso?
Mi planteamiento al final era que las víctimas en esta situación siguen siendo visibles, les preocupa estar visibles, estar manifestándose, perpetuar la exigencia de la resolución de sus exigencias. De la exigencia de toda esta paz y tranquilidad. Pero lo que yo veía es que, ¿y los victimarios dónde están? Es un poco más tangible entablar conversación, entrevista, ver a las víctimas, que los victimarios.
Los victimarios están prácticamente invisibilizados, están invisibles, no se ven dónde están. Y eso lo hace más siniestro todavía, porque invisibilizados no quiere decir que están viviendo en otro lado, al contrario, están viviendo donde siempre habían vivido: con las víctimas. Eso hace más horror dentro de las localidades, porque las víctimas, aparte de todo lo que han vivido, aparte de todo lo que han exigido como castigo, como aclaración, como justicia, al contrario, se los devolvieron y ahora se sigue perpetuando, si no directamente con la mano armada —que sí sigue pasando—, pues el terror de algún modo psicológico, el hecho que veas cotidianamente a tu victimario ahí como tu vecino y que ya se puede reír de tu cara sin ningún problema porque no les pasó nada; al contrario, fueron hasta cierto punto premiados, como de por sí estaba el plan. Eso a mí me hace ver y sentir como una realidad muy, muy siniestra, de terror incluso. Cómo estarían viviendo, conviviendo y más cosas.
Fotografía: tomada las redes del Colectivo de Escritores Tsotsiles Jal K’opetik