Por: Sabina Itzel Hermida Carrillo/ Colectivo Educación Especial Hoy. 24/04/2020
Después de un accidentado “regreso a clases” el pasado lunes 20 de abril, y habiendo recibido un alud de mensajes y comentarios de maestros, padres de familia, alumnos y cuidadores, todos expresando su frustración y molestia ante la implementación del programa “Aprende en Casa”, es evidente que la crisis de nuestro Sistema Educativo Nacional (SEN) es más profunda de lo que pensábamos.
Lo que estamos viviendo, no es nuevo ni es resultado de la pandemia. Los procesos de marginación, exclusión y/o discriminación del SEN y en él, ya estaban ahí de manera oculta; detrás de discursos falsos y maniqueos que encubrían la cruda realidad.
La presencia del COVID-19 en nuestras vidas es un hecho fortuito que aceleró la hecatombe, pues, visibilizó la falta de pluralidad, justicia y equidad educativa para la mayoría de las y los estudiantes; desenmascaramiento similar para toda la población en salud y en trabajo.
Educación Especial es una de las modalidades más afectadas por la crisis educativa. La pandemia y la estrategia de educación a distancia implementada por la Secretaría de Educación Pública (SEP), pese a que la “inclusión” se estableció como uno de los ejes rectores del Sistema Educativo Nacional y de que las autoridades educativas nos repiten a cada oportunidad que la Nueva Escuela Mexicana es incluyente, la realidad evidencia lo lejos que estamos de una escuela para todos.
Cuando se habla de “Educación para todos”, debe entenderse que todo ser humano tiene derecho a la educación y debe acceder a ella; pero, dicha frase no debe malinterpretarse y usarse para imponer a todos “la misma educación”. La intencionada manipulación del principio de educabilidad ha tenido un costo altísimo para la humanidad.
He escuchado a muchos maestros decir que el objetivo de la Educación Especial es que los alumnos con discapacidad y/o necesidades específicas de aprendizaje alcancen los aprendizajes esperados y cubran los contenidos del currículo. Otros, afirman que, ofrecer a nuestros alumnos “otra educación” basada en sus necesidades y realidades es discriminarlos y segregarlos; que es necesario que el currículo sea el mismo para todos.
Ambas afirmaciones, están basadas en el ideal de “normalidad” y son reflejo de prácticas que han contribuido al desmantelamiento paulatino de nuestra disciplina.
Al asimilar, asumir y reproducir los discursos oficiales, nos hemos puesto la soga al cuello y arrastrado con nosotros a NNA con y sin discapacidad hacia el abismo.
La permanencia de la Educación Especial en México está condicionada a su ruptura con todo discurso neoliberal, –sujetos homogéneos, trabajadores e individualistas; así como con el “enfoque de derechos humanos” fragmentador que atenta constantemente contra las identidades colectivas; ambos, elementos de políticas internacionales cuyo interés es el poder, el dinero y los negocios, nunca el ser humano, nunca el bienestar.
Una de las grandes oportunidades que la emergencia sanitaria, el confinamiento y la distancia de las aulas nos ofrece, es la de reflexionar sobre las buenas y malas prácticas, sobre los estereotipos y vicios que reproducimos y sobre las transformaciones urgentes que requiere el SEN; todo en beneficio de la comunidad.
Ante un sistema educativo que ha decidido no únicamente invisibilizarnos sino exterminarnos mientras se asume incluyente, nos toca resistir. Maestros, alumnos y padres de familia podemos construir una verdadera escuela mexicana y una verdadera escuela para todos; es momento de distanciarnos de la calidad, la excelencia, la eficiencia y la productividad, momento de romper con el individualismo y construir comunidad.
Me gustaría, desde este espacio, invitar a la comunidad de Educación Especial a plantearse las siguientes preguntas:
- ¿Cuánto de lo que enseñamos es significativo para los alumnos?
- ¿Cuántos de esos conocimientos les están siendo útiles para enfrentar la complejidad de la emergencia sanitaria?
- ¿Qué herramientas deberíamos estarles ofreciendo en vez de someterlos al currículo oficial?
- ¿En qué momento nos desviamos del objetivo de la educación especial y nos sometimos a lineamientos y políticas que atentan contra el derecho de nuestros alumnos a una formación basada en la equidad?
- ¿Nuestra misión es que la SEP cumpla con sus estadísticas de “inclusión”, o formar seres humanos íntegros, autónomos e independientes?
- ¿Qué es más importante: concluir el ciclo escolar o la estabilidad emocional de nuestros alumnos y la propia?
- ¿A qué tipo de escuela queremos regresar?
Maestros: dejemos de hablar de inclusión y empecemos a hablar de comunalidad.
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Fotografía: UNIR.