Por: Efeminista. 01/08/2022
El conflicto armado «impactó de forma desproporcionada» en la vida de las mujeres en Colombia, en especial de las campesinas, afros e indígenas, y «exacerbó la violencia» contra ellas, según las conclusiones de la Comisión de la Verdad en el capítulo que acaba de publicar sobre género y diversidad.
Bajo el título «Mi cuerpo es la verdad. Experiencias de mujeres y personas LGBTIQ+ en el conflicto armado», la Comisión «retrata lo que les pasó a millones de mujeres en el conflicto armado colombiano» y muestra «los actos intolerables» que sufrieron las 10.864 mujeres escuchadas por las investigadoras.
Y es a la vez «una invitación a esclarecer la verdad, a reconocerse en lo que ellas vivieron, y en lo que no puede volver a suceder», para hacer énfasis en la resistencia de las mujeres a la guerra y al conflicto.
«Las mujeres entendieron que la guerra no era más que un refuerzo del patriarcado, una contribución al gigantesco negocio de la venta de armas; y sobre todo comprendieron que, por el camino de la guerra, no se encontraría en Colombia una salida hacia la recuperación de la dignidad», arranca el capítulo, que consta de 408 páginas.
Control y violencias sexuales
Los comisionados recogen cómo en la guerra que se vivió en Colombia se trató de supeditar la vida de las mujeres para controlar el territorio desde la dimensión del patriarcado, a la vez que estuvieron sometidas a todo tipo de violencias específicas, como las sexuales y las reproductivas.
En cuanto a las violencias sexuales, la Comisión concluye que «fueron una práctica de todos los actores armados, extendida e invisibilizada durante el conflicto», que en muchos casos «funcionó como una estrategia de guerra para producir el desplazamiento forzado y controlar determinadas zonas».
También se recogen las experiencias de las mujeres en el desplazamiento forzado y el despojo, así como los impactos que tuvieron las violencias en las mujeres y las resistencias y organizaciones que aunaron las fuerzas de las comunidades de mujeres.
«Este informe es importante para la verdad y la reconciliación del país y sobre todo para el reconocimiento de los derechos de las mujeres porque es el primer informe en donde se reconocen las violencias reproductivas que sufrieron mujeres, adolescentes y niñas durante el conflicto armado colombiano», explica a Efeminista la directora regional del Centro de Derechos Reproductivos, Catalina Martínez.
Y además, agrega, se reconocen las modalidades por las que se ejerció esta violencia. «Por ejemplo, abortos forzados, anticoncepciones forzadas». «Pero esto es muy importante no solamente para dimensionar las violaciones que se sufrieron sino también porque esto le permite a la Comisión hacer unas recomendaciones para reparar las violaciones a los derechos reproductivos».
Una de esas recomendaciones, asegura, es que se implemente la sentencia sobre la despenalización del aborto que emitió la Corte Constitucional en febrero pasado.
El impacto en las mujeres indígenas y campesinas
En el capítulo se hace especial énfasis en al situación que vivieron las mujeres campesinas, negras, afrocolombianas, raizales, palenqueras e indígenas, que sufrieron un impacto «desproporcionado» en cuanto al desplazamiento.
La Comisión también observó el intento de destrucción de la vida rural y campesina, de la vida de los pueblos y comunidades étnicas, que se produjo mediante las violencias contra las mujeres, teniendo en cuenta que su vida cultural y económica se gestiona a partir de las familias ampliadas.
«Territorios enteros han sido devastados, se ha sometido a la exclusión y la precariedad a millones de colombianas y a sus familias», agrega el documento.
A modo de epílogo en la parte referida a las mujeres en el conflicto armado, la Comisión incluyó un apartado en el que alerta de factores de persistencia en las violencias que se repiten en la vida de las niñas y mujeres.
«Creo que es importante reconocer estas violencias y poder explicarlas a lo largo del territorio, que esa es una función que le va a corresponder a la comisión de seguimiento que se va a crear. Tiene que haber conversaciones con la población para que puedan reconocer qué es una violencia, porque muchas veces era difícil llegar a estos testimonios porque las mujeres mismas no se sentían víctimas de estas violencias porque no las reconocían», explica Martínez.
El Centro de Derechos Reproductivos aportó con dos informes a la Comisión. El primero relacionado directamente a la violencia reproductiva y el segundo, con el impacto del glifosato en la salud en las mujeres.
La verdad es arcoiris
El capítulo también incluye un análisis de las violencias y la situación que vivieron las personas del colectivo LGTBIQ+ en el marco del conflicto, poniendo el foco sobre la persecución a la que fueron sometidas, y detallando un pormenorizado análisis de las violencias ejercidas por parte de los paramilitares de las guerrillas y de agentes del estado y fuerzas públicas.
Todo para concluir que «los actores armados persiguieron a las personas LGTBIQ+ debido a sus orientaciones sexuales e identidades y experiencias de género no normativas», afectando «profundamente» sus construcciones identitarias de género y sexualidad.
Por último, el capítulo termina con un apartado en el que se enfoca en los «cuerpos disidentes que resisten y transforman para la paz», dando voz a testimonios de mujeres trans, por ejemplo.
La Comisión quiso resaltar el cuerpo como un elemento fundamental en las resistencias de las personas LGBTIQ+ para desafiar la sexualidad y el género que desde las normas intentaron imponer los actores armados, y como el lugar de acción política para sus resistencias.
«Este reconocimiento sin lugar a dudas contribuye a la dignidad y a la verdad y la verdad en sí misma ya empieza a ser reparadora. Que haya un reconocimiento oficial estatal frente a las vulneraciones que se padecieron, y que entonces se pueda considerar que estas personas fueron víctimas, es el inicio de una reparación y le abre la puerta además a otro tipo de reparaciones», zanja Martínez.
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Fotografía: Efeminista