Por: Mauro Fernández. 12/01/2022
¡We are all gonna fucking die! Grita Dibiasky a lo Viviana Canosa en pleno Prime Time de la televisión norteamericana, en un intento por avivar a la sociedad de que es necesario accionar de manera urgente para evitar el fin del mundo.
La película “No mires arriba” de Netflix, con Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence como protagonistas, intenta transmitir la importancia de generar conciencia sobre los riesgos que afronta el planeta, desde una mirada tragicómica utilizando a un cometa letal como símbolo findelmundista.
Di Caprio además de ser actor es activista ambiental y voz cantante de diferentes organizaciones y luchas en favor de la preservación del medio ambiente. Entrevistado en la propia plataforma de Netflix sobre su nuevo éxito cinematográfico, el actor compartió su visión sobre su último film:
“Si tuviese que describir No Mires Arriba, diría que es una analogía de la cultura moderna y nuestra inhabilidad de oír y escuchar la verdad científica”. Di Caprio agregó que esta especie de comedia negra tiene por objetivo compartir, mediante la simbología del cometa, cómo reaccionaría la raza humana en relación con la posible extinción de la vida en el planeta tierra.

Entre el estreno del film y dicha entrevista, el actor compartió un artículo publicado por el NY Times sobre una nueva alarma que se enciende en la Antártida y que puede significar un impacto negativo de gran escala en nuestro planeta en general y en nuestra región en particular.
Alarma Climática
El artículo del legendario periódico estadounidense, con más de cinco millones de suscriptores, fue tapa en dicho día y fue compartido y debatido, principalmente dentro de la comunidad científica, en muchos países del mundo. En Argentina, no tanto.
Si bien algunos medios de nuestro país retomaron la noticia, que tuvo su origen en un informe publicado luego de años de trabajo por parte de diferentes organizaciones que cubren el comportamiento de la Antártida, el impacto fue prácticamente nulo y en cuestión de horas la situación del gigante blanco quedó en el olvido.
“Por donde se lo mire, no hay lugar del mundo más importante que el océano Antártico, ningún lugar del planeta se le parece”, dice Joellen L. Russell, oceanógrafa de la Universidad de Arizona en Estado Unidos. Este lugar de antaño se encuentra en peligro, pero prácticamente no se ve: hay que mirar abajo.
La fuerza dominante de ese océano es la corriente Circumpolar Antártica, por lejos la más grande del mundo. La misma es el verdadero motor del clima mundial, la que ha imposibilitado que el planeta se caliente aún más, extrayendo aguas de los océanos Atlántico, Pacífico e Índico y empujándolas hacia la superficie. En ese lugar, el agua intercambia temperatura y dióxido de carbono con la atmósfera, antes de volver a iniciar su ciclo eterno. Este proceso es denominado “surgencia”.

“La Antártida se está derritiendo, pero desde abajo”, afirma Henri Drake, oceanógrafo del Instituto Tecnológico de Massachussets, Estados Unidos. Si bien los científicos que siguen de cerca esta situación afirman que aún hay muchos cabos sueltos para comprender con exactitud qué es lo que está ocurriendo, ya han activado la alarma de que estamos ante una situación grave, a punto de ser trágica.
Una raya más al tigre
El cambio en la corriente marítima que impacta de manera directa en los hielos de la Antártida no es más que otro de los efectos que sufre nuestro planeta por la intervención de los seres humanos en los ecosistemas que regulan la existencia de la madre tierra.
En un informe publicado pocos días luego de Navidad, la organización benéfica Christian Aid reveló que en el año 2021 los diez desastres meteorológicos más grandes que sucedieron en el mundo implicaron un costo económico de más de 170 billones de dólares.
Dicho número, con un incremento en veinte billones en relación al año 2020, se compone principalmente por los daños causados por el Huracán Ida (Estados Unidos y Caribe), las inundaciones en Europa y China y los diferentes impactos climáticos sufridos en diferentes países de África.
La organización alerta sobre la imposibilidad de alcanzar el objetivo de Paris de limitar el aumento de la temperatura mundial “muy por debajo de los 2 grados y redoblar los esfuerzos a nivel mundial para limitarlo a 1.5 al final del siglo”.

La mayoría de los expertos aseguran que ese objetivo es completamente inalcanzable y que la temperatura sufrirá un aumento de alrededor 2.4 grados para finales del año 2030. El secretario general de la ONU, António Gutierres, indicó que “sabemos lo que hay que hacer para alcanzar el objetivo de no superar un aumento de la temperatura de 1.5 grados: reducir las emisiones un 45% para el 2030. Pero con el actual paquete planteado, incluso aunque se apliquen en su totalidad, las emisiones seguirán aumentando”.
Si la temperatura sube, los hielos lo sufren. Llamativamente, el último libro de Kim Stanley Robinson, uno de los novelistas más importantes en el género de ciencia ficción, “El Ministerio del Futuro”, nos invita a viajar en el tiempo hacia un futuro cercano, absolutamente en crisis, entre lo cual se puede encontrar a un grupo de científicos e ingenieros luchando por controlar la situación de los deshielos y el incremento del nivel del mar. ¿Ciencia Ficción o realidad?
Debajo del hielo que vemos
Los deshielos en la Antártida son una realidad, pero no se ven, no se muestran o no se quieren ver. Si bien hasta no hace mucho era difícil estudiar con precisión el comportamiento del Océano Antártico, o conocido también como el Austral, un avance en la tecnología permitió incorporar sondas flotantes que recolectan data de temperatura, densidad y otras mediciones que contribuyen con la posibilidad de comprender qué es lo que realmente ocurre en esta parte del mundo.
Retomando las palabras de la Profesora Russell, a medida que el mundo se calienta, los vientos que provocan la “surgencia” son cada vez más fuertes, lo que podría causar más liberación de dióxido de carbono a la atmósfera, ya que traen a la superficie más cantidad de aguas profundas que tienen carbono retenido desde hace muchísimos años.
En líneas generales, el calentamiento global está afectando este proceso que precisamente debería combatir dicho cambio climático, lo cual puede significar un enorme efecto negativo en nuestro planeta de cara al futuro.
Pero no todo lo que ocurre debajo del hielo que vemos debe asustarnos. En un estudio paralelo, sobre la vida que podemos encontrar en lo que no vemos de la Antártida, florece una vegetación hermosa y algunos animales preciosos:
¡We are all gonna fucking die!
“No mires arriba” juega con un cometa que se dirige hacia el Planeta Tierra y un pequeño grupo de científicos busca alertar a la sociedad sobre el riesgo que esto implica. Si bien existe una solución posible, un magnate de la tecnología propone una alternativa un tanto más riesgosa.
En sintonía con la realidad, los deshielos de la Antártida, como gran parte de los problemas ambientales que sufre el planeta, tienen su origen en la intervención del ser humano, principalmente por fines comerciales. Desde la deforestación hasta el petróleo, pasando por la minería y la ganadería, las principales industrias que requieren de recursos naturales para subsistir están destruyendo nuestro hábitat y comprometiendo a las generaciones futuras.
La película de Netflix expone también el comportamiento de los grandes medios de comunicación, que pueden dedicarle horas a un triángulo amoroso entre famosos o a si renueva o no el muñeco Gallardo, pero deja pasar por alto que luego de años de estudios sabemos que, al sur de nuestro país, en el gigante blanco, hay una amenaza latente que podría comprometer el futuro de nuestras tierras en el mediano plazo.
En un plano cinematográfico: No mires arriba, que se acerca un cometa letal y que pone a la humanidad en jaque. En un plano real: No mires abajo, que los hielos que nos protegen del calentamiento global se están derritiendo.
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Fotografía: Hamartia