Por: Sur siendo. 20/11/2024
María Álvarez Malvido es mexicana y estudió Antropología Social en la Universidad Autónoma de México. Se reconoce amante de las historias y por eso siempre se sintió cercana al periodismo. Eso fue lo que la llevó a vincularse, desde muy temprano en su carrera, en procesos de comunicación de radios comunitarias.
Trabajó durante cinco años en la organización Redes AC y también formó parte del desarrollo de Colmena, un software de código abierto que surgió en tiempos de pandemia para apoyar las redacciones de los medios locales y comunitarios.
“Mi colaboración con radios comunitarias devino naturalmente en redes comunitarias y pronto entré al mundo de la autonomía tecnológica y el Software Libre”, nos cuenta María del otro lado de la videollamada y aclara: “No tengo un perfil técnico, entiendo hasta el punto de poder problematizarlo”.
Desde hace un año, María es parte de Digital Democracy, allí realiza tareas en las áreas de Comunicación y Soporte de Producto, ésta última más vinculada al acompañamiento de las personas usuarias. Uno de los principales desarrollos de la organización es Mapeo, una herramienta digital para documentar, monitorear y cartografiar muchos tipos de datos, utilizada mayormente en procesos de defensa territorial.
Se trata de una plataforma que permite que las personas que habitan, cuidan y defienden un territorio puedan monitorear y documentar tanto las amenazas como los efectos o particularidades que se identifican. Es una herramienta customizable, adaptable a cada territorio, que busca responder a las diferentes necesidades de las personas y las comunidades usuarias.
“Los mapas, al igual que la tecnología, nunca son neutrales”, reflexiona María. “Han sido usados históricamente para procesos de colonización, de despojo territorial, de extractivismo, pero también han sido -y pueden ser- utilizados por diversas comunidades y pueblos originarios de otras formas, ¿no? Y desde el propio conocimiento del territorio”.
– Si tuvieras que darle una personalidad a Mapeo, ¿cómo lo describirías?
Es un proyecto local y a la vez muy diverso porque los territorios donde se utiliza son diversos, pero en ellos se viven amenazas y situaciones parecidas. También diría que es sensible y con espíritu de cuidado. Hay mucha atención a los detalles, a responder a cosas específicas en contextos locales, y entonces ese proceso se vuelve de mucho cuidado y escucha, tanto a quienes lo usan como también a quienes lo desarrollan.
– ¿Cómo fue el proceso de desarrollo?
El proceso se inicia muchos años antes de ser Mapeo. Comenzó a partir de distintas colaboraciones del equipo de Digital Democracy con diversos procesos de defensa territorial en la región latinoamericana de la Amazonía, sobre todo frente a la presencia de petroleras y otros tipos de despojo. Los pueblos indígenas estaban requiriendo herramientas de mapeo para definir y documentar elles mismes los territorios, desde su propio habitarlo y ser parte de él.
Si bien en ese momento ya existía el GPS, las herramientas requerían mucha experiencia técnica y conocimiento. Y entonces surge la necesidad de una herramienta accesible en términos de conocimiento técnico, pero también pensando en contextos particulares donde, por ejemplo, no hay internet e incluso se hablan otras lenguas.
Así fue como, hace aproximadamente siete años, se desarrolla Mapeo. Una herramienta en la que las personas usuarias no requieren conexión a Internet, es peer to peer, es decir la información se actualiza a través del encuentro de las personas que están monitoreando el territorio, y también es muy intuitiva.
– ¿Cómo es el proceso de trabajo con las personas usuarias y qué desafíos encuentran en él?
Justo me incorporé en un año de cambios importantes del que puedo hablar. Mapeo empezó en un contexto muy local, en colaboración con organizaciones socias con las que se trabajaba hacía un tiempo, y con un acompañamiento muy cercano. Empezó también con poco presupuesto y con una base muy sencilla a nivel de programación.
En el último tiempo, esa base ya no estaba siendo suficiente para apoyar todas las solicitudes que hay ahora de parte de las personas que usan la herramienta. Los monitores y monitoras, las personas de las comunidades con las que trabajamos y quienes la están usando, tienen mucho que decir en cuanto a qué no les sirve o qué les serviría mejor.
Todo ello lo hemos documentado en conversaciones y en talleres, y también hay un canal de comunicación constante tanto de soporte técnico como de conversaciones más de fondo sobre lo que está pasando en los territorios. Y en ese sentido, en los últimos años fueron surgiendo necesidades muy claras como, por ejemplo, mayor seguridad o que lo que se pueda documentar no solo sean fotos sino también audio y vídeo.
Como la base en la que estaba construida Mapeo, ya no daba para todos esos pedidos, ahora estamos en un proceso de renovar el backend, para que, con una nueva base más sólida, se pueda avanzar.
En este último año ha habido todo un proceso de renovación que ha implicado mucha reflexión, muchas conversaciones y también mucha concentración del equipo técnico para el tema del desarrollo y del equipo de Soporte de Producto para pensar cómo va a ser el acompañamiento de todos esos cambios.
Si bien la herramienta puede seguir sumando más posibilidades y mejoras, hay características propias del producto que no deben perderse de vista, como por ejemplo que es muy accesible, tiene muy pocos botones, es muy intuitiva y funciona en celulares muy viejitos con poca capacidad.
Entonces, creo que el desafío está en cómo balancear las nuevas mejoras que se solicitan desde los territorios con el principio básico de accesibilidad, tanto técnica como de uso. Otro desafío es equilibrar el ritmo acelerado de la necesidad de documentar las amenazas o cambios en un territorio, con la capacidad de nuestro equipo, que es un equipo pequeño. El camino de Mapeo depende del ritmo de las personas usuarias y de la posibilidad de estar en conversación permanente con ellas.
-¿Te acuerdas de alguna experiencia de uso de Mapeo que puedas compartir?
Hay un caso que creo que ilustra muy bien el hecho de que con la herramienta se mapean las amenazas, pero también la vida que hay en el territorio. Es el caso del pueblo Waorani de Ecuador que se impuso al gobierno de ese país frente a la entrada de petroleras en sus territorios con la excusa de que allí no había nada.
El pueblo Waorani utilizó la herramienta Mapeo para presentar sus propios mapas y demostraron todo lo que sí había y todo lo que se ponía en peligro con los permisos que el gobierno estaba otorgando a las petroleras y lograron suspender cualquier posibilidad para desarrollar proyectos de extracción en sus tierras.
Este tipo de usos de mapas propios para comunicar también hacia el afuera lo que hay en los territorios, fue muy relevante y también generó otros procesos en otras comunidades que han estado dándole su propio uso a Mapeo. Es una herramienta que también puede servir para documentar no solo lo tangible, sino también aquello relacionado con las lenguas originarias o con la memoria de las comunidades.
– El equipo trabaja mayormente de forma remota, ¿tienen encuentros presenciales?
En mayo tuvimos un encuentro en la Amazonía Ecuatoriana, queríamos mucho juntar a todas las personas con las que trabajamos en diferentes territorios, y generar un espacio para que también entre ellas se encontraran.
Y fue un encuentro, tal cual. Eso era lo principal: contar historias, escuchar las historias de otras personas, no solo de la tecnología, sino de lo que está pasando en sus territorios y de cómo las herramientas les están apoyando.
Fuimos cerca de 50 personas quienes participamos. ¡Fue increíble! Fueron defensoras y defensores de territorios de once países: había personas de la Amazonía de la parte de Brasil, de Perú, de Ecuador, pero también había personas de Nueva Zelanda.
Había personas de muchos lugares y hubo también todo un reto en cuanto al lenguaje. Fue muy rico. Lugares tan diferentes y con desafíos tan similares como de una forma de colonización y de extractivismo y despojo que opera parecido ¿no?
En el encuentro hubo quienes han estado usando más Mapeo, pero también quienes han estado usando Terrastories, otra herramienta que también tiene que ver con la defensa, pero de las historias sobre su tierra. Y en paralelo, también hubo un proceso de investigación de experiencia de usuario, donde el equipo técnico mantuvo conversaciones dinámicas con preguntas para analizar sobre si responde a las necesidades de las personas en contextos diferentes.
Entonces, hubo ese intercambio muy rico y además que el equipo de desarrollo haya estado ahí ¿no? Creo que es otro desafío y que estamos constantemente intentando resolver: la articulación de quienes acompañamos desde el proceso de lo comunitario, con quienes se encargan de desarrollar. Como esa cosa más holística del trabajo.
-¿Cómo se conecta la antropología con la tecnología?
Creo que se juntan desde lo político. En el repensar y desde cómo observar. Siento que también al no entender la tecnología desde lo más técnico, desde la antropología siempre recurrimos a metáforas para explicarlo y entonces puedes decir algo relacionado a la vida cotidiana que no tiene nada que ver con si tienes información técnica o no. Puedes aportar en repensar lo que parece dado como una tecnología.
Luego se cruza mucho la experiencia cotidiana de ser usuaria y veo que sí, que desde la pregunta y desde todos los otros conocimientos que tenemos, se puede incidir, pensar y replantear la tecnología desde otros lados.
También pensar en que decimos “la tecnología” como una forma general, pero que en realidad nos referimos casi siempre a las tecnologías digitales. Pero hay muchas otras tecnologías, y como todas hay muchas que se han usado para contar historias. Y las tecnologías digitales también sirven para contar historias y hay formas de hacerlo desde términos propios. Entonces pienso en cómo sumarle a ese proceso, aunque no sea desde el conocimiento técnico, pero sí desde aquello que nos importa.
La antropología me dio muchas preguntas que abrazo mucho, de cómo se pueden percibir las cosas de un territorio y desde otro lugar, desde otro cuerpo, desde otras lenguas, desde otra experiencia. Creo que todo lo que he hecho como el amor que le tengo a las historias y a la diversidad de tus formas de contarlas y a la diversidad de territorios desde las que se encuentran.
Digital Democracy apoya a las comunidades que trabajan para defender sus derechos humanos y ambientales, pero que carecen de las herramientas para hacerlo. Se trata de comunidades marginadas en todo el mundo, incluidos pueblos indígenas y minorías étnicas, cuyos derechos humanos se ven más gravemente afectados por el abuso ambiental. La organización acompaña con los procesos de las comunidades con distintas capacitaciones que le permita utilizar herramientas digitales básicas para recopilar, compartir y gestionar información sobre infracciones ambientales y de derechos humanos.
Puedes conocer más sobre su trabajo y las distintas herramientas que han desarrollado en el sitio www.digital-democracy.org.
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Fotografía: Sur siendo