Por: Guillermo J Garcia Sanchez. Animal Político. 07/09/2016
Como padre y miembro de una familia heterosexual quiero expresar mi repudio a que en nombre de TODAS las familias heterosexuales se haga campaña contra la comunidad LGBTI.
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Por las redes sociales, en los medios de comunicación, e incluso en los pasillos legislativos corre una narrativa que da una falsa impresión. Se argumenta que el reconocimiento de los derechos legales de la comunidad Lésbico-Gay-Bisexual-Transgénero e Intersexual (LGBTI) es un ataque a la “familia”. Que se trata de una estrategia para destruir los valores más profundos de la misma y, en consecuencia, padres, madres e hijos debemos oponernos al matrimonio de personas del mismo sexo.
En su visión, la única familia es aquella que viene de matrimonios heterosexuales destinados a la reproducción y donde hay roles individuales predeterminados por el sexo de sus integrantes. Algunos grupos que militan con esta narrativa son incluso incapaces de reconocer los ataques terroristas en Orlando como una tragedia humana. Al contrario, se apenan de la pérdida de vida, para luego continuar su pésame con un “pero se lo buscaron/tienen actitudes indignas/ son pecadores…, etc.”. En mi opinión, su incapacidad de sentir pena sin “peros” en el fondo es motivada por la misma homofobia que llevó a Omar Mateen a tomar un arma, “darles una lección”, y falsamente defender los valores de la familia y la religión ante una supuesta “perversión” humana.
Ante esta narrativa no quiero quedarme callado. Como padre y miembro de una familia heterosexual quiero expresar mi repudio a que en nombre de TODAS las familias heterosexuales se haga campaña contra la comunidad LGBTI. No todas las familias heterosexuales nos sentimos amenazadas por los derechos humanos de la comunidad LGBTI. No todas las familias heterosexuales creemos que el matrimonio es exclusivo entre un hombre y una mujer. En mi familia creemos que el matrimonio debe estar basado en el respeto, el amor, el compañerismo, y la intención de que ambas personas prosperen como seres humanos. El sexo y los roles predeterminados no cabe en esta definición.
En la definición de mi familia no existe como requisito que los padres o madres se dediquen primordialmente a la procreación heterosexual. En mi familia la mujer no está destinada a ser madre, sino a ser plena en la forma en la que ella decida. En consecuencia, en nuestro hogar la mujer no tiene que tener hijos si no es algo que está en su plan de vida. Para mi esposa y para mí los hijos son mágicos y hermosos, pero no es lo que nos hace ni nos cataloga como una familia.
En nuestra definición aquellos hombres o mujeres solteros que deciden tener o adoptar hijos, también son familia. A mi hijo lo educamos entendiendo que si decide tener libremente hijos, los hombres también tenemos un rol de cuidado intenso, podemos y queremos estar más presente en la casa, e incluso dejar de trabajar para cuidarlos si la pareja quiere seguir con su vida profesional. En mi familia los hombres no somos quienes nos dedicamos a trabajar, proveer y regresar en la noche a preguntar cómo les fue a todos. En mi casa mi masculinidad no se mide por mi salario, puesto en el trabajo, o cuantos hijos tengo. Se me mide como ser humano por el tiempo, calidad y atención que le presto al desarrollo de mi esposa y mis hijos. En mi familia los hombres buscamos que sean plenos todos, en sus sueños y en los roles que quieran adoptar libremente. No los que la sociedad o terceros quieren imponernos.
En nuestro hogar la aspiración es que mis hijos tengan una educación de género, que se les enseñen a no dejarse encasillar en roles predeterminados por su sexo, a que las niñas no tienen exclusivamente que jugar con muñecas y a la casita, y los niños a las luchitas o al futbol. En mi familia las niñas pueden soñar a ser médicas, doctoras, futbolistas o empresarias, y los niños a ser artistas, cantantes, bailarines, a admirar heroínas, o a ser padres que se quedan en casa a cuidar de los suyos. No hay cosas de niños ni cosas de niñas, sino planes de vida que debemos respetar. En mi casa la cocina no es el territorio femenino, sino de convivencia donde todas las noches preparamos alimentos en equipo, compartiendo anécdotas, riéndonos y comentamos el día. En mi casa no hay roles predeterminados naturalmente, hay seres humanos buscando ser plenos consigo mismos para poder entregarse a los demás y alcanzar la felicidad.
En mi familia se busca proteger a sus integrantes para que si tienen una orientación sexual distinta a la tuya puedan ejercerla libremente en un espacio de confianza y amor. En mi casa no hay “peros” ante tragedias humanas y no hay “peros” ante el ejercicio de derechos humanos. En mi casa no nos ofendemos porque los demás sean plenos en su intimidad y ante la sociedad, comulguemos o no con su forma de ver la vida. Así que la próxima vez que escuchen a alguien hablar en el nombre y en defensa de la familia heterosexual, los invito a ponerle un paréntesis al final y recordar que hablan de SU familia. Invítenlos a utilizar el calificativo que quieran, pero que no pretendan representarnos en un debate en el cual no coincidimos. Así como no pretendo que todos adopten los valores con los cuales nos guiamos en mi hogar, sí les pido que no hablen en nombre de mi familia y en el nombre de muchas familias heterosexuales que no compartimos su definición y mucho menos su estrategia pública contra los derechos de la comunidad LGBTI.
* Guillermo J Garcia Sanchez es candidato a Doctor en Leyes por la Universidad de Harvard.
Fuente: http://www.animalpolitico.com/blogueros-blog-invitado/2016/06/23/no-en-el-nombre-de-mi-familia/
Fotografía: e-neurocapitalhuman