Jorge Salazar García. 08/02/21
Dos sectores políticos luchan por ganar la mayoría de senadurías y diputaciones federales en la próximas elecciones. Un sector identificado con la derecha lo hace aliado a los partidos PRI, PAN, PRD; el otro, de izquierda moderada se agrupa en torno a MORENA, PT y ¿¡VERDE!?. El objetivo del primero es recuperar el control de los espacios legislativos perdidos en el 2018; el del segundo es retenerlos. Ambos saben que el destino de sus respectivos proyectos de gobierno dependen de ello. MORENA, manteniendo la actual correlación de fuerzas en el Congreso tendría la última oportunidad para reinsertar el espíritu original la Carta Magna destrozado durante 36 años (1982-2018) por los conservadores. Tomando en cuenta sus propios estándares empresariales, estos señores fueron bastante exitosos: exprimieron el fruto del trabajo de generaciones y lo permanecerán haciéndolo por mucho tiempo más a través de las concesiones, convenios, contratos y deuda pública. AMLO recibió una Nación saqueada, con recursos naturales privatizados, una deuda de 12 billones de pesos, cientos de miles de ejecutados y desaparecidos y millones de pobres. Les faltó vender el palacio nacional. Para eso quieren regresar.
Su contraparte, la izquierda militante, bien sabe que para recuperar el control de la Nación primero debe separarse el poder económico del político y que eso implica, necesariamente, CAMBIOS en la Constitución. Lamentablemente las cúpulas de MORENA, transgrediendo las normas que lo prohiben, incorporaron a sus filas, en posiciones de mando, a gente oportunista y de negro pasado cuyo único objetivo es ganar escaños y espacios de poder, no de construir un proyecto desde abajo, con el pueblo. La consecuencia obvia esta a la vista: alcanzado el hueso, salvo honorables excepciones, esos traidores se volvieron tan codiciosos e insensibles al sufrimiento ajeno como los conservadores. El partido se prostituyó sin retorno.
Generalmente las bases militantes, por su inactividad o desinterés, son parte responsable de la descomposición en los Partidos. En el caso de los morenistas es un poco distinto. Afortunadamente, en su interior existen grupos críticos que proponen soluciones y continuamente alertan sobre las graves desviaciones en las que incurren las dirigencias. Un reducido grupo tiene hoy al Partido dividido, con inoperantes estructuras de gobierno, sin rendición de cuentas claras y casi aislado de las luchas sociales. Por esa razón el partido pierde credibilidad. La decepción se ira recrudeciendo conforme los dirigentes y quienes ingresan a la burocracia gubernamental (diputación, senaduría, alcaldía o gubernatura) continúen convirtiendo en su fundamental prioridad mantenerse pegados a la ubre pública. Su proceso autodestructivo, acicateado por la derecha (INE, TRIFE, PODER JUDICIAL, ETC) se consolidó cuando los oportunistas y traidores lograron eliminar el principio de la NO REELECCIÓN. De ahí en adelante con el mando centralizado, promoviendo el culto a la personalidad, las dirigencias continuaron lujuriosos gastando tiempo y prerrogativas en viajes, cafés, pláticas y negociaciones preparando la siguiente contienda electoral. ¡Claro! mientras no hay elecciones esos funcionarios de partido apacentan al rebaño con promesas. Ya rodeados de su corte, como dictadorzuelos asumen el control absoluto de las instancias partidarias. Su quehacer principal entonces es “negociar” bajo las directrices que les impone el de arriba ignorando las voces de quienes hacen la talacha calle por calle. Al PRI le llevó 90 años (1929-2018) destruir su credibilidad; al PAN, 80 (1939-2000); al PRD, 30; a MORENA sólo le ha costado 6 años (2014-2020).
En su rápida descomposición destacan 4 causas: a) El partido nació fracturado; una parte importante se pronunció en contra de que lo fuera (2014); b) Se permitió el ingreso de priistas-panistas y perredistas probadamente corruptos; c) Sacrificaron la construcción de un “movimiento” en aras de lo electoral, d) Existe una sociedad más vigilante y crítica que observa con lupa los errores de quienes dicen representarle.
Algunos comités de base previeron las consecuencias de abandonar el trabajo junto a la gente. No los escucharon. Fueron censurados o juzgados en improvisados tribunales de alzada por atreverse a exigir respetar los estatutos. Los marginaron por negarse a rendir culto a caudillos advenedizos. Así nacieron las pandillas ahora regenteadas por quienes detentan cargos públicos. Tales caudillos de papel, escudándose en la figura de AMLO, traicionan y mienten flagrantemente a sus militantes. Eso sucede en el Estado de Veracruz: dos funcionario públicos narcisistas, (el gobernador y el delegado de la Secretaría del Bienestar, Manuel Huerta) se reparten el osario en cada elección, alejados totalmente de cualquier renovación de los modos de hacer política. ¿Y la Ética? ¿y los Principios? ¡Bah! Lo que importa es el HUESO. En 2018 le pregunté a un campesino por cuál partido iba a votar. Muy reflexivo me dijo: votaré por MORENA porque AMLO parece una buena persona. Le hice la misma pregunta el mes pasado. Esta fue su respuesta: “por quien dé más dinero por el voto”.
¿Quién tiene la culpa de este cambio radical? Sobre dos que pecan, Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) reflexiona en su poema “Hombres necios…:” ¿Cuál es más de culpar, (…): (el) que peca por la paga o el que paga por pecar? Por supuesto, la Ley electoral es muy clara al respecto: ambos son delincuente electorales pero castiga con mayor severidad a quién “incita a pecar” porque lo hace con recursos ajenos y desde una posición ventajosa. Ergo; los políticos son la fuente de la corrupción del voto. Si los morenos honestos continúan reaccionando sólo cuando se aproximan elecciones, el Partido no tendrá salvación y este mismo será el encargado de “darle la puntilla” a la esperanza que el pueblo mexicano le depositó en 2018.
Es muy probable que MORENA conserve la mayoría parlamentaria en alianza con el PT y el Verde, pero si como se está viendo imponen como candidatos a ex miembros de la mafia del poder (PRI-PAN-VERDE-PRD) entonces será bofa, corrupta e interesada. Esa mezcla aberrante no garantizará la fuerza necesaria para regresarle a la Constitución aquel espíritu social, humano y nacionalista que le impregnaron los revolucionarios en 1917. Con un partido anémico de Principios, con parches ideológicos unidos con hilo podrido, el poder económico seguirá prevaleciendo sobre los intereses de la Nación y del pueblo trabajador. Ni que decir sobre sanear la función pública o dignificar la política.
En 2018, MORENA hizo posible una leve recuperación de la confianza popular en el sistema de partidos. Actualmente esa instancia creada por la gente para barrer la basura neoliberal se hunde en su miasma y, frente a una derecha feliz, jubilosa esparce su fetidez. Tal hecho, sin duda, es otro retroceso para la Izquierda electorera.