Por: Michael Hardt – Antonio Negri. 05/01/2022
Prefacio
El Imperio se está materializando ante nuestros ojos. Durante las últimas décadas,
mientras los regímenes coloniales eran derrocados, y luego, precipitadamente, tras el
colapso final de las barreras soviéticas al mercado capitalista mundial, hemos sido
testigos de una irresistible e irreversible globalización de los intercambios
económicos y culturales. Junto con el mercado global y los circuitos globales de
producción ha emergido un nuevo orden, una nueva lógica y estructura de mando -en
suma, una nueva forma de soberanía. El Imperio es el sujeto político que regula
efectivamente estos cambios globales, el poder soberano que gobierna al mundo.
Muchos sostienen que la globalización de la producción capitalista y el intercambio
significa que las relaciones económicas se han vuelto más autónomas de los controles
políticos, y que, consecuentemente, ha declinado la soberanía política. Algunos
celebran esta nueva era como la liberación de la economía capitalista de las
restricciones y distorsiones que las fuerzas políticas le habían impuesto, otros se
lamentan por el cierre de los canales institucionales a través de los cuales los
trabajadores y ciudadanos podían influir o responder a la fría lógica de la ganancia
capitalista. Ciertamente es verdad que, frente al proceso de globalización, la
soberanía de los Estados-naciones, aunque aún es efectiva, ha declinado
progresivamente. Los factores primarios de la producción y el intercambio -dinero,
tecnología, gente y bienes- se mueven con creciente facilidad a través de los límites
nacionales; por lo que el Estado-nación posee cada vez menos poder para regular
estos flujos e imponer su autoridad sobre la economía. Incluso los Estado-nación más
poderosas ya no pueden ser consideradas como autoridades supremas y soberanas,
tanto fuera como dentro de sus propias fronteras. La declinación de la soberanía de
los estados-naciones, sin embargo, no significa que la soberanía como tal haya
declinado.1 De un extremo a otro de las transformaciones contemporáneas, los
controles políticos, las funciones del Estado y los mecanismos regulatorios han
continuado dirigiendo el reino de la producción económica y social y del intercambio.
Nuestra hipótesis básica es que la soberanía ha tomado una nueva forma, compuesta
por una serie de organismos nacionales y supranacionales unidos bajo una única
lógica de mando. Esta nueva forma global de soberanía es lo que llamamos Imperio.
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Fotografía: Todo colección