Por: Diana Bruja Palacios. 11/04/2022
Desde los 90 se han levantado vallas fronterizas en Europa para contener la entrada de migrantes que van en busca de refugio y seguridad a países como Alemania, Hungría y España, a causa de la violencia, la pobreza o la guerra en sus lugares de origen.
Las bases de la llamada “Europa fortaleza” datan de los Acuerdos de Schengen de 1985, que establecen la libre circulación dentro de las fronteras de la Unión Europea, pero también demandan más control de las fronteras exteriores para frenar el flujo de personas que van, principalmente, hacia el territorio de los países imperialistas en busca de una vida mejor, y que acordaron como una medida claramente antimigratoria. Actualmente, a estos Acuerdos adhieren 26 Estados de la UE.
Desde entonces, la construcción de muros fronterizos por razones migratorias se ha convertido en una política en auge, fruto de los discursos xenófobos y racistas que consideran las migraciones y a las personas desplazadas por la fuerza como una “amenaza”, pero que conlleva a la súper explotación y nulo acceso a derechos económicos, sociales y culturales para quienes migran, sobre todo las y los trabajadores que caminan por el mundo sin documentos.
Se asentó, entonces, con el discurso xenófobo de grupos y gobiernos de derecha y ultraderecha, la idea de un interior seguro frente a un exterior inseguro, acompañada de sucesivas estrategias de seguridad europea reforzadas a partir de 2003, cuyo arraigo se encuentra en el modelo norteamericano de “Homeland security” a partir del atentado 11-S en 2001, que plantea como un problema de seguridad nacional, bajo el discurso de una “invasión amenazante”, el problema de los flujos migratorios. Así, la política de construir vallas kilométricas y establecer controles marítimos tiene por objetivo dificultar o impedir la entrada de migrantes.
A lo anterior se suma el fortalecimiento de tendencias nacionalistas, de ultra derecha y xenófobas en Europa y Estados Unidos como parte de los nuevos fenómenos políticos que han surgido al calor de la crisis económica internacional iniciada en 2008.
España-fortaleza, paradigma de la política antimigratoria
El Estado español, paradigma de la construcción de la Europa fortaleza, levantó las vallas de Ceuta en 1993 y Melilla en 1996 para frenar el flujo migratorio proveniente de África, desde Marruecos. En marzo de 2022, estos muros cumplen dos años cerrados a partir de la crisis sanitaria de 2020 que provocó el avance de las políticas xenófobas y racistas de los gobiernos europeos.
Las autoridades españolas no sólo detienen y deportan migrantes, sino que los usan como moneda de cambio dejando que pasen miles para, después, solicitar financiamiento por el tema migratorio, como sucedió el pasado mayo de 2021 cuando dejaron pasar 12 mil migrantes por Ceuta, España, para dejarlos abandonados en esa ciudad, pero aprovecharon para solicitar 30 millones de euros para vigilancia de la frontera.
Estados-fortaleza al servicio del imperialismo
Una de las notables consecuencias de estas tendencias es la Política de Seguridad y Defensa Común de la UE, que se ha militarizado cada vez más y ha ido más lejos mediante una política de externalización del control y gestión de las fronteras a países subordinados a los imperialismos tanto en Europa como en América Latina.
Países como Turquía, Marruecos y Libia reciben compensaciones económicas a cambio de contener, perseguir y detener el flujo migratorio hacia Europa. Algo similar sucede en México ante la política antimigratoria impuesta desde EE. UU. De este modo el trabajo represivo queda en manos de los países subordinados, mientras los imperialismos miran hacia otro lado.
La industria, en complicidad con los gobiernos, se ha beneficiado de la construcción de vallas kilométricas y de la criminalización de las y los migrantes que huyen de la violencia, la pobreza y la guerra. Estos muros se han forjado por las empresas de armamento del mundo, de construcción local y por organismos gubernamentales, que han logrado jugosas cifras monetarias con los presupuestos otorgados para el control fronterizo. Entre las empresas constructoras destacan Airbus, Thales, Lockheed Martín, L3Harris Technologies, General Dynamics y Northrop Grumman, Indra, Leídos, Raytheon, CSRA, Dat-Con y Elbit; empresas clave del complejo industrial-militar en EE. UU. y la UE.
En Europa, diez países (España, Grecia, Hungría, Bulgaria, Austria, Eslovenia, Polonia, Letonia, Estonia y Lituania) han levantado muros en sus fronteras para impedir la entrada a personas migrantes, convirtiéndose en Estados-fortaleza, además de aplicar controles marítimos, con operaciones navales patrullando el mar Mediterráneo, así como los muros virtuales a través de sistemas de control fronterizo con diferentes tecnologías como se señala en esta nota, que buscan parar a las personas que intentan entrar en Europa, incluso aquellas que están viajando por el continente, y así controlar el movimiento general de la población.
Ejemplos de esto son Grecia y Bulgaria, que levantaron vallas en sus fronteras con Turquía, además de Hungría que construyó un muro fronterizo con Serbia ante el incremento del flujo migratorio a partir de 2013, de personas que huían de la crisis económica en su país y que por este motivo no son considerados como refugiados.
También está Polonia que comenzó a construir una valla permanente en su frontera con Bielorrusia y Lituania apenas en enero de 2022, en el marco de la crisis migratoria en la región, donde familias enteras murieron de frío al no poder cruzar y quedarse en los bosques helados, sin comida y sin ayuda humanitaria.
Para terminar con esta barbarie se necesita la organización internacionalista de la clase trabajadora y el conjunto de los oprimidos, que se apueste por combatir estas medidas antimigratorias, que se replican en múltiples países alrededor del mundo con más persecución, detención y expulsión de migrantes, quienes son trabajadores súper explotados y sin derechos, así como para luchar, con una politica anticapitalista, antiimperialista y de clase, contra las políticas reaccionarias que provocan las olas migratorias.
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Fotografía: Portal alba