Por: Jorge Salazar García. 22/10/2017
El pasado 12 de octubre, los pueblos originarios de México cumplieron 525 años de resistirse activamente contra el exterminio. Si se hacen algunos movimientos con este número capícua[1] pueden resaltarse dos inconmensurables crímenes: el génesis del capitalismo depredador en América (2017-525=1492) y el asesinato de Cuauhtémoc, último emperador Mexica (1525).
Con la llegada de Cristóbal Colón a las Bahamas, comenzó esta etapa (aún sin terminar) de persecución, despojo y muerte padecida por los pobladores originarios de América. El genocidio no termina; y durante cinco centurias implacablemente ha continuado sin mínima misericordia. Los “civilizados” españoles de aquel tiempo contrataron a sus sicarios (soldados, bandidos, asesinos y curas) quienes acompañados de la espada y la cruz dieron inicio a la mayor matanzas de personas y culturas de todos los tiempos de la humanidad: “a un siglo de la llegada de Cristóbal Colón, de los 70 millones de habitantes sólo quedaban 3.5 millones”. Incluso ahora se perpetúan las matanzas por medio de las reformas estructurales impuestas por los saqueadores. Los crímenes en masa nos han acompañado siempre; ahí están como ejemplos trágicos los perpetrados en Acteal, Aguas Blancas, Río Blanco, El charco, Tlatelolco, Tlatlaya, Ayotzinapan, Atenco, Cananea, Chilpancingo, etcétera; cuyos autores materiales e intelectuales viven o murieron en completa IMPUNIDAD protegidos por el Estado. De este modo, las clases adineradas locales garantizan a los codiciosos capitalistas del mundo elevadas ganancias en sus inversiones.
Esta breve nota surge, no para promover el odio contra los victimarios, sino con el propósito de recuperar la memoria de ese doloroso pasado ocultado cuando se exagera la admiración por lo extranjero y se menosprecia lo propio. Es verdad, por nuestra sangre corre la de aquellos seres bestiales que vinieron a satisfacer sus peores instintos de riqueza y poder en nuestros suelos; pero, no se deben olvidar los genes de los abuelos que hoy, con blanqueadores ideológicos, el terrorismo de Estado pretende borrar.
Los españoles y Europa tienen una deuda pendiente con la humanidad. Podrían intentar saldarla, en parte, pidiendo perdón por las atrocidades sin fin cometidas en el continente americano y registradas en sus documentos oficiales por testigos militares y religiosos[2], presenciales. Para conmemorar aquel evento y recuperar nuestra identidad; abajo, en letra cursiva y negrita, se transcriben fragmentos de la obra “Los Indios, su Historia y su Civilización” del historiador Guatemalteco Antonio Batres Jaurergui (1847-1929).
Los conquistadores al no obtener la entrega de oro llevaron el dolor y la infamia hasta la más apartada choza, en cuanto veían a los indios, con ferocidad los
“tomaban presos y atormentaban…A unos quemaban á fuego lento, á otros les cortaban las orejas, ó les mutilaban cruelmente, cortándoles no sólo las orejas, sino las narices, las manos y los pies. Amarraron á muchos de dos en dos por las espaldas, y así amarrados precipitándolos desde las peñas(…)se complacían en verlos bajar, dando botes, rodando hasta el agua… encerraron á muchos en casas y les pegaron fuego, haciéndoles morir dentro abrasados” (p.418).
Luciendo su alma fascista, puesta en moda por la dictaduras militares, para sembrar el terror:
“incendiaban de propósito los pueblos y los reducían á cenizas, ó hacían despedazar á los desnudos indígenas con jaurías de perros” (p.420).
So pena de ahorcamiento u hoguera, se impuso el tributo de entregar a los españoles las niñas y jóvenes indígenas para su satisfacción sexual, por supuesto bajo le bendición clerical; y además los encomenderos
“ivan á abusar de sus mujeres cuando los pobres maridos están ocupados en labrar la tierra de otros” (p.488).
Al ser sometidos a la más cruel esclavitud y abominaciones, a los mexicanos les hicieron odiosa la existencia: eran marcados con hierros candentes; los secuestraban y vendían o eran arrojados al mar para no darles de comer. Viendo este indescriptible sufrimiento muchas esposas y madres:
“se ahorcan, y otras toman yerbas venenosas, y que hay madres que matan á sus hijos en pariéndolos, diciendo que lo hacen para librarlos de trabajos que ellas padecen” (p. 528).
Algunos conquistadores para acallar sus remordimientos de asesinar a sus semejantes:
“inventaron la teoría de que los indios no eran hombres como los otros hombres; eran simplemente animales” (pág. 412).
Hoy los fascista semi ocultos en el PRI, PAN, Verde, PRD, principalmente, hacen lo mismo argumentando que los normalistas son focos de terroristas; los campesinos, obstáculos para la modernización; los indígenas lastres para el progreso; los periodistas, amenaza para la estabilidad y los ecologistas estorbos para la inversión.
En cuanto a la responsabilidad indudable de la iglesia católica puede citarse lo siguiente:
“Cada pueblo lo gobernaba un cura. Toda desobediencia era castigada con una doble pena civil y religiosa, todo rebelde era un hereje, á quien á la vez se penaba con la muerte y la excomunión.”(Los indios su historia y su civilización” ( pag 45).
Cuando un mexicano sobrevive a la expulsión de los campos, minas, maquiladoras o supertiendas, ya no lo venden, es cierto, pero siguen exhibiéndose por los cruceros y plazas públicas viviendo la desesperanza y abandono como antaño:
Los «fardos» que sobrevivían al hambre, las enfermedades y el hacinamiento de la travesía, eran exhibidos en andrajos, pura piel y huesos, en la plaza pública” [3]
Lo crea usted o no, hay millones de mexicanos, color de la tierra, resistiéndose a ser exterminados, organizándose por todas partes, desde el campo y los pueblos originarios. Los zapatistas y el Congreso Nacional Indígena son ejemplos de ello. La noche oscura no ha terminado, pero la esperanza vive.
Por lo anterior, de ningún modo, puede llamarse encuentro o descubrimiento y mucho menos “día de la raza” a esta fecha infausta (12 de octubre). Fue el inicio del más grande genocidio humano aún pendiente de justicia.
P.D. del 16 al 23 de octubre se realizará la “Jornada anticapilista”[4], por la vida y el territorio.
[1] Se lee igual de izquierda a derecha y vicerversa.
[2] “Crónicas de Indias” (Capitanes de Cortés); “Historia Verdadera de la Conquista de la nueva España”; “Cartas de Relación” (Hernán Cortés) “Historia General de las Indias”
[3] Galeano Eduardo: “Las venas abiertas de América Latina”: Siglo XXI editores. México 1980, p. 109.
[4] https://www.facebook.com/search/top/?q=grupo%20de%20apoyo%20al%20cig-xalapa
Fotografía: blogsdelagente