Por: Raúl Prada Alcoreza. 20/12/2024
La tesis de Carl von Clausewitz como sabemos es sobre la guerra como continuación de la política. Michel Foucault invierte esta tesis y plantea la perspectiva opuesta de comprender la política como continuación de la guerra. Esta interpretación queda esclarecida en el capítulo La guerra en la filigrana de la paz de sus cursos del Colegio de Francia que se publicaron en el libro cuyo título es Defender la sociedad.
Vamos a retomar la tesis de Michel Foucault y decir, desde nuestro punto de vista, que se trata de la política como continuación de la guerra, abarcando todas las formas de guerra desplegadas, inclusive podríamos hablar de una guerra de baja intensidad de otro estilo, implícitamente más menguada, menos intensa, pero guerra al fin. La perspectiva jurídico política nos muestra a la política formalizada e institucionalizada como política, en tanto tal, ejercicio de la política, ejercicio del gobierno y ejercicio de la dominación, en tanto juegos de poder, correlación de fuerzas, que se dan en términos de la retórica de la paz. Sin embargo, si revisamos las historias políticas de los países, de los Estados nación, vamos a ver que se trata de una latente guerra que se cubre con una cáscara vulnerable de paz.
En el caso del continente de Abya Yala, llamado después América, la guerra de conquista ha continuado hasta nuestros días. Tiene hitos importantes, después de las oleadas de conquista y de colonización desatadas por los imperios y las coronas colonizadoras. La guerra la continuan los criollos en su versión liberal, desde la República de los Estados Unidos de Norteamérica hasta la República Federal de Argentina, incluyendo a la República de Chile, abarcarcando todos los Estado nación que se encuentran en esta extensión continental. Los criollos conquistan territorios indígenas consuetudinarios, despojan a las naciones y pueblos indígenas de sus territorios, en gran parte los exterminan, a continuación los expulsan de sus tierras y llevan a los sobrevivientes a reservas. Esto ha ocurrido en los Estados Unidos de Norteamérica y se ha repetido en la República de Argentina y en la República de Chile imitando, siendo asesoradas por el ejemplo norteamericano. Entonces se puede comprender que las repúblicas en América no son otra cosa que la continuación de la guerra contra las naciones y pueblos indígenas.
Considerando que los Estados Unidos de Norteamérica, antes de la guerra de secesión, tiene problemas con los Estados del sur por la esclavización. Antes, desde la historia inicial moderna, tiene el problema mayúsculo de las tierras conquistadas a las naciones y pueblos indígenas, por lo tanto su presencia afectaba de inicio a su legitimidad. También tiene problemas, por más insólito que parezca con los mormones que plantean la contrariedad de la bigamia, además de que se encontraban en la posibilidad de convertirse en un Estado dentro de la Federación de los Estados de de la Unión. Thomas Bender escribe:
“Las tribus nativas planteaban un problema semejante. La Constitución les había otorgado un estatus casi nacional y había autorizado al gobierno a hacer tratos con ellas. Con el surgimiento del Estado nación moderno, los indios, siempre vulnerables a causa de la desenfrenada avidez de tierras de los blancos, presentaban otro problema. El gobierno anterior a la guerra los había despojado de sus tierras, pero había aceptado la noción de “naciones” indias – aunque dependientes – dentro del territorio, con las que negociaban y celebraban tratados. El Estado que se formó después de la guerra se negó a continuar con esta práctica. En 1871 el congreso declaró que ‘de ahora en adelante ninguna nación o tribu india dentro del territorio de los Estados Unidos será reconocida y aceptada como una nación independiente, tribu o poder con el cual los Estados Unidos pueden celebrar tratados por ley’. “
Cómo se puede ver se trata de una interminable conquista, despojamiento y desposesión. Se los extermina, se comete genocidio, se comete etnocidio, a los sobrevivientes se los expulsa de sus tierras, se los arrincona en reservas. Podemos decir que aquí recomienza la historia de los guetos modernos. Se los lleva lo más lejos posible, a distancias grandes, de tal manera que no se puedan ver con los blancos. Esta es la guerra de la que hablamos, una guerra interminable que continúa en la filigrana de la paz. Una guerra interminable contra los indígenas, contra sus cadáveres, contra su memoria y contra sus recuerdos, que están en sus lenguas. La política liberal de la que hablan las repúblicas del continente no son otra cosa que la continuidad de la guerra de exterminio, del genocidio y de etnocidio. Sobre cementerios indígenas se construyeron estos Estados liberales y estas sociedades modernas. Lo asombroso es hablar de “guerra de independencia” cuando fueron guerras de independencia de criollos las que definieron a las repúblicas liberales. Los únicos que pueden llamar liberación y hablar de liberación, en el sentido pleno de la palabra, son las naciones y pueblos indígenas, que tienen como responsabilidad existencial liberarse de la conquista, de la colonia, de la colonización y de las repúblicas liberales. Que los criollos llamen “independencia” y hablen de “liberación” es no otra cosa que una ironía, porque los criollos son la continuidad de la conquista; lo mismo ocurre con los mestizos, que son otra continuidad de la conquista. Lo grave es que en los llamados Estados Prurinacioles, como en Ecuador y en Bolivia, sean los mismos indígenas organizados y sindicalizados los que terminan continuando con las oleada de colonización. Sobre todo en Bolivia se hace evidente cuando un presidente con rostro indígena, que no habla ni aymara ni el quechua, pero se llama así mismo presidente indígena y denomine a su gobierno como “gobierno indígena”, sea el que de manera patente continúa la colonialidad, es decir, la continuación de la conquista y la colonización contra las naciones y pueblos indígenas auténticos, vinculados a sus territorios, vinculados a sus instituciones y normas propias, vinculados a la comunidad, en el sentido tanto de asociación filial y de alianzas territoriales, como de integración a los ecosistema. Éstas son las ironías de la historia. Éstas son las astucias de las dominaciones, de las estructuras de poder y de los diagramas del poder colonial.
Thomas Berner continúa:
“Una vez terminado el sistema de tratados, la postura del Estado en relación con los indios pasó a formar parte del proceso reglamentario corriente, lo que significaba que las tribus aborígenes norteamericanas ya no serían reconocidas como comunidades políticas. Pero el gobierno tampoco concedió la ciudadanía a los nativos, quienes quedaron “bajo tutela de la nación”. Varios estudios recientes celebran la decisión de los líderes de la reconstrucción radical de utilizar la autoridad nacional para abordar de manera directa y positiva las cuestiones de raza, educación y trabajo que se habían suscitado en el sur; pero hay que admitir que, en el caso de los indios, emplearon esa autoridad de maneras inquietantes. El Congreso de la Reconstrucción no sólo negó a las tribus su condición de organización política sino que procuró asignarlas en reservas, en las que cada familia supuestamente debía adaptarse al estilo de vida agrícola euronorteamericano en granjas individuales. Hasta hubo una propuesta para promover la propiedad individual y el matrimonio monógamo, como un primer paso para que los varones nativos norteamericanos alcanzaran la ciudadanía, que sólo fue concedida a los aborígenes de ambos sexos en 1924.”
Cómo se puede ver, la dominación es total, el poder de los blancos es absoluto. La destrucción del pasado indígena es casi completo, incluyendo sus lenguas. Después de conquistarlos, exterminarlos y reducirlos, establecen leyes que tienen que obedecer, leyes que no pueden ser otra cosa que coloniales, por lo tanto, ilegales e legítimas, en las condiciones de los derechos internacionales, ya reconocidos por las naciones, por la Declaración de los Derechos Humanos, más aún, ahora, por la Declaración de los Derechos de las Naciones y Pueblos indígenas. Sin embargo, nadie hace nada al respecto, para restaurar, resarsir y reivindicar a las naciones y pueblos indígenas, respecto de los crímenes cometidos por los blancos, por los criollos y los mestizos. Se trata sólo de documentos declarativos de Naciones Unidas, incluso de los Estados nación firmantes, empero no se hace nada al respecto por reivindicar y resarcir a las víctimas, que quedaron relegadas institucionalmente o nombradas en la retórica. Después de esta evaluación sucinta nadie puede decir que ha terminado la colonialidad y que se puede hablar de liberación, que tenga algún sentido para las naciones y pueblos indígenas.
“Al mismo tiempo, el secretario del interior instruye a los funcionarios encargados de la cuestión india para que situaran las reservas ‘en los lugares más remotos posibles desde cualquiera de las principales carreteras que atraviesan las llanuras o las rutas habituales de los pobladores de los diferentes territorios. Los indios, salvo los que vivían en los territorios de Oklahoma y Dakota, fueron despojados de sus tierras, y se dio por sentado que solo esos dos territorios recibirían. El plan estuvo meticulosamente diseñado para garantizar que los indios no obstaculizaran el desarrollo de los blancos, aunque también dejó traslucir que el propósito de convertir a los aborígenes en prósperos granjeros estuvo en riesgo desde el comienzo.”
A esto se ha venido en llamar desarrollo. Ciertamente se trata del desarrollo capitalista, sin embargo, este desarrollo se ha desenvuelto sobre el exterminio, el despojamiento y la desposesión, además de la esclavización generalizada. Es decir, que el desarrollo tiene un costo, más aún, se basa y se hace posible por el crimen de las naciones y pueblos indígenas. El costo también es ecológico, en el sentido de que se destruyen los ecosistemas, los nichos ecológicos y la gran variedad proliferante de la vida.
“No es casual que en las mismas décadas el presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, quien había sido embajador de su país en los Estados Unidos durante la guerra civil, haya aplicado una política semejante después de la guerra del Paraguay. Las guerras indias y la política de reubicación en las grandes planicies de los Estados Unidos y la “Conquista del desierto”, al sur de Buenos Aires, pusieron fin a las prolongadas ofensivas de destrucción contra los pueblos originarios y sus históricos estilos de vida, a lo largo y a lo ancho de las Américas. Aquellas fueron las últimas guerras de consolidación nacional y marcaron el comienzo de las grandes economías agrícolas exportadoras que enriquecieron a Chicago, Nueva York y Buenos Aires.”
Este genocidio expandido en el continente tuvo sus intelectuales y promotores. Al sur uno de ellos es precisamente Domingo Faustino Sarmiento. En consecuencia, no se puede hablar desde ningún punto de vista de liberación, puesto que los únicos que podían hablar de liberación son las naciones y pueblos indígenas, éstas no se liberaron nunca. Al contrario han sido condenadas a un largo ciclo de exterminación, genocidio y etnocidio, conllevando la consecuencia de su desaparición. Volvemos a afirmar, desde otro ángulo, que la política es la continuación de la guerra.
“La consolidación nacional alcanzada en 1867 en Japón por la restauración meiji también implicó la destrucción de otros nativos, los ainus. Este pueblo aborigen de piel clara era originario de la isla fronteriza del norte de Hoakkaido. Como en el medio-oeste estadounidense, esta región resultó ser apta para el cultivo de trigo y la cría de ganado, de modo que el gobierno contrató al norteamericano Horacio Capron para que lo asesorara en cuestiones de desarrollo y de manejo de los ainus. Las medidas que aconsejó Capron, y que el gobierno aplicó, fueron en lo esencial las mismas impulsadas por los Estados Unidos en 1871. Los japoneses declararon ilegales muchas de las prácticas comunales tradicionales de los ainus, incluida su lengua. En adelante serían heimin o “plebeyos” del nuevo Estado centralizado japonés . Algunos años más tarde el gobierno empezó a identificarlos con un notable neologismo, kyudojin o “ex nativos”. Las leyes tribales ainus no fueron reconocidas y después de 1875 muchos de ellos fueron asentados con nombres japoneses en los registros del gobierno; con el pretexto de la eficiencia, a veces los funcionarios daban un mismo apellido al conjunto de habitantes de una misma aldea. Pero el paralelo se extiende a otros ámbitos; en 1876 se estableció en Sapporo, la capital de Hoakkaido, una universidad técnica y agrícola siguiendo el modelo de asignación de tierras para la venta, sancionado por la Ley Morril. Su fundador, William Clark – cuya estatua aún preside los edificios de ladrillos de estilo estadounidense del cuadrángulo original -, había sido presidente de la universidad de Massachusetts, una de las primeras instituciones de educación superior dirigida según el modelo Morrill. Capron y otros asesores estadounidenses, muchos de los cuales habían aprendido a jugar al béisbol cuando eran soldados en la guerra civil, también llevaron ese juego a Japón en aquellos años.” [1]
Como se puede ver el modelo norteamericano se expande, asumiéndose como ejemplo por otros Estado nación, téngan o no características republicanas, incluso el imperio japonés lo asume como modelo a replicar. Es importante reflexionar sobre esto puesto que lo que viene después entre la primera y la segunda guerra mundial es el llamado holocausto; pero qué es el holocausto si no un desplazamiento y una transformación del mismo modelo colonial, del mismo modelo de conquista y colonización, del mismo modelo de exterminio, de genocidio y etnocidio, que se instauró en el continente de Abya Yala con la llegada de los europeos, esta vez aplicado contra ellos mismos. Sólo que hecho de una manera más “racional”, más administrativa, más eficiente, como dice Zygmunt Bauman en su libro que titula precisamente Modernidad y holocausto. No Solamente se ha actuado de una manera exterminadora en relación a los judíos, sino también contra los gitanos y otras minorías, así como contra los que se considera los “anormales”. Fuera de esto han actuado de una manera genocida también contra las poblaciones de los territorios y los países ocupados, sobre todo contra los eslavos.
En la modernidad podemos hacer una lista larga de las atrocidades cometidos por los europeos en sus colonias, incluso ya en una época imperialista avanzada, que es de la que estamos hablando, hasta la primera y segunda guerra mundial. Posteriormente la continuación de la guerra contra los puebloss y las poblaciones ha continuado incluso después de la segunda guerra mundial, por ejemplo, en la guerra de Argelia. Francia para mantener sus colonias, después de su derrota contra el ejército alemán, después de su patente debilitamiento como potencia, ha pretendido mantener su colonia del norte de África, usando las armas tecnológicamente más avanzadas, que se desarrollaron durante y después de la gran guerra. No hay que olvidar que posteriormente, la guerra de Corea y la guerra del Vietnam fueron a su vez cruentas. Se usó el bombardeo masivo contra la población y los territorios. A pesar de ello las potencias europeas y sobre todo la híperpotencia norteamericana no pudo definir la guerra de Corea y tuvo que llegar a un armisticio con Corea del Norte. Por último, perdió en la guerra del Vietnam. ¿Qué quiere decir esto? Que frente al desarrollo tecnológico de la guerra los pueblos aprendieron no solamente a resistir y a defenderse, sino incluso a ganarles en la guerra a los imperialismos.
Después de la derrota de la guerra del Vietnam cambian las estrategias de la guerra. La guerra abierta se convierte en una guerra de baja intensidad, antes en la llamada guerra fría, que consiste en transferir la posibilidad de una tercer guerra mundial, una guerra nuclear, entre las hiperpotencias de los Estados Unidos del Norteamérica y de la Unión de República Socialistas Soviéticas, a los entornos, a las periferias, de sus campos de dominaciones, trasladando la posibilidad de una gran guerra a lugares donde se juega la correlación de fuerzas entre esta superpotencias. Hablando de la guerra de baja intensidad, después de la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados socialistas de la Europa oriental, como dijimos, la guerra se desplazó a una cuarta generación de las guerras, que consiste en lo que hemos llamado la guerra de baja intensidad, que está hecha contra un enemigo indeterminado e incierto, pero que permite el ejercicio de la guerra, el desarrollo de la industria de guerra y seguir jugando a los proyectos geopolíticos de dominación mundial.
Las llamadas guerras del golfo, que se refieren a las recientes guerras en el Medio Oriente, que involucran a Irak, primero contra Irán y después contra la coalición de Naciones Unidas encabezadas por los Estados Unidos de Norteamérica, constatan nuestra interpretación de la política como continuación de la guerra por otros medios.
Las guerras del Golfo Pérsico corresponden a una secuencia de conflictos bélicos, que abarcan los siglos XX y XXI, entre países del denominado hemisferio occidental y sus aliados e Irak. Hablamos de la guerra entre Irán e Irak, dada entre 1980 y 1988. De la guerra del Golfo, que se da entre 1990 y 1991, también llamada Guerra del Golfo Pérsico, Operación Tormenta del Desierto, así como Primera Guerra del Golfo. De la guerra de Irak, que se da entre 2003 y 2011, también llamada tercera guerra del Golfo Pérsico, Operación Libertad Iraquí, sin olvidar la Segunda Guerra del Golfo. Del conflicto en Irak, iniciado en 2003, con la invasión del país por parte de los Estados Unidos de Norteamérica.
Por otra parte, no hay que olvidar las guerras yugoslavas, que corresponden a una secuencia de conflagraciones en el territorio de la antigua Yugoeslavia, que sucedieron entre 1991 y 2001. Comprometen a dos conglomerados de guerras sucesivas, que se desataron entre las seis ex repúblicas yugoslavas. Se han empleado términos alternativos como guerra de la antigua Yugoslavia o guerra de los Balcanes. [2]
De la actual guerra de la Federación Rusa contra Ucrania o alternativamente denominada guerra de la OTAN contra Rusia hemos escrito y expuesto, nos remitimos a estos textos y exposiciones. Lo que es importante anotar al respecto es que vuelve a corroborarse nuestra interpretación de la política como continuación de la guerra. La OTAN pretende dilatar la geopolítica de los grandes bloques, por un lado la OTAN, por otro lado el Pacto de Varsovia, cuando estos bloques han desaparecido con el derrumbe de la URSS y los Estados socialistas de la Europa oriental. En consecuencia, la OTAN no tiene razón de ser. Sí se prolonga es mediante el artificio de campañas guerreristas y proyectos geopolíticas anacrónicos. Usando el modelo sinuoso de la cuarta generación de la guerra moderna, ha inventado enemigos y ha conformado fundamentalismos armados para destruir a los Estado nación árabes no dóciles. Ha generado guerras de laboratorio. La guerra de Rusia-Ucrania corresponde a este juego geopolítico y bélico anacrónico.
Estas guerras nos demuestran la continuidad de la guerra y no de la política. La continuidad de la guerra a pesar de las tesis de Francis Fukuyama, quien pronosticó el fin de las guerras en el fin de la historia y la victoria absoluta del Estado liberal, como realización indiscutible de este acabamiento histórico. En otras palabras, podemos decir que la guerra no es exactamente la continuación de la política, por otros medios, como lo afirmó Carl von Clausewitz, sino que la política convive con la guerra, se hace política durante la guerra, como instrumento mismo de la guerra, teniendo en cuenta además que la guerra es la matriz de la política.
La larga guerra israelí-árabe, con el núcleo de la guerra israelí-palestino, que dura desde 1948 hasta nuestros días, nos muestra otro desplazamiento de la guerra, que convive con la política, que usa la política como instrumento de la guerra. Lo que importa aquí es la guerra. En el caso de esta guerra se trata de una guerra de conquista, de desposesión y despojamiento, de una guerra de colonización, también de una guerra de exterminio, que perpetra el genocidio y el etnocidio. Lo que decimos se ha manifestado desde la guerra de 1948, se hace más patente, intensa y extendida ahora, cuando se ha decidido el exterminio de la población palestina de Gaza, el arrasamiento mediante bombardeos sistemáticos y aplastantes de las ciudades del territorio de Gaza. A estas alturas la guerra se ha extendido al Líbano, ha comprometido con bombardeos a Irak e Irán. El exterminio de la población palestina se ejecuta de manera sistemática, bajo la complaciencia y mirada cómplice de las potencias europeas, sobre todo de la híperpotencia de los Estados Unidos de Norteamérica. ¿Qué quiere decir esto? Que la guerra sigue siendo la clave del desarrollo capitalista, de la conformación del sistema mundo capitalista, de su duración, consolidación y de su intento desesperado de dilatarse en el tiempo mediante la guerra. Que no hay tal paz que se pregona tanto, sino que la paz forma parte de la retórica de la guerra. Que el objetivo no es La Paz como lo dicen todos los involucrados, sino la guerra permanente.
Por último, tenemos que anotar sobre la proyección bélica de la OTAN y de los Estados Unidos de Norteamérica. El objetivo mayor, por no decir la finalidad implícita de esta geopolítica europea y norteamericana, es la guerra contra La República Popular de China, la principal potencia económica, la fábrica del mundo, con proyección a ser la primera híperpotencia, el desmesurado complejo militar, económico, científico, tecnológico, cibernético y comunicacional. Obviamente no develan explícitamente este objetivo geopolítico en el que trabajan, sino que lo presentan mediáticamente como la “defensa del mundo libre”. ¡Vaya a saber qué entienden por mundo libre! Ya lo dijo el representante continental a la Junta Central de Cádiz, Dionisio Inca Yupanqui: Un pueblo que oprime no puede ser libre.
Ahora bien, no solamente tenemos que hablar de la guerra en el sentido más explícito del término, como lo hemos hecho hasta ahora, sino que tenemos que verla surgir, moverse sinuosamente, expandirse de manera circunscrita en las propias geografías políticas de los Estados nación. Hablaremos claramente, se trata de la guerra de los Estados contra sus propias sociedades, de los Estados contra sus propios pueblos, puesto que los Estados nación no pueden sobrevivir sino mediante el constante terrorismo de Estado, su permanente presencia amenazante, aunque ésta sea cambiante, aunque ésta sea matizada y sólo a veces aparezca de modo categórico. Esta guerra se efectúa tanto en los Estados llamados liberales como en los Estados que fueron llamados socialistas, pero también en los Estados donde se aplica el ajuste estructural del modelo neoliberal de despojamiento y desposesión, así como en los gobiernos llamados “progresistas”, donde se ejerce el poder no solamente en la forma del Estado autoritario, sino que se llega al extremo del Estado totalitario o su pretensión, para poder mantenerse en el poder, como ocurre en Nicaragua y en Venezuela. Pero esa tendencia al totalitarismo no abarca solamente a los Estados “progresistas”, sino acaece en las nuevas versiones de los Estados neoliberales, por ejemplo en Argentina la tendencia a la inclinación por totalitarismo se da mediante una versión radical del neoliberalismo.
Al sur del Río Bravo o del Río Grande la guerra contra los pueblos adquiere un matiz de prolongación del ciclo largo del colonialismo contra las naciones y pueblos indígenas. Se trata de una guerra soterrada que no reconoce sus derechos, a pesar de haber sido declarados en las constituciones, sino que en la práctica, de manera fáctica, se suspenden estos derechos con la expansión desmesurada del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Esto ocurre tanto en gobiernos neoliberales como en los llamados “gobiernos progresistas”.
En Bolivia esta guerra contra las naciones y pueblos indígenas se da lugar desde el conflicto del TIPNIS, que se despliega mediante el avasallamiento de sus territorios, la conculcación de los derechos, a pesar de blandir la Constitución, en el momento y el acto de efectuar el etnocidio. Desde entonces, desde el conflicto del TIPNIS, se ha dado lugar esta guerra contra las naciones y pueblos indígenas en distintos lugares, poblados por estos pueblos, en la Amazonia y en el Chaco. Tampoco han escapado de estas acciones punitivas las tierras altas; este es el caso de Mallku Khota.
Lo que se ha vuelto objeto y materia del poder es la riqueza de Mallku Khota. En un estudio exploratorio, que la empresa la South American Silver publicó, se establece que las reservas calificadas del proyecto Mallku Khota alcanzan a 230 millones de onzas de plata y 1481 toneladas de indio, y un recurso inferido de 140 millones de onzas de plata y 935 toneladas de indio. Especifica que “La propuesta de negocio combina el conocimiento y experiencia de excelencia del equipo e integra un enfoque en fuertes relaciones comunitarias y responsabilidad social corporativa […] con 20 años de experiencia en Bolivia”. Lo grave es que propone la explotación a cielo abierto para “recuperar un conveniente porcentaje de recuperación de los metales del yacimiento cercano al 73.6% en el caso de la plata, 81% en el indio, 26.9%, en el galio, 84.8% en el Cobre, 51.1% en el plomo y cerca del 62% en el zinc, alcanzando como promedio, durante 15 años de vida del yacimiento, una producción de al menos 158 millones de onzas de plata; 1.184 toneladas de indio; 212.962 kilos de galio; 88 millones de libras de Cobre; 191 millones de libras de plomo y 135 millones de libras de zinc, de acuerdo al estudio.
A propósito Georgina Jiménez y Jorge Campanini, investigadores del CEDIB escriben:
“La transnacional South American Silver adquirió los derechos sobre Mallku Khota entre los años 2003 y 2008. El progresivo avance de la exploración y el anuncio de una explotación a cielo abierto despertó la susceptibilidad de los pobladores. Esto derivó en protestas y denuncias que tuvieron su punto alto cuando se producen enfrentamientos con la policía. Se realiza una marcha a La Paz para exigir el alejamiento de la empresa y dado el grado de violencia el Gobierno decide revertir la concesión a favor del Estado.”
“Los trágicos sucesos que derivaron en la muerte de un comunitario se remontan a la resistencia de pobladores de la zona en conflicto a las actividades mineras de la empresa internacional, hasta entonces respaldada por las autoridades gubernamentales.”
“El ingreso de South American Silver a la zona y la consolidación de lo que la empresa reconoce como “sus derechos” ha sido un largo proceso iniciado alrededor del año 2003 y 2004 en el que la transnacional a través de su subsidiaria (Compañía Minera Mallku Khota), ha ido poco a poco adquiriendo para sí derechos sobre concesiones mineras en el territorio indígena originario de los Ayllus del Norte de Potosí. South American Silver emprendió una política de “compra” de concesiones y conquista de voluntades en las comunidades prometiendo compensaciones sociales y fuentes de trabajo, sin embargo, se encontró con una resistencia natural hacia sus operaciones por lo que – de acuerdo a las denuncias de las comunidades – optó por el camino de la cooptación y la división entre los ayllus. Aunque en reiteradas ocasiones, la empresa ha manifestado sus buenas relaciones con los comunarios, las autoridades originarias ratifican la intromisión de la empresa en sus asuntos internos e inclusive la acusan de promover enfrentamientos y generar un clima de violencia.”
“El conflicto ha tenido puntos críticos desde el año 2010 y este año se imponía en la zona un clima de tensa calma, que se exacerbaba de cuando en cuando por la campaña sistemática de la transnacional, buscando sumar y movilizar adeptos e imponer presión sobre las autoridades originarias, para forzar el consentimiento a las actividades de exploración. Desde la otra parte, varios de los ayllus de la zona realizaron a lo largo de los primeros meses del 2011 cabildos en los que ratificaron su decisión de expulsar a la empresa y exigían al gobierno la reversión de las concesiones y, algunos de los comunitarios de la zona hacen referencia a un supuesto acuerdo suscrito hace meses con el gobierno para revertir las concesiones detentadas por la empresa pero que no llegó a ser cumplido.”
“El 5 de mayo, en horas de la madrugada, un contingente policial acompañado por un fiscal, incursionó con violencia en la comunidad de Mallku Khota, irrumpiendo violentamente en las viviendas, gasificando a las familias e intentando dar captura a un grupo de dirigentes. Estas acciones provocaron la resistencia de los pobladores que indignados repelieron a los efectivos policiales, los que debieron darse a la fuga, dejando tras de sí a uno de sus compañeros que fue retenido por la población. De acuerdo a los datos facilitados por los pobladores de Mallku Khota, la incursión policial del 5 de mayo fue la chispa que encendió no solo la reacción de la población, sino que fue además la constatación para las comunidades, que a la empresa habría que enfrentarla con más decisión y que solamente una acción popular organizada y masiva conseguiría poner fin a la larga lista de atropellos, avasallamientos y ataques de la South American Silver contra las comunidades originarias del norte de Potosí, sus territorios y sus legítimas autoridades”. [3]
Hay que anotar que todo esto, esta beligerancia gubernamental, no sólo se da durante el “gobierno progresista” de Evo Morales Ayma, sino después de promulgada la Constitución, cuando se establece jurídica y políticamente el Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, donde se consagran los derechos de las naciones y pueblos indígenas. Cuando se establece el autogobierno, la reterritorialización, las instituciones, normas y procedimientos propios. Nada de lo que establece la Constitución acata el gobierno neopopulista. Tampoco lo hace ahora la forma de gubernamentalidad clientelar de la gestión de gobierno de Luis Arce Catacora.
Como hemos dicho, los minerales se han convertido en materia y objeto de poder desde la colonia, durante la república este diagrama de poder minero se ha exacerbado, convirtiendo a Bolivia, particularmente a su economía, en un país minero, es decir, en un país exportador de materias primas minerales. Durante las gestiones del gobierno neopopulista, en ese entonces bajo la presidencia de Evo Morales Ayma, esta exacerbación e inclinación al extractivismo adquiere dimensiones desmesuradas y demoledoras. Es cuando se da el conflicto de Mallku Khota. En otras palabras, el “gobierno progresista” ya tenía convenios firmados con la empresa transnacional. Que se haya visto obligado al retroceder se debe a las resistencias y movilizaciones tenaces de los comunitarios y de los ayllus, a pesar de la represión, el amedrenamiento y el apresamiento de su dirigencia, participan del mallku Cancio Rojas, autoridad del CONAMAQ, a quien lo tuvieron encarcelado un prolongado tiempo, sin justificación alguna.
Durante la gestión del gobierno de Luis Arce Catacora, siguiendo con la forma de gubernamentalidad clientelar retornada, el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente ha adquirido dimensiones descomunales con las concesiones perversas, ilegales e inconstitucionales de áreas protegidas, parques nacionales y territorios indígenas al capitalismo salvaje de las cooperativas mineras. Esto sucede en tierras bajas. En tierras altas se ha entregado el Salar de Uyuni, con sus reservas de litio y magnesio, a otras transnacionales, sin cumplir para nada con la Constitución. No se puede otorgar ninguna concesión sin la aprobación y decisión del pueblo boliviano, el propietario de los recursos naturales – el Estado sólo es administrador -, mediante el ejercicio del sistema de gobierno de la democracia participativa, pluralista, directa, comunitaria y representativa. Sin la efectuación del control social y la participación, sin la construcción de la decisión colectiva de la política y la construcción colectiva de la ley, como expresa la Constitución.
Como se puede ver, la guerra es la matriz y el sustrato del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. En este caso, se trata de la continuación de la guerra de conquista y de colonización, dada en los periodos republicanos, comprendiendo todos sus contextos histórico políticos, incluyendo el presente del Estado Plurinacional, que no ha dejado de ser República, puesto que la República es la res pública en latín. que significa la cosa pública. Una discusión anodina de una balbuceante retórica neopopulista ha querido distinguir Estado Plurinacional de República, cuando no tiene sentido hacerlo. Descartando obviamente la discusión de fondo: ¿Qué significa y que implica el Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico? ¿Cuáles son las transformaciones estructurales e institucionales que hay que realizar para cumplir con la Constitución, objetivarla y subjetivarla, tanto institucionalmente como en la constitución de los nuevos sujetos sociales?
Lo paradójico del caso es que la guerra contra las naciones y pueblos indígenas ha continuado a pesar de la promulgación de la Constitución el 2009, que hasta ahora no se ha cumplido. En consecuencia, todos los gobiernos, después de la promulgación de la Constitución, son inconstitucionales. ¿Por qué continúa la guerra contra las naciones y pueblos indígenas, por qué continúan las oleadas de conquista y colonización, en gestiones de gobierno que supuestamente deben cumplir con la Constitución? Si la política es la continuación de la guerra por otros medios, entonces no hemos salido de los horizontes de la guerra. Hemos dicho que la guerra es la clave, el sustrato, la matriz del desarrollo capitalista, por lo tanto no hemos salido del horizonte capitalista, seguimos condenados por la geopolítica del sistema mundo capitalista. En las periferias del sistema mundo capitalista se da lugar a lo que hemos llamado el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. La respuesta es clara, no se salió de la guerra contra las naciones y pueblos indígenas porque que seguimos repitiendo la dialéctica de la acumulación. Las formas de gobiernos, se autodenominen de “izquierda” o se señalen de “derecha”, siguen cumpliendo, como operadores, con la realización del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
Desde el año 2019 se viene llevando a cabo una avasallamiento violento de los territorios indígenas de tierras bajas, de los parques y áreas protegidas, por parte de los colonizadores, mal llamado “interculturales”. Por otra parte, se padece la acción destructiva de las cooperativas mineras del oro, que han avanzado contra los parques nacionales, áreas protegidas y territorios indígenas, envenenando los ríos con mercurio, contaminando las aguas, los territorios y los aires, arrasando con todo para llevarse el oro, del que sólo pagan el 2% al Estado. Se estima que más de 3000 millones de dólares se llevan estas cooperativas mineras y sólo cancelan el 2% mencionado al Estado, a pesar que desde la promulgación de la Constitución todos los recursos naturales son propiedad de las bolivianas y los bolivianos. Pero como se han acostumbrados las gestiones neopopulistas de incumplir con la Constitución, de violarla y desmantelarla, se hace caso omiso a esta exigencia del cumplimiento del derecho de los bolivianos, que equivale a respetar su propiedad y decisión sobre los recursos naturales, mediante el sistema de gobierno de la democracia pluralista, participativa, directa, comunitaria y representativa. A este panorama apocalíptico se agrega la incineración de millones de hectáreas de bosques de la Amazonia y del Chaco, que viene efectuándose durante ya dos décadas. Durante el 2019 se han contabilizado más de 7 millones de hectáreas incineradas, ahora, el 2024, se contabilizan más de 10 millones de hectáreas incineradas. Es decir, se trata de una guerra contra la vida, contra los ecosistemas, contra los nichos ecológicos y los ciclos vitales. Volvemos a confirmar que la guerra es el mecanismo indispensable del desarrollo capitalista, tanto en el centro como en la periferia del sistema mundo moderno.
La guerra como instrumento del desarrollo capitalista
Anteriormente escribimos sobre la acumulación originaria del capital, después escribimos sobre la acumulación ampliada del capital, siempre teniendo en cuenta que se trata de una dialéctica entre la acumulación originaria de capital y la acumulación ampliada de capital. No hay acumulación ampliada de capital si no hay recurrencia reiterada de la acumulación originaria del capital, que la hemos definido como despojamiento y desposesión, no sólo de recursos naturales, sino de los territorios de las naciones y pueblos nativos, mediante la conquista y la colonización permanentes, además de la esclavización generalizada.
Desde esta perspectiva podemos decir que la guerra es el instrumento de esta dialéctica de la acumulación capitalista. Tanto la guerra abierta, explícita y descarnada así como la guerra en la filigrana de La Paz. La política institucionalizada no es otra cosa que retórica, que se despliega y se emite para encubrir y buscar la legitimación de este despojamiento y la desposesión de los recursos naturales, de esta conquista y colonización permanentes de los pueblos nativos, de esta esclavización generalizada, que adquiere distintas formas en constante proliferación a lo largo de la historia de la modernidad.
Hemos definido antes al modo de producción capitalista como el modo de la destrucción planetaria. Hemos dicho que el sistema mundo capitalista tiene como substrato la colonización y la esclavización generalizada. Ahora decimos que la guerra es el instrumento fundamental en el desarrollo capitalista. Las máquinas de guerra desplegadas en el orden mundial de las dominaciones son la heurística puesta en acción, con el objetivo de lograr la espiral ascendente de la valorización del valor, la valorización dineraria, es decir del capital.
Notas
[1] Thomas Bender: Historia de los Estados Unidos. Una nación entre naciones. Siglo XXI. Buenos Aires 2023. Págs. 174-176.
[2] Revisar reportajes al respecto en Enciclopedia Libre, Wikipedia.
[3] Georgina Jiménez y Jorge Campanini: Breve cronología del conflicto minero de Mallku Khota. CEDIB. Informe mineria, tierra y territorio.
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Fotografía: Pradaraul