Por: Kasper Kapron OFM. 26/06/2022
El 24 de febrero de este año, cuando Rusia invadió Ucrania, terminó la posmodernidad. El tema principal y el leitmotiv en el pensamiento de los posmodernistas es la creencia en la relatividad fluida y la igualdad de todas las ideas, culturas, religiones y posturas. No existen los valores objetivos, porque todos tenemos nuestra personal opinión y esta opinión debe ser respectada.
La base de la posmodernidad es el respeto por las pequeñas narrativas. El pluralismo de esta corriente filosófica por regla general hace callar a todos aquellos que proclaman la verdad con “V” mayúscula, porque, según los representantes de esta corriente, las grandes narrativas fueron la causa de los acontecimientos más trágicos de la historia de la humanidad, como la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, y como podemos ver, utopía del mundo justo, sin guerras, donde todos se aman y respectan sus convenciones, no funcionó. Los representantes de este “mundo”, sin los fundamentos objetivos y sin los valores universales e inmutables, no son capaces de crear una sociedad donde los unos con otros se llevan bien.
No creo que hoy los posmodernistas, Slavoj Žižek o Alain Badiou y sus seguidores tendrían algo importante que decir sobre la guerra en Ucrania. No se escucha a Greenpeace protestando contra la contaminación del medio ambiente por la quema de tanques o por el destino de las especies animales en peligro de extinción en las quemas ucranianas: el ecologismo postmoderno, que difícilmente se puede comparar con el respecto hacia la natura que tenían nuestros antepasados y que sabían bien que su sobrevivencia depende de la relación fraternal con la creación, tiene que esperar; el feminismo postmoderno y las teorías del género no tienen nada que decir hoy, porque las mujeres ucranianas, como en tiempos antiguos, protegen a sus hijos y huyen a los países vecinos, mientras los hombres, sin importar si son heterosexuales o homosexuales, están luchando en el frente. La posmodernidad está muerta. Babilonia está en llamas.
Hoy necesitamos otro lenguaje, otra axiología, otra antropología. Puede ser tomada de los libros de Tolkien, puede ser de la antigua tragedia griega, puede ser de las obras de Shakespeare, … puede ser tomada, y porque no, ¡del Evangelio! El bien y el mal existen y el bien no se puede comparar con el mal. ¡No son iguales!
Como ha sido a menudo el caso en el pasado, sabemos lo que terminó, pero no sabemos lo que comienza.
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KASPER KAPRON OFM
Facultad de Teología Universidad Católica Boliviana
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Fotografía: Opinion