Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza. Columna: CORTOCIRCUITOS. 19/10/2020
¡Ya bájenle a su divisionismo! ¡Viva la IV T!
¡Por qué no criticaron así a los gobiernos del PRI y del PAN!
¡Se la pasan criticando, nada les embona!
¡Están interesados en hacer que fracase el gobierno de Andrés Manuel!
¡Menos críticas, más propuestas!
¡Sería genial que, en lugar de tanta queja, hicieran propuestas viables!
Frases como estas son frecuentes en las redes sociales. Abundan en los comentarios a críticos de la gestión económica, pandémica o educativa del gobierno actual. Nosotrxs mismxs las hemos recibido más de una vez. Y seguramente las seguiremos recibiendo. Es parte de la comunicación pública de la investigación. Nada de qué sorprenderse. Ni preocuparse demasiado.
A veces los comentarios se llevan al terreno personal, aparecen los insultos, las mentadas y las amenazas. Ni siquiera eso debe asombrarnos, aunque si lamentarlo, sobre todo cuando provienen de maestras. No cuesta mucho imaginar el tipo de docencia que realizan, ni el modo como tratan a los y las diferentes en su clase, ni como reciben los comentarios a su práctica educativa.
Pero así es esto; y aunque es difícil contenerse, sobre todo ante las barbaridades, es mejor convertirlo en motivo de reflexión: ¿por qué molesta tanto la crítica? ¿Por qué cuestionar, presentar datos, elaborar otras sintaxis, proponer otro modo de ver y hacer las cosas se vuelve una actividad riesgosa?
¿Por qué se enojan tanto? ¿Por qué en lugar de analizar los hechos, comprender los enunciados, valorar las hipótesis y los resultados, se lee con anteojeras políticas e ideológicas? En otras palabras: ¿por qué tantos pre-juicios magisteriales?
Más preocupante aún: ¿así enseñan en sus salones de clase? ¿Así desarrollan las habilidades cognitivas y emocionales de sus estudiantes? ¿No es todo lo contrario a lo que se presume en la comprensión lectora, el pensamiento crítico y demás objetivos pedagógicos?
Nos ha pasado. Nos pasa, y seguramente también lo hemos hecho nosotrxs mismxs: ¿Por qué reaccionamos inicialmente con descalificaciones, con desconocimientos, con insultos?
Una anécdota: cuando empezamos a comunicar nuestras investigaciones sobre la reforma educativa de Peña Nieto, uno de los primeros obstáculos fue desmontar la idea de que era una reforma laboral, administrativa y parcial. Un profesor xalapeño, que ahora es un amigo muy estimado, nos contó: “La primera vez que leí un artículo suyo, que decía que era una reforma educativa y no solo laboral, dije: esto es obra de priístas” ¡Nosotrxs!
Lo leyó a partir de consignas previas: “la dizque reforma educativa”, “la mal llamada reforma educativa”, por tanto, quienes dijeran que sí era educativa, estaban mal, eran priístas. Lo que no procesó nuestro amigo fue toda la argumentación que decía: es una reforma mucho mas profunda, porque es un dispositivo complejo de reestructuración del sistema educativo nacional sobre bases neoliberales. Afecta múltiples procesos y muchos objetos de intervención: la escuela, los docentes y las estudiantes. Sobre todo, incide en la formación subjetiva de los agentes educativos.
Toda esa argumentación no fue considerada, porque chocaba inicialmente con una consigna, es decir, se leía a partir de una pre-concepción. Y de ahí en adelante nuestro amigo cambió; recibió información y estuvo dispuesto a eliminar los pre-juicios para valorar un argumento. ¡Leyó y pensó sin consignas!
No es necesario estar de acuerdo para reconocer análisis, hechos y posiciones. La uniformidad es un obstáculo para la creación de nuevos enunciados. No hay que buscar entonces lo homogéneo, sino reconocer lo heterogéneo, la diferencia que puede llevarnos a otros sitios, lo distinto que percibe otros mundos y nos invita a conocerlos. De eso se trata: de producir otras miradas, otras palabras, otras posibilidades.
¿Por qué re-producimos los conceptos, las visiones, las consignas, que nos han llevado a la situación actual?
Los mismos procedimientos, en condiciones similares, conducen a los mismos resultados; es decir, reproducen la normalidad; ¿y no es esa normalidad pedagógica, epistémica, ideológica, la responsable de lo que sucede hoy? ¿No es esa normalidad la que generó la crisis en las que nos encontramos?
La Normalidad es reaccionaria. Burguesa. Sistémica. Es el status quo: ¡la normalidad es el peligro!
Las consignas son los primeros mecanismos de reproducción de la norma. Funcionan como marcos de referencia primaria, como a prioris cognitivos.
Son marcos, es decir, cercos: límites. Lo que no se adapta, no pasa.
¡Son cárceles del pensamiento! Fronteras de lo permisible, de lo aceptable: de lo normal.
¡Sea donde sea! No tiene nada que ver con una ideología o una posición: son los recursos inmanentes de la reproducción de los poderes: del signo que sean. Están más allá de las posiciones y los colores: son mecanismos internos de rarefacción de los enunciados.
Regresemos a la anécdota anterior para ejemplificar.
Los enunciados de la crítica hegemónica decían -¡todavía dicen!-: la reforma de Peña Nieto es una reforma administrativa, una falsa reforma educativa; la consigna prendió, se aceptó y se convirtió en un a priori. En consecuencia, quienes dijeran lo contrario eran priístas.
A partir de ahí, un discurso que no se adapta a la consigna, no pasa. No se recibe, no se procesa, no se considera siquiera. Y si alguien dice: “Sí es educativa, sí es radical, sí es transformadora, porque está afectando todas las agencias, sujetos, procesos y concepciones del SEN, sobre bases neoliberales, por tanto, es una reforma educativa neoliberal, y mas vale que lo entendamos, porque para luchar contra ella es necesario actuar a profundidad, pues corremos el riesgo de quitar unas cosas para que continúe y se profundice”; entonces está fuera del marco, está fuera de la normalidad crítica, cuestiona el a priori, por tanto, no pasa.
Y, si por desgracia, la advertencia se tornó realidad, y la reforma neoliberal no se canceló, solo se maquilló para profundizarse, entonces el marco de referencia, no solo limita la producción y recepción de otros enunciados, sino se vuelve cómplice de los reformadores neoliberales.
En otras palabras: el a priori funcionó como mecanismo del poder, como una operación sobre las conciencias magisteriales para re-producir la reforma neoliberal.
Las consignas eran funcionales al poder que decían criticar. No dejaron pasar otros enunciados, otras formas de lucha, otras concepciones; y cayeron en el garlito de la reforma parcial y la evaluación punitiva. Aquí nos encontramos ahora, remontando otra vez, después de años de una movilización magisterial potente y más amplia de lo que se quiere pensar.
Aquí estamos, aquí seguimos, porque la reforma no se canceló y los poderes que la mantienen solo han cambiado procedimientos, lenguaje y personeros. Porque ya Mexicanos Primero no tiene la batuta de la reforma, lo que no quiere decir que sus ideas no estén solidificadas, que no se procuren una y otra vez, solo que ya no bajo la bota policíaca y discursiva del Sargento Nuño, sino en los discursos de Esteban Moctezuma Barragán, en sus acciones y sus desplantes, cobijado por el presidente y la IVT, a la que por cierto, casi ni menciona.
Y si eso sucedió en un solo ejemplo, en esa anécdota que contamos, ¿podemos imaginar lo que ocurre con los discursos sobre la “revaloración del magisterio, el compromiso con los niños, la responsabilidad de la educación para el futuro, la necesidad de la educación financiera y socio-emocional?
¿Podemos imaginar todo lo que se encuentra tras frases como “cancelación de la reforma, compromiso con la IV T”, “propuestas viables”? ¿No es tiempo de cuestionar nuestras pre-concepciones y dejar de pensar con consigna, ateniéndonos a los procesos reales, a los cuerpos que sufren, a las almas castigadas, a las familias destrozadas, a las maestras superexplotadas, a los profesores precarizados y a los niños, niñas y jóvenes sometidos a un proceso reconfiguración subjetiva que en plena pandemia reproduce todos los valores, todas las prácticas, todos los saberes del “Haiga sido como haiga sido”, “Hágalo como pueda”, “Entregue evidencias”, “Sea responsable..”?
¿No es tiempo ya de pensar sin consignas, más allá del modelo amigo-enemigo, que siempre, pero siempre de los siempres, es un aliado de los poderes constituidos?