Por: Anna María Iglesia. 10/02/2023
”Si el yayo perdió su memoria, habrá que salir a buscarla”, le dice su hijo con ímpetu a Ofelia. Ella acaba de volver a su pueblo para el entierro de su padre, un hombre del que apenas sabe nada. Las palabras de su hijo son el aliciente para Ofelia para recuperar la memoria perdida de su padre. El alzhéimer impidió que este pudiera contarle nada y, sobre todo, impidió que rompiera con ese silencio que siempre había impuesto en torno a lo que hacía. La aparición de Gabriel, un hombre francoespañol, le dará a Ofelia los primeros datos en torno a la figura de su padre: este salvó la vida del padre de Gabriel, un opositor al régimen que vivía escondido en los momentos desde los cuales organizaba actos de sabotaje. ¿Quién era verdaderamente su padre?, se pregunta Ofelia, para quien recuperar su memoria perdida se vuelve primordial. Cómo terminó en prisión y condenado a muerte, qué le salvó de esta condena, qué papel tuvo su madre, portera de un edificio de vecinos a los que el régimen quería tener controlados.
Todas estas preguntas vertebran la estructura narrativa de Cuando ya no quede nadie, la primera novela de Esther López Barceló. Voluntaria en varias exhumaciones de fosas comunes franquistas y autora de Testimonio de la memoria, donde recoge las vivencias de seis mujeres a través de las cuales repasa la represión, las torturas y las condenas a muerte ejecutadas por el régimen contra cualquier sospechoso de ser opositor, López Barceló vierte en esta primera novela todo el conocimiento acumulado a lo largo de varios años indagando en una memoria histórica todavía marcada por los silencios, íntimos e institucionales, y por la falta de compromiso hacia las víctimas.
La autora utiliza la historia de Ofelia para construir una novela coral sobre el silencio y sus distintas manifestaciones: el silencio íntimo fruto de la vergüenza, el silencio que nace del miedo, el silencio colectivo de quienes temen recordar o el silencio impuesto y que no permite preguntar y condena al desconocimiento. “Cuántas veces se oía ‘a Fulanita le mataron el padre en la guerra’, ‘a Menganita le mataron al hijo después’, ‘no sabe dónde está enterrado su tío, al que un día fueron a buscar a su casa por ser de la UGT’”; silencios y omisiones no solo naturalizadas, sino transmitidas a las generaciones siguientes: “Casi todas las familias que se cruzan por la vida de Ofelia, a lo largo del tiempo, ofrecían una historia vital parecida que quedaba circunscrita a eso: una frase”. El deseo del hijo de Ofelia por descubrir el verdadero pasado de su abuelo, para conocer aquello que el silencio autoimpuesto y, posteriormente, el provocado por un alzhéimer que borra cualquier posible recuerdo, es el motor de la novela.
De esta manera, con personajes algo prototípicos y muchas buenas intenciones, López Barceló va más allá de la historia de Ofelia: no solo construye una novela coral, donde distintas vidas y experiencias se entrecruzan, sino también una novela en la que lo personal se transforma en colectivo. La historia individual de Ofelia es la historia de muchos otros personajes y, a la vez, la historia de todos estos personajes es la historia de un país, en el que todavía hay fosas comunes por abrir, en el que todavía hay hijos y nietos que no saben donde están enterrados sus padres y abuelos; en el que todavía hay quien recuerda los fusilamientos a primera hora de la mañana, a quien le duelen las heridas nunca cicatrizadas de las torturas o a quien conoce el dolor del exilio o del vivir escondidos –pensemos en la película La trinchera infinita–. Un país en el que las mujeres todavía no han contado su historia; en el que el papel de las mujeres en la lucha antifranquista todavía está por escribir; un país donde el miedo fue la lógica imperante, donde la delación era una condena y la falsa confesión podía salvar vidas; un país dominado por la violencia tanto en la esfera pública como íntima; un país donde la violencia de género se vivía en silencio hasta que Ana Orantes decidió hablar públicamente.
Y no es de extrañar que en unos capítulos López Barceló le rinda homenaje a Orantes, porque precisamente Cuando ya no quede nadie es una novela en torno a los silencios que hay que romper y en torno a cómo su preservación es una perpetuación de toda una serie de violencias, empezando por la de género, que siguen definiendo nuestra sociedad y siguen provocando víctimas.
Cuando ya no quede nadie
Esther L. Barceló
Grijalbo 2023
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Fotografía: La marea