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El mundo árabe ante el desafío de la hegemonía israelí

por RedaccionA junio 14, 2025
junio 14, 2025
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Por: Sarra Grira. 14/06/2025

Azmi Bishara en el plató de televisión de Al Araby el 8/04/2025 (captura de pantalla)

Sarra Grira se reunió improvisadamente en Doha con Azmi Bishara, un intelectual palestino nacido en Nazaret y director del Arab Center for Research & Policy Studies (Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos), que aceptó responder algunas preguntas sobre la guerra contra Gaza, el futuro del movimiento palestino, la situación en Siria, así como el lugar de los judíos en el movimiento de oposición a la guerra.

Sarra Grira: Después de Pekín en julio de 2024, se celebró aquí, en Doha, en febrero de 2025, una reunión de las diferentes facciones y representaciones del pueblo palestino dentro y en la diáspora. Hubo un llamamiento para refundar y ampliar la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), una iniciativa que la Autoridad Palestina (AP) obviamente no aprecia. Pero más allá de estos llamamientos a la unión, ¿de qué margen de maniobra dispone la resistencia palestina, ya sea a nivel político o de resistencia armada?

Azmi Bishara: Es difícil responder a esta pregunta, porque el momento es demasiado incierto para considerar estrategias a largo plazo. Estamos emocional e intelectualmente acaparados por la necesidad de poner fin al genocidio. Los cambios en curso requieren pensar en nuevas estrategias, pero esta reflexión no se puede hacer en un centro de investigación como el que dirijo. Debe hacerse primero en el seno de los movimientos políticos.

Ahora bien, estos tienen muchas dificultades para acordar una estrategia unificada. Esto requeriría un liderazgo nacional, pero los propios líderes están profundamente divididos. El desacuerdo no se limita a los detalles, sino que afecta a cuestiones fundamentales. Mientras dure la guerra en Gaza y no se aclare el panorama político palestino, será difícil discutir la naturaleza del liderazgo palestino del que dependerán estas estrategias.

Un doble fracaso estratégico

Los líderes de la Autoridad Palestina se niegan a reconocer el fracaso de su estrategia que no permite, dada la correlación de fuerzas, obligar a Israel a adherirse a los principios fundamentales necesarios para las negociaciones. El resultado ha sido la expansión de los asentamientos en Cisjordania, e incluso una voluntad israelí de anexionarse zonas enteras. La estrategia de la AP se reduce a sobrevivir como autoridad bajo la ocupación israelí y están dispuestos a hacer cualquier cosa para ello. Sin embargo, esto no corresponde a la estrategia de un movimiento nacional.

En cuanto a Hamas, ninguna estrategia realista presidió la operación del 7 de octubre de 2023, que era efectivamente una operación de resistencia, con las reservas que se pueden tener con respecto a una serie de acciones cometidas. El ataque es el resultado del estado de sitio impuesto en Gaza; hay que recordar que el derecho a la resistencia está reconocido internacionalmente. En cuanto a las acciones de Israel, no son una simple respuesta, sino que forman parte de una estrategia para deshacerse de los palestinos -físicamente en Gaza y como pueblo en Cisjordania-, es decir, acabar con la idea de un Estado palestino.

El pueblo palestino de la Franja de Gaza, al igual que Hamas, se enfrenta a un genocidio. La primera preocupación de Hamas no es la liberación o el establecimiento de un Estado, sino el fin de la guerra y su propia supervivencia. El propio Hamas se sorprendió por la magnitud de la complicidad de los regímenes árabes. Eso merece una reflexión.

Una parte del mundo árabe esperaba que Israel eliminara a Hamas y se deshiciera de la resistencia palestina. Si hubiera habido una posición árabe oficial unida, aunque fuera mínima, habría sido posible apoyarse en la situación en Gaza para volver a poner la cuestión palestina sobre la mesa de negociaciones. Se podría haber dicho a Israel que ya ha utilizado toda la fuerza militar posible y que había llegado el momento de encontrar una solución.

La mayoría de los movimientos de liberación nacional en todo el mundo fueron derrotados militarmente. Pero el colonizador llega en un determinado momento a la conclusión de que ha utilizado toda la fuerza de la que era capaz -como Francia en Argelia- y que debe poner fin a esta situación. Si una posición árabe hubiera puesto a Israel frente a esta situación, la derrota militar de Hamas no habría significado necesariamente el final. Pero mientras exista una posición árabe cómplice de Israel, éste no estará convencido de buscar una solución. Al retroceso árabe responde la escalada de la fuerza, la brutalidad y la ferocidad israelíes. Lo que sugiere que la lógica de la fuerza funciona.

La inercia de los regímenes árabes

Usted ha dicho que algunos estados árabes podrían haber detenido el baño de sangre y el genocidio en curso en Gaza si hubieran querido…

Eso creo, sí. Al menos los países que han firmado un tratado de paz con Israel. Simplemente amenazar con romper estos tratados y acuerdos podría haber puesto fin a la guerra. Pienso en particular en Egipto.

¿Realmente podría haberlo podido en vista de su dependencia económica y militar de los Estados Unidos?

¿Habría llevado tal posición a Estados Unidos a abandonar a El Cairo? ¿Y Egipto habría sido abandonado por el resto del mundo árabe? Si hubiera habido un apoyo árabe a un rechazo egipcio, Occidente no habría abandonado Egipto so riesgo de que los Hermanos Musulmanes llegaran al poder. El régimen egipcio persiste en querer jugar según las reglas establecidas en Camp David, y no entiende lo que ha ocurrido en Gaza como un cambio fundamental.

Cuando Israel entró en Gaza después del 7 de octubre de 2023, la histeria de la sociedad israelí exigía la destrucción de Gaza, pero esta ofensiva podría haberse limitado a uno, dos o incluso tres meses. La toma de conciencia por parte de Israel de la falta de respuesta árabe y de la fuerte complicidad estadounidense, incluso occidental, le animó a perseverar. Más aún: entendió que escenarios con los que siempre había soñado, como el desplazamiento forzado de la población, podrían materializarse. Se desarrolló una dinámica durante la guerra, pero no estaba escrito que las cosas ocurrieran así, estaba relacionada con el comportamiento de los dirigentes o con nuestra forma de actuar ante esta guerra.

¿Cree que la amenaza de un desplazamiento de la mayor parte de la población palestina de Gaza es real, a pesar de la negativa egipcia, que no se explica por la solidaridad con los palestinos, sino por razones propias del propio régimen?

Hay varios escenarios que dependen de la respuesta egipcia y árabe. Por ejemplo, Israel podría hacer que la cuestión de los desplazamientos fuera tan real que cualquier otra propuesta de su parte se perciba como una concesión. En otras palabras, si abandona el objetivo de la limpieza étnica y afirma que la mitad de la población de la Franja de Gaza debería concentrarse en un tercio del territorio, esto aparecería como una prueba de “moderación”.

Hay otros escenarios. Por ejemplo, las condiciones de vida se vuelven tan difíciles en Gaza, que una vez que la guerra termine y comience la reconstrucción, si tiene lugar, se iniciaría un vasto proceso migratorio, incluso si “solo” afecta a un millón de personas. Gracias a los familiares que viven en el extranjero, estas personas podrían irse, ayudadas por el hecho de que algunos países les abrirán las puertas, sin que haya una política migratoria organizada. Hacer la vida casi imposible en Gaza sin duda dará lugar a estas salidas. Vimos al comienzo de la guerra cómo las autoridades egipcias, o sus representantes en el puesto fronterizo de Rafah, hacían pagar a los palestinos. Cualquiera que dispusiera de cinco o diez mil dólares se iba. Israel espera que así sea, por lo que tiene mucho que ganar al hacer la vida imposible en Gaza. Pero el desplazamiento masivo es, por supuesto, imposible sin la complicidad de los árabes o Egipto. Israel también ha comenzado a considerar la misma política en Cisjordania, utilizando métodos que tienen por objetivo empujar a los palestinos a irse.

Una realidad binacional de la que no se puede escapar

Usted defendió muy pronto la idea de un Estado democrático para todos, una idea que no es ajena a la literatura del propio Fatah. Otros líderes políticos palestinos de hoy, como Mostafa Barghouthi, también defienden esta visión. Si bien es obvio que la solución de dos estados a la que la AP sigue aferrándose oficialmente es obsoleta, la solución de un solo estado es igualmente utópica en vista de la fascistización de una gran parte de la sociedad israelí, y el hecho de que la mayoría de los países del mundo siguen hablando de la solución de dos estados. En este contexto, ¿cree que habría un objetivo “intermedio” que perseguir hoy?

Este objetivo no existe. El verdadero objetivo es el del fin de la ocupación, ya sea que la solución sea un Estado o dos. Los israelíes no renunciarán al carácter sionista de su Estado. No aceptarán el regreso de los refugiados ni vivir con los palestinos como ciudadanos iguales en un Estado sin carácter nacional. Esto significaría para ellos la desaparición de Israel, lo que no es el caso con un Estado palestino en el marco de la solución de dos Estados.

Como usted dijo, movimientos como el Fatah han mencionado este objetivo, pero lo han hecho de manera retórica: liberaremos a Palestina por la fuerza de las armas y los judíos y otros podrán vivir allí como ciudadanos iguales, y han calificado a este Estado como democrático. Pero esto fue parte de una estrategia de lucha armada que fracasó. Nunca fue una verdadera estrategia pero, sobre todo, ha permitido la restauración de la identidad palestina a través de la resistencia a Israel.

Con el tiempo, dos “naciones” o dos pueblos se han formado en Palestina, y esto ya no se puede ignorar, incluso si se habla de un solo Estado o de coexistencia, con un reconocimiento de los derechos individuales, etc. Existe una lengua hebrea, una cultura hebrea y un pueblo israelí, además distinto del resto de los judíos del mundo. Del mismo modo, los palestinos no renunciarán a su identidad árabe y palestina. Hablar de un Estado democrático laico sin identidad nacional también es inaceptable para los palestinos. Cualquier discusión sobre un Estado único debe reconocer la existencia de dos “naciones” y dos idiomas, ¿cuál sería el idioma oficial de lo contrario? ¿Inglés? Así como los israelíes no aceptarán el árabe como única lengua oficial, los palestinos no aceptarán solo el hebreo.

La solución de un solo Estado, al igual que la solución de dos Estados, integran la idea de binacionalismo. Son ideas, a partir de las cuales las estrategias deben ser desarrolladas por fuerzas políticas. ¿Qué hará Israel después de Gaza? Podría lanzar una bomba nuclear sobre el pueblo palestino. Si toda esta crueldad y destrucción continúa sin que haya retroceso por nuestra parte, y si Israel no encuentra a nadie que normalice sus relaciones con él mientras el problema palestino no esté resuelto, se verá obligado a enfrentarlo. Entonces podremos discutir las soluciones.

Pero por el momento, no nos enfrentamos a una situación en la que la otra parte se vea obligada a resolver el problema palestino. ¿Por qué? Porque los países árabes están dispuestos a normalizar sus relaciones con Israel olvidándose de Palestina. Y porque hay una Autoridad Palestina dispuesta a servir a Israel en materia de seguridad. Entonces, ¿por qué Israel trataría de resolver este problema? No es el momento de proponer soluciones, sino de que adquiramos suficientes aliados árabes, europeos y demás para obligar a Israel a negociar.

¿Una esfera de influencia israelí?

En las inmediaciones de Israel, no queda ninguna fuerza de resistencia. ¿Qué puede detener el avance geográfico y militar de Israel, ya real en el Líbano y Siria?

Nada, en mi opinión, si no es la ira de los pueblos árabes que no aceptan esta situación. El efecto de este resentimiento hacia el comportamiento israelí y la reacción oficial árabe acabará por traducirse concretamente, ¿cuándo? No lo sé, pero estoy seguro de ello. Asistimos a la transformación del Mashrek en una esfera de influencia israelí. Se trata de un cambio importante sin precedentes. Ni siquiera los países aliados de Estados Unidos, y son muchos de ellos, o los que alguna vez fueron aliados del Reino Unido en la época colonial, no han aceptado, en el pasado, que la región se convierta en una esfera de influencia israelí. Una zona estadounidense, francesa o británica, sí, pero no la de una entidad colonial que se ha creado recientemente en la región y que quiere garantizar la gestión de Siria y el Líbano, decidir cómo deben comportarse las poblaciones del Golfo, o qué debería figurar en la organización de los programas escolares en Marruecos, etc.

Ni siquiera los dirigentes árabes tradicionales, leales -o al menos aliados- de Occidente contra los comunistas durante la Guerra Fría o, más tarde, contra el Islam político, podrían aceptar esta situación. La novedad radica en la existencia de una administración estadounidense que bendice todo esto. Su visión internacional consiste en tratar con los más fuertes y reconocer las esferas de influencia de todos los países de la región. Ucrania se considera parte de la esfera de influencia de Rusia; en lo que respecta a China, a pesar de las disputas comerciales y económicas entre Estados Unidos, Washington no discute que sea una superpotencia regional que merece ejercer influencia regional, tal vez incluso sobre Taiwán. En cuanto a Japón y Corea del Sur, deben ponerse de acuerdo con China o adoptar su propia estrategia de defensa. Lo mismo ocurre en el caso de Europa con Rusia. Mira cómo Trump afirmó que Siria forma parte de una esfera de influencia turca. En cuanto a Siria, ve a Israel como un país pequeño y cree que puede expandirse a Siria, porque la meseta del Golán no es suficiente para él. Entonces, ¿por qué debería prescindir de él? Israel ha demostrado la eficacia de la lógica de la fuerza y, por lo tanto, tiene derecho a hacer todo esto. Es la lógica estadounidense, y es aterradora y peligrosa. Si no hay una respuesta árabe oficial, estoy convencido de que habrá una respuesta popular.

Es cierto que actualmente no hay ninguna fuerza armada para enfrentarse a Israel, y algunos regímenes árabes probablemente se alegran de ello. Pero creo que a nivel popular, la lógica de la extensión de la influencia israelí no será aceptada. Comenzó a fortalecerse con el regreso a lo que antes era una lógica colonial en la región, a saber, la instrumentalización del confesionalismo y las minorías, especialmente en el Machrek. Esto deja claro que después de haber destruido lo que se llamó “el eje de resistencia”, Israel cree que ningún otro país está calificado para ejercer tal influencia. Normalmente, Egipto debería rechazar esto, no me refiero a la política de sus líderes, sino del Estado. Lo mismo debería ser para otros países de la región, pero no creo que se atrevan a protestar. El Mashrek está roto y preocupado por los conflictos confesionales. Él piensa, erróneamente, que el enemigo es Irán. Los conflictos entre sunitas y chiítas nos han sacudido, desde Irak hasta Siria pasando por el Líbano, y toda esta región está ahora devorada por el confesionalismo. Si las poblaciones árabes no se dejan atrapar por él, el resentimiento se dirigirá contra el expansionismo israelí. De ahí el hecho de que se busque ocuparlos con estos conflictos confesionales.

Siria, distinguir el régimen y el Estado

¿Qué papel puede desempeñar en esta configuración el poder actual en Damasco? Por otra parte, la sociedad siria está desangrada después de años de guerra, en un país fragmentado, con una economía destruida, presa de grupos armados y de las codicias de los vecinos. ¿Le parece posible salir de la crisis sin pasar por años de violencia armada y fragmentación del país?

Nada es inevitable y todo depende del comportamiento de los líderes sirios, de los mensajes que transmitan a su sociedad, de su plan y de su orientación. Es natural para mí esperar el éxito del experimento sirio después de la caída del régimen de Bashar Al-Assad, porque de lo contrario sería un caos. Pero no puedo expresar un optimismo beato ante el comportamiento de los líderes actuales. Comencemos por el primer punto: su incapacidad para distinguir el régimen del Estado. Sin esta distinción, cualquier transición -ni siquiera estoy hablando de democracia- hacia un Estado de derecho, una sociedad civil y un pluralismo mínimo será difícil. Esto afecta a dos dimensiones: en comparación con el pasado, los líderes actuales actúan como si no hubiera un Estado en Siria, cuando hay que tener en cuenta las instituciones, los funcionarios, los tecnócratas, etc. No todo el mundo era baasísta, e incluso no todos los baasístas cometieron crímenes. En cuanto al futuro, esto significa que actúan como si ellos mismos fueran el Estado. El régimen debe comprender la diferencia entre la autoridad política y la lógica del Estado y de los ciudadanos.

En segundo lugar, la creencia de que los alauitas gobernaban Siria es errónea. El régimen era dictatorial, pero los alauitas eran, como los sunitas y otras confesiones, gobernados, no gobernantes. El aparato de seguridad se controlaba utilizando un fanatismo presente en la región que tardíamente se convirtió en confesionalismo, pero el régimen nunca se definió como confesional. Por ejemplo, se apoyaba en grandes sectores de la población sunita. Esta creencia, como en Irak, donde se cree que los chiítas fueron gobernados en la época de Saddam Hussein y que esta mayoría chiíta ahora dirigirá el país, es muy peligrosa. En primer lugar, transforma a la mayoría de la población en una confesión homogénea y aniquila el pluralismo en su seno. En segundo lugar, trata a los demás como minorías toleradas por la mayoría, y no como ciudadanos de pleno derecho. Es una tolerancia condicionada. En tercer lugar, cuando estos líderes dicen “nosotros”, no hablan de los sirios, sino de los sunitas, y eso es un desastre. Además de evitar la aparición de la igualdad de ciudadanía, esto permite a países extranjeros interferir en nombre de la protección de las minorías. Manejar la lógica de “nosotros” contra “ellos” es muy peligroso. Por supuesto, hay otros muchos problemas, como la imposibilidad de dirigir el país sin depender de los dispositivos del Estado, y sospechar de todo el mundo, etc.

Pero creo que las dos cuestiones fundamentales son la distinción entre el Estado y el régimen, y no comportarse como si el Estado representara ahora a la mayoría sunita y que las minorías fueran toleradas, dando una representación simbólica a los alauitas y a los drusos, o tratando a las mujeres como una minoría entre otras, con una única representante (en el gobierno), cuando representan la mitad de la sociedad. Su “nosotros” se refiere al hombre árabe musulmán sunita, y el “ellos” a todos los demás. Esto no es aceptable.

Por supuesto, hay problemas importantes que seguramente se resolverán en los próximos dos años, como las sanciones económicas. Pero las condiciones estadounidenses para el levantamiento de las sanciones no están relacionadas ni con la democracia, ni con la seguridad de la sociedad siria, ni siquiera con la normalización con Israel; poner esta cuestión sobre la mesa fue un regalo de los líderes sirios, porque piensan que eso es lo que quiere Occidente. Ninguna condición occidental para el levantamiento de las sanciones está relacionada con la igualdad. Por lo tanto, es nuestro deber como pueblos hacernos cargo, no esperemos a que Occidente nos lo imponga. Es el deber de los sirios, por su bienestar, y no por el de Occidente.

Revisar la historia de los judíos árabes

Para concluir, ¿no cree que los movimientos árabes de solidaridad con Palestina, en el mundo árabe y en Occidente, se equivocan de estrategia al permanecer en un referente árabe e islámico en lugar de internacionalizar la cuestión y aliarse con los judíos antisionistas? ¿No debería el mundo árabe también reapropiarse de la historia de los judíos del mundo árabe como historia árabe, en lugar de abandonarla a Israel, que la instrumentaliza?

Me llevaría mucho tiempo responder a esta pregunta. Pero no hay duda de que el discurso del movimiento nacional frente a la ocupación y la injusticia actual debe ser un discurso de justicia y derechos universales. Hay oleadas que nos abruman sucesivamente a nivel regional: has visto cómo se islamizó el discurso palestino, tras una ola de islamización que ha afectado a todo el mundo árabe, tras el abandono de la lucha armada por parte de la OLP. La historia se invirtió: en la década de 1960, los que rechazaban la lucha armada eran los Hermanos Musulmanes, y fue el movimiento nacional laico quien la había adoptado. En cualquier caso, creo que incluso si Hamas apuesta por las armas, debe dirigirse al mundo con el discurso que éste entiende: un discurso de justicia e igualdad. Al hacerlo, no abandona su causa y no da la espalda a lo que es. Porque en última instancia, la causa palestina es una causa justa, y traducirla en un discurso universal de justicia e igualdad es lo que hay que hacer.

No somos el primer pueblo en sufrir la ocupación, y no la hemos sufrido porque seamos musulmanes, sino porque vivimos en nuestra tierra. Por supuesto, el discurso de liberación nacional es universalmente aceptado. Pero como sabes, todos los movimientos nacionales a lo largo de la historia han utilizado diversos medios de movilización, incluida la religión.

En cuanto a dirigirse a los judíos fuera de Israel, es innegablemente importante. Debemos ayudar a gran parte de los judíos del mundo a separarse de Israel y del sionismo. Por el contrario, no debemos aceptar que sean asociados a Israel y sean tenidos por responsables de sus acciones. Por supuesto, los judíos antisionistas son esenciales y ahora desempeñan un papel importante en el movimiento de solidaridad con Gaza.

En cuanto a los judíos árabes, hay que recordar que los regímenes árabes no han emprendido una verdadera lucha contra el sionismo. Por el contrario, con las guerras de 1948 y 1967, se creó una connivencia para facilitar la migración de los judíos árabes a Palestina. El trato que los regímenes les dieron a estos últimos no fue democrático, pero estos regímenes no fueron más democráticos en otros temas. No es como si hubieran sido injustos solo con los judíos. Cualquier análisis de la historia de los judíos árabes y orientales en la región debe evitar tanto la idealización como la demonización del comportamiento árabe hacia los judíos.

Los judíos vivían en el mundo árabe como minoría religiosa. No era el Islam político el que dominaba, sino la cultura tradicional. Por lo tanto, negociaron sus condiciones de vida, según las crisis y las fases, como todas las minorías religiosas a lo largo de la historia. Sin embargo, lo que distinguía la situación de los judíos en el mundo árabe de la suya en Europa era la ausencia de un racismo árabe o musulmán particular para los judíos, en otras palabras, la ausencia de antisemitismo. No había discriminación racial ni teorías raciales entre los árabes, y nunca pensaron en deshacerse de los judíos. Ciertamente, había discriminación contra todas las minorías, pero las mayores discriminaciones históricamente se dirigieron a las minorías musulmanas, es decir, a las sectas islámicas que se desviaban de lo que se consideraba la norma, y no a los judíos o cristianos. Eran sociedades tradicionales. No hay nada vergonzoso en hacer un análisis crítico. Estoy en contra de presentar las cosas como si nuestras sociedades hubieran sido un paraíso para los judíos, o de hablar de tolerancia y Andalucía, etc. Son ilusiones. Pero la idea de que el mundo árabe ha sido un infierno para los judíos es una calumnia, y la mayoría de los historiadores judíos están de acuerdo en decirlo. Desde un punto de vista histórico, si comparamos el mundo árabe con la Europa medieval y moderna, el primero sale ganando.

08/05/2025

OrientXXI

Azmi Bishara, intelectual palestino nacido en Nazaret y director del Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos (Doha).

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: Azmi-Bishara. Azmi Bishara en el plató de televisión de Al Araby el 8/04/2025. Imagen: captura de pantalla.

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