Por: Yuderkys Espinosa Miñoso . Iberoamérica Social. 25/12/2016
La tarea de una genealogía de las prácticas a la que convocó Foucault y a la que varixs investigadorxs en América Latina se han abocado en el deseo de pensar la manera en que desde contextos de colonialismo y colonialidad hemos llegado a ser lo que somos, hasta ahora se ha centrado fundamentalmente en el estudio de las instituciones, sistemas y regímenes de poder.
Es interesante lo que puede pasar cuando esa tarea la diriges ya no a comprender la manera en que actúan las instituciones sino a comprender como funciona aquellos que se erigen colectivamente como contraviniendo en poder y sus efectos: los movimientos sociales y sus lecturas sobre lo social, sus ideas de bien y sus agendas políticas. Puede resultar un ejercicio altamente efectivo en desmontar la naturalización de aquello que en un momento histórico pensamos como “liberador”, “contradiscursivo”, “contrahegemónico”. Tiene el potencial de mostrar cómo aquello que el consenso activista considera “lo bueno”, “lo valido”, “lo justo”; aquello que el consenso dentro de las luchas por la transformación nombra como “lo deseable” y los medios y estrategias para alcanzarlo tienen una historia, y digamos, no es precisamente una historia limpia y bonita. Más bien, son producto de disputas de sentido por imponer una interpretación del presente, del pasado y del futuro, donde al final de cuentas aquellos grupos con mayor capacidad para dominare imponerse al resto terminan definiendo y controlando las prioridades, las formas de lucha e ideas del buen vivir.
Este convencimiento me viene de una conjunción entre saberes acumulados de la experiencia de casi treinta años de activismo feminista y socio-sexual y el contacto permanente con otros movimientos sociales contemporáneos, así como de las reflexiones que me permite la lectura de la historia y la filosofía. Las últimas me han dado unas herramientas que me permiten intentar explicar lo vivido y experimentado y en muchos casos, lo experimentado desborda las herramientas de tal forma que las redefine y necesitan ser readecuadas o sustituidas por otras. Así, por ejemplo, aunque la genealogía estrictu sensu precisa del documento como fuente histórica, hoy avanzo en la propuesta de incluir la experiencia como fuente válida que forma parte del archivo. En lo concreto sin la memoria y los saberes que he acumulado estos años, me sería imposible tener los intereses investigativos actuales y hacer las reflexiones en las que me encuentro.
El haber sido alguien que ha sostenidos proyectos políticos radicales que han sido derrotados por posiciones capaces de construir consensos, me ha dado fuentes de primera mano para poder comprender la manera en que estos consensos han terminado siendo producidos. Si efectivamente el campo de la política es un campo de disputa por la apropiación del campo semántico sobre lo que es bueno para todo el mundo, o lo que es bueno para un grupo particular que debe ser protegido por lo social, tendríamos que hacernos, como yo misma lo he hecho una y otra vez, la pregunta sobre cómo es que son las apuestas políticas más liberales, conservadoras y comprometidas con la (re)producción de las bases que sostienen el orden actual –productor de jerarquías y opresiones múltiples- las que terminan imponiendo su verdad y universalizándose más allá del campo político propio que las vio nacer.
En mi peregrinar de los últimos diez años por los países latinoamericanos haciendo contacto con los movimientos sociales más disimiles de izquierda, campesinos, indígenas, antirracistas en sentido amplio, he sido testigo de cómo las agendas y proyectos políticos de los sectores más comprometidos con un orden blanco occidental burgués de los movimientos feministas y de la liberación sexo-genérica –movimientos desde donde provengo- han ido logrando el control de la interpretación del problema “de las mujeres” y del sujeto disidente (de la diversidad, como suele decirse) sexual y cómo se ha logrado unificar la atención en determinadas preocupaciones introducidas y auspiciadas por estas posiciones. Contrario a lo que se intuye o se piensa estas agendas e ideas de bien que desvelan y conforman al feminismo actual y que han logrado instalarse en cada vez más amplios sectores sociales, no son “la verdad” sobre la lucha de las mujeres o de los cuerpos sexo-genéricos disidentes, sino ciertamente la imposición de un punto de vista interesado dentro del conjunto de las mujeres. Solo eso: un punto de vista más que sin embargo logra legitimarse gracias a su posición privilegiada de clase/raza cómo la única interpretación y estrategia válida y necesaria. Así, tres décadas cómo activista y pensadora comprometida con las luchas por la transformación social me han mostrado la manera en que aquellas posiciones que he combatido dentro del feminismo y el movimiento socio-sexual por su compromiso con el status quo y la aceptación/integración al orden imperante terminaron naturalizándose como la agenda feminista y la política sexual posible, tanto entre las nuevas generaciones de estos movimientos como entre otros movimientos sociales donde poco a poco han ido logrando incidir.
Lo que queda oculto en la expansión y consolidación de las ideas actualmente aceptadas sobre lo que sería “la lucha –valida- de las mujeres” y de las sexualidades/géneros despreciados es el cementerio sobre el que se sostienen estas ideas de verdad. En este cementerio agonizan o permanecen incomprensibles y desechados otros proyectos políticos cuyas propuestas han sido más resistentes y antagonistas a la razón instrumental de las instituciones estatales y el orden moderno blanco-burgués.
¿Cómo fue que las izquierdas actuales dispuestas a comprometerse con las luchas antisexistas terminaron asumiendo el punto de vista eurocentrado del feminismo blanco? ¿Cómo ha sido que movimientos anticoloniales como el zapatista terminaron aceptando las prerrogativas y el liderazgo de feministas blancas, concediéndole mayor legitimidad a su voz que a las mujeres de sus propias filas respecto del problema “de género”? y ¿Cómo ha sido posible que en propuestas anti-imperialistas y populares como el chavismo en Venezuela, terminen comulgando con las posiciones políticas más reaccionarias, liberales y occidentales de la agenda LGTTB en América Latina? Son preguntas que no dejan de mortificarme y que sigo intentando responder.
Es por todo ello que la tarea de una genealogía de nuestras prácticas emancipatorias en América Latina se hace urgente e imprescindible.
Para citar este artículo: Espinosa, Y. (2015). La tarea de una genealogía de las prácticas emancipatorias en Abya Yala. Iberoamérica Social: revista-red de estudios sociales (IV), Pp. 28-29.
Recuperado de: http://iberoamericasocial.com/la-tarea-de-una-genealogia-de-las-practicas-emancipatorias-en-abya-yala
Fuente: http://iberoamericasocial.com/la-tarea-de-una-genealogia-de-las-practicas-emancipatorias-en-abya-yala/
Fotografía: elviejotopo