Por: Özüm Ö. – Kırmızı Gazete / Estambul. 26/11/2024
En todo el mundo, las mujeres y las personas LGBTI+ son víctimas de violencia psicológica, física, económica y sexual en el hogar, en la calle, en las escuelas y en los lugares de trabajo. A menudo, no se implementan las medidas de protección necesarias para las víctimas, y el acceso a refugios y servicios de salud es extremadamente limitado.
Para visibilizar esta violencia y fortalecer la lucha contra el sexismo, cada 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, defendemos nuestro derecho a la vida y el de todas las demás mujeres, inspirándonos en las hermanas Mirabal, asesinadas hace 63 años en la República Dominicana durante su lucha contra la dictadura.
Estamos intensificando nuestra lucha y llenando las calles y plazas, porque ¡nuestras vidas importan!
Con el agravamiento de la crisis económica mundial, más de la mitad de la población femenina ha quedado desempleada. Las mujeres migrantes, además, suelen quedar excluidas del sistema de salud. El capitalismo, con su afán de perpetuar la explotación, reproduce formas de barbarie que se manifiestan también como violencia contra las mujeres.
No es casualidad que los regímenes de derecha y represivos estén en auge en todo el mundo. Los jóvenes, desesperados por su futuro, buscan gratificaciones inmediatas. Las culturas que fomentan la violencia ganan terreno, moldeadas por el odio, el racismo y la misoginia. Actos atroces como el que cometido por Semih Çelik, quien se arrojó desde las murallas bizantinas de Estambul tras asesinar brutalmente a Ayşenur Halil e İkbal Uzuner en el mes de octubre, son producto de esta cultura violenta.
La violencia no es aislada, es política
La desigualdad de género no es un fenómeno aislado ni excepcional. Las estadísticas muestran que una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia en algún momento de su vida, y una de cada cinco ha sido víctima de violación. Estas cifras aumentan día tras día.
Sabemos muy bien que la mayoría de las mujeres asesinadas ya habían denunciado múltiples veces a sus agresores, pero fueron ignoradas. No solo no se nos protege, sino que las políticas de impunidad facilitan el camino para la violencia.
En Turquía, la violencia de género se alimenta del discurso de «proteger a la familia». Las conquistas logradas tras arduas luchas nos son arrebatadas mediante regulaciones legales impulsadas por presiones conservadoras y reaccionarias. La anulación del Convenio de Estambul y los intentos de modificar la Ley 6284 son ejemplos de estos ataques políticos.
Las políticas de negación y exterminio contra el pueblo kurdo y el creciente racismo hacia los inmigrantes también se manifiestan principalmente como violencia contra las mujeres. En Turquía, el Régimen del Palacio, cada vez más autoritario, intenta reprimir las movilizaciones de mujeres que reivindican sus derechos, intimidándolas con detenciones y arrestos.
Además de los feminicidios, las guerras imperialistas afectan desproporcionadamente a las mujeres. En muchas partes del mundo, las masas protestan contra el genocidio cometido por Israel en Gaza y las masacres de mujeres y niños en sus ataques en Líbano.
Cientos de manifestantes exigen el cese inmediato del comercio y la venta de armas a Israel, señalando que, desde el 7 de octubre de 2023, Israel ha matado a 42.519 palestinos, entre ellos 17.000 niños y 11.378 mujeres, y ha herido a otros 99.637 en sus ataques a la Franja de Gaza.
¿Cómo luchar?
La política burguesa actual parece abrir espacios para que las mujeres luchen en diversos campos: cargos como alcaldías, escaños parlamentarios o incluso la jefatura de Estado. Kamala Harris, candidata presidencial en Estados Unidos, es un buen ejemplo.
A pesar de haber sido la primera mujer vicepresidenta de EE.UU., Harris no ha hecho grandes esfuerzos por los derechos de las mujeres desde que asumió el cargo. En Estados Unidos, al menos tres mujeres son asesinadas cada día y una mujer es violada cada 90 segundos. No parece probable que, en caso de llegar a la presidencia, sus esfuerzos por los derechos de las mujeres sean significativos.
De niña, me emocionó la elección de Tansu Çiller como primera ministra de Turquía en los años 90, a pesar de las opiniones políticas de mi familia.
Sin embargo, durante su mandato, no se lograron avances significativos en los derechos de las mujeres. Por el contrario, su gobierno pasó a la historia como un período marcado por una profunda corrupción estatal, crisis económica y asesinatos sin resolver.
Por la experiencia histórica con figuras similares, la política burguesa no puede ir más allá de un discurso simbólico sobre la igualdad de género. El capitalismo y el patriarcado, son raíces del problema.
La política burguesa no ofrece soluciones reales porque es parte del problema. El sistema brutal en el que vivimos es el capitalismo patriarcal. La dominación masculina es uno de los pilares sobre los que se asienta el capitalismo y, aunque históricamente lo precede, ha sido adaptada para servir a la sociedad de clases.
La opresión de las mujeres tiene su base material en su reducción a propiedad dentro de las sociedades de clases. Este fenómeno no es solo económico, sino también cultural e ideológico.
Por ello, no podemos eliminar la desigualdad de género sin vincularla al problema de clase ni sin reconocer que la clase burguesa detenta el monopolio del poder capitalista.
En otras palabras, no habrá una transformación real hasta que se desmantele el capitalismo patriarcal y se construya un sistema basado en la igualdad de género, sin clases y sin explotación.
Mientras no cambiemos el sistema, no hay garantía de que los logros alcanzados perduren. Por eso, es esencial construir el frente más amplio posible para defender nuestro derecho a la vida contra la violencia, la explotación y la opresión. ¡Un frente que avance sin descanso!
Levantemos nuestra lucha por un futuro igualitario y libre contra los asesinatos, el acoso, las violaciones y el odio.
Tejamos juntas una lucha unida y organizada por la defensa de nuestras vidas, la restauración del Convenio de Estambul y la aplicación efectiva de la Ley 6284. No dejemos que el sistema capitalista patriarcal nos aísle y nos desespere. Construyamos juntas el sueño de un futuro sin clases, sin explotación y lleno de igualdad.
Ingresos garantizados y vivienda digna y segura para todos.
Protección contra la violencia y castigo agravado para los agresores.
¡Viva nuestra lucha organizada! ¡Viva la solidaridad entre las mujeres!
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Fotografía: lit-ci