Por: Revista crisis. 19/03/2022
Este domingo 13 de marzo, a dos días del inicio de la presidencia de Gabriel Boric en Chile, Colombia celebró su primera jornada electoral de este 2022, con las elecciones del Senado y la Cámara de Representantes, además de la consulta por candidatxs para las elecciones presidenciales del próximo 29 de mayo. El Pacto Histórico, coalición progresista que agrupa a diversos partidos de izquierda, se destacó como el partido más votado al Senado, además de convertirse Gustavo Petro en candidato oficial a la presidencia, con alrededor de 4.467.126 votos. Dentro de su coalición, se destaca también la votación a Francia Márquez, segunda precandidata.
A Petro le sigue Federico Gutiérrez, el candidato de la ultraderecha por la coalición Equipo por Colombia, en la cual figura el partido de Álvaro Uribe, con alrededor de 2.148.540 votos. A Sergio Fajardo, candidato por el Centro Esperanza, coalición “centrista” cercana a las élites burguesas colombianas, le corresponden el tercer lugar con un poco más de 721.049 votos. Esta jornada primaria de elecciones se perfiló como una medición de pulso de Petro ante Fajardo y Gutiérrez, frente a lo que bien podría llegar a ser el más reciente triunfo progresista en la región.
Con el 97% de mesas escrutadas, el Pacto Histórico, una propuesta de unidad popular en la que se articulan diferentes procesos políticos, tradicionalmente en oposición a los gobiernos de la ultraderecha, se ha erigido como la fuerza política más votada para el Senado. Con posibles 17 curules, puntúa por encima de partidos que históricamente se han repartido con codicia los espacios de representación política. Así pues, partidos como el Centro Democrático, liderado por el expresidente Uribe -investigado por compra de testigos, delitos procesales y ejecuciones extrajudiciales-, ha quedado relegado a un quinto puesto, con 13 curules.
Este es un resultado histórico, pues desde finales de la década de los 90 y lo que lleva el nuevo milenio, el senado colombiano se caracterizó por su profunda tendencia hacia la derecha, y por consiguiente al aumento de las brechas sociales y la concentración de capital a manos de latifundistas, banqueros y empresarios. Además, hay que resaltar los obstáculos que ha tenido que sortear el partido Colombia Humana, liderado por Gustavo Petro, para su reconocimiento por parte de la Corte Constitucional, que se dio apenas el año pasado.
Además de la votación para el Senado, la votación a la Cámara de Representantes también refleja la tendencia a favorecer a la coalición de unidad popular, el Pacto Histórico. En regiones periféricas como el departamento del Cauca, repartidas históricamente entre partidos tradicionales como el Liberal, Conservador y Cambio Radical, ha sido una real sorpresa ver cómo el Pacto Histórico se hace con 2 de las 4 curules del Cauca ante la Cámara de Representantes. Resultado que toma por sorpresa a las élites políticas del Cauca, al ver cómo la fuerza popular indígena, negra, campesina y estudiantil asalta sus baluartes de corrupción.
Así mismo, las consultas interpartidistas también dieron una sorpresa, por dos motivos. El primero de ellos fue la abrumadora distancia que Petro tomó de los candidatos en las otras consultas, las cuáles si bien no pueden ser comparadas a la ligera, dejan claro que al menos Petro sigue contando con 4 millones de personas que respaldan su candidatura como presidente. El segundo motivo de sorpresa, también provino de la consulta del Pacto Histórico, pues Francia Márquez, una mujer negra sobreviviente del conflicto, y lideresa social y ambiental, logró casi 800.000 mil votos. Votos alcanzados sin apoyo de grandes maquinarias políticas, ni respaldos de empresas y mecenas políticos. Nacida en el Cauca, Francia Márquez en su aspiración presidencial ha demostrado que es posible hacer política desde la periferia, alzando la voz de lxs que están siendo oprimidxs.
Con la candidatura de Petro despuntando con una fuerza histórica en Colombia, podría consolidarse la primera presidencia progresista en el vecino país, después de décadas de autoritarismo de la ultraderecha colombiana con la figura de Álvaro Uribe Vélez y sus vínculos con el paramilitarismo terrorista a la cabeza. El Uribismo se ha visto desgastado en el último periodo presidencial de Iván Duque, ya que su popularidad es baja, inclusive entre las filas de la derecha colombiana, y más aún entre el pueblo, que ha vivido uno de los períodos más precarios y represivos de las últimas décadas.
De consolidarse Gustavo Petro en la presidencia de Colombia, y con las elecciones en Brasil a la vuelta de la esquina, con Lula como el precandidato más fuerte, la geopolítica de América Latina volvería a dar un giro a lo progresismos: Boric en Chile, Castro en Honduras, Castillo en Perú, Fernández en Argentina, López Obrador en México, Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua. Esta nueva ola progresista en Latinoamérica apuntala a un cambio en el tablero geopolítico global, en un momento en que se está librando el más reciente de los conflictos interimperialistas de este siglo.
No cabe duda de que en términos político electorales, esta jornada fue histórica para Colombia, en asedio permanente por el imperialismo yanqui, encarnado por sucesivos gobiernos de ultraderecha que promovieron la guerra y exterminio internos, característicos del terrorismo de Estado a manos de las élites burguesas en las últimas 6 décadas. El hermano pueblo colombiano tuvo que sobrevivir a la Doctrina de Seguridad Nacional uribista, implementada de manera directa por la CIA y el ejército yanqui por medio del Plan Colombia. No cabe duda de que el legado de la parapolítica y los círculos de poder que la crearon y apoyan, serán el mayor obstáculo a un posible gobierno progresista con Petro como presidente.
La implementación de los actualmente mutilados Acuerdos de Paz, vejados por la nefasta administración de Duque, también constituiría una piedra angular de cualquier gobierno que considere una superación del conflicto interno. En términos políticos, el legado criminal que Álvaro Uribe Vélez e Iván Duque arrojan a la historia de Colombia, precisa de una memoria histórica y un pueblo que los juzgue por los crímenes de Estado que han cometido. Tanto con lxs 6402 falsxs positivxs, lxs millones de desplazadxs, y la sangrienta respuesta militarista de Duque en los Paros Nacionales de 2019, 2020 y abril y mayo de 2021.
La experiencia histórica del último ciclo progresista en América Latina, demostró que las buenas intenciones y la conquista de justicia social y la vida digna de las mayorías por medio del reformismo, son limitadas y están inmersas en la complejidad de la política burguesa, que nunca deja de ser un aparato de imposición de la clase, condicionada por el mismo capitalismo. En el contexto colombiano, el progresismo de Petro logra aglutinar demandas históricas del pueblo, y definitivamente se presenta como una alternativa contra la política neoliberal e imperialista liderado por la parapolítica y el terrorismo de Estado.
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Fotografía: Revista crisis