La imagen recurrente de una América Latina en movimiento no deja de ser una imaginación verdadera. Y esto es así si tomamos la idea de movimiento no como una tipología de actores sociales o un ciclo de altibajos que se suceden con sus tecnicismos analíticos, sino en su capacidad de provocar problemas y de poner en marcha narrativas. Glauber Rocha contó alguna vez que en el nordeste de Brasil, en los circos, las ferias y los teatros populares, toda historia que se canta empieza diciendo: «Les voy a contar una historia que es verdadera e imaginaria, o mejor: que es imaginación verdadera». Si algo tienen las diversas coyunturas de nuestro continente es esa necesidad de asumir en la práctica y el pensamiento una exigencia de autoenunciación.