Por Alfredo Diaz. 18/04/2018
No es teoría ni nuevas proposiciones, pero en la Historia, como parte de ésta, se toma en cuenta las evidencias arqueológicas, los hechos y sus obras, ya que son elementos que proporcionan información de los hombres, la sociedad o cualquier civilización. Vemos los hechos políticos y a los políticos como referencias que nos son útiles para orientar y construir nuestras propias decisiones y crear nuestras propias convicciones. Partiendo de esto elaboramos un comentario desde los hechos y la praxicidad de los actores políticos de nuestro país que construyen y cohabitan la mediocridad, estupidez y corrupción de las instituciones y el Estado que representan y mantienen y que ellos mismos han deformado. De esto, no sólo se observa entre los actores sino que los diferentes medios informativos, no todos, han dado cuenta a la sociedad que ha sido agraviada, ninguneada, ignorada y masacrada.
El conocimiento humano permite combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía del ser humano para construir un mundo mejor. Esto lo afirmaron los pensadores e intelectuales de la Ilustración francesa a mediados del siglo XVIII para sacudirse el feudalismo. Los políticos mexicanos son reproductores y conservadores de la ignorancia pues como dice Enrique Galván Ochoa: “un pobre es igual a un voto”.
La mafiocracia[1] tiene una larga historia en México la cual inicia desde los años sesenta, desdoblada entre los políticos mexicanos para hacer alianzas, bloques y grupos, después incorpora a los líderes de diversos signos y sindicatos y, finalmente, a la oligarquía convenenciera que recibe jugosos beneficios por sus favores. Pero esa mafiocracia ha ido más lejos. A partir de los años ochenta la delincuencia que se dedica a las drogas ha crecido bajo el cobijo y protección de las instituciones del Estado, se ha engarzado a través de acuerdos muy ventajosos para ambas partes: para los políticos es obtener financiamiento y moches con recursos sucios e ilícitos y para los cárteles de drogas es vender y pasar con la protección de las instituciones, jueces, fiscales, fuerzas armadas y policiales. Además, a estas mafias se han sumado otros grupos como secuestradores y extorsionadores que también aportan recursos para campañas electorales o son parte de los partidos que no quieren soltar el poder.
Actualmente, en plena globalización y dizque modernidad, las instituciones ya han sido secuestradas por los grupos delincuenciales para operar al Estado, así como, los fiscales para sus negocios. Esto, se ha convertido en un problema para la sociedad porque, ha agraviado los niveles de bienestar, del buen vivir, de seguridad, de justicia y, por supuesto los derechos humanos. Por lo que el Estado, en manos de mafiosos, no es un Estado de derecho sino un Estado delincuencial.
[1] Concepto acuñado por Pino Solana, la palabra “mafia” define al crimen organizado y la Mafiocracia es un excelente hallazgo lingüístico que describe a nuestro país. Estamos en poder de las mafias, J. Akerman se refiere al actuar de los políticos mexicanos, principalmente de los partidos PRI, PAN, PRD y partidos paleros de estos.