Por: Diego Delgado. 05/04/2023
Autoras, editoras e investigadoras reflexionan sobre el papel fundamental de la fantasía y la ciencia ficción a la hora de proponer alternativas al modelo de dominación patriarcal
“Para oír, hay que callar”.
Un mago de Terramar, Ursula K. Le Guin (1968)
“Una sensación cada vez mayor de que algo me faltaba en mi propia escritura, algo que no podía identificar, había comenzado a paralizar mi capacidad para contar historias. Sin las escritoras y pensadoras feministas de los años setenta y ochenta, no sé si alguna vez podría haber identificado esta ausencia como la ausencia de mujeres en el centro del relato”. Así explica Ursula K. Le Guin, una de las mejores autoras de fantasía y ciencia ficción de todos los tiempos, el momento en el que un bloqueo creativo le hizo reflexionar acerca de la importancia de la representación de la diversidad en la ficción especulativa –categoría que engloba géneros como la fantasía, la ciencia ficción y el terror–. El texto forma parte de la introducción de Los libros de Terramar, un recopilatorio que agrupa todas las historias de la saga de Terramar. Según cuenta, ese click mental tuvo lugar en un punto intermedio de la misma y supuso un cambio radical: “El punto de vista ya no era desde una posición de poder o entre hombres de poder. Tenar [personaje protagónico en las novelas] lo veía todo desde abajo, a través de los ojos de los marginados, de los sin voz, de los impotentes”.
En otro texto, titulado The carrier bag theory of fiction (que podría traducirse como “Teoría de la bolsa de transporte de la ficción”), Ursula K. Le Guin habla sobre la importancia capital del relato y de cómo el héroe se convirtió en el núcleo irrenunciable de las historias que apuntalaron la mitología y dieron forma a la cultura occidental. Le Guin se queja de cómo la ficción heroica, “prometeica”, ha modelado nuestra comprensión hasta convencernos de que las armas, la caza y la dominación violenta –tanto de la naturaleza como de otras sociedades humanas– son la base sobre la que hemos ido evolucionando hasta el día de hoy. “En mi deseo de ser también humana, busqué pruebas de mi humanidad. Pero, si esto era un requisito previo, el crear un arma y matar con ella, entonces yo era o extremadamente defectuosa como ser humano, o no era ser humano en absoluto. Así es, dijeron. Lo que eres es una mujer. Posiblemente en absoluto humana”, escribe.
Le Guin lamenta cómo la ficción heroica nos ha convencido de que la dominación violenta es la base sobre la que hemos ido evolucionando
El texto termina con un alegato a favor de cambiar la concepción de las novelas de ficción, cuya forma adecuada nos han dicho que es “la de la flecha o la lanza, que comienza aquí y va recta hacia allí y ¡zas!, da en su blanco (que cae muerto)”. En su lugar, la escritora propone que “la forma natural, correcta, adecuada de la novela quizás sea la de un saco, o una bolsa. Un libro contiene palabras. Las palabras contienen cosas. Portan significados. Una novela es un botiquín”. Del arma mortífera a los instrumentos para curar. Pero este cambio formal alberga en su seno otro, seguramente más importante: “Está claro que el Héroe no queda bien en esta bolsa. Necesita un escenario o un pedestal o una cima. Lo metes en una bolsa y parece un conejo o una patata. Por eso me gustan las novelas: en lugar de héroes, contienen personas”.
En Utopía no es una isla, Layla Martínez explica por qué es tan importante esa ampliación de la diversidad en las representaciones literarias que se produce al revocar la hegemonía del ‘héroe’ y proponer, en su lugar, la categoría ‘personas’. “La forma en que imaginamos el futuro está fuertemente condicionada por los productos culturales que consumimos”, sostiene Martínez; y va más allá: “Los productos culturales reflejan la realidad, pero al hacerlo, también la crean”.
“Para oír, hay que callar”.
Un mago de Terramar, Ursula K. Le Guin (1968)
“Una sensación cada vez mayor de que algo me faltaba en mi propia escritura, algo que no podía identificar, había comenzado a paralizar mi capacidad para contar historias. Sin las escritoras y pensadoras feministas de los años setenta y ochenta, no sé si alguna vez podría haber identificado esta ausencia como la ausencia de mujeres en el centro del relato”. Así explica Ursula K. Le Guin, una de las mejores autoras de fantasía y ciencia ficción de todos los tiempos, el momento en el que un bloqueo creativo le hizo reflexionar acerca de la importancia de la representación de la diversidad en la ficción especulativa –categoría que engloba géneros como la fantasía, la ciencia ficción y el terror–. El texto forma parte de la introducción de Los libros de Terramar, un recopilatorio que agrupa todas las historias de la saga de Terramar. Según cuenta, ese click mental tuvo lugar en un punto intermedio de la misma y supuso un cambio radical: “El punto de vista ya no era desde una posición de poder o entre hombres de poder. Tenar [personaje protagónico en las novelas] lo veía todo desde abajo, a través de los ojos de los marginados, de los sin voz, de los impotentes”.
En otro texto, titulado The carrier bag theory of fiction (que podría traducirse como “Teoría de la bolsa de transporte de la ficción”), Ursula K. Le Guin habla sobre la importancia capital del relato y de cómo el héroe se convirtió en el núcleo irrenunciable de las historias que apuntalaron la mitología y dieron forma a la cultura occidental. Le Guin se queja de cómo la ficción heroica, “prometeica”, ha modelado nuestra comprensión hasta convencernos de que las armas, la caza y la dominación violenta –tanto de la naturaleza como de otras sociedades humanas– son la base sobre la que hemos ido evolucionando hasta el día de hoy. “En mi deseo de ser también humana, busqué pruebas de mi humanidad. Pero, si esto era un requisito previo, el crear un arma y matar con ella, entonces yo era o extremadamente defectuosa como ser humano, o no era ser humano en absoluto. Así es, dijeron. Lo que eres es una mujer. Posiblemente en absoluto humana”, escribe.
Le Guin lamenta cómo la ficción heroica nos ha convencido de que la dominación violenta es la base sobre la que hemos ido evolucionando
El texto termina con un alegato a favor de cambiar la concepción de las novelas de ficción, cuya forma adecuada nos han dicho que es “la de la flecha o la lanza, que comienza aquí y va recta hacia allí y ¡zas!, da en su blanco (que cae muerto)”. En su lugar, la escritora propone que “la forma natural, correcta, adecuada de la novela quizás sea la de un saco, o una bolsa. Un libro contiene palabras. Las palabras contienen cosas. Portan significados. Una novela es un botiquín”. Del arma mortífera a los instrumentos para curar. Pero este cambio formal alberga en su seno otro, seguramente más importante: “Está claro que el Héroe no queda bien en esta bolsa. Necesita un escenario o un pedestal o una cima. Lo metes en una bolsa y parece un conejo o una patata. Por eso me gustan las novelas: en lugar de héroes, contienen personas”.
En Utopía no es una isla, Layla Martínez explica por qué es tan importante esa ampliación de la diversidad en las representaciones literarias que se produce al revocar la hegemonía del ‘héroe’ y proponer, en su lugar, la categoría ‘personas’. “La forma en que imaginamos el futuro está fuertemente condicionada por los productos culturales que consumimos”, sostiene Martínez; y va más allá: “Los productos culturales reflejan la realidad, pero al hacerlo, también la crean”.
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Fotografía: CTXT.
Imagen de la película de animación ‘Cuentos de Terramar’ (Miyazaki, 2006), basada en la saga literaria de Ursula K. Le Guin.