Por: Franco Berardi (Bifo). 18/11/2024
Las guerras del siglo XXI las combaten cada vez menos los seres humanos. Los seres humanos son las víctimas de las mismas, pero las ejecutoras del exterminio son máquinas. Máquinas manejadas a su vez cada vez menos por seres humanos, porque la tendencia implícita en los sistemas de inteligencia artificial, que se hallan dotados de capacidades de autoaprendizaje y de deep learning, es liberar a estos, que son organismos aleatorios a menudo dotados de conciencia y de sensibilidad, de la tarea de torturar, mutilar, matar y exterminar, y dejar esta tarea en manos de sistemas dotados de inteligencia.
La palabra «inteligencia» denota la capacidad de realizar una tarea, independientemente de su utilidad social, licitud ética, etcétera, y sobre todo independientemente de la emocionalidad. Inteligencia sin sensibilidad, inteligencia sin conciencia: la máquina inteligente exterminadora es el producto general del sistema capitalista en la era de la automatización inteligente. El nazismo del siglo XX tuvo que tener en cuenta los límites de la inteligencia emocional, como muestra Jonathan Little en su terrible novela Les bienveillantes (2006; Las benévolas, 2019). El tecno-nazismo del siglo XXI, del que los sionistas son el símbolo y la vanguardia, se emancipa de estos límites.
El trabajo de matar es agotador, como aprendimos leyendo esta novela sobre la fatiga psíquica de un SS: el organismo humano tiene límites físicos y psicológicos de los que la máquina inteligente se emancipa. Según nos enteramos por un reportaje de Haaretz y por otro de la CNN, la fatiga psíquica del exterminio está agotando los nervios de los exterminadores israelíes: el suicidio, los trastornos psíquicos postraumáticos y el autodesprecio afectan a los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Mi predicción es que estos trastornos son tan solo el principio de un colapso psíquico generalizado de la sociedad israelí, que no podrá sobrevivir mucho tiempo tras el Holocausto palestino. El genocidio está provocando un proceso de desintegración mental del Estado sionista. Netanyahu, Ben Gvir, Smotrich han armado a Israel contra sí mismo.
El dron es la figura dominante en esta nueva fase del nazismo: la guerra de Ucrania y el genocidio de Gaza son el teatro de experimentación de esta nueva fase de la terminación, proceso que se desarrollará plenamente en el siglo XXI. El dron es una aeronave caracterizada por la ausencia de un piloto humano a bordo. Su vuelo está controlado por ordenadores que pueden ver, oír y ejecutar el exterminio. De los primeros modelos de gran tamaño, que tan solo poseían unos pocos ejércitos, la tecnología ha evolucionado hasta la construcción de modelos muy pequeños, operados en grupo (drones enjambre), que se hallan al alcance de cualquiera dado su bajo precio.
El genocidio israelí constituye la primera aplicación a gran escala de esta automatización del exterminio. No debemos pensar que se trata de un episodio aislado, no debemos pensar que después de este acontecimiento excepcional, la guerra volverá a sus antiguos rasgos deshumanamente humanos. La deshumanidad por fin se ha emancipado de lo humano y puede por fin proceder automáticamente. En la competición tecnomilitar, las máquinas de exterminio están destinadas a generalizarse. A partir de ahora, todos los conflictos armados, ya sean guerras nacionales, religiosas o civiles, recurrirán cada vez más a las técnicas del exterminio inteligente.
972
La revista israelí 972 publicó en abril de 2024 el informe más aterrador del que tengo memoria: describe la estructura epistémica y pragmática de un sistema de inteligencia artificial diseñado para detectar y atacar objetivos hipotéticamente hostiles. Estos objetivos pueden ser transeúntes inocentes, niños que vuelven del colegio, mujeres que van a por agua a la fuente. No importa. El exterminio automático funciona estocásticamente y la estocasticidad militar no puede ser demasiado sutil. El sistema de exterminio israelí, que lleva el garboso nombre de Lavender, es, como informa 972 (véase en castellano, ctxt).
Una máquina especial que puede procesar cantidades masivas de datos con el fin de generar objetivos potenciales para perpetrar ataques militares en el curso de una guerra. Esta tecnología resuelve lo que puede describirse como el cuello de botella verificado tanto en la identificación de nuevos objetivos como en la decisión de ejecutarlos.
Los seres humanos constituyen, por lo tanto, un cuello de botella, son un elemento de incertidumbre y de ralentización. Por muy despiadados y fanáticos que sean, los seres humanos siguen siendo máquinas indeterministas: la emocionalidad, la incertidumbre y la fatiga pueden limitar su competencia para matar. Es necesario que la máquina inteligente subsuma progresivamente la totalidad de la secuencia de las acciones que hacen posible el exterminio: detección visual y auditiva, catalogación, selección, eliminación. Y, finalmente, autocorrección y autoperfeccionamiento en pos del fin superior: instaurar el orden allí donde los seres humanos son el caos, eliminando en consecuencia todo elemento humano.
Lavender ha desempeñado un papel esencial en el bombardeo de la población palestina […] su influencia en las operaciones del ejército israelí ha sido tan enorme que los militares han tratado la información de la máquina dirigida por inteligencia artificial como si fueran decisiones humanas […]. El sistema identificó inicialmente a 37.000 palestinos como presuntos militantes y consideró sus hogares como objetivos de bombardeos aéreos […]. El ejército israelí atacó sistemáticamente a los individuos seleccionados por Lavender en sus casas, sobre todo por la noche, cuando familias enteras estaban con ellos […]. Según dos fuentes a las que interrogamos, el ejército decidió que por cada operativo de Hamás señalado por Lavender, se le permitía matar hasta quince o veinte civiles […] en caso de que el objetivo fuera un oficial de Hamás, se le permitía eliminar a cien civiles […].
La solución al problema, añade el oficial, es la inteligencia artificial. Tenemos una guía para construir una máquina de creación de objetivos, basada en algoritmos de aprendizaje automático. En esta guía, hay muchos ejemplos de características que permiten identificar a una persona como peligrosa, como estar en un determinado grupo de whatsapp, o cambiar a menudo de móvil, o cambiar con frecuencia de dirección […].
En la guerra no hay tiempo para incriminar a todos y cada uno de los objetivos, así que tenemos que aceptar un cierto margen de error en el uso de la inteligencia artificial, debemos correr el riesgo de provocar daños civiles colaterales o de atacar a alguien por error y tenemos que aprender a vivir con ese conocimiento (live with it).
Este oficial, cuyas declaraciones recoge 972, concluye diciendo que después de matar a cientos, de hecho, a miles, de hecho, a decenas de miles de niños, de mujeres, de inocentes, hay que aprender a «live with it». Vivir con la conciencia de ser un exterminador. Una expresión abracadabrante que por sí sola nos dice hasta qué punto ha llegado la degradación ética y cuán profundo es el abismo de cinismo asesino en el que se ha hundido la totalidad de la población de Israel.
«B» (una fuente de 972) nos dijo que era normal que esta automatización generara un número mayor de objetivos que alcanzar. Si un día no había muchos objetivos, porque los criterios de definición eran insuficientes, teníamos que reducir el umbral de definición. Una y otra vez los soldados nos presionaban diciéndonos: «Dadnos más objetivos». En realidad, nos lo decían gritando. «Ya hemos acabado con todos los objetivos que nos disteis ayer […]». Lavender y sistemas similares, como el llamado Where’s daddy, se combinan para lograr el efecto de matar a familias enteras.
Los órganos oficiales del ejército israelí comentan con satisfacción estos resultados de la máquina de guerra inteligente:
El Estado de Israel es un actor de altas competencias tecnológicas y utiliza estas como parte de su panoplia de herramientas diplomáticas para convertirse en el líder del diseño del sistema internacional de gobernanza tecnológica. La necesidad de supremacía tecnológica se deriva para Israel de las amenazas a las que se enfrenta […].
La eliminación selectiva y la multiplicación de los asesinatos colaterales son el resultado de un perfeccionamiento técnico del que Israel es vanguardia, pero no debemos pensar que se trata de un fenómeno aislado y puntual. Todo Occidente debe dotarse de una gobernanza tecnológica guiada por la inteligencia artificial exterminadora.
Inteligencia y conciencia
La conciencia, si es que esta palabra significa algo, es una limitación de la inteligencia
Gaza nos ha revelado la verdad última de la historia humana: no hay salida a la repetición sin fin del ciclo violencia-venganza-violencia. Entonces, ¿por qué dudar? Es necesario esterilizar la inteligencia, es necesario disociar la inteligencia de la naturaleza indeterminista del inconsciente, de la emocionalidad. Únicamente así podemos entender la inteligencia artificial en el contexto de una competencia económica y militar generalizada. La guerra es la continuación lógica de la economía liberal y la guerra requiere el uso ilimitado de la inteligencia. Pero para poder eliminar los límites de la inteligencia, debemos saber lo que Yuval Harari señala en su libro Homo Deus (2016): la disociación de la inteligencia de la conciencia es la condición para proceder a un uso ilimitado de la primera. La conciencia, si es que esta palabra significa algo, es una limitación de la inteligencia. Me refiero a la conciencia ética, que significa conciencia sensible, incorporada. El trabajo de matar, que es el trabajo más importante de la actualidad, la inversión más importante de la economía terminal, deviene tanto más productivo cuanto más la inteligencia (homicida) se emancipa de la conciencia (ética).
La emergencia de la inteligencia artificial se revela como la consecuencia de la obsolescencia humana
Desde que el sionismo ha transformado a la población israelita en el corazón de las tinieblas del supremacismo contemporáneo, Israel se ha convertido en la Endlosung-Machine [máquina de la solución final]. Por ello sabemos que nunca habrá una posguerra. Ya nadie puede creer que habrá paz en momento alguno del futuro, porque el exterminio se ha incorporado a una máquina que se autocorrige, se perfecciona, se conecta y se expande, una máquina que nadie tiene la capacidad de desactivar. La emergencia de la inteligencia artificial se revela como la consecuencia de la obsolescencia humana y simultáneamente como la condición para la subyugación técnica definitiva de los seres humanos. Esta es la verdad esencial que hay que saber sobre la inteligencia artificial en la era de la guerra total asintótica. Todo lo demás es pura palabrería concebida para perder el tiempo.
La vida paranoica de Israel está marcada por esta molecularización del terror
Aviv Kochavi, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, declaró que la metodología bélica israelí se inspira en la teoría rizomática de Deleuze y Guattari. La proliferación asimétrica de la guerra de micromáquinas es la mejor definición de la idea de convertir objetos cotidianos como buscapersonas y walkie-talkies en armas de destrucción masiva. Sólo los lectores ingenuos podían creer que la metodología rizomática de Deleuze y Guattari es una teoría para la liberación. En realidad, se trata de algo mucho más complicado y articulado: esa metodología conceptualiza primero el modelo económico basado en la distribución molecular del control capitalista. Después, la inscripción molecular de la guerra y el terror en cada fragmento de la vida cotidiana y de las cosas de uso común. La vida paranoica de Israel, un país que está permanentemente obsesionado por el odio de las poblaciones de su entorno y que siempre lo estará (durante los pocos años que le será concedido sobrevivir antes de que se suicide) está marcada por esta molecularización del terror.
La guerra de exterminio es, si me permiten el macabro juego de palabras, la killer application de la inteligencia artificial. La inteligencia artificial puede haber nacido con intenciones puramente científicas, o puramente económicas, o incluso con ingenuas intenciones humanitarias. Pero su uso perfecto, específico y último es el exterminio. En los últimos años hemos oído hablar de regulación ética de la inteligencia artificial, hemos oído hablar de alinear la tecnología con los «valores» humanos. Son insustancialidades privadas de todo sentido. En primer lugar, ¿qué significan los valores humanos? ¿De qué universalidad estamos hablando? ¿De la universalidad del beneficio, de la competencia económica, del crecimiento ilimitado? ¿O de la universalidad de otra cosa? ¿Quién es el amo de la universalidad desde el momento en que toda la humanidad está culturalmente en guerra?
La idea del alineamiento de la inteligencia artificial con los valores humanos es exactamente lo opuesto de lo que ha ocurrido y está ocurriendo realmente en el mundo de la investigación y la aplicación de esta: nuestras facultades cognitivas se han alineado con el formateo digital del mundo, lo cual ha estado sucediendo durante los últimos cincuenta años, proceso que ha llegado ahora al paso final: alinear la inteligencia artificial con el imperativo del exterminio, que domina el inconsciente y la ferocidad de la selección natural. La totalidad de los discursos acerca de la ética de la inteligencia artificial son imbecilidades, porque se basan en la eliminación y el olvido del uso militar de la misma, que domina la investigación, la financiación y el uso de esta tecnología: inteligencia impulsada por la demencia, la psicosis, el horror.
Recomendamos leer Franco Berardi, Bifo, «¿Podría haber acabado Israel de otro modo?», «La Edad de Piedra», ¿Qué estoy haciendo?, «La desintegración del mundo blanco»; Júlia Nueno Guitart, «La fábrica cibernética de objetivos militares en Gaza», artículos todos ellos publicados en Diario Red; y los libros de Franco Berardi, El tercer inconsciente (2022), La segunda venida (2021), Futurabilidad (2019), Fenomenología del fin (2017) y Quarant’ anni contro il lavoro (2017).
Artículo aparecido originalmente en Il disertore y publicado con permiso expreso del autor.
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Fotografía: Contra información