Por Luis Bello Estrada. Insurgencia Magisterial. 28 de febrero de 2019
Un Estado es sano cuando ha terminado de crecer, pero no se detiene ahí; con palabras de Sócrates, Platón le reconoce la necesidad de agrandarse e inclusive de hacerse de lujos. Tras la división del trabajo y su especialización, surgen riquezas, ambición y necesidades, por lo que requiere “amputar el territorio vecino”. Esta condición se reconoce como el Estado afiebrado y ahí el Adán de la filosofía identifica el origen de la guerra.
Los Estados referidos del siglo V a.C. son ciudades, es decir, ciudades—Estado que emergen creando la cultura (occidental). Transcurrió un par de milenios para convertirse en Estados-nación, más o menos independientes, tal como ahora los conocemos. En su Manifiesto del Partido Comunista (1845), Marx enuncia un modelo de mundo global en tanto un Estado—mundo para explicar y proponer el funcionamiento del planeta; ante la burguesía internacional, declara: “Obreros del mundo, uníos”.
La organización planetaria como Estado—mundo se constituye desde una “hegemonía mundial capitalista”. De acuerdo con los neomarxistas Giovanni Arrighi e Immanuel Wallerstein se gesta desde el siglo XIII en la ciudad—Estado de Génova, surge ahí el primer imperio económico financiero capitalista, que ha de perder su supremacía ante una innovación en el comercio: la venta de personas esclavas, que emprende la corona de Orange, logra para Holanda la segunda hegemonía mundial capitalista. La tercera, mediante la guerra del opio (1839-1860), la conquista Inglaterra hasta 1945 cuando la concluye con la Segunda Guerra Mundial; finalmente, Estados Unidos de América se hace de ella en su cuarta y posiblemente última versión.
E. Hobsbawn plantea que Alemania, a principios del siglo XX, durante la hegemonía inglesa, padeció un Estado afiebrado que necesitaba expandirse; sin embargo, al rodearla los imperios británico y francés, así como la Rusia zarista, no lo consiguió y, al buscar “amputar territorios vecinos”, terminó generando la Primera Guerra Mundial (1914-1917) que conectó con la Segunda (1938-1945). Este conflicto provocó que Europa y la hegemonía inglesa quedaran destruidas, y así los Estados Unidos de América retomaron la estafeta: desde entonces ejerce la cuarta “hegemonía mundial capitalista”, la pregunta es ¿hasta cuándo?
Entre las crisis cíclicas del capitalismo reciente, las del ciclo de treinta años parecen ser de las más regulares y profundas. Ejemplo de ello fue la “Gran Depresión de 1929”; treinta años después, la guerra de Vietnam (1959) fue necesaria para activar la economía; la guerra del Golfo Pérsico ocurrió en 1990 y para 2020 se vislumbra otro ciclo crítico. El Estado afiebrado norteamericano requiere territorio, control político económico y, por supuesto, el energético: petróleo. Es precisamente Venezuela quien parece ser la mejor victima del imperio que ahora no esconde sus intenciones, sino que cínicamente las anuncia y justifica como una acción humanitaria.
Regularmente, a través de la Central de Inteligencia Americana o CIA, los Estados Unidos ya estarían tomando posesión del país y de su petróleo; no obstante, la actual geopolítica no es tan simple, la doctrina Monroe no va libre, hay nuevos y poderosos actores, digamos recargados. La República Popular China ha superado al imperio de América en el rubro económico y la Federación Rusa o Rusia ha hecho lo propio en el rubro armamentista y ambas, en unidad con Cuba e Irán, se han aliado con la llamada república bolivariana.
La elección del país del norte de un personaje beligerante, xenófobo y excluyente como presidente no deja muchas dudas de su crisis, expresada en la negativa de dicho mandatario para refrendar los convenios internacionales en favor del medio ambientales, como el de no proliferación de armas nucleares, son indicadores claros que padece un episodio de Estado afiebrado y busca amputar territorio vecino, que le permita contar con el energético que lo reposicione como hegemonía mundial.
Venezuela cuenta con asesores cubanos que han sabido por más de medio siglo mantener a raya al potentado del norte y además tiene valiosas relaciones político comerciales con China, Rusia e Irán, que nos plantean, sin lugar a dudas, un cambio de régimen mundial. Una posible reubicación del polo hegemónico mundial no necesariamente sería sustentado en la economía clásica liberal, sino que atendería otras visiones, pero que necesariamente marcará el fin del modelo que conocemos por casi un siglo. El sábado 23 de febrero pasado pudo haber iniciado el fin de lo que conocemos en material de geopolítica. El nuevo escenario es volátil y evidentemente camina hacia un nuevo orden mundial.
Fotografía: larepublica.pe