Por: MARX JOSÉ GÓMEZ LIENDO. 14/02/2022
Entrevista a Miguel Ángel Contreras Natera.
La pandemia de COVID-19 ha trastocado la cotidianidad de todas y todos a múltiples escalas y de formas diferenciadas. Desde la heterogeneidad constitutiva de los estudios sociales, son vitales los aportes que nos ofrezcan una mirada de conjunto de la situación actual porque, lejos de ser una mera coyuntura, la pandemia es reveladora de un conjunto de crisis que definen nuestro momento epocal.
Al respecto, la mirada crítica y la agudeza analítica de Miguel Ángel Contreras Natera, permite ubicar a la pandemia en el contexto de conflictividades más amplias no sólo en términos socio-ambientales, geoeconómicos y geopolíticos, sino también epistemológicos, ontológicos y éticos. Sus reflexiones nos ofrecen elementos para diseñar colectivamente programas de investigación que se aboquen a desactivar las causas y procesos que están posibilitando la emergencia de distopías que amenazan con rediseñar nuestro presente hacia futuros cada vez más inciertos.
Miguel Ángel es sociólogo (UCV), doctor en estudios del desarrollo (CENDES-UCV) e investigador asociado a titular en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), donde es jefe del Laboratorio de Teoría y Diseño de Sistemas Sociales Complejos y Coordinador Académico del Centro de Estudios de la Ciencia. También es profesor agregado del Departamento de Teoría Social en la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela ha sido invitado a dictar conferencias en universidades de España, Argentina, Estados Unidos, Corea del Sur, Brasil, Paraguay y China. Su último libro, Crítica a la razón neoliberal (Akal, 2015) obtuvo Mención Honorífica en la XI edición del Premio Libertador al Pensamiento Crítico en Caracas, Venezuela. Actualmente, se encuentra trabajando en un proyecto de libro donde analiza la pandemia de COVID-19 en el marco de la crisis de la razón euroccidental.
Iberoamérica Social (IS): Parece que estamos frente a una verdad fáctica: la pandemia lo ha cambiado todo. Sin embargo, el mundo antes de la pandemia, de por sí estructuralmente desigual, asimétrico e insustentable, ya venía asistiendo a una serie de reconfiguraciones en distintos ámbitos. Tales modificaciones se mueven entre el reacomodo de los centros de poder en la economía-mundo capitalista y las posibilidades para transitar hacia otros horizontes civilizatorios. Bajo este marco, quisiera comenzar preguntándote, ¿cómo caracterizas el momento que estamos viviendo? Por “momento” me refiero al mundo antes y durante la pandemia por coronavirus.
Miguel Ángel Contreras Natera (MACN): Ciertamente, la afirmación de que la pandemia lo ha cambiado todo se convirtió en una facticidad histórica incuestionable que ha des-anudado un conjunto de crisis globales multi-factoriales que permanecían como debates científicos e institucionales especializados.
La desestabilización de las estructuras políticas, económicas y financieras que hicieron posible el esquema regulatorio del Siglo XX Americano, por utilizar una expresión de Giovanni Arrighi1, representan solo la punta del iceberg de un conjunto de transformaciones que tienen un juego de escalas de una mayor amplitud civilizacional. En este caso, el quiebre de las instituciones de Breton Woods es simultáneo al largo declive estadounidense y coincide con el ascenso económico, político y cultural de China, que había iniciado la construcción de su infraestructura de cambio estratégico con la llamada Ruta de la Seda.
Este es un proceso transformativo bifronte. Por un lado, describe el desplazamiento de la economía del Atlántico Norte al Asia Oriental que define y configura la extrema conflictividad geopolítica y geoeconómica entre Estados Unidos y China en una diversidad de ámbitos. Igualmente, contiene tres hipótesis sobre las transiciones globales que compiten en el campo analítico de las ciencias sociales y en las prospectivas que se diseñan desde cada una de estas perspectivas; la reorientalización de la economía, el desplazamiento hegemónico de la acumulación de capital y la transformación sistémica. Por el otro, el cambio en el patrón energético se anuda con un cambio en el patrón tecnológico que acrecienta los conflictos intra-capitalistas y, reconfigura los espacios-tiempos de la acumulación de capital.
El deslizamiento progresivo de la economía industrial que tiene en el combustible fósil su materia prima fundamental por una economía digital en constante búsqueda de fuentes energéticas alternativas, se ha convertido en el nodo central de la economía de la innovación tecnológica. Paradójicamente, la centralidad del conocimiento científico y la mano de obra especializada, confluyen con las nuevas lógicas de la expulsión capitalista que precisan de abundante mano de obra barata para sus procesos de competencia corporativa. La consolidación de la economía digital, con su combinación entre la innovación de productos y la innovación de procesos, está creando las condiciones de un radical cambio paradigmático en el campo de la acumulación de capital, como lo ha mostrado Shoshana Zuboff con los algoritmos conductuales que traducen la infinita experiencia humana privada, en cadenas de suministros de datos para ecosistemas de comercialización corporativa2.
En el caso energético, el silicio y el litio, y su combinación en nanoestructuras únicas, conforman las nuevas áreas de Investigación y Desarrollo (I+D) en las que se ha centrado la competencia de las grandes corporaciones empresariales digitales. Las baterías, y su capacidad de almacenamiento, configuran un espacio competitivo de los centros de investigación asociados a la economía digital que desarrollan súper microesferas capaces de resolver los problemas tecno-químicos de los nuevos materiales. Este proceso tiene dos consecuencias espaciales. Por una parte, las capacidades científico-tecnológicas concentradas en países y regiones son esenciales para la producción de sinergias creativas en el campo de las estrategias expansivas de las corporaciones empresariales. Por la otra, la economía digital reivindica y condena simultáneamente a regiones enteras a la explotación de islas sintrópicas y al olvido político de ciudades convertidas en despojos urbanos del capital. En definitiva, conforma invernaderos de confort que fortifican las zonas amuralladas de la abundancia para diferenciarlas de la desposesión sistemática de las zonas abiertas sometidas a la guerra, la exclusión y la violencia.
Esta distribución de los espacios estratégicos y los espacios del caos recrea las formas de rearticulación de los conflictivos modos de regulación emergentes que reproducen el desorden global del proceso de acumulación. Por tanto, coincido con el espíritu de la pregunta de estar ante un kairós transformacional que implica un más allá de lógica epistemológica de separación de campos y, supone pensar al mundo como una totalidad histórica sin perder de vista la singularidad enunciativa desde donde pensamos la crisis de la razón euroccidental. Pero, también, la expansión de la lógica de acumulación de capital, como un proceso simultáneo de proletarización de las relaciones sociales y desruralización de las superficies cultivables, intensifica las consecuencias de la bifurcación sistémica. Sobre todo, en cuanto la inquietante identidad entre la expansión del capitalismo (agricultura industrial y minería a cielo abierto) y la destrucción de islas sintrópicas para su explotación industrial conllevan a la irrupción de paisajes rotos, fracturados e hibridizados por la lógica del capital.
Los entramados sociales que emergen en estos espacios del capital se caracterizan por la miseria, la desolación y la exclusión de poblaciones sentenciadas al movimiento perpetuo sin documentos, sin derechos y sin dignidad. Sometidas a la condena de la invisibilidad social y geográfica. Necesitamos comprender los efectos no-lineales de la destrucción de las islas sintrópicas incorporando los alcances de los estudios de la flora silvestre realizados por el científico mexicano Rodolfo Dirzo3. Para él, la deforestación es un proceso subterráneo de defaunación desde la perspectiva animal que tiene implicaciones irreversibles en la pérdida de la variedad genética y, por consiguiente, en las capacidades evolutivas y adaptativas de las especies. Esto último supone el incremento de la rodentización (crecimiento exponencial de la población de roedores) como una respuesta a la ausencia de regulación ecológica y, por tal motivo, a la aparición de nuevos patógenos que potencian las posibilidades de la zoonosis.
De este modo, el SARS-CoV-2 debe comprenderse como una efectuación zoonótica indirecta del doble proceso de deforestación y defaunación que produce la liberación de patógenos contenidos en especies que viven en ecosistemas particulares. La infraestructura de transporte terrestre, aéreo y fluvial de la globalización económica disemina en tiempo real los efectos de la explotación capitalista de islas sintrópicas en las zonas calientes del globo terráqueo. Lo que tenemos ahora es una globalización de las enfermedades infecciosas. Esta hipótesis se anuda material y simbólicamente con las efectuaciones de las guerras por los recursos, el cambio climático y las grandes movilizaciones humanas que han visibilizado globalmente un conjunto de problemáticas atávicas, escatológicas y distópicas.
Más allá del milenarismo escatológico, la célebre frase de Fredric Jameson, de que era <<más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo>>, adquirió una apremiante y dramática contemporaneidad con la irrupción catastrófica de la COVID-19. Indudablemente, la pandemia del coronavirus fortaleció la hipótesis de estar frente a un punto de inflexión histórico que ha ralentizado la lógica del capital proyectando una multitud de narrativas distópicas sobre el futuro del mundo. Por tanto, este momento histórico es de radical incertidumbre respecto a un futuro inmediato. Las ideas que habían vertebrado la grandeza prometeica de la razón ilustrada se han desvitalizado simbólica y materialmente a pesar de los cantos de sirena de la economía de la innovación, que proyecta constantemente una pluralidad de futuros alternativos con la incorporación de la inteligencia artificial en la conformación de entornos más seguros para la cotidianidad de la vida social. De hecho, la idea del progreso humano que formó parte indisoluble de los imaginarios sociales de los últimos doscientos años en la modernidad euroccidental definitivamente ha muerto con la pandemia. La ecuación lineal entre ciencia, desarrollo y bienestar se ha roto, la fascinación cultural que producía su sola evocación se ha dislocado, trastocando la superficie de proyección de la ciencia y la política en la civilización del capital. El horizonte dominante es el caos y la incertidumbre en una continuidad histórica de la civilización del capital desigual, excluyente y polarizadora entre el antes y el después de la pandemia de la COVID-19.
IS: Con base en la caracterización que nos ofreces, ahora quisiera entrelazar varias interrogantes: ¿Qué balance haces de la ciencia, como sistema de conocimiento hegemónico, y particularmente sobre el rol de las ciencias sociales? ¿Estamos las y los científicos sociales equipados para el momento que nos describes? ¿Es la crisis por coronavirus una expresión más, quizá la más sintomática, de una crisis del modelo civilizatorio que defines como euroccidental?
MACN: La differance existente entre la promesa liberadora contenida en los preceptos filosóficos de la Ilustración europea y la inquietud apocalíptica de nuestra época marca el trazo distintivo de una razón tecno-instrumental extraviada de sus propósitos fundacionales. Este desfase entre la promesa y el destino de la razón euroccidental, define las configuraciones institucionales de la ciencia como un sistema de conocimiento autonomizado de aquella esperanza redentora de la Ilustración. En palabras de un crítico social como Jürgen Habermas, los procesos de racionalización modernos al desprenderse de sus orígenes normativos y, reforzarse mutuamente con la formación de capital y el desarrollo de las fuerzas productivas, consolidó a la ciencia como un sistema de conocimiento al servicio de la acumulación4. De este modo, el sentido de la Auflärung kantiana quedaba atrapado en su tendencia estrictamente utilitaria, al anudarse la racionalidad a la empresa capitalista y al aparato burocrático estatal, en un sistema funcionalmente entrelazado entre sí.
La sociedad moderna como sociedad tecnológica, tiene en la racionalidad tecno-instrumental la fuente material y simbólica que organiza, regula y produce las acciones que exigen los sistemas de control estratégico en el capitalismo tardío. El funcionamiento de los sistemas tecno-científicos configura una facticidad histórica que precisa la explicación y comprensión de las ciencias sociales para desenmascarar este férreo estuche que se ha objetivado en la sociedad tecnológica. La crítica a la razón, como crítica al sistema tecno-científico, tiene dimensiones históricas, ontológicas, epistemológicas, semióticas, éticas y de género, que han sido abordadas por Max Weber, Martín Heidegger, Theodor Adorno, Michel Foucault, Jacques Derrida, Jürgen Habermas, Paul Feyerabend, Hans Jonas, Donna Haraway, Evelyn Fox Keller, Vandana Shiva, Paolo Fabbri, Ilya Priggogine, Isabelle Stengers y Bruno Latour, entre tantos otros. Estos autores intentaron comprender el vasto movimiento transformativo que implicó la progresiva racionalización de las sociedades modernas desde perspectivas críticas que no se adecuaban estrictamente a los estándares del positivismo emergente.
La ambigüedad originaria de las ciencias sociales, ancladas tanto en la búsqueda de regularidades nomológicas como en la singularidad ideográfica del acontecimiento, no viene dada por la densidad de su ámbito objetual sino por la compleja configuración epistemológica que las reconduce hacia la peligrosidad profanadora de la crítica como a su precaria positividad constitutiva. En cualquiera de los dos casos, la proyección colonial e imperial de una Europa civilizadora sobre un mundo desconocido aparecía como el programa modernizador de las estructuras cognitivas que se consolidaron a finales del siglo XIX. El logos colonial-moderno, se configuró como un inconsciente científico, que intentaba preservar la inocencia de una escena culposa, desprovista de la complicidad tecno-científica con el proceso de colonización europeo.
En este contexto histórico transicional, las ciencias naturales desplazaron a las ciencias del espíritu, conformándose en el alma fundamental de la modernización social europea. Este giro describía el profundo cataclismo social que suponía el desplazamiento de las estructuras de conocimiento de los mandarines universitarios. Desde ese entonces, la voluntad incontestada de la nobleza espiritual, crítica del utilitarismo banal, comenzó a constatar un desmoronamiento de su autoridad como consecuencia de los procesos de modernización industrial. Un radical desplazamiento de los regímenes de verdad. Esto implicó un cambio igualmente radical en los contenidos de los curriculum de estudios, una transformación sustantiva de la idea de prestigio social y la consolidación positiva de la idea de objetividad científica como un conocimiento matematizable, tangible y abstracto en correspondencia con el programa teórico y político del Círculo de Viena.
La ciencia y la tecnología, en su vocación utilitaria, lograron construir los fundamentos del deslizamiento epistémico e institucional de la racionalidad instrumental y burocrática, que entrevió críticamente Max Weber con la idea de la Jaula de Hierro5. En esta dirección, el célebre cuadro de Francisco Goya, Los sueños de la razón producen monstruos, sintetiza este espíritu epocal de sombras, espectros y destrucción que caracteriza a la moderna civilización euroccidental. Un siglo después, esta radiografía histórica de la racionalidad tecno-instrumental, presenta el triunfo de la muerte como una espantosa distopía que se distancia y olvida del sentido orientador y el interés emancipador que vertebraba las grandes preocupaciones de la ilustración europea. En palabras de Martín Heidegger, la pregunta central ha caído en el olvido en cuanto el lugar del conocimiento como apertura al sentido del ser de la existencia humana se convirtió en una interrogante trivial en la moderna sociedad tecnológica6.
¿Qué esperar entonces en el campo de las ciencias sociales? ¿Qué desafíos enfrentan las ciencias sociales? Primero, establecer una reflexividad crítica entre los sistemas tecno-científicos y la conciencia práctico-cultural del mundo, un nuevo enlazamiento epistémico entre mundo sistémico y mundo de vida en la terminología de Jürgen Habermas. Sólo reconectando la experiencia de la ciencia con la experiencia de la vida, en el contexto de la fragmentación epistémica actual, podemos enfrentar el velamiento que se erigió como dogma positivo en la civilización del capital. En el pasado, la identidad entre la ignorancia, el sufrimiento y la felicidad negada se había convertido en el programa que precisaba la Ilustración para enfrentar las cadenas de la opresión, la persecución y la religión. Al destruirse la convergencia entre verdad y felicidad, y separarse razón y emancipación humana, se construyeron las sólidas bases de un positivismo científico que aislaba la función crítica y transformadora de la razón. La división entre lo verdadero y lo bueno, entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, entre la ciencia y las humanidades conformó la estructura de sentimientos de la constitución del conocimiento.
Segundo, comprender que los dilemas societales actuales y las proyecciones históricas de los decursos de acción están atravesados por la necesidad de recuperar este sentido crítico que anima a una buena parte de la tradición de las ciencias sociales. Aquí, nos topamos, con la herencia no-pensada del colonialismo en la construcción de las problemáticas disciplinarias con su formato des-historizado y abstracto, que conformaba una constante subjetiva des-espacializada y des-temporalizada. La tensión entre el lugar de enunciación en su configuración perceptiva, cultural e histórica con las problemáticas globales que atraviesan el capitalismo tardío, conduce a repensar los alcances del debate filosófico entre lo particular y lo universal, en el contexto de las intensas discusiones sobre la persistente colonialidad en las estructuras del conocimiento científico y la emergencia de pluriversos de significados. Incluyendo, la pluralidad de voces radicales de los movimientos feministas que han denunciado las múltiples formas de exclusión científica, que separan a las mujeres del campo del conocimiento basándose en prejuicios civilizacionales e institucionales normalizados, que funcionan como una violenta censura epistémica.
Tercero, es necesario confrontar teórica e institucionalmente la reorganización del conocimiento que se sigue de tendencias epistémicas que allanan las diferencias entre las dos culturas. La crítica a estas premisas conducen a la indeterminación y a la imprevisibilidad en el campo de los estudios de la complejidad y, al cuestionamiento al universalismo y la recuperación del lugar de enunciación en las ciencias sociales críticas, cuestión que visibiliza problemáticas y colaboraciones absolutamente novedosas. Las nuevas alianzas, por recuperar el título de un clásico libro de Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, supone explorar las convergencias que se han venido desarrollando entre no-linealidad, incertidumbre y flecha del tiempo como ámbitos que sintetizan la complejidad de la histórica vida humana en la sociedad tecnológica7. Estos movimientos de cientifización de lo social ofrecen una inmensa oportunidad de superar la epistemología de separación y, ubicar dentro de una histórica e integrada visión los estudios de la realidad social. Utilizando la expresión de Michel Serres, el paso del noroeste8, se inscribe en la necesidad de consolidar la representación de la ciencias que apunte a transitar estas nuevas emergencias epistémicas y metafóricas. Este doble desplazamiento que va de las ciencias naturales a las ciencias sociales con su retorno crítico es visible contrastarlo en los proyectos transdisciplinarios que deberían surgir en el inmenso campo de investigación de la pandemia de la COVID-19. En este último caso, los realineamientos críticos de las ciencias sociales implican adentrarse en la complejidad de los estudios culturales al reconstruir las plurales efectuaciones de los vectores de transmisión asociados a actos cotidianos, apercibidos e inconsciente como el toser, tocar y el frotarse. Desde luego, este proceso científico e institucional no está exento de conflictos y controversias, es una postura contrafáctica al estado actual de las ciencias sociales que siguen construyendo problemáticas disciplinarias en correspondencias con los mecanismos de financiamiento corporativos. Las resistencias al cambio, contienen supuestos epistémicos e institucionales, que se expresan en esta especie de corsé prêt-à-porter metodológico que funciona como una variante de censura del cientificismo.
Retomando, el objeto de la entrevista, el coronavirus ha logrado desnudar los conflictos subterráneos y microscópicos, enlazando sus efectuaciones locales y globales con la crisis planetaria de la civilización euroccidental. De allí, la importancia fundamental de unas ciencias sociales críticas que reconfiguren el ámbito objetual atendiendo tanto la doble hermenéutica como el horizonte normativo de la sociedad, en el sentido del programa de investigación delineado.
IS: Todo esto nos coloca en una situación laberíntica. En un sentido prospectivo, Estados, corporaciones transnacionales, instituciones internacionales y conglomerados mediáticos, entre otros actores, están encaminando sus acciones hacia lo que ha sido denominando “nueva normalidad” o escenarios “pos-pandemia”. No obstante, todo ello ocurre sin una toma de conciencia de lo que una entidad microscópica como el SARS-Cov2 nos invita a pensar. La incertidumbre es la marca de estos tiempos y el pensamiento complejo puede complejizarse aún más. Por tanto, ¿cuáles son los desafíos epistemológicos y ontológicos que se nos presentan en el macro de crisis entrelazadas que operan simultáneamente a múltiples escalas?
MACN: El colapso de los sistemas de salud en una variedad de experiencias nacionales conjuntamente con el control de la información sobre la enfermedad, y la instrumentación de medidas policiales de gran escala que garantizaran el cerco epidemiológico, conformaron las acciones sanitarias inmediatas ante la irrupción repentina de una neumonía desconocida. El desconcierto ante los nuevos síntomas que incluían la tos seca, la fiebre, los dolores de garganta y las dificultades respiratorias, agregaban a las muertes súbitas en los centros de salud un cuadro letal y novedoso. De este modo, la pandemia de COVID-19 transformaba radicalmente las formas de sociabilidad, la economía y acentuaba la conflictividad geopolítica y geoeconómica entre los bloques económicos en disputa. La incertidumbre se convirtió en un nuevo principio de realidad ante el desborde invisible que se manifestaba en la forma de muertes masivas en los distintos hospitales. La necesidad de controlar el caos se convirtió en un imperativo sanitario que suponía contener dentro de las fronteras de Wuhan la extrema peligrosidad del patógeno extraño y desconocido. En la zona de Wuhan, en China, se ensayaron simultáneamente la política de cuarentena total, la construcción de hospitales públicos, la atención inmediata de los síntomas recurrentes, la desinfección de espacios públicos, la obligatoriedad del uso de las mascarillas, la promoción del lavado frecuente de manos y rostro con solución jabonosa, el distanciamiento social, el control biométrico de los síntomas y el uso extendido de dispositivos de Inteligencia Artificial.
En este caso inicial, la guerra popular contra la COVID-19, por utilizar una expresión de Hairong Yan9, implicó la suspensión de la lógica de mercado al ofrecer atención médica gratuita y lanzar una amplia campaña de movilización social para el cumplimiento del distanciamiento social. La pregunta fundamental es que oculta el amenazador escenario de la diseminación de COVID-19 a escala globalizada en su letal tránsito por las principales ciudades del mundo. Inicialmente, el pobre desempeño de sistemas de salud públicos cuasi-privatizados que, desbordados ante la pandemia, demostraron las insuficiencias profundas del modelo tecnológico de la medicina. A su vez, los estándares de eficiencia y eficacia que forman parte de los mecanismos de promoción tanto de los hospitales como de los médicos, ocultaron la negligencia y la incompetencia de este sistema tecnológico de atención global del cuerpo humano.
La ausencia de un sistema de salud público adecuado a la sobrecarga de pacientes infectados por el SARS-CoV2 se convirtió en una evidencia incuestionable en países como Italia, España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Por el contrario, las respuestas político-sanitarias diferenciadas en China, Corea del Sur, Japón, Singapur y Vietnam presentaban sistemas de salud adecuados a las efectuaciones de la pandemia. El colapso de los privatizados sistemas de salud ante el desbordamiento sanitario evidenció el agotamiento de las premisas filosóficas del individualismo posesivo de la retórica neoliberal. La incapacidad pública globalizada de enfrentar las consecuencias inmediatas de la pandemia se encuentra directamente vinculada al sentido común neoliberal que privatiza las garantías de la vida y la salud.
En este juego de sombras, la relación entre la irrupción de COVID-19 y la economía mundial aceleró los síntomas de recesión que comenzaron a observarse en el último año, y que se ciernen como una amenaza global, sobre la totalidad del sistema histórico capitalista como un Katrina sanitario. De igual manera, la centralidad estratégica de un Estado que confrontará los riesgos de la pandemia desplazaba hacia un nuevo régimen de verdad las emergentes necesidades del sistema histórico capitalista. Globalmente, las políticas sanitarias centradas en la cuarentena social conjuntamente con la paralización de la economía y la ausencia de una vacuna contra la COVID-19 planteaban desafíos inéditos en esta relación multicausal post-pandemia.
En términos fácticos, la incertidumbre como sentido común epocal impedía imaginar escenarios económicos debido a la absoluta perplejidad de los epidemiólogos respecto a la extensión, magnitud y trayectoria que seguía la pandemia. Los riesgos de una segunda y tercera infección proyectan temores profundos sobre la vida, la capacidad de los sistemas públicos de salud y la efectividad de la extensión colectiva de las medidas de aislamiento social. El dramático contraste entre Occidente y Asia oriental profundizó las crecientes tensiones geoeconómicas socavando las bases institucionales de la reestructuración capitalista que se inició a finales de la década de los setenta. Las recientes disputas comerciales entre Estados Unidos y China han reescrito las reglas de juego de la globalización económica que se habían establecido desde la Ronda de Uruguay. El mundo de la post-pandemia en Estados Unidos y la UE con altas tasas de desempleo, fragmentación social y endeudamiento público creciente anuncia una nueva ola geopolítica de conflictos insolubles. Indudablemente, los síntomas recesivos se encontraban presentes antes del entrelazamiento multicausal entre la pandemia, las políticas sanitarias y la economía.
La desaceleración es global en cuanto ninguna economía ha sido inmune a los efectos de la pandemia, la persistencia de los indicadores recesivos depende de la extensión, magnitud y trayectoria que siga la pandemia, al mismo tiempo que las respuestas político-sanitarias logren mitigar sus dramáticos efectos. La actividad económica, los mercados financieros y la pérdida de confianza de las empresas se están derrumbando como consecuencia de la paralización de la economía mundial. El mundo normalizado de la post-pandemia se presenta como una distopía inimaginable. El trasfondo de la interrogante que planteas supone evaluar rigurosamente los efectos letales y devastadores de una entidad microscópica como el SARS-CoV-2 en la vida humana, con el agravante epistémico de que la comunidad científica se vio cuestionada críticamente en su capacidad de responder a los desafíos de la pandemia.
¿Qué desnudó la pandemia? La arrogancia prometeica de la ciencia que se vio sometida a un juego retórico interminable. En este campo, las diferencias y los prejuicios de comunidades científicas confrontadas con sus criterios de verosimilitud y, sobre todo, apercibidas de los supuestos normativos que la constituyen. La crisis de la reproductibilidad, que incluye las diferencias y desigualdades financieras y tecnológicas entre los centros de I+D, como el carácter privatizado de la investigación, se manifestó en las declaraciones que asemejaban una guerra de las ciencias con sus concomitantes componentes geopolíticos. El campo de fuerzas epistémicas, financieras, farmacológicas y tecnológicas que produjo el debate sobre la vacuna contra la COVID-19 visibilizó las profundas desigualdades existentes entre los países y las regiones. El valor simbólico de la vacuna, como un componente de verdad y prestigio, depende de las cotizaciones en Wall Street que incluye las cuantiosas inversiones en publicidad de las grandes empresas farmaceuticas en competencia globalizada. Los estudios científicos cedían ante la competencia comercial. Lo que tenemos es una bursatilización del conocimiento científico.
En todo caso, se consolidó un conjunto de estrategias corporativas orientadas por el diseño y producción constante de Fake News para el logro de la darwiniana competencia por la acumulación de capital. De este modo, la moderna sociedad tecnológica, como el Palacio de Cristal imaginado por Fedor Dostoievski10, se encuentra atravesada por tendencias destructivas que posibilitan un invernadero de confort homogéneo de bienestar con su intrínseco apartheid económico global que devora las capacidades humanas. La premisa de la abundancia global coincide con las destructividades locales, en el modelo de consumo de autorrealización individual, que sólo es posible como un acoplamiento entre explotación, acumulación y consumo. En definitiva, el anudamiento material y simbólico entre el modelo de constitución del conocimiento y el modelo de explotación capitalista le subyace un episteme tecno-científico, que concibe a la naturaleza como un objeto susceptible de convertirse en materia prima para los procesos industriales. Impensar esta concepción es uno de los desafíos medulares que confrontamos en la actualidad.
IS: Por último, quisiera ahondar un poco más en los deslizamientos que nos mencionas y en las revisiones radicales a las que nos invitas. ¿Cómo la pandemia puede o está redimensionando sustantivamente nuestros entendimientos sobre la otredad y la justicia? ¿Cómo tejer narrativas y prácticas-otras para creer y crear mundos más-que-humanos toda vez que la globalización de las enfermedades infecciosas, como has mencionado, marca un porvenir caracterizado por la convivencia con virus desconocidos?
MACN: En términos contrafácticos, la pandemia visibilizó lo invisible al desnudar tópicos que permanecían encriptados en debates científicos e institucionales vinculados a circuitos especializados de conocimientos. Pero, también, la pandemia despojó el velo simbólico que arropaba las fracturas constitutivas de la moderna sociedad tecnológica, evidenciando la existencia de zonas oscuras y ocultas de la civilización del capital.
La alteridad devino en una entidad extraña que se alineaba con la presencia amenazante de China en los principales medios de información globales que funcionaban como operadores anafóricos de estrategias geopolíticas y corporativas. Basta reconstruir los últimos cuarenta años de irrupción de enfermedades infecciosas globalizadas, que van desde el SIDA pasando por el Ébola hasta llegar a la COVID-19, para comprender los procesos subyacentes de desprecio y discriminación que culpabilizaban a poblaciones enteras de la responsabilidad del contagio. El desprecio hacia el otro, se convertía en una conducta social amurallada, que establecía límites simbólicos con consecuencias afectivas y espaciales para la contención de la enfermedad. Por ello, la política quédate en casa suponía la existencia de un equipamiento básico que en el confort del hogar se conectaba con los flujos de la economía digital, mientras que los sujetos frágiles,11 residuales y supernumerarios garantizaban la reproducción social globalizada (los servicios, los alimentos y bienes), como seres esenciales pero modulares y prescindibles.
La identidad entre desprecio y miserabilismo, construye las condiciones de posibilidad de una arquí-política12, que organiza y segmenta a lo interno del orden sensible el reparto de las voces y el ruido. El peligro central es que este reparto de lo sensible se organice como sentido común epocal en temas tan complejos, urgentes y demandantes como el acceso a la vacuna contra la COVID-19, como ha manifestado OXFAM13. Indudablemente, esto contrastaría con los intensos debates sobre la alteridad, que animaron a actores, movimientos y pueblos que irrumpieron críticamente contra las consecuencias imperiales del logos colonial-moderno. Las grandes movilizaciones y luchas políticas que carcomieron las estructuras coloniales se organizaron alrededor de la idea de independencia y construcción de un Estado nacional que cuestionara el legado del colonialismo europeo. Esto sigue siendo una tarea pendiente en cuanto persiste la colonialidad como imaginario social.
De este modo, las luchas por la redistribución, el reconocimiento y la justicia transhistórica tienen desafíos teóricos inéditos que supone ampliar, profundizar y radicalizar un programa crítico, plural y democrático, que integre la búsqueda de la verdad con la búsqueda del bien. De modo tópico, el enunciado que destacabas en tu primera pregunta que establecía que el sistema capitalista es desigual, asimétrico e insustentable se profundiza dramáticamente con la pandemia. De allí, la necesidad de re-conectar con la inmensa cantidad de luchas sociales, ecológicas y culturales que permanecen condenadas al silencio, pero que representan intersticios críticos para pensar las cosas de otra manera. La lógica de la acumulación de capital, en su incesante expansión depredadora, redefine los trazados de frontera como un rasgo geocultural intrínseco del modelo civilizatorio euroccidental. La ausencia de límites posibilita la irrupción de la globalización de las enfermedades infecciosas, como una doble consecuencia de la explotación de las islas sintrópicas y el cambio climático, como un cambio epocal que facilita la emergencia de estas nuevas distopías que normalizan nuestro presente.
Notas
↑1 | Arrighi, Giovanni (1999). El largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de nuestra época. Madrid: Akal. |
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↑2 | Zuboff, Shoshana (2020). La era del capitalismo de vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. Barcelona: Paidós. |
↑3 | Rodolfo Dirzo es profesor del Departamento de Biología de la Stanford University. Sus investigaciones están centradas en el estudio de las interacciones de especies en ecosistemas tropicales de América Latina y África. |
↑4 | Habermas, Jürgen (1984). Ciencia y Técnica como “ideología”. Madrid: Tecnos. |
↑5 | Weber, Max (2001). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Madrid: Alianza Editorial. |
↑6 | Heidegger, Martin (1971). El ser y el tiempo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. |
↑7 | Prigogine, Ilya y Stengers, Isabelle (2004). La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia. Madrid: Alianza Editorial. |
↑8 | Serres, Michel (1991). El paso del noroeste, Madrid: Editorial Debate. |
↑9 | Yan Hairong (2020). Mode switching: the state, market, and anti-Covid-19 shadow of socialism in China. Dialectical Anthropology, 44: 213-221. |
↑10 | Dostoievski, Fiodor (2006). Memorias del subsuelo. Madrid: Ediciones Cátedra. |
↑11 | Varela, Julia y Alvarez-Uría, Fernando (1989). Sujetos frágiles. Ensayos de sociología de la desviación. Madrid: Fondo de Cultura Económica. |
↑12 | Rancière, Jacques (1996). El desacuerdo. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión. |
↑13 | Esta Organización No Gubernamental (ONG) ha llamado la atención sobre el preocupante hecho de que un grupo pequeño de países ricos ha comprado más de la mitad de los suministros a futuro de algunas de las principales opciones de vacuna. Ante eso, OXFAM viene impulsando una campaña por una “vacuna del pueblo”, disponible para todos, libre de costos y distribuida de forma justa. Véase: https://www.oxfam.org/en/press-releases/small-group-rich-nations-have-bought-more-half-future-supply-leading-covid-19. |
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Fotografía: Iberoámerica social