Por: Jorge Ivan Peña Rodríguez. Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública de la UNAM. 17/11/2018
El sexenio de Enrique Peña Nieto pasará a la historia como el gobierno de las reformas estructurales, de la corrupción y de los crímenes de Estado. Dentro de los estudios académicos que se harán para estudiar como el Revolucionario Institucional volvió a perder la presidencia de la república, resaltará el papel protagónico de un movimiento social que supo poner en tela de juicio el discurso del Gobierno Federal, este señalaba de forma tangente que los profesores eran los culpables del desastre educativo nacional. La historia hablará de Enrique Peña Nieto y tendrá que hablar de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
La CNTE surgió como un movimiento gremial dentro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Desde su fundación, en 1979, la CNTE se ha mantenido opuesta a las prácticas sindicales no democráticas y a las políticas educativas que los diferentes gobiernos federales han implementado. A lo largo de su historia, la Coordinadora ha tenido diferentes etapas de organización, confrontación, resistencia y de acción conjunta, pero también ha tenido que transitar prolongados periodos en la opacidad de la agenda política y de la nota periodista.
Desde el inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto, se generaron oportunidades políticas que la Coordinadora supo aprovechar, estas oportunidades le convirtieron la arista gremial a una de movimiento social. Con elementos de desafío colectivo, de objetivos en común y de solidaridad, la CNTE logró marcar la agenda política del gobierno federal y enarbolar demandas sociales de otros movimientos. El Doctor en Estudios Urbanos por la Universidad Autónoma Metropolitana, Armando Cisneros, publicó en 2016 una investigación titulada “Repertorios de movilización: el caso CNTE”, en ella se afirmó que la Coordinadora era un gigante con pies de plomo; no estoy de acuerdo.
La organización de la CNTE re-surgió durante los últimos meses del año 2012 con la llegada del paquete de reformas estructurales, mismas que fueron encabezadas por la reforma educativa. La movilización magisterial comenzó con la oposición a la propuesta de reforma educativa del presidente Peña Nieto, meses después se opuso a la promulgación de la misma. La CNTE puso a prueba su capacidad de movilización durante el trascurso, presentación, “discusión” y promulgación de las leyes secundarias y reafirmó su fuerza organizativa durante la ejecución de la política educativa del nuevo gobierno.
La reforma educativa de 2013 fue anunciada en México y en el exterior, como la más importante de las reformas del gobierno de Enrique Peña Nieto, pero cierto es que la oposición a la misma, por un sector numeroso del magisterio nacional, provocó que la reforma perdiera su legitimidad y funcionalidad. La CNTE señaló que la reforma educativa era una imposición al gobierno federal emanada de una injerencia directa de lo que denominaron, “derecha empresarial” y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); la disidencia también construyó un discurso homogéneo sobre el trasfondo de la reforma, enfatizando que el fin último era el tema laboral y no el educativo, en este sentido, cabe señalar que la CNTE desafió a sus adversarios en un contexto en el cual tenía a toda la estructura estatal en su contra: las instituciones, las leyes y los medios de comunicación.
El desafío colectivo de profesores disidentes hacia el gobierno federal a través de un conjunto de acciones directas, públicas y disruptivas (marchas, paros, boicots, foros, etc.) tuvo la capacidad de interrumpir, u obstruir, las actividades de aquellos a quienes desafiaron logrando con ello causar incertidumbre. Algo característico de la CNTE fue su capacidad para aglutinar y movilizar a profesores que no tenían un acercamiento previo con la disidencia, así como la capacidad de incluir en el desafío colectivo a padres de familia, estudiantes, organizaciones civiles y sindicales.
El desafío implicó una represión por parte del gobierno y sus aliados, una represión que no sólo fue física-violenta, también fue mediática, psicológica y laboral. Los enfrentamientos directos entre la fuerza pública y el movimiento causaron heridos y fallecimientos, paradójicamente también generaron identidad y solidaridad. Cuando más parecía que la población estaba acostumbrada a la violencia, la población se indignó y se manifestó contra el gobierno por la represión al magisterio disidente.
La CNTE se convirtió en el movimiento social de referencia en oposición al régimen político. La lucha que surgió por la defensa de los derechos laborales se convirtió en la lucha por la defensa de la educación pública y la democratización del país, esto le generó empatía, identidad y solidaridad con diferentes sectores de la población. Según Pablo Iglesias, “la radicalidad en política no se mide por los principios o por lo encendido de los discursos, sino por la radicalidad de los resultados”. De modo que es elemental mencionar que la CNTE logró dos tipos de resultados: a) poner sus demandas en la agenda gubernamental y b) ganar aceptación en la opinión pública.
No cabe duda de que el 1 de julio abrió una nueva ventana de oportunidades políticas, que bien podrían aprovechar los profesores disidentes para lograr el cumplimiento de su demanda central; la abrogación de la reforma educativa. Pero claro está, todo dependerá de lo que la CNTE haga, o deje de hacer, frente al salto que otros actores han dado en la escena política/educativa; actores que parecieran han intentado arrebatar las banderas de lucha del movimiento magisterial, y que quizás ahora tengan un contacto más abierto con el nuevo gobierno. Pero ese ya será tema para otra ocasión.
Fotografía: elinformador